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Biografía de don José Ferrándiz y Niño


Contralmirante de la Real Armada Española.





Vino al mundo el día doce de mayo del año de 1847, en la ciudad de Sevilla.
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Ingresó como aspirante en el Escuela Naval Militar en el año de 1860, sita en la población de San Carlos, con tan solo trece años de edad.


Se le ascendió a Guardiamarina en el año de 1863.


Se le otorgó el despacho de oficial y el grado de alférez de navío en el año de 1865, pasando a embarcar sucesivamente en los vapores; Colón y Conde de Venadito.


Fue ascendido al grado teniente de navío en el día veinticinco de enero del año de 1870, pasando de segundo comandante del aviso Churruca, en el que permaneció entre los meses de abril y julio del año de 1872. Pasando poco después a la fragata Blanca buque-escuela entonces, como profesor de Guardiamarinas.

Al terminar con el crucero de instrucción se le nombra profesor de la Escuela Naval Flotante a bordo de la fragata Asturias, fondeada en el Arsenal de Ferrol, dando las clases de física y astronomía, en los cursos de 1874 y 75. Impartiendo otras materias entre los años de 1876 y 1877.


Fue ascendido al grado de teniente de navío de primera clase el día veintitrés de enero del año de 1878, siendo nombrado Jefe de la Comandancia del puerto de Santander.

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Al dejar el puesto anterior se le destina a la isla de Cuba y en ella se le entrega el mando de la goleta Favorita, el cual mantiene entre los meses de julio del año de 1981 al mes de noviembre del año de 1882.


En el mes de febrero del año del año siguiente se le nombra segundo comandante del aviso Jorge Juan, cesando en el mes de junio. Participando con su buque, en la comisión astronómica que se realizó en la isla, estando al mando de ella el capitán de navío don Cecilio Pujazón, para llevar a efecto el estudio del planeta Venus en el disco solar. Regresando a la Península.


Al arribar quedó desembarcado y a finales del mismo año de 1883, se le destina embarcado a la fragata acorazada Numancia, al término de este destino, se le envía de nuevo a la isla de Cuba y al arribar se le entrega el mando del cañonero Cuba Española.


Al terminar el mando es reclamado por sus superiores para formar parte de la comisión de control de la construcción del acorazado Pelayo, pasando al país vecino de Francia.
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Se le ascendió al grado de capitán de fragata en el año de 1887, y se le nombró segundo comandante del acorazado Pelayo, siendo su comandante don Pascual Cervera, quienes lo trajeron a España a fines del año de 1889, para serle instalada la artillería González Hontoria, que por ser española no se le pudo montar en el astillero de construcción “Forges et Chantiers de la Mediterranée”


Pero debía pasar su tiempo como comandante con el nuevo grado, siendo enviado a las islas Filipinas donde se le otorgó el mando del crucero Velasco, con que viajó para enseñar bandera a la puerto de Shanghái, pasando posteriormente al de Hong Kong, donde el buque fue reparado, al terminar los trabajos en el buque regreso a Manila, permaneciendo en el mando, desde el mes de marzo del año de 1891 al de julio del año de 1893.


El día diecinueve de septiembre del año de 1895 se le ascendió al grado de capitán de navío. En ese momento volvía a levantarse la insurrección en la isla de Cuba.


En el mes de enero del año de 1897 siéndole otorgado el mando del acorazado Pelayo, que se encontraba en obras, pero al declarase la guerra con los americanos el día veinticinco de abril del año de 1898, tuvo que salir rápidamente para que el buque no fuera paralizado por la neutralidad de Francia.
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Al saberse el desastre de Cavite, pasó a formar parte de la escuadra de reserva al mando del contralmirante don Manuel de la Cámara, llegando después de grandes problemas a Port Said, aquí no fueron menores las presiones americanas sobre los británicos, que solo el buen hacer del almirante Cámara les permitió cruzar el canal de Suez y arribar a Suez, estando en este puerto les llegó la noticia del desastre de Santiago de Cuba, recibiendo al mismo tiempo la orden de zarpar con rumbo a España del nuevo Ministro Auñón.


Se le ascendió al grado de capitán de navío de primera clase el día veintiséis de marzo del año de 1903 y en el mes de diciembre, fue elegido por el Presidente Maura, en su primer gabinete como Ministro de Marina, ocupando la cartera el día cinco de diciembre del año de 1903, permaneciendo en el cargo hasta presentar su dimisión el día dieciséis de diciembre del año de 1904.


Desempeñó el cargo de Director General de la Marina Mercante, siendo nombrado tiempo después sin abandonar el cargo, comisario del Canal de Isabel II.


Con los típicos movimientos de la época después de otros cuatro Gobiernos, llega al poder Maura y lo vuelve a elegir como Ministro de Marina, siendo el día veinticinco de enero del año de 1907, poniéndose a trabajar y modificando varios aspectos interiores de la Corporación, y su no menos famoso plan de escuadra, ya que consiguió arrancar un presupuesto para la Armada de 182.650.000 pesetas, de las que 135.000.000 eran para nuevas construcciones.
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Esta vez ya conociendo los entresijos de la política, se dedica de lleno a la reorganización de la Armada, consiguiendo que se aprobara la Ley de Escuadra de 1908, que iba a poner los cimientos para conseguir el material suficiente y levantar la moral de la corporación, perdida por la desgraciada guerra hispano-americana de 1898, que había postrado a la clase política y con su actitud, a los miembros de la Armada que se vieron muy mal tratados por los Padres de la Patria.


La Ley en un principio consistía en un plan de construcción naval para los próximos ocho años, pero a su vez, había que crear las bases para poder construirlo ya que no existían, por eso lo primero que se hizo fue un concurso internacional, del que salió la empresa Sociedad Nacional de Construcciones Navales, con factorías en los arsenales ya existentes de Ferrol, Cartagena y La Carraca, a parte de realizar las obras pertinentes para adecuar muelles e instalaciones para los nuevo buques.


En lo referente a buques, la Ley aprobada consistía en la construcción de tres acorazados de unas quince mil quinientas toneladas, cuatro cañoneros de ochocientas, tres destructores de trescientas cincuenta y veintidós torpederos de ciento ochenta y cinco. Lo importante de esta Ley, es que por fin España iba a contar con astilleros capaces de construir lo necesario para el servicio de la patria, aunque de entrada dependiera de países extranjeros, pero se comenzó por donde era conveniente, pues así se dejaba en parte de depender del exterior.
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Una más de sus decisiones, fue el poner en vigor la Cartilla de Uniformes de la Corporación, que vio la luz el mismo año de 1909, por la que se implantó en la Armada para su Cuerpo General, la Coca como distintivo del Cuerpo. (Es ese círculo que describe el primer galón en las bocamangas de los uniformes de los oficiales del Cuerpo General)


Abandonó permaneciendo en el Ministerio hasta el día veintiuno de octubre del año de 1909, por la dimisión en pleno del Gabinete, a causa de la semana Trágica de Barcelona. Pero el rey don Alfonso XIII en agradecimiento a su buen trabajo, lo nombro Senador Vitalicio, puesto que ocupó a partir de este mismo año.


Andando el tiempo, los buques se fueron construyendo, siendo los acorazados; España, Alfonso XIII, luego España y Jaime I. Los cañoneros fueron los; Recalde, Laya, Bonifaz y Lauria. Los destructores fueron los; Bustamante, Villaamil y Cadarso, y los torpederos, fueron numerados del T-1 al T-22.


Fue ascendido a Contralmirante en el año de 1912.


Falleció en el mes de enero del año de 1918 en la capital, Madrid.


Como escritor dejó una obra cuyo título es: < Principios teóricos y experimentales de las maniobras de los buques >.


Entre otras condecoraciones estaba en posesión de: Banda y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, Placa del Mérito Naval con distintivo blanco, más las Cruces al Mérito Naval de Primera y Segunda Clase, así como Gran Oficial de Nichar-Anonar.



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Realmente hubo un antes y un después del plan de 1908. Hoy en día nos parece un despilfarro que se dedicaran tantos recursos a los torpederos pero, con la información de la que se disponía entonces, parecía una opción justificada. En la primera guerra mundial Italia y Austria usaron con éxito buques de tamaño y prestaciones análogas a las de nuestros torpederos numerados.