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EL DÍA MÁS ACIAGO PARA LA MARINA BRITÁNICA:

SAN VICENTE, 9 DE AGOSTO DE 1780.

Recordará el lector que hace algún tiempo enumerábamos y describíamos sucintamente tres combates favorables a los españoles, que tuvieron como escenario las aguas del tan famoso como estratégico cabo.

Tal vez a alguno de ellos le vino a la memoria otro, bien digno de reseñar y que entonces eludimos por considerar que merecía un artículo dedicado a él por entero.

Y no es para menos, pues como se verá constituyó una de las más serias derrotas navales británicas, aunque poco cruenta en su larga y gloriosa historia.

En el verano de 1780 Gran Bretaña tenía que hacer frente a una de las más graves crisis de su historia, con la revolución de sus colonias americanas, que daría lugar a al nacimiento de una nación, los Estados Unidos de Norteamérica.

Aquella ya de por sí difícil guerra se complicó por el apoyo prestado a los rebeldes, primero por Francia y después por España, lo que hizo que la tarea de la Marina Real británica fuera especialmente dificultosa.

En esas fechas zarpó de Portsmounth un importantísimo convoy doble de no menos de 55 buques, unos con destino al Caribe y norte de América, las llamadas <<Indias Occidentales>> y otros a las <<Orientales>>.

Hasta Galicia el convoy fue escoltado por la escuadra del Canal, pero luego y siguiendo órdenes del propio lord del Almirantazgo, Sándwich, volvió a sus costas, dejando reducida la escolta al navío Ramillies, de 74 cañones y dos fragatas.

Tal decisión fue luego severamente criticada, pero debemos recordar que poco antes la escuadra combinada hispano-francesa había realizado una campaña en el canal de la Mancha, encerrando a la británica en sus puertos y que sólo las desavenencias entre los aliados, primero, y los temporales y una epidemia, que diezmó a las dotaciones, después, habían impedido que terminara en un desembarco en el Reino Unido.

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Ante la posible repetición de algo así, no estaba de más ninguna precaución.

Pero los servicios de inteligencia españoles descubrieron la salida y ruta del gran convoy, y el mismo conde de Floridablanca ordenó al teniente general de la Armada, don Luis de Córdova, que partiera con su escuadra a interceptarlo.

La escuadra de Córdova, con su insignia en el enorme Santísima Trinidad, se componía de veintisiete navíos y las fragatas correspondientes, a la que se había unido la del almirante francés Beausset con nueve navíos, correspondiendo el mando conjunto obviamente al español. Hasta entonces la escuadra aliada había bloqueado Gibraltar, pero zarpó inmediatamente al recibir las órdenes de su nueva misión.

En la madrugada del 9 de agosto, una de las fragatas exploradoras avistó a 60 leguas al oeste del cabo de San Vicente al convoy, que todavía no se había separado hacia sus respectivos destinos y Córdova, sin perder un momento, ordenó <<caza general>>.

Ante la avalancha de nada menos que treinta y seis navíos, sin contar las fragatas, el jefe británico de la escolta, decidió que la huida era la única opción posible, lográndolo la escolta y sólo dos o tres de los mercantes, mientras el resto era apresado sucesivamente por los eufóricos buques españoles y franceses.

Podemos imaginar la escena: aunque los mercantes iban armados, algunos incluso con treinta cañones, no eran rivales para sus poderosos enemigos y así, tras forzar la persecución una vez acorralados, no tenían más remedio que amainar y entregarse.

El resultado no pudo ser mejor: fueron apresados nada menos que cincuenta y dos transportes, de ellos treinta y seis fragatas, diez bergantines y seis paquebotes, y con ellos 1.350 hombres de las dotaciones (aquí debe haber error, me parecen muy pocos para tantos barcos), 1.357 oficiales y soldados de regimientos británicos, que pasaban a ultramar y unos 286 pasajeros, es decir un total de 2.943 prisioneros (1).
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La carga no era menos valiosa: en lo militar, y aparte del armamento de los buques, transportaban no menos de 80.000 mosquetes y vestuarios para doce regimientos de infantería, además de efectos navales y provisiones, de toda clase para la escuadra de Rodney en América y para la que se enfrentaba a Suffren en la India.

Los británicos evaluaron el valor de las mercancías perdidas en nada menos que 1,6 millones de libras de la época, de las que un millón estaba en oro acuñado y en lingotes. (ya era hora de que nos tocara algo ¿no?). Las estimaciones españolas hablan de unos 140 millones de reales.

Según el gran escritor Robert Graves (el de ¡Yo soy Claudio!):<<Los más viejos no recordaban que la Bolsa Real de Londres Hubiera presentado jamás un aspecto tan pesimista y melancólico, como en la tarde de aquel martes en que el Almirantazgo publicó la noticia de esta doble pérdida. Los anales mercantiles del Reino Unido no registraban ningún caso en que, se experimentaran pérdidas superiores a la cuarta parte de la suma que esa vez perdió>>.

El clamor público pidió responsabilidades, tanto por la pérdida como por el hecho de que, la escolta no hubiese ni siquiera intentado defender la valiosa carga.

El capitán John Montray, su jefe, fue por tanto sometido a Consejo de Guerra y separado del servicio.

Tal vez fueron demasiado severos, pues la escolta poco o nada podía hacer frente a la poderosa escuadra de Córdova, pero el Almirantazgo, como en otros casos, debió de pensar que lo mejor era enviar un claro mensaje a todos los marinos británicos: no podían sin más abandonar un convoy y menos de esa importancia, cualquiera que fuesen las circunstancias.

Así como en el caso del almirante Mathews, derrotado por Navarro en Sicié en 1744, se impuso un castigo no tanto por la falta en sí, sino para disuadir conductas semejantes en el futuro.

Lo cierto es que existían precedentes en la historia naval española y británica, que indicaban el camino a seguir en situaciones parecidas, y bien merecen que se traiga a colación.

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Pese a las tan cacareadas capturas de galeones españoles atiborrados de oro por los intrépidos marinos británicos, lo cierto es que casi siempre se trató de buques rezagados o aislados y que, pese a estar en mala situación de defensa o navegación, prolongaron su resistencia todo lo que pudieron.

Por lo que respecta a las flotas de Indias, es un hecho que los ingleses sólo tuvieron tres limitados éxitos en casi trescientos años de convoyes anuales, y en unas circunstancias muy reveladoras para juzgar el caso que tratamos.

En 1656 una agotada España en lucha con media Europa desde hacía casi treinta años, con la guerra en casa por la separación de Portugal y la Armada bajo mínimos como muestra de la crítica situación del país, fue atacada alevosamente y sin previa declaración de guerra (otra K) por Cromwell.

El almirante Blake, con treinta buenos buques interceptó en septiembre de aquel año a la flota de tierra firme, reducida por entonces a sólo ocho buques entre mercantes y escolta, ninguno de los cuales llevaba más de treinta cañones.

Pese a ello, se defendieron como pudieron, entrando tres muy averiados en Cádiz, otros dos en Gibraltar (todavía español), otro se hundió, otro se incendió antes de entregarse y sólo uno fue apresado.

Al año siguiente, en abril, Blake intentó de nuevo hacerse con una flota, ahora la de Nueva España.

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Los ingleses contaban con treinta y seis buques; la flota sólo con dos galeones, ocho mercantes y dos pataches.

Los españoles se refugiaron en Tenerife, contando con el apoyo de sus débiles baterías, y allí resistieron durante cuatro horas, tras las cuales incendiaron o minaron sus barcos para impedir que ellos y su carga cayera en manos del enemigo. (nuestro comportamiento, igualito al de ellos, ¡JA!; yo de Blake me hubiera dedicado a otra cosa).

Algo parecido, aunque con una lucha más feroz y disputada, aparte de mayor ganancia económica para el atacante, sucedió en Vigo en 1702 con la flota de nueva España, con la particularidad de que la escolta era francesa (¡que no es poca la diferencia!), pues la situación de nuestro país y de la Armada no habían mejorado en absoluto desde la ocasión anterior y de hecho nos hallábamos en plena guerra de sucesión, que aparte de internacional fue civil, entre los territorios de las coronas de Castilla y Aragón, como es bien sabido.

Así que las órdenes eran claras: prolongar la resistencia todo lo posible y en el último extremo zabordar o incendiar los buques para evitar que ellos y su valiosa carga cayera en poder del enemigo.

Por ello, en las tres ocasiones mencionadas, si es cierto que hubo un apreciable botín para los vencedores, éste fue sólo una pequeña parte de las riquezas que trasportadas. (2)

Y se fue inflexible con los que no cumplieron con tales prescripciones.

La otra única ocasión <<y primera>> en que se perdió una flota, en este caso la de Nueva España en Matanzas en 1628 y frente a holandeses, el almirante español responsable, Benavides, fue encausado y ejecutado, no por perder su flota de cuatro galeones y once mercantes, frente a treinta y dos buques enemigos, sino por la escasa defensa, no conseguir dominar el pánico subsiguiente y no evitar que cayeran buques y carga en manos del enemigo, especialmente cuando tres de los buques de la flota lograron, gracias a la decisión y pericia de sus capitanes, refugiarse en La Habana.

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Afirmación de la mentalidad naval del imperio español.

Articulo muy interesante, confirmando el sólo apresamiento de tres flotas por corsarios, a lo largo de trescientos años. (El historiador y profesor J. B. Blach, una autoridad en la historia naval británica, resume de la siguiente forma la actividad del sistema de flotas:


<<En las guerras entre España e Inglaterra, únicamente el ataque a naves sueltas tuvo algún éxito. Las Flotas del Tesoro triunfaron por su perfecta organización y porque los españoles disponían de un excelente servicio de información.

Admitamos que, aparte de las presas menores, los marinos ingleses sólo en una única ocasión pudieron interceptar o apresar una de aquellas codiciadas Flotas>>).




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Pero ninguno de estos antecedentes tan aleccionadores sirvió al parecer al desgraciado Montray.

En España la noticia fue recibida con el alborozo que cabe imaginarse, pues a la importancia económica de la presa se unió la estratégica por los efectos y armamentos para el Ejército y la Armada que transportaban, lo que debilitó seriamente las posiciones británicas en ultramar y tuvo serias repercusiones en el resultado final de la guerra. (Lo que no pone el autor es que, gracias al apresamiento de este convoy, no llegaron los 80.000 fusiles, (en otras fuentes lo aumentan a 90.000) y añaden 400 cañones, lo que no sé es si eran los de los buques o los llevaban para aumentar los efectivos del ejército británico, pero el resultado fue el mismo, en la decisiva y última batalla, de la independencia de los Estados Unidos el general Washington, derrotó a los británicos en la batalla de Yorktown, dando por finalizada la guerra de independencia y ¿gracias a quien?, este hecho no es muy conocido sobre todo por los Norteamericanos, ya que los franceses les ayudaron incluso en tierra y su flota protegía sus costas, (además lo han aireado más que nosotros) mientras que los españoles lo hacíamos a esta parte del océano, de ahí su desconocimiento, pero fue tan vital e importante como el de nuestros aliados, pues sin la conjunción de fuerzas los británicos se hubieran salido con la suya, aunque sólo fuera temporalmente).

Algunos de los buques apresados pasaron a formar parte de la Real Armada.

Muy especialmente fuertes y marineros “indiamen” apresados, fueron valorados en lo que se merecían y tras algunas obras de reacondicionamiento pasaron a prestar servicios como fragatas.

Así, el Helbrech, de 30 cañones paso a ser la Santa Balbina, de 34; el Royal George, de 28 pasó a ser la Real Jorge, de 40; el Monstrant, de 28, la Santa Bibiana, de 34, y los Geoffrey, de 28 y Gaton, del mismo porte, la Santa Paula, de 34 y la Colón, de 30.

Nunca en la larga y tantas veces gloriosa historia de la Marina Real británica, se perdió un convoy tan valioso y en la proporción de 52 buques de 55.

Pero lo peor fue su mínimo coste para el enemigo y el hecho de que cayera intacto en sus manos, proporcionándole, entre otras muchas cosas, todo un nuevo y flamante escuadrón de fragatas.

(1) Un listado de las presas en Revista de Historia Naval, nº 44 de 1994, pp. 75-79

(2) La otra ocasión fue en Cádiz en 1596, pero entonces la flota de Tierra Firme aún no había zarpado de España.



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Buenas.

Poca cosa la captura del convoy, no?

He aqui, el listado de los buques españoles y franceses que participaron en esa magnifica accion.

Españoles:
Atlante, San Joaquin, San Pascual, Concepcion, Rayo, San Rafael, San Justo, San Carlos, Galicia, Angel de la Guarda, Santisima Trinidad, San Fernando, Oriente, San Eugenio, San Vicente, Serio, Brillante, Santa Isabel, Firme,Terrible, Septentrion, Miño.


Franceses:
Bourgogne, Scipion, Marsellais, Hero, Protecteur, Cesar, Zodiaque, Glorieux, Zele.

Aqui el listado de los buqus capturados:


Fragatas:

Cathalina. Elis, Kitres, Sandwich, Geoffrey, Mary, Hougton, Susana, Helsbrek, Sister, Rodney, Elise, Bettty, Jorge Planter, Ana Susana, Carlota, Aurora, William, Juan, el frances, Charmante, el Leon, Heroe, Jupiter, Fanuy, Gaton, Real Jorge, lord North ,Falon y planter, Mosstruad, Marte, Colhoun, el Amigo, Claredon, La Royn Galus, concordia


Bergantines:
Juan, Nercuse, Empresa, las 3 hermanas, Manie, Larke, Aguila, Juan, San Patricio, Isabela.


Paquebotes:
Vigilante, Brillante, Dancik, Ledi Amiaste, Lambrodt, Morroan.