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Al Abordaje. Vivero 3 de junio de 1806.



El caso se repitió muchas veces, y si llamó la atención, aparte de porque remataba la excepcional campaña corsaria de su patrón, fue por el hecho de ser un combate singular.



Tampoco es que éstos fueran tan raros, pero uno de ellos, bien que es aguas muy distantes de las del Estrecho, revistió caracteres especiales: la noche del 3 de junio de 1806 se dirigía hacía el puerto de Vivero un convoy de catorce pequeños mercantes españoles escoltados por algunas cañoneras.



El convoy fue divisado por la balandra británica Hope of Jersey, armada con ocho cañones de a 6 que, juzgando no debía ser muy difícil realizar alguna presa, se dirigió hacia él confiando en un fácil triunfo.



Cuando el buque británico ya estaba próximo, y ante el asombro de todos, una de las cañoneras de escolta, la Centella, viró rápidamente y se dirigió contra él en línea recta, disparó un único cañonazo de metralla que barrió la cubierta de la balandra, saltando su dotación inmediatamente al abordaje, con el resultado de ser apresado el buque y hechos prisioneros veintiocho británicos.



El tan decidido como afortunado comandante de la cañonera [que hizo honor a su nombre], era el alférez de navío Álvarez de Toledo, que ya había mandado anteriormente con éxito fuerzas sutiles en América y en Cádiz.






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Es grato leer este relato de pequeños triunfos en una época de grandes fracasos.
Los grandes buques de linea de tres puentes o, a finales del XIX, los cruceros acorazados tenían mucho más empaque que las fuerzas sutiles, pero lo cierto es que gracias a esas pequeñas unidades, poco vistosas y muchas veces olvidadas, pudimos mantener el tipo durante muchos años.
Toda la costa cantábrica, al estar más cercana a los puertos europeos, siempre fue frecuentada por piratas de diversas nacionalidades, dependiendo de quien fuese el enemigo de turno de España. Naturalmente los botines que conseguían, cuando los lograban, no tenían tanto valor como los que lograban los piratas caribeños, pero tampoco eran tantos los medios empleados para su consecución.
Debido a que las comunicaciones por tierra eran malas, a causa de la accidentada orografía, están documentadas líneas de cabotaje desde la edad media, con una continuidad tal que, incluso en los peores momentos del siglo XVII, cuando nos atacaban tanto los ingleses como los holandeses, se mantenían en funcionamiento.
Naturalmente las cañoneras o las pequeñas baterías de costa, que protegían los mejores fondeaderos, no eran capaces de responder a un ataque de una escuadra enemiga, pero cumplían su misión y, sobretodo, crearon una cantera de marineros y artilleros con la que se podía ir cubriendo las dotaciones de las unidades mayores.