El submarino “C-1” fue construido por la Sociedad Española de Construcciones Navales de Cartagena, que puso su quilla el 19 de julio de 1923, botado el 31 de marzo de 1927 y entregado a la Armada el 18 de julio de 1928.


En 1928 realizó una prueba de inmersión. Su cota máxima había sido calculada para 80 m, pero en la prueba los superó.


El 8 de agosto de 1928 y en aguas de Santander, el “C-1” fue visitado por SS.MM. los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, quienes salieron a navegar a bordo del mismo, posándose en el fondo de la bahía santanderina, a 29 m de profundidad.


Por R. O. de 26 de agosto de 1930 recibió el nombre de “Isaac Peral”, al pasar a segunda situación el Holland adquirido en Estados Unidos en 1915. Fue el único de la serie “C” que tuvo nombre, además de la identificación de la torreta.


Cuando empezó la Guerra Civil era el buque insignia de la División de Instrucción de Cartagena. En él iba embarcado su jefe, el C.F. Guimerá Bosch y su jefe de órdenes el T.N. Ramírez Togores. Su comandante era el C.C. Lara Dorda, del que dependían el segundo comandante T. N. Lasheras y el A.N. Sánchez Gómez.


En la madrugada del 18 de julio de 1936, la Flotilla de Submarinos de Cartagena recibe órdenes del ministro de Marina para que se disponga a salir a la mar urgentemente con el cargo de guerra de armas y pertrechos, con la misión concreta de patrullar la zona comprendida entre el cabo de Gata y el estrecho de Gibraltar, con objeto de impedir la llegada a la Península de transportes de tropas procedentes del norte de África.


En cumplimiento de esta orden, a las 10:00 del 18 de julio, el “C-1” zarpa con la insignia de Guimerá, junto con los submarinos “C-3”, “C-4” y “C-6”, a los que se unió en la mar el “B-6”. Los cinco submarinos iban al mando del Jefe de Flotilla, curiosamente cada submarino llevaba sólo un torpedo de dotación, por lo que dependían casi enteramente de su cañón y ametralladora como único armamento. Una vez en la mar reciben órdenes de comunicar directamente al ministro de Marina la situación por cuadrículas cada cuatro horas. Posteriormente, en la madrugada del día 19, se recibe la orden de que la situación se dará cada dos.

El primer mensaje concreto sobre el comienzo de la contienda llega a las 09:25 del día 19. Se refiere al vapor “Monte Toro”, propiedad de la compañía Transmediterránea, sobre el que se sospechaba que estaba adicto a la causa nacional y que podría llevar un contingente de tropas y pertrechos. Las órdenes eran muy claras: detenerlo, y si oponía resistencia debería ser hundido. Localizado el buque, tras ser registrado se comprobó que no llevaba el cargamento esperado, siendo confiscado y enviado a Málaga, donde haría de buque-prisión.


Las comunicaciones no eran controladas por los mandos, dispuestos a dejar pasar los transportes, y emitidas en claro y sin clave alguna, permitieron a los radiotelegrafistas de los submarinos hacerse una idea clara de la situación, y tomar medidas al darlas a conocer a los miembros de la dotación más comprometidos políticamente. La situación era tensa en los submarinos, pero la flotilla se situó a las 9:00 del día 20 frente a Melilla.


Tras diversas órdenes confusas, fruto de la situación, la flotilla recibió órdenes de trasladarse a aguas de Málaga, dejando dos buques para vigilar el Estrecho, mientras Guimerá hizo saber a sus superiores que sólo disponía de víveres para en los buques hasta el día 22. El “C-6” y el “B-6” pusieron rumbo al Estrecho, mientras el resto se dirigía hacia Málaga.


El día 21, y ante las posturas de las dotaciones de la flotilla, que siguen las órdenes dictadas por la estación de radio de Chamartín, y con el apoyo del T.N. Ramírez, único mando de los embarcados leal a la República, son arrestados y desembarcados en Málaga el C.F. Guimerá, los comandantes y los segundos comandantes de toda la flotilla, además de muchos de los oficiales. Guimerá, abatido y sobrepasado por los hechos, enfermó y fue hospitalizado.


Asume el mando de la flotilla el T.N. Ramírez, recibiendo la aprobación del ministro de Marina, y manda transbordar en la mar al segundo comandante T.N. Lasheras para que tome el mando del “C-4” y al A.N. Sánchez Gómez para que lo haga del “C-6”, continuando como comandante del “C-1” el único que no había sido destituido, el C.C. Lara, aunque bajo las órdenes (incongruentemente) del nuevo jefe de flotilla, T.N. Ramírez.

El “C-1” realizó varias patrullas por la costa malagueña, y tuvo que escoltar hasta Cartagena al acorazado “Jaime I”, alcanzado por la aviación nacional tras su bombardeo en Algeciras, cuando hundió al cañonero “Dato”. De vuelta a Málaga, el submarino recibe el impacto de una bomba de aviación el 22 de agosto que le destrozó el codaste y le inutilizó los timones de buceo de popa, lo que le llevaría a reparar a Cartagena, donde estuvo fuera de servicio seis meses.


Los días 29 y 30 de marzo de 1937 zarpan de Cartagena el “C-1” (AN José Martínez Montero) y el “C-4” (TN Jesús Lasheras Mercadal) con la misión de hundir los transportes de tropas italianos que conducían a nuestro país refuerzos para el Corpo Truppe Volontarie. La misión resultó infructuosa, al ser los dos comandantes proclives al bando de Franco.


El 7 de abril el jefe del Estado Mayor Central apremia al jefe de la Flota para que mande al Cantábrico todos los submarinos disponibles, como consecuencia de la crítica situación del frente norte, tras el inicio de la ofensiva nacional sobre Vizcaya, y del hecho de haber perdido ya dos unidades en aquellas aguas, el “C-5” y el “C-6”. A las 14:30 se recibe un mensaje que ordena la salida sin dilación del “C-1” y del “C-4”, que parten a las 00:00 del día 13, aunque a la altura del estrecho de Gibraltar ambos regresan a Cartagena por pretextar el “C-1” una pérdida de gasóleo en los diesel. El “C-4” decidió regresar también para auxiliar al “C-1” en caso preciso. Al final, ante la urgente necesidad, el “C-6” zarpó hacia el norte el 28 de abril, seguido días después por el “C-4”.


El resto del año 1937 la actuación del “C-1” careció de relevancia.


A comienzos de 1938 el “C-1” era el único submarino republicano útil, y estuvo sometido a obras hasta el 17 de marzo, fecha en la que zarpó con destino Barcelona, donde se fijaría su base. Antes de zarpar embarcó en el buque el kapitan-leitenant Guerman Yu. Kuzmin, utilizando el seudónimo de “capitán de corbeta Carlos Murato”, siendo su intérprete Semën Gankin.


El 20 de marzo llega el buque a Barcelona, iniciando sus patrullas el 23. Se ordenó a continuación al submarino llevar diversos efectos a la bloqueada Menorca, y en esta travesía (12 al 16 de abril) su comandante quiso llevarlo a Palma para entregarlo a los nacionales, según afirmaba Kuzmin en su informe a Moscú. En consecuencia, Montero fue desembarcado y tomó el mando Kuzmin; el segundo, AN Sebastián Gallo, no tardó en ser relevado por otro oficial soviético, el kapitan-leitenant Sergei Prokofyevich Lisin, bajo el seudónimo de “capitán de corbeta Sergio León”.


Con los nuevos mandos la actitud del submarino fue más agresiva, lanzando en superficie el 26 de abril dos torpedos contra un buque identificado como el crucero “Almirante Cervera”. Ambos torpedos fallaron.

Los meses de mayo y junio de aquel año los empleó en escoltar varios convoyes, sin mayores consecuencias.


Tras la llegada en junio de los “C-2” y “C-4” procedentes de Francia se efectuaron nuevos cambios en los mandos de los tres submarinos, quedando el “C-1” a las órdenes del starshii-leitenant Ivan Vasilievich Grachev, conocido como “Juan García”.


El 14 de septiembre salió a hacer un crucero de instrucción por la zona del Cabo de Gata, pero al hacer inmersión frente a Almería el día 15 sufrió una inundación en la cámara de mando; tras bajar a 67 m logró salir a superficie tras soplar los lastres de emergencia, regresando a la base el día siguiente.


El 8 de octubre de 1938 cinco aviones Savoia Marchetti SM.79 “Sparviero” de la Aviación Legionaria italiana con base en Baleares bombardean el puerto de Barcelona. Una bomba impactó hacia el tanque nº 4 de estribor, abriendo el casco desde las cuadernas 45 a 49 y provocando su hundimiento. Es reflotado y puesto de dique seco para reparar. En 1939, antes de terminar las reparaciones, la ciudad cae en manos nacionales y el “C-1” se salva de la destrucción por la desorganización de las tropas republicanas, ya que tenía puestas a bordo las cargas explosivas para destruirlo, pero nadie quiso asumir la responsabilidad de apretar el botón.


Después de una gran carena que se le efectuó en 1941 se mantuvo en servicio hasta que, por O. M. de 30-08-1948 pasó a primera situación y fue desarmado, habilitándose como buque blanco. Otra O. M. de 30-01-1950 lo dio de baja definitiva.

Si se me permite agregar el detalle, he podido localizar en la web:

https://www.xente.mundo-r.com/uboat/cunoa/cunoa.htm

que transcriben un articulo publicado en la revista "Ingenieria Naval" de enero de 2003, muy interesante, en el que el Tte. Col. de Ingenieros Navales D. Alngel Díaz del Rio Jaúdenes relata como se reflotó este submarino despúes de unos ejercicios de tiro en la Isla de Tambo, durante el año 1952.

La dirección exacta es:

https://www.telecable.es/personales/subm ... entoc1.htm

y he decidido hacer un "corta-pega" de la parte más interesante de su relato:

En 1952 recibió varios impactos de proyectiles perforantes de los cru­ceros en aguas próximas a la Base Militar de Marín (Pontevedra). Todo eso sucedió un viernes de ese año, y al terminar el ejercicio se fondeó próximo a la Isla de Tambo, en la Ría de Pontevedra, en 35 m de pro­fundidad, y el domingo había desaparecido hundido.

Estaba yo en la Base de Ferrol (La Coruña), con la Graduación de Capitán de Ingenieros Navales, y fui llamado para tratar de ponerlo a flote.

Recurrí a buzos para localizarlo y tratar de tapar los impactos de arti­llería.

Vistas las dificultades de los buzos, recurrimos a un equipo de 4 hom­bres rana, que efectuaron el taponamiento de todos los impactos con tapas puente y parches de goma y trincas.

El submarino estaba completamente lleno de agua y, por lo tanto, se me ocurrieron los siguientes métodos:

1. Usar el aire comprimido soplando todo el Submarino.

2. Emplear todos los flotadores que tenía la Marina de Guerra en Cartagena, que previamente hundidos se amadrinaban con cables pasados por debajo del Submarino, y después los flotadores se soplarían con aire comprimido.

Cada flotador tenía unas 100 tons de fuerza; y por lo tanto, empleando 6 flotadores, tendríamos 600 tons, con lo que podríamos poner a flote el Submarino.

Empezamos por la primera solución, la de soplar el submarino, ya que no teníamos problemas de resistencia, al inyectar el aire, pues el casco resistiría una profundidad de 90 m de acuerdo con las Fórmulas de Foeppel, Sanden Kiel y Gunther y Von Mises.

Una vez comprobado que no había problemas de resistencia del sub­marino, teníamos que tener en cuenta las siguientes premisas:

1) Comprobar la impermeabilidad de los compartimentos; para lo cual, se llevó a cabo el taponamiento de todos los impactos de pro­yectiles.

2) Resistencia del casco sometido a la presión del aire.

3) Inyección del aire comprimido y regular la presión del aire.

4) Estabilidad del submarino al emerger.

5) Tener en cuenta la succión del fango que la suponemos del 10% del peso del submarino. Si el submarino pesaba 600 tons, la succión será de 60 tons.

Para el salvamento se procuró contar con 2 grúas flotantes de 100 tons c/u, que se conectaron a los cáncamos del submarino, una a proa y otra a popa.

Además, se contó con un remolcador, en el que se instalaron 4 com­presores en cubierta con un gran colector de distribución, del cual salí­an 20 mangueras de 5 kg/cm2, uno para cada compartimento a soplar.

Una vez conectadas las mangueras, se em­pezó a inyectar aire para comprobar si salía agua de cada compartimento, por el conducto que llegaba al fondo de cada compartimento.

Previamente se habían achicado todos los tanques de inmersión, pre­vio el soplado de estos tanques por el mismo procedimiento.

Cuando todo estaba comprobado, se templaron las grúas para ayudar al despegue del fondo del fango pero la gran sorpresa fue que falló el cáncamo de proa y saltó por el aire el cáncamo, y se desconectaron las grúas y se decidió el soplado de todos los compartimentos.

Al inyectar la máxima cantidad de aire al submarino, en 5 minutos salió a la superficie con unas columnas de agua que llegaban a 20 m de altura, parecía una ballena lanzando el agua; fue impresionante todos los marineros del remolcador lanzaron sus gorras al aire.

El submarino C-1 quedó varado en una playa para luego trasladarlo a la Escuela Naval. Evidentemente todo lo realizado fue con la ayuda de la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra), que corrió con todos los gastos.