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 Origen y Antigüedad de la Infantería de Marina 
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General de División R. C. I. M.
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Nuevo mensaje Origen y Antigüedad de la Infantería de Marina
Creo que deberiamos de seguir con el tema pero no en el estudio que tan bien puso en este foro sobre los combates navales de la Infanteria,como creo debate me he estado moviendo un poco y esta es mi conclusion:

La Infantería de Marina nace en España y está constituida por unidades españolas. Sin embargo la raíz de la actual Infantería de Marina es otra unidad con la que se mantendrá el nexo histórico en siglos venideros a través de otras que son sus sucesoras: el conjunto de compañías o tropas conocidas como” Compañías Viejas del Mar de Nápoles” al servicio permanente de guarnición no sólo en las galeras de ese reino, sino de cualesquiera que lo precisen.

Cada escuadra de galeras mediterráneas cuenta con su guarnición propia que cuando son de reinos bajo la corona está integrada por reclutas nativas (corzos, sicilianos, sardos) y cuando son de asiento o alquiler, como las genovesas o toscanas, reciben a bordo tropas españolas procedentes de cualquier unidad del ejército. En las grandes jornadas y ocasiones, todas reciben refuerzos de soldados procedentes de unidades terrestres.

Durante el reinado de Carlos II la extrema necesidad de España, acosada externamente y convulsa internamente por los movimientos de emancipación de Portugal y Cataluña, hace que las unidades más militares de Infantería de Marina, como son el Tercio del Mar de Nápoles, sucesor de las Compañías Viejas, y el Tercio de Armada se empleen respectivamente en Lombardía y en el principado catalán. La guerra es larga y aún lo es más la situación inestable que obliga a mantener estas fuerzas fuera de sus bases y de sus habituales cometidos, por ello, a poco de acceder Felipe V al trono español se encuentra sin infantes deMarina, porque el Tercio de Galeones ha sido prácticamente deshecho en el desastre de Vigo, los otros dos (Armada y Mar de Nápoles) han perdido su vinculación marítima tras largos años de empleo como unidades del Ejército y las guarniciones de galeras, excepto las de España, se han disuelto tras perderse los reinos italianos. Por ello, el rey parte de cero y reorganiza en 1717 la Infantería de Marina que a partir de este momento es y será única y general, como única y general era la Real Armada.

Creado el Cuerpo de Batallones en la forma que se indicará, sus misiones seguirán siendo las tradicionales, resaltando su función de protección de los nuevos departamentos y apostaderos marítimos que se originan.

Todos los objetivos se siguen manteniendo, aunque atemperados a la nueva situación y necesidades. Los buques de guerra, fragatas y navíos, tienen mucha mayor potencia artillera y el abordaje ya no es tan decisivo; por otra parte, estos grandes bajeles precisan de una cada vez mayor mano de obra para las complicadas maniobras que la matrícula de mar no es capaz de proporcionar, dado el impresionante incremento de las unidades a flote. Por todo ello, el soldado de Batallones, y también la tropa de Ejército embarcada, ha de contribuir con su esfuerzo a hacer girar el gran cabrestante principal o colaborar con las maniobras más pesadas, aunque quedando excluido generalmente de las llamadas "por arriba" que precisaban de auténtica destreza marinera. Mientras la marinería no es considerada fuerza militar nadie pone en duda la utilidad de una guarnición de esa índole, pero esta circunstancia desaparece en el siglo XIX en el que por otra parte el vapor hace aligerar las maniobras más duras de a bordo. La fusión de los Batallones y las Brigadas de Artillería en un solo cuerpo y con claro predominio de éstas, es muy significativo a este respecto.

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
Conde de Torre Vélez en el Parlamento en 1904.


15 Sep 2008 20:56
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Pero de nuevo nuestras luchas intestinas dan prioridad al combate terrestre sobre el naval y la pervivencia e incluso el incremento del Cuerpo se justifica en su empleo como regimientos y medias brigadas, en las guerras carlistas primero, y en las coloniales después.
Los regimientos expedicionarios prueban por otra parte su gran utilidad y preparación y esta realidad se emplea en contra del propio Cuerpo, planteándose seriamente la conveniencia de su disolución y de pasar estas competentes unidades a la dependencia total del ministerio de la Guerra. Desaparecido el abordaje de la táctica habitual de las escuadras, sólo la protección de los arsenales sobrevivía de los clásicos cometidos del Cuerpo, y esta última podía ser muy bien asumida por tropa no especializada.
La polémica perdura hasta bien entrado el presente siglo, llegando a sufrir la Infantería de Marina su disolución efectiva y volviendo a ser empleada como fuerza terrestre durante nuestra Guerra Civil.
Tras la Segunda Guerra Mundial y la experiencia norteamericana en el escenario del Pacífico, la Infantería de Marina experimenta una transformación y se eleva a una nueva dimensión no abarcada hasta ese momento: el desembarco anfibio. A los cometidos tradicionales se sumará éste tan importante en la actualidad y como consecuencia de ello nuestra Infantería de Marina se adaptará a los nuevos criterios dando lugar a la creación de nuevas unidades y escuelas encaminadas a la más completa formación y empleo de sus cuadros de mando y fuerzas.
La antigüedad de nuestra Infantería de Marina es un tema que ha suscitado bastante polémica, y, como suele ocurrir en este caso entre investigadores de buena fé, todos o casi todos los que han intervenido en ella tienen su parte de razón; ya que es una cuestión de rigurosidad el punto en el que cifrar la característica definitoria, existiendo además en general un gran confusionismo. En principio hay dos grandes bloques mayoritarios; de un lado están los que opinan que no puede hablarse de Infantería de Marina hasta el siglo XVIII, cuando en 1717 se crean los batallones de "Armada", "Marina","Bajeles" y "Océano" (considerada como la "Segunda Epoca" de su existencia), y de otro, los que ven en la fecha de 1537 su nacimiento incuestionable. Los primeros alegan en su favor que hasta esa fecha sólo puede hablarse de unidades sueltas, sin conexión entre sí, sino con la armada local de la que forman parte. A los segundos tampoco parece faltarles razón: en el primer tercio del siglo XVI, las compañías de la Mar de Nápoles se turnan rotativamente en las galeras, mientras éstas están activas; en periodo de inviernada o de adobío y despalmar, se distribuyen por la marina en puestos y presidios destinados a la defensa costera, o bien se internan para misiones concretas como luchar contra el bandidaje calabrés o la represión de sublevaciones. Cumplen todos los requisitos y asumen todas las misiones que hoy en día consideramos propios de la Infantería de Marina. Junto a estas dos grandes corrientes de opinión y crítica hay otras varias, como las de los que alegan que mucho antes de esta última fecha de 1537, se detectan, y no sólo en Nápoles, soldados a bordo, distribuidos en barcos y escuadras, diferentes a las tropas que ocasionalmente se embarcan para tal o cual ocasión. Hay también quien afirma que hasta que no existe una conciencia doctrinal y práctica de su empleo no se puede hablar de auténtica Infantería de Marina, aunque de hecho haya en un momento histórico alguna unidad que ponga en práctica todos sus requisitos; y hay otros en fin, que opinan que hasta el momento en el que se goza de mandos propios, distintos de los navales y de una organización interna, no puede hablarse de tal cuerpo.
A lo largo de nuestra historia ha habido multitud de conflictos entre maestres de campo y jefes de unas unidades con los de otras por estas cuestiones, ya que el cabo principal se consideraba responsable y adalid del honor e intereses de su unidad; sin embargo, en los siglos XVI y XVII estos incidentes no se referían tanto al reconocimiento de una mayor o menor antigüedad, sino al no haberse tenido en cuenta esa circunstancia en los casos concretos, resolviéndose por otro lado, sin mayor trascendencia por el jefe común, y llegando sólo en muy contados a las altas esferas decisorias del Consejo de Guerra o del propio Rey. Aunque la antigüedad de las unidades no solía estar probada documentalmente, salvo por alguna que otra certificación aislada, y cuando se escribe sobre el tema se refiere a la "antigüedad que dice tener" tal o cual tercio, y estaba basada en la denominada "tradición incontestada", todos conocen las antigüedades de todos, y generalmente las respetan. Esta relativa tranquilidad la iba a romper de alguna forma la Infantería de Marina.
En un momento determinado, que analizaremos porque nos afecta directísimamente, el centralismo borbónico decide ordenar cronológicamente los regimientos, aunque se tratase de unidades que nunca pudieran entrar en conflicto por encontrarse en teatros operativos o guarniciones muy alejados unos de otros. A partir de este momento el rey asume personalmente esta misión clasificatoria con el debido asesoramiento y tras largo expediente donde se presenta el memorial y las pruebas (el "defensorio"), como juez o árbitro supremo y propietario de sus ejércitos. Esta declaración real sin embargo, no resultó durante largo tiempo un fallo inapelable, pese a su deseo de serIo, sino una solución temporal y, como veremos, muchas veces contradictoria, dejando siempre la puerta abierta a pruebas más actualizadas o a otras consideraciones. Sólo en nuestros días, cuando el tema ha perdido buena parte de su significado y consecuencias prácticas, es cuando parece que se han calmado los ánimos, lo suficientemente al menos como para no plantear disputas a nivel oficial. Por ser materia regulada en cada momento de su historia, la antigüedad es pues la que determina el rey; por ello está clarísimo que la Infantería de Marina tiene la antigüedad de 1537 en virtud del R.D. n° 1888 de 10 de julio de 1978. Pero ocurre que esta decisión no sólo se toma atendiendo exclusivamente a criterios rigurosamente históricos o pruebas históricas concretas, sino también a criterios políticos, de oportunidad, de incentivo por méritos acumulados, de movimientos de opinión, de otro tipo de preeminencias, o incluso de mero favor real. Significativo fue el caso del Regimiento de la Reina con base en Cádiz al que en principio se le dio, por ser de nueva creación, la antigüedad de la fecha en que fue recibido al Real Sueldo, 15 de junio de 1735, posterior al de otro regimiento de la plaza con el que disputó sobre esta cuestión.
Elevada consulta al Consejo, Felipe V decidió, en atención a su augusta esposa, Isabel de Farnesio, que debía preferir a toda la infantería de los Ejércitos después de los dos regimientos de las Reales Guardias. Hay que tener también en cuenta que la decisión real se basa la mayoría de las veces en las pruebas aportadas en su momento por las partes en conflicto o alegadas por la unidad interesada en los casos de reestructuración general.
Por todo ello, desde un punto de vista práctico no se hubiera debido poder alegar en contra de la concesión una antigüedad probada más recientemente, como consecuencia de posteriores investigaciones o aparición de documentos, ya que esto ha sido motivo de la gran inseguridad jurídica de la materia. Hemos intentado dejar claro que no hay otra antigüedad oficial que la que el Estado reconoce y que este criterio debe prevalecer sobre cualquier otro. Sin embargo, ésta no es más, insistimos, que una resolución política en cierto modo contraria al rigor científico por los criterios independientes que, juntamente con los datos históricos, intervinieron en su creación y porque cierra toda posibilidad a una ulterior investigación, corrección o crítica, en aras de unos resultados prácticos aconsejables y tendentes a evitar el tener que estar cambiando continuamente de puesto en este escalafón cronológico o litigando sobre la materia. Por otra parte, la antigüedad definida por estos instrumentos sólo puede tener efectos internos y no es alegable fuera del territorio del estado que la dictó, ya que la prueba histórica es universal, pero no así la normativa de los países ni las resoluciones de sus reyes o gobiernos; por lo que no cabe decir que la Infantería de Marina española es la más antigua del mundo sólo por el hecho de que el Rey así lo acredita por un documento oficial. Resulta por lo tanto perfectamente lícito y enriquecedor estudiar y valorar otras alternativas atendiendo a criterios conceptuales y cronológicos, y planteamos el tema dentro del ámbito estricto de la investigación histórica, cuestionándonos las fechas barajadas. Lo primero que debemos hacer para aclarar el confusionismo reinante es distinguir mientras analizamos rápidamente las diversas posiciones entre:
La antigüedad del soldado de Marina.
La antigüedad de las unidades de Infantería de Marina.
El nacimiento de la doctrina básica.
La creación de la Infantería de Marina "nacional" o general.
Cuestionamos sobre la antigüedad de las unidades de Infantería Marina equivale a hacemos la pregunta: ¿cuál fue la primera unidad que puede considerarse propiamente como tal?, Y su respuesta debe reunir los condicionantes de:
a) ser una unidad militar
b) desempeñar cometidos específicos distintos de los de las demás unidades de infantería
c) tener carácter permanente o semipermanente y asignarse de forma definitiva a la Armada.
Aunque todas estas características las reunían esas compañía sueltas de la marina de Nápoles que acabaron por justificar la antigüedad del Cuerpo, cifrándola en 1537, resulta sencillo hallar antecedentes más remotos en otras agrupaciones navales que, como las flotas de Indias o la Escuadra de Galeras de España, disponen de unidades similares de carácter permanente, diferentes a las "armadas" ocasionales (soldados de Galeones de la Avería (1528), soldados de galeras de las de España al mando de don Alvaro de Bazán, "El Viejo", en 1531)... Unidades militares con las características exigibles las había pues con anterioridad a 1537; ¿porqué entonces se ha escogido esa fecha y esa unidad? . La razón estriba en la existencia de un condicionante más en el necesario nexo entre el pasado y el presente. Demostrar que en un momento determinado, por remoto que fuese, hubo una o más unidades de "Infantería de Marina', no permite deducir que la actual sea su heredera directa; seguir ese criterio equivaldría a admitir que los "fusilieri navali" italianos son los sucesores de la excelente infantería de guarnición en las naves longae”de los romanos. Las compañías del Mar de Nápoles con que guarnecían aquel reino y que pasaron a convertirse en tercio, llegaron con continuidad suficientemente probada hasta la gran estructuración de principios del siglo XVIII y formaron. con sus efectivos los nuevos batallones borbonicos, cuna a su vez de los posteriores. Una unidad local se convertía y daba forma así a lo que llegaría a constituir un "cuerpo" nacional, mientras que otra de gran prosapia marinera, el regimiento que con el nombre de "Bajeles" llevaba tanto tiempo adscrito al Mar Océano que llegó a solicitar su condición de "inmemorial" y que se denominó "Córdoba" al tomar el primitivo nombre uno de los nuevos batallones, pasó a desempeñar funciones exclusivamente militares y terrestres, integrado plenamente en el Ejército. Este mismo fenómeno se dio con el Regimiento de la Corona, verdadero primogénito del Tercio del Mar de Nápoles, con antigüedad de 1530, y que perdió también su condición naval.

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15 Sep 2008 20:57
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
El hecho de que existieran en tiempos del Emperador unas compañías sueltas asignadas a las galeras del virrey y que sirviesen de guarnición de ellas y para todo aquello que se les ordenase por el general de las mismas, no implicaba una conciencia general de empleo de una fuerza especializada, con unos requisitos concretos, como lo demuestra el hecho de que en otras partes se embarcan temporalmente compañías que estaban prestando su servicio en campaña o guarnición, y no hay constancia de que los mandos navales exijan, prefieran o señalen la necesidad de unas fuerzas fijas y especializadas. Han de pasar algunos años para que este fenómeno se dé y se detecte documentalmente a través de las instrucciones a los generales de galeras. Es con ocasión de los preparativos de Lepanto cuando aparecen los primeros esfuerzos por conseguir un selecto cuerpo de tropas embarcadas que parece darse por primera vez en la gente de guerra de las Galeras de España, como se desprende de la Instrucción Real a don Sancho de Leyva, su nuevo capitán general, en la que se le informa que puede disponer
de estos soldados formados y creados anteriormente que se presupone "serán de gran efecto y servicio siendo gente particularmente diputada para solo esto" . En un informe de don Juan de Austria al Rey sobre el gobierno de la Armada, tras ser nombrado capitán general del Mar (Oct. 1568), distingue claramente al soldado de tierra, embarcado o no, del soldado de mar, verdadero profesional especializado, del que especifica: "Al de mar, es necesario el uso de ella, porque no le haga mal, y el caminar firme y desenvueltamente por los navíos; para pasar y acudir adonde fuere menester sin caer ni embarazarse. Saber nadar, porque con ello tiene perdido el miedo al agua y se puede arriscar a muchas cosas que otramente no podría, ... y ser ejercitado en trabajar."
En este mismo documento indica que para estos menesteres la gente marinera y de la costa es la ideal: "...la cual criada en miseria y en aquel género de vida, no apetecen cosas mayores, antes en cierta manera estiman poder conseguir el nombre de soldado y son más disciplinados que otra gente, porque se hallan andada la mayor parte del camino, y tienen también el ejercicio de las armas que allí se han de usar por la continua sospecha y rebatos que les dan los corsarios, y con la natural enemistad que por injurias y daños recibidos les tienen, y conocimiento de su manera de pelear, y de lo que pueden son más aptos que otra gente para oponérseles."
Parece que en ambos casos está ya pensando este príncipe en aquellas veteranas cuatro compañías sueltas napolitanas que embarcarán en 1571 y cuyas características inducirán no sólo a mantenerlas como fijas en la Armada, sino a formar al año siguiente un tercio al servicio del rey, el denominado "Tercio de Nápoles, fijo de su Real Armada".
A finales del siglo XVI las misiones de la tropa de galeras están muy claras y definidas en tres aspectos: en tierra propia, protección del litoral contra la amenaza berberisca, constituyendo un primer frente de detección, aviso y combate; a bordo, formando un elemento combativo y policial; en el desembarco y golpes de mano, como una fuerza dotada de medios y táctica propios. Las armas a emplear en cada momento y para cada aspecto varían, y a bordo y para el abordaje se retiran las corazas y las picas, guardándose liadas e impermeabilizadas en crujía hasta que se necesiten en el desembarco o "cabalgada" y utilizándose medias picas, arcabuces y espadas. Marcos de Isaba aconseja: "La gente que sirviera en la armada, se ha de dar orden que no tenga coseletes por muchos inconvenientes que hay, así en embarazar las galeras con las armas como por la humedad del agua gastarse y consumirse y como cosa inquieta, sujeta a tantas mudanzas que hay, se desclavan y rompen y para saltar en bajeles de enemigos son embarazosas y pesadas".
La táctica anfibia por su parte, está plenamente desarrollada a finales del siglo XVI como lo demuestran múltiples acciones y en especial dos proyectos, realizado felizmente uno y fracasado el otro: el desembarco en Azores de 1583 y el de la Jornada de Inglaterra de 1588, en los que se pueden apreciar la planificación y las mismas fases de la doctrina moderna, con utilización de cinchas y atalajes especiales para los caballos en la de embarque, y el empleo de lanchas planas en oleadas sucesivas con formación de cabezas de playa fortificadas por unos elementos constituidos mayoritariamente por arcabuceros e ingenieros, a los que sigue el grueso que forma escuadrón rápidamente para las ulteriores operaciones en tierra, en la fase de desembarco. Los documentos hablan por sí mismos a este respecto; en una relación de los efectivos de la armada del marqués de Santa Cruz (4), figuran "Siete barcas grandes chatas hechas a propósito para desembarcar infantería, con ciertos artificios y son demás de otras veintidós que están en la isla de San Miguel para este mismo efecto". De esas barcas se habla también en el proyecto de la "Invencible": "...estas barcas por la poca agua que pescan podrán echar la gente en tierra a cualquier hora que lleguen, sea pleamar o sujente que así llaman a la bajamar", escribe el ingeniero Juan Bautista Piata a Felipe 11 en 1586 (5), mientras que el duque de Parma le informa en los mismos preparativos: ",..en aquel puesto ha de quedar de 600 a 1.000 hombres con algunos gastadores que pongan luego mano a hacer un fuerte debajo del cual y de la artillería del aseguren todas las barcas y aquel desembarco para ir y venir a Flandes y traer caballos después que podrán en las mismas pleitas quitándoles las cubiertas, y lo que más fuere menester".Se trataba - en ambos casos de desembarcar todo un ejército pero recordemos que en los galeones de la Escuadra de Castilla iban embarcadas las 24 compañías sueltas(2576 hombre) de su guarnición de soldados de galeones. Tras este análisis general que nos lleva a la conclusión de que la Infantería de Marina española es, por razones rigurosamente históricas, la más antigua del mundo, y a la de que fue en España donde se formó su primera doctrina, analizaremos el nexo de unión entre la Primera y la Segunda épocas.
HISTORIA DE UNA LARGUISIMA POLEMICA
Por Real Orden de 1717, el inspector don José de Vicaria forma en Cádiz cuatro batallones de Marina que reciben los nombres de "Armada", "Bajeles", "Marina" y “Océano” con la intención de hacer de ellos y de otro más, el “Mediterráneo”, compuesto por soldados de galeras y que durará hasta 1748, la Infantería de Marina(“Batallones”) de la nueva Armada Real, conjunto de fuerzas marítimas a cargo del Estado que desde la Real Cédula de 14 de febrero de 1714, ha sustituido a las escuadras de los reinos europeos de la corona española. En Indias se mantienen las armadas de Barlovento y del Mar del Sur, con sus correspondientes unidades de tropas de Marina, pero fuera de esta organización.
De alguna forma se instituye la Infantería de Marina "nacional", y por ello, este momento histórico es el que para algunos corresponde al de creación de una Infantería de Marina que atiende a los intereses generales de la Monarquía.
Pero ocurre que en el afán por encontrar nuevos requisitos restrictivos parece que siempre hay gente dispuesta a superar las exigencias, así un grupo de "perfeccionistas" no lo consideran cuerpo verdadero hasta que dispone de un comandante general y de un inspector general, supeditados al director general de la Armada, que de alguna forma lo aglutinan; el primero como su representante, y el segundo para todo lo relativo al servicio y al personal, circunstancia que, existente desde 1717, no se sanciona de forma definitiva y continuada, según ellos, hasta las Ordenanzas de 1748.
Para los más extremistas en fin, nada hay antes de 1828, fecha en que se dota al Cuerpo de mandos superiores e intermedios propios dejando como definitivos los existentes en la denominada "Brigada Real", en la que se fusionan los Batallones de Marina y las Brigadas de Artillería, abriéndose la posibilidad de promociones futuras de oficiales de Infantería de Marina con la creación de una Academia privativa en San Fernando (1830), que luego (1845) se integraría en el Colegio Naval, con programa propio. En nuestra opinión, y atendiendo a la historia comparada de otros países, con los que de adoptar criterios tan restrictivos estaríamos siempre en injusta desventaja, las exigencias mínimas se dan cumplidamente en la España del siglo XVI; los siguientes pasos no son sino escalones de perfeccionamiento que acercan la figura a lo que hoy en día consideramos como la Infantería de Marina. Por otra parte, yerran quienes afirman que un cuerpo parece exigir, por definición, una estructura generalizada que encuadre jerárquicamente a todos sus componentes y del que emane su propia doctrina, amén de otros aspectos corporativos y administrativos que englobamos bajo la denominación general de "detall", y que esos requisitos no se daban ya en las primitivas estructuras, no teniendo en cuenta que a efectos de antigüedad basta para constituir cuerpo la existencia de tres compañías de carácter independiente y con el mismo origen, estructura y misión, o incluso una sola, como fue el caso de la de Ballesteros de Baeza, considerada cuerpo mucho antes de que pasara a ser Compañía Coronela del Regimiento de Jaén. En contra de los más exigentes cabe argüir que los Batallones dieciochescos en los que sólo tropa y suboficiales eran "específicos", la oficialidad no era de "mar", sino de "mar y guerra', y si se aprieta, antes militar que marinera, ya que la intención de Patiño al crear la Real Compañía de Guardiamarinas y dotarla de profesorado, era la de hacer marinos de militares y no a la inversa. Los oficiales de Batallones estaban capacitados por lo tanto para su misión específica y que duró mientras estuvieron en estos destinos, como los hechos lo demostraron.

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15 Sep 2008 20:58
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Cuando se crean los cuatro batallones nuevos de Marina, no se acude a una nueva recluta, sino que se forman a partir de una base preexistente: el Segundo Batallón del Regimiento de la Corona, fuerza a la que se añaden varias compañías de dos regimientos que a la sazón se encuentran de guarnición en Cádiz: los de Toledo y Galicia, no teniendo estos últimos ninguna vinculación con tropas de Armada (7). Otras fuerzas de infantería de rancia tradición marinera, como el Regimiento de Bajeles, descendiente del Tercio Viejo de la Armada, y el Regimiento de Armada, no fueron tomadas en consideración para la creación de los Batallones, probablemente por razones técnicas y por haber perdido ya aquella connotación; es más, se ven obligados a perder sus nombres tradicionales que carecían de significado real y podían inducir a confusión con las nuevas unidades que los habían adoptado, pasando a denominarse respectivamente "Córdoba" y "Mallorca". Más sorprendente resulta sin embargo que no se contase con las compañías sueltas descendientes del Tercio de Galeones y que permanecían vivas, en pie y desempeñando las funciones para las que habían sido creadas, como tropas de guarnición de las capitanas y almirantas de la Flota de Indias y en otros cometidos, también navales, durante la Guerra de Sucesión. La solución a este enigma tal vez sea, que esas compañías se disolvieran como unidades con anterioridad, pero que se aprovechasen sus veteranos voluntarios para engrosar los nuevos batallones. La antigüedad inicial que se concede a las recién creadas unidades de Infantería de Marina es, lógicamente, la del año en que empiezan a servir al Rey, y por lo tanto, aparecen a la cola de todas las demás en la relación, ordenada por rigurosa antigüedad, que se publica por primera vez en 1718, como colofón a la Ordenanza de 10 de febrero de ese año por la que se daba nombre definitivo a todos los regimientos y en cuyo párrafo final se indicaba: "Es mi ánimo que el orden y la antelación en que están puestos los Regimientos no perjudique la preeminencia y antigüedad que tuviere cada uno, pues ha de gozar de una y otra según se hubiera practicado por lo pasado, hasta que con mayor conocimiento de origen y antigüedad de cada Cuerpo determine Yo y establezca lo que tuviese por convenient a este punto” Amparados en ésto, los Batallones de Marina solicitan la antigüedad del Regimiento de la de la Corona, antes Mar de Napoles, ya qe la mayor parte de la tropa procedía de él.
Por Real Orden de14 de febrero de 1722 el Rey accedía a concederles la antigüedad de 1530, la más vetusta que nunca tendría.
A partir de este momento, se producen una serie de reacciones encabezadas por los coroneles de los regimientos de Galicia y Toledo (creados en el siglo XVII) que protestan formalmente alegando que los Batallones debían ser considerados de nueva creación a estos efectos. La agitación producida debió de ser mayúscula, ya que la Disertación de Samaniego habla de "haberse levantado la tormenta que el arco iris del Rey quiere serenar" .
Aunque la disposición real no se modifica, todo esto hace comprender a Felipe V que la jeraquización ha de llevarse atendiendo a pruebas,, ("no obstante las posesiones que por costumbre antigua o declaraciones de su Majestad o de sus Generales tuvieren") y que nadie mejor que los propios interesados, en cuyos archivos se conservan los pocos documentos y referencias existentes y cuyo propio interés parecía debería incitarlos a
realizar sus propias investigaciones para reunir el probatorio. Pese a que la Orden de 22 de setiembre de este año de 1772 invitaba a presentar "instrumentos y noticias dignas de fé” ante el Consejo de Guerra a fin de determinar antigüedades, no parece ser que tuviera gran acogida, confiándose cada cual en la más o menos refrendada por la tradición, procurando cada unidad que ninguna otra se le adelantase en ese "status" habitual, pero sin hacer ningún esfuerzo por demostrar su privilegio. Así transcurren los años hasta que en 1737 "experimentándose cada día mayores los inconvenientes que resultan de la dilación de determinar este punto", ordena el Rey a todos los regimientos justificar su antigüedad en un plazo de seis meses.
Con todo nerviosismo y celeridad se nombran ahora comisiones encargadas de buscar pruebas en cada unidad y se presenta lo que se puede en una loca carrera por conseguir,
si no la antigüedad pretendida, una más favorable que la de los demás; porque se comprende ahora la dificultad en demostrar lo que siempre se tuvo por materia de fe. Algunos piden que se declare su antigüedad por inmemorial, siguiendo el criterio adoptado en derecho privado para la exención de pruebas de nobleza del hidalgo "notorio", otros se apoyan en los documentos de otras, basándose en el hecho de haber ocupado en tal o cual fecha la vanguardia en combate con preferencia respecto de otras unidades de pruebas seguras, otros en fin, como el de Córdoba, solicitan angustiosamente cuatro meses más de plazo para buscar unos papeles que parece que se encuentran " en dos celdas, una baja y otra alta del convento de San Francisco de Cádiz" , suspendiendo mientras tanto la graduación. Los Batallones de Marina se sienten seguros, al fin y al cabo ellos poseían una de las más "actualizadas" declaraciones oficiales y el propio Regimiento de la Corona, su hermano mayor, alegaba en primer lugar su teórica antigüedad de 1530 que gracias a la petición de los infantes de Marina, parecía haber quedado reconocida oficialmente. Sin embargo, y para curarse en salud, presentaba un extenso y cuidado "defensorio" histórico al que, demostrada su vinculación, se remitían los Batallones.
Terminado el plazo, se comenzó a hacer el expediente definitivo, dictándose una Ordenanza Real el 16 de abril de 1741 que establecía la antigüedad. Tras la Guardia Real, aparecía encabezando lista el Regimiento de la Reina, que había alegado la concesión graciosa de 1735; a continuación la Compañía de Ballesteros de Baeza, cuyo propio nombre parece que iba gritando su antigüedad, y después de ella los regimientos de Castilla, Galicia, Saboya y la Corona, pero, ¡primera sorpresa! a éste no se le concedía la antigüedad de 1530 que alegaba, sino la de 1537 que fue la que realmente pudo probar. Mala señal, precursora de lo que esperaba a los Batallones, relacionados, como antes del alboroto, casi al final de la lista, con una antigüedad de 1717. Volvía a triunfar así momentáneamente la tesis de la fecha de su creación como nueva unidad. Con la perspectiva que nos da la historia, podemos juzgar hoy esa decisión, que no nos parecería ni injusta ni desafortunada, ya que parece sensato que si se crea una nueva unidad permaneciendo en pie su originaria no se multiplique la de la unidad de la madre entre las hijas, sino que éstas tengan la de su nacimiento, especialmente cuando se forman nutriéndose también de otras, si no fuera porque la unidad madre perdió su condición de tropa de Marina, tradición que continuó la filial, y porque hubo unidades de posterior creación respecto a otras no extintas ni reformadas, a lasque sí les valió el considerarse sus herederas. Así el Regimiento de Galicia, era sucesor del llamado Tercio de Lombardía en Flandes desde 1567, que no era sino un destacamento reestructurado como nuevo tercio, del auténtico que permaneció en su lugar de origen. Consiguiendo sin embargo la antigüedad de 1537. La base para la postergación había sido el principio de que "la plana mayor y la oficialidad es la que constituye cuerpo", ya que las trece compañías del Segundo Batallón que formaron el núcleo de los nuevos Batallones de Marina, perdieron sus mandos, capitanes de infantería, para acabar tomando los nuevos "capitanes de mar y guerra", resultando impropio afirmar que los mandos de los buques asumieron también el de los Batallones, sino que se creó "ex novo" un nuevo tipo de oficial polivalente como lo indican las Ordenanzas, señalando que indistintamente tendrán acceso a uno u otro Cuerpo. Si se dieron a los Batallones mandos nuevos no fue para desvincularlos de su misión tradicional, sino antes al contrario, para perfeccionarlos en la misma; los que sí se desvincularon fueron los capitanes que quedaron en el Regimiento de la Corona con misiones de infantería de Tierra.
La publicación de las Ordenanzas de 1748 desatarían de nuevo la controversia al dictaminar: " El Cuerpo de los Batallones de Marina...alternará con los del exército con los que concurriere, ocupando el lugar que le tocare, por la antigüedad que goza del año de mil quinientos treinta y siete, después del Regimiento de la Corona", como si nada hubiese ocurrido, lo que acaba por provocar la resolución de 12 de agosto de 1760 que cambia el signo retrasando una vez más a 1717, pese a seguir manteniéndose vivo el privilegio de usar la bandera del Tercio de la Mar de Nápoles (morada, con dos anclas cruzadas y un ancla al fondo), y pese a la impugnación del marqués de la Victoria "en nombre de todo el cuerpo de la Armada". En este Decreto se entrevé de una manera clara el motivo real y subyacente de tanta modificación de algo que ya había sido cumplidamente probado, comenzando su redacción así: "Por lo que mira a la posesión de antigüedad en que están los Batallones de Marina...cuyo lugar repugna al Ejército dejarle y pretende la Marina mantenerle...", dando una apariencia de posibilidad de revisión en juicio contradictorio, mera apariencia, ya que a estas alturas no podían aportarse nuevas pruebas, y lo que ya parecía probado resultaba desestimado, pasando a ocupar el puesto siguiente al Regimiento de Aragón (1711).
Cuando tras todo el confusionismo originado por la controversia parece aclararse en perjuicio de la Infantería de Marina, permaneciendo inalterable la resolución última durante más de un siglo, surge una disputa con Artillería que se resuelve en 8 de marzo de 1871 a favor de los infantes, justificada ¡en ser la antigüedad de éstos de 1537!. El criterio no podía ser más cambiante y la consecuencia a la que inevitablemente parecía volver a conducir era la casuística concreta válida sólo para resolver una disputa determinada, sin crear jurisprudencia alguna. La impresión que esta política pendular daba erala de que el rey no tenía objeción alguna en reconocer los derechos probados, siempre y cuando no le crearan problemas con sus regimientos de infantería a los que prestaba singular protección.
Ya hemos visto cómo para el reconocimiento oficial, tan importante es el disponer de medios de prueba de una determinada antigüedad, como el que se presente la ocasión oportuna para que la debida propuesta produzca los efectos deseados, y ésto a veces se demora enormemente.
Durante más de un siglo, esta oportunidad no se dio y se vivió en la ambigüedad que hemos indicado; sin embargo, el protagonismo que la Armada y dentro de ella la Infantería de Marina empezó a desarrollar en el ámbito de las relaciones internacionales con homólogos extranjeros y países de la OTAN a partir de los años 70, fue el acicate que dio origen a la iniciación de un expediente con una propuesta al jefe del Estado Mayor de la Armada por parte del comandante general del Cuerpo, don Carlos Arriaga de fecha 22 de octubre de 1976, en la que se exponían las bases históricas de la pretensión.
Tras el debido informe favorable de los servicios históricos que daban fe de la veracidad de lo expuesto, señalando el año de 1537 como "punto de partida orgánica del Cuerpo, aunque su evolución posterior haya sufrido los vaivenes de las diversas coyunturas históricas del momento."; añadiendo un punto importante que ya constaba al Estado Mayor que sería oportuno el concederlo "si ésto sirve de satisfacción a tan distinguido Cuerpo cara a sus relaciones exteriores, que no faltan en la concurrencia a los cursos en el extranjero y especialmente en los Estados Unidos". En efecto, otras infanterías de Marina como la inglesa y la holandesa venían arrogando en estas ocasiones una antigüedad superior a las demás en actos públicos de relieve en el apoyo de un reconocimiento oficial de sus gobiernos respectivos.
En su fuero interno y por reconocimiento leal de sus propios historiadores, particularmente, se reconocía la gran ventaja histórica de España.
El general Rivas, paciente recopilador de cuantos datos pudiesen afectar al Cuerpo, recoge en su fundamental obra, en 1970, las opiniones de nuestros émulos. Respecto a la Infantería de Marina inglesa, creada en 1664 por su rey Carlos II, constataba la mayor antigüedad de la española en cuya opinión coincidían los americanos. Los belgas, buenos conocedores de nuestra historia, por largamente compartida aseguraban:"los Marines americanos que son copia de los Royal Marines ingleses, antepasados de la infantería colonial francesa, no son más que cadetes de los infantes del tercio de la Corona, el “Mar y Tierra”, fundado en 1537.
Se hacía por lo tanto necesaria una declaración a nivel nacional que no sería objetada por los demás aliados.
La propuesta prosperó tras un informe de la División de Orgánica en el que se indicaba que esta medida no alteraría el orden relativo de antigüedad de los distintos Cuerpos de la Armada y otro del Servicio Histórico que indicaba que "tras una investigación exhaustiva de sus fondos", "no se ha localizado ningún documento que pueda servir de base para retrotraer a otra distinta la fecha ya indicada en el escrito del EMA". El l0 de julio de 1978 S.M. el Rey firmaba el Real Decreto n° 1988 que incluía una sola disposición redactada en forma de artículo único:
"Se fija el año de mil quinientos treinta y siete como antigüedad del Cuerpo de Infantería de Marina".
Su laconismo venía precedido de las sólidas bases en que se apoyaba, refrendadas sucesivamente por las Reales Ordenes de 1722, 1746, 1748, 1749, 1770 y 1871, y pese a que "en alguna ocasión, su antigüedad se ha visto temporalmente discutida e incluso modificada".
El texto de tan trascendental documento reza así: "...El Cuerpo de Infantería de Marina tiene su origen en la disposición de la Secretaría de guerra de Felipe II por la que se vinculaban permanentemente a la Real Armada algunos Tercios de Infantería Española que con nombre genérico de Infantería de Armada, combatieron por tierra y mar basados en las Escuadras de Galerasy Galeones.
Su antigüedad corresponde a la del más antiguo de los citados Tercios, el Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles, que se remonta al año 1537.

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
En 1717, Su Majestad Felipe V reorganizó y asignó de forma definitiva las antigüedades de las diferentes unidades del Ejército y la Armada concediendo la de 1537 a la Infantería de Marina por Real Orden de 14 de febrero de 1722. Con posterioridad y por sucesivas Reales Ordenes y Ordenanzas de 1746, 1748, 1749, 1760 y 1871, fue reiterada dicha antigüedad.
No obstante, a lo largo de los años, el Cuerpo de Infantería de Marina ha experimentado diversas vicisitudes en su estructura, por lo que, en alguna ocasión, su antigüedad se ha visto temporalmente discutida e incluso modificada hasta llegar a la situación actual.
Por tanto, considerando suficientemente acreditada la primitiva antigüedad del Cuerpo y que este hecho constituye un legítimo orgullo nacional, por haber sido España la primera en tomar la decisión de crear una Infantería de Marina, a propuesta del Ministerio de Defensa, y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 8 de julio de 1978.

DISPONGO
Artículo único.- Se fija en el año 1537 como la antigüedad del Cuerpo de Infantería de Marina.
Dado en Madrid a 10 de julio de 1978.- El Ministro de Defensa D. Manuel Gutiérrez Mellado.
La declaración de antigüedad se refería simplemente a un año, el de 1537; pero a efectos conmemorativos, convenía también señalar mes y día, lo cual no era posible por el momento averiguar ya que la documentación originaria hacía siglos que se había perdido y en la primera declaración, correspondiente a la creación del Cuerpo de Batallones, la de la Instrucción de 1717, sólo se hacía mención al año. Por ello se resolvió con una decisión que estimamos acertada, regulando la O.M. n° 415/129/81 de 22 de abril lo siguiente:
"El Real Decreto n° 1888/78 de 10 de julio, fija el año 1537 correspondiente al de la creación del Cuerpo de Infantería de Marina, sin determinar el mes y el día. A efectos conmemorativos, para recordar y honrar a todos los Infantes de Marina que dieron su vida por España, es conveniente fijar la fecha concreta. Dado que el 27 de febrero de 1566 se constituyeron el Tercio de la Armada del Mar Océano, el Tercio de Galeras de Sicilia y el Tercio Nuevo de Nápoles, parece lógico el combinar el año de antigüedad del Tercio de Nápoles con el día del mes de constitución de los Tercios citados para elegir la fecha concreta.
En su virtud, a propuesta del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada,

DISPONGO
Se fija, a efectos conmemorativos, el 27 de febrero de 1537 como el día de la creación del Cuerpo de Infantería de Marina.

Madrid, 22 de abril de 1981.- Oliart Saussol."
PARTE II
ORGANIZACIÓN
La infantería de flotas y armadas se estructuraba en los siglos XVI y XVII de manera idéntica a la del Ejército.
La unidad superior estaba constituida por el que a su vez agrupaba a un determinado número de compañías. Éstas, sin embargo, podían formar conjuntos menores que se denominaban "tropas" al frente del más antiguo y que contaban con una plana mayor más reducida que la del tercio.
El cabo o jefe superior del tercio era el maestre “maese" de campo. El maestre es a la vez capitán propietario de la primera compañía de su tercio que, selecta, precede a las demás, tanto en campaña como en guarnición, encabezando también las nóminas de pagamento.
En caso de ausencia o enfermedad su sustituto es el sargento mayor o el más antiguo de los capitanes.
Era mando militar y naval, siendo comandante del galeón y capitán de su compañía, gozando de la facultad de elegir entre todos los buques del convoy el que debía estar a su mando, excepción hecha de la capitana y de la almiranta.
Para el cumplimiento de sus misiones administrativas y militares el maestre de campo dispone de una plana mayor que se conoce como "estado coronel", constituido por diferentes oficiales de instrucción, justicia, administración, sanidad, eclesiásticos, música y cargo, siendo cada uno cabo o jefe principal de cada uno de las áreas y de su correspondiente personal.
El sargento mayor es el jefe de estado mayor del tercio o del conjunto de compañías que forman una tropa o unidad.
Los sargentos mayores "Deben ser hombres de gran diligencia, inteligencia y experiencia, cuenta y razón que puedan tolerar los trabajos que el oficio trae consigo" . Es el asesor táctico por excelencia. Auxiliado por los sargentos de las compañías decide las formaciones y forma los escuadrones para el combate, planeando marchas y etapas. Es el segundo jefe del tercio y sucesor natural en el mando del maestre hasta su regreso o nueva provisión.
Responsable de la disciplina de su unidad, recibe todas sus novedades de estados diarios de fuerza, distribución de vituallas y municiones y armamento.
El auditor es el especialista en la administración de justicia en materia civil y criminal de acuerdo con el fuero militar, a la vez que notario del tercio. Como el juez, según materia, lo es el maestre o el general, procede por comisión de aquél y no de oficio.
Los auditores procedían de las facultades universitarias de Derecho y debían ser personas "de letras, prudencia y virtud" . Dependían del auditor de la escuadra, nombrado por el capitán general.
El capitán de campaña o preboste era conocido en la tropa de Mar como "barrachel" o "barraquel", y desempeñaba la función de jefe de la policía militar. Se le nombraba para perseguir malhechores, formándoles sumaria, y para velar por el cumplimiento de los bandos y órdenes en general y sobre todo lo correspondiente a la policía. Sus funciones en esta materia son amplias pero limitadas por las que corresponden al auditor de quien en muchos aspectos depende, así, los barracheles podían "perseguir y prender cualesquier delinquentes que vinieren a su noticia o hallaren en fragante delito, assi fuera como dentro del campo, pero no los podran executar a pena de muerte o otra corporal, sin orden y decreto de justicia".
Ningún caballero o soldado con futuro aspiraba a ser barrachel, pues "es oficio bajo y de ninguna honra, pues no maneja sino grillos, sogas para atar, ahorcar, dar tratos, llevar a galeras, azotar y otras semejantes cosas que no conviene hacerlas a ningún soldado honrado .
Para cumplir con su triste oficio disponía de varios ayudantes y de un verdugo oficial del tercio, formando con ellos cuadrillas a caballo que recorrían las inmediaciones de los alojamientos en busca de desertores.
El furriel mayor es el oficial logístico del tercio, a quien, según Eguiluz, compete preparar el alojamiento y repartirlo por compañías, recibir y repartir vestidos, armas, municiones, bastimentos y todo cuanto se suministra por cuenta de la Hacienda, ante cuyos oficiales ha de justificarse. Atiende pues a todas las funciones económicas y administrativas.
Así pues, la figura del furriel mayor se perfila como de un contador, aposentador y jefe de cargo, bajo supervisión del factótum del tercio, el sargento mayor.
El médico y el cirujano formaban el escalón superior de la sanidad a nivel tercio, desempeñando sus misiones en campaña, a bordo (donde comparten su atención a los soldados con la del resto de embarcados) yen el hospital.
El médico y el cirujano son, a diferencia del barbero de la compañía, diplomados, y reciben los enfermos de ese primer escalón.
El médico supervisa y toma medidas ante las enfermedades individuales y epidémicas. El cirujano trepana, extrae balas, y amputa miembros con gran experiencia y habilidad, pero su gran utilidad no es compensada económicamente, percibiendo dos escudos menos al mes que el médico.
La administración de la botica o farmacia corresponde al boticario, si 10 hay.
El capellán mayor supervisa la actividad de los capellanes de las compañías o navíos y la del predicador si lo hubiere, atendiendo especialmente al hospital de la armada. En esta agrupación naval el capellán mayor de la Armada designa los capellanes de las compañías y buques de entre clérigos presbíteros que no fuesen frailes, salvo que presentasen dispensa u orden particular.
El atambor mayor es el supervisor general de los músicos del tercio y como tal, selecciona y entrena a los atambores y pífanos de las compañías.
Su misión principal es la docente de las órdenes acústicas de los músicos de compañía: "Para dárselas a entender y mostrárselas a hacer, son necesarísimos los atambores generales; pues es claro que no los habiendo en paz, se olvidaría el arte" .
Es también el portavoz y transmisor de órdenes del sargento mayor y del maestre, correspondiéndole los toques generales y el pregón de los bandos principales.
Su distintivo era una porra que cuando se hincaba en tierra pasaba a ser el lugar del campamento donde debían reunirse los arrestados y que ha dado origen a la frase vulgar de "mandar a alguien a la porra" despreciativamente.
EL CAPITÁN DE COMPAÑíA Y EL DE MAR Y GUERRA
En esta época, ser "oficial" no es sinónimo de tener mando. Oficial es todo individuo que se distingue por su función específica de los demás, formando parte de una plana mayor, por poca entidad que esta tenga, como es el caso de la de la compañía. De acuerdo con este concepto se consideran "oficiales" el capellán y los músicos, que carecen de poder de mando, y sin embargo se excluyen los cabos de escuadra que lo ejercen de una manera efectiva.
La plana mayor a nivel compañía está por 10 tanto compuesta por capitán, alférez, sargento, capellán y , músicos.
El mando, administración y justicia de la compañía o "bandera', unidad básica de la infantería española, y por lo tanto de las unidades de Infantería de Marina, lo ostenta el capitán.
Desde época muy temprana la figura de este mando de tropa asignada a las unidades a flote se distingue del mero capitán de infantería embarcada, denominándose y conociéndose como "capitán de infantería de mar".
En las armadas y flotas de la Carrera de Indias el capitán del buque es "de mar y guerra" desde la RC. de 31 de marzo de 1607, mandando la marinería y la infantería a la vez, aunque anteriormente estas dos funciones estaban separadas. Lo mismo ocurre en Galeras, pero en la Armada Real del Océano siempre fueron cargos diferentes.
En Galeras, como en la Armada del Mar Océano, el capitán de compañía no tiene mando naval, y embarcado, pierde el mando total de su unidad ya que ésta se suele fraccionar, asumiéndolo como subalterno del capitán de la galera el oficial de infantería de mayor grado, estableciendo Felipe II que "los oficiales de los Tercios de galeras miren a los de la armada como a sus capitanes naturales cuando se trate de servicios de mar" . En tierra, recuperan el mando y la independencia orgánica, aunque el capitán de galera desembarque.
En todo caso, se recomienda repetidamente a los capitanes de galera que "con los Capitanes de Infantería y Oficiales de ella tengan muy buena correspondencia".
Todo capitán conserva el título y el tratamiento de tal de por vida, pero sólo ejerce su función específica cuando está efectivamente al mando de una compañía de la que es "propietario", es decir, que no puede ser desposeído de ella sin mediar su consentimiento o su conducta culpable. Este fuerte vínculo de unión se manifiesta en dos hechos muy significativos: en que no pierde su compañía aunque ascienda a maestre de campo, y en que su unidad no recibe otra denominación que la de su propio nombre, representándose en su bandera, elegida por él y a veces incluso con sus iniciales y escudo personal representados en su paño.
De manera que se desconocen los cambios de destino de unas compañías a otras que serán habituales de épocas posteriores si no es por acuerdo de trueque entre capitanes con el visto bueno del maestre de campo

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
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15 Sep 2008 21:00
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
OTROS OFICIALES Y COLABORADORES
EL ALFEREZ Y EL SARGENTO
El alférez es el lugarteniente del capitán, como lo es el teniente en la caballería, y el responsable y portador de la bandera en el combate, de mar o tierra, y en la parada. Su nombramiento corresponde en principio al capitán quien escoge entre sargentos o soldados beneméritos, pero este privilegio tiene limitaciones que se acentúan con el tiempo, especialmente por lo que respecta a la tropa de Galeones. Este nombramiento precisaba de la aprobación del capitán general o virrey en tierra y del capitán general de la correspondiente escuadra de galeras o buques de alto bordo en sus respectivas bases y unidades.
Además de las funciones que en él delega el capitán, y de detentar el mando en su ausencia, es el guardián y defensor de la bandera y como tal, símbolo juntamente con ella del poder y autoridad reales, y pues "la vandera es el verdadero fundamento della compañia, y en que consiste la honrra, y reputacion suya, y de sus soldados, conviene que al que se le uviere de encomendar tenga las calidades de un perfecto Alcayde en nobleza, y estimacion de honrra, para qualla sepa guardar, y "morir por defenderla, sin jamas desamparalla."
El nombramiento del sargento corresponde al capitán que precisa de un hombre de su máxima confianza para el manejo de la compañía, pero las Ordenanzas del Mar Océano de 1631 establecen claramente que este nombramiento debe ser refrendado por el capitán general.
El sargento es el auténtico "ejecutivo" de las órdenes del capitán, ya que el alférez, su sucesor natural en el mando, participa mucho más en el aspecto representativo y no se emplea tanto en el quehacer diario adquiriendo su auténtica dimensión solamente en el combate y en la parada.
Es el factótum que tiene la compañía completa en todo momento, entrenada y en estado de revista, lleva sus cuentas y descuentos y mantiene la disciplina de forma que el capitán no tenga que gastar su prestigio diariamente, reservando su actuación para los momentos más delicados.
Aunque el capitán goza de facultad absoluta de elección ya que su decisión no tiene que ser refrendada por ningún superior, los tratadistas subrayan que lo ideal es que ésta recaiga en el cabo de escuadra más antiguo con la capacidad y merecimientos necesarios, entre los que se incluye el saber algo de letras y de números. Si a juicio del capitán el cabo más antiguo no reúne las condiciones para ser sargento, deberá justificar la decisión ante el perjudicado.
El capellán mayor supervisa la actividad de los capellanes de las compañías o navíos y la del predicador si lo hubiere, atendiendo especialmente al hospital de la armada.
La necesidad de esta figura la había intuído ya Sancho de Londoño en tiempos del duque de Alba "para dispensar en lo de comer huevos y lacticinios en cuaresma y días de vigilia, y para castigar a los otros capellanes si en alguna cosa delinquiesen" .
Las Ordenanzas del Mar Océano les imponen la obligación de "visitar cada día muchas veces a los enfermos de sus navíos y compañías", pudiendo solicitar un grumete para ayudarles en estas atenciones . En esta agrupación naval el capellán mayor de la Armada designa los capellanes de las compañías y buques de entre clérigos presbíteros que no fuesen frailes, salvo que presentasen dispensa u orden particular .
Londoño era partidario de que el atambor mayor tuviera tras él un trompeta, para así distinguir las órdenes superiores del general redoble. Su sugestión no se puso en práctica en tierra y no era necesaria en el mar, ya que a bordo de bajeles y galeras se disponía de trompetas y chirimías.
Su distintivo era una porra que cuando se hincaba en tierra pasaba a ser el lugar del campamento donde debían reunirse los arrestados y que ha dado origen a la frase vulgar de "mandar a alguien a la porra" despreciativamente. Su nombramiento corresponde al capitán general y viene acompañado de patente, pero su consideración social es mínima señalando Scarion "y aunque el oficio de atambor es oficio bajo y no de honra, y así mismo el pifano, con todo esto los atambores mayores de tercio deben ser hombres de bien" .
Con frecuencia hablan varios idiomas y son empleados como enlaces y parlamentarios distinguidos.
El distintivo del capitán es la jineta, una pica corta y adornada con borlas y flecos, a la que podía faltar el hierro o bien ser éste dorado, ya que no tenía condición de arma, sino de divisa o insignia correspondiente al grado.
Su armamento ofensivo principal es la pica o el arcabuz, según el tipo de compañía a su mando, y el complementario, la espada y la daga. No se diferencia por lo tanto del usado por el soldado. Su armamento defensivo lo constituye un coselete lo más completo posible.
Sus armas son más ricas comunmente que las de los soldados y su armadura más completa y grabada, incluso entre los capitanes de arcabuceros que llevaban peto y espaldar, a fin de dar ejemplo, existiendo una gran rivalidad en la decoración y repujado de cascos y corazas, dependiente de la cuna, prestigio y posibilidades económicas de su propietario.
Su protección de cabeza (capacete o morrión) solía llevar largas plumas para facilitar su reconocimiento por la tropa y era de forma semejante, aunque de calidad superior que los fabricados en serie.
El alférez es el lugarteniente del capitán, como lo es el teniente en la caballería, y el responsable y portador de la bandera en el combate, de mar o tierra, y en la parada.
Su nombramiento corresponde en principio al capitán quien escoge entre sargentos o soldados beneméritos, pero este privilegio tiene limitaciones que se acentúan con el tiempo, especialmente por lo que respecta a la tropa de Galeones. Este nombramiento precisaba de la aprobación del capitán general o virrey en tierra y del capitán general de la correspondiente escuadra de galeras
La figura del sargento, es una pieza clave en la organización. Según Valdés su creación se debió a la necesidad de un oficial para que el capitán por su medio "diese y pusiese la debida orden en su gente en el marchar, alojar y pelear" .
El nombramiento del sargento corresponde al capitán que precisa de un hombre de su máxima confianza para el manejo de la compañía, pero las Ordenanzas del Mar Océano de 1631 establecen claramente que este nombramiento debe ser refrendado por el capitán general .
El sargento supervisa que todos tengan el equipo conforme aparecen asentados en lista; que todo existe y que está en buen uso y que las piezas ensamblan y se ajustan a la medida. Caso contrario ordena proveer de lo necesario que le será descontado al soldado de su paga; para ello hace lista de todo lo que se precisa en la compañía y aprobada ésta por el capitán, se solicita del proveedor que entrega los efectos contra recibo firmado normalmente del propio sargento y en ocasiones del alférez, tomándose cuenta por los oficiales de cuenta y razón. Supervisa el alojamiento y anota también a efectos de su futuro descuento las ropas, municiones y alimentos que se reparten entre la tropa, tanto en tierra como a bordo.
El sargento tiene además otras funciones que trascienden del ámbito de su compañía: las que se derivan de ser, junto con los de las demás compañías, el subalterno del sargento mayor y de su ayudante en los cometidos de orden táctico de éste cuando la compañía se integra en formaciones superiores en tierra.
El cabo es el mando de la unidad subalterna o fracción de la compañía denominada escuadra en que ésta se estructura para su mejor manejo, administración y utilidad. A la vez es el último de los oficiales con mando militar.
Como tal puede prender y amonestar a los soldados de su escuadra, dando parte de su acción y de las circunstancias a sus tres mando superiores, "Pero a los tales cabos no se ha de permitir dar a los soldados de su escuadra, herida ni más castigo que de amonestación y reprehensión si el soldado no sirve bien y con todas sus armas, si tratare mal sus huéspedes, si fue re blasfemo o mal cristiano, si fuere amancebado, si jugare las armas para de todo le reprenda y de aviso al Capitán" .
La escuadra está compuesta idealmente por 25 hombres, de los que el cabo es el inmediato responsable de la misma forma que el capitán y el sargento lo son de toda la unidad. Estas escuadras constituyen no sólo fracciones administrativas, sino también destacamentos tácticos menores que, al mando de su cabo, pueden ser encargados de muy variadas misiones de guardia, escolta, honores, persecución de fugitivos, enlace, observación y batidores... y la tan necesaria en campañas marítimas de "tomar lengua', es decir, desembarcar en costa enemiga para recabar información y hacer prisioneros o rehenes.
El cabo es elegido por el capitán entre los soldados mayores de 25 años, veteranos con más de cinco años de servicio, disciplinados y prácticos en el oficio. En esta elección se debe aquilatar, ya que constituyen la cantera de los otros grados de la compañía. En los tercios atlánticos sin embargo el tiempo de servicio requerido para el ascenso a cabo es el de tres años.
No se distingue del soldado raso por su armamento, ni usa distintivo alguno, pero es bien conocido no sólo de los hombres de su escuadra de los que intermediario ante el mando, sino de los de toda la compañía, ya que su número, equivalente a uno por fracción de 25 hombres, es corto, dependiendo de la entidad de la unidad, siendo de cuatro a seis su número habitual.
Aunque no tiene tratamiento diferente del formal "vuesa merced" aplicable a cualquier persona a la que no se desee tratar con confianza, ni los soldados, ni siquiera sus propios camaradas, deben dejar de manifestarle respeto.
A diferencia de los "oficiales mayores" cuando su unidad se disuelve no adquiere normalmente la condición de "reformado", sino que sigue la suerte de los soldados, aunque su antiguo empleo, su veteranía y sus méritos deben ser tenidos en cuenta en la nueva compañía para las vacantes que se produzcan. Sin embargo, las Ordenanzas del Océano de 1633 son más benévolas.
Como con la reformación los cabos de escuadra pueden perder su ventaja y condición "si el numero de la gente de sus Compañías fuere bastante para que se conserven estas escuadras, mando que se haga assi " , evitando la injusticia de nombrar otras escuadras con cabos más modernos. En una segunda época surgen en los tercios, especialmente en los dos atlánticos, los denominados "Cabos de esquadra de Guzmanes". De los cinco cabos con que cuentan estas compañías reforzadas, se selecciona uno al que las Ordenanzas del Océano denominan "Cabo de la esquadra del Capitan" y que también se conoce como "Cabo principal" que son el origen de los que a finales del siglo XVIII serán los cabos primeros.
En realidad estos "guzmanes" no son otros que los camaradas del capitán que, agrupados, forman una especie de guardia de honor aunque sin atribuciones ni cometidos especiales salvo el de ser la escuadra de élite de la compañía destinada a formar las primeras filas del escuadrón en parada y combate.
Al mando de su escuadra o piquete, el cabo desempeña multitud de misiones, como las de realizar inspecciones y batidas, y formando parte de la guarnición de una flota, pequeñas unidades a su mando se apostaban durante algún tiempo en determinadas islas o puntos estratégicos para observar si alguna unidad sospechosa seguía la ruta, siendo posteriormente recogidos por embarcaciones menores. Tal solía suceder por ejemplo en parajes como el de las arcadas.
El cabo de escuadra en galeras recibe también el nombre de "caporal" y tiene especialmente a cargo las armas y municiones, correspondiéndole poner las guardias y dar al alguacil la escolta de soldados precisa cuando bajasen esclavos a realizar alguna faena en tierra.
El furriel "particular" es el soldado administrativo que desempeña una doble misión dentro y fuera de la compañía.
En ella, es auxiliar del sargento en estos menesteres como el cabo de escuadra en los tácticos, gozando así mismo de la categoría de cabo, aunque sin su mando militar ni su ventaja económica. En el tercio, es un subalterno del furriel mayor al que auxilia a su nivel y competencia.
Sus funciones principales son la de atender los asuntos económicos, y la de aposentar la compañía.
Es nombrado por el capitán entre soldados con conocimientos básicos de letras y números, correspondiendo a cada compañía un solo furriel. Bajo la supervisión de su sargento, o en su caso del furriel mayor, recibe y reparte bastimentos, municiones, armas y vestidos; lleva lista al día de la compañía y de sus vicisitudes que presenta en las muestras y se ocupa del aposentamiento y manutención de la tropa a su cargo, adelantándose en las marchas para prevenirlos. A él corresponde el reparto de boletas de alojamiento y asignación de casas en poblado y de tiendas o barracas en el campamento por escuadras.

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Bernardino de Escalante en sus "Diálogos del arte militar" entre los oficiales necesarios de la compañía cita a un furriel "poco ladrón y codicioso", ya que ésta era la principal tentación en que en función del cargo podía incurrir. Normalmente no le corresponde ventaja alguna a sus tres escudos de sueldo.
Estos componentes inferiores de la primera plana de la compañía son el capellán, el barbero y los músicos. El capellán se limita a la administración de los sacramentos y a ejercer su ministerio, oficiando sólo ocasionalmente en tierra, pues en la mar no se puede decir misa y para las grandes celebraciones se recurre a ministros de mayor categoría. El capellán de compañía o galera no solía predicar, aunque sí arengar antes del combate. Su preparación y celo por lo general eran limitados ya que la corta paga y consideración no podían atraer más que a sacerdotes de escasas dotes o antecedentes poco claros, aunque en determinados momentos algunas de las principales órdenes
como la Compañía de Jesús en el ejército de Spínola o los dominicos en las galeras de Lepanto, asumieron esta competencia, señalándose como un prurito de los primeros el corregir "la insolencia de los mochileros" .
Los capellanes de galeones y consecuentemente también de su tropa embarcada eran nombrados por el capitán general de la misma forma que el capellán mayor.
En la Armada del Océano, el capellán era el depositario de la llave del arca de las medicinas.
El capellán de compañía cobraba diez o doce escudos al mes.
En galeras, como normalmente no podían embarcar compañías enteras, sólo secciones, el capellán de la compañía permanecía en tierra, ya que cada galera disponía de su propio capellán que debía atender a todo el personal de a bordo, "un capellán sacerdote que tenga cargo de los confesar a sus tiempos y doctrinar" .
El barbero-sangrador cumple la misión fundamental de un primer escalón de asistencia sanitaria, y la secundaria del cuidado de pelos y barbas.
Sancho de Londoño afirma "que no solamente son necesarios para que los soldados no traigan más cabello ni barba que las armas requieren, mas aun para sangrar los enfermos y atar las heridas en tiempo de necesidad, porque no habiendo en cada tercio más de un cirujano, muchas veces no puede suplir y conviene que los barberos sepan atar las heridas, entre tanto que el cirujano principal las cura".
Aunque sin más conocimientos que los adquiridos en combate y una gran práctica en cauterizar, restañar heridas e incluso amputar, era una figura insustituible, especialmente a bordo, dada la dificultad de evacuación existente y la ausencia de médicos y cirujanos de mayor cualificación existentes en campamentos y hospitales. La gran cantidad de soldados "estropeados" pero supervivientes a operaciones para curar heridas y contusiones producidas por las armas blancas y de fuego y por las astillas de los impactos artilleros de los barcos, son testimonio de su eficacia. Su sueldo no se diferenciaba del de un soldado plaza sencilla, y lo era a todos los demás efectos.
Olesa indica que cuando embarcaba el barbero-cirujano de compañía en las galeras, continuaba prestando su servicio a bordo, aunque limitado a los infantes y a pesar de que hubiera otro facultativo a bordo.
Los músicos, "atambores" (tambores) y pífanos, en número de dos y uno respectivamente, acompañan y honran la bandera, marcan el ritmo del desfile y la parada, motivan la marcha y animan al combate, produciendo en su conjunto temor al enemigo. A bordo, junto con las chirimías del barco, celebran las ocasiones de gozo, incluido el encuentro bélico.
Los instrumentos eran respectivamente grandes cajas cilíndricas y pequeñas flautas horizontales de voz muy aguda.
Los atambores transmiten las órdenes, que no se oirían a plena voz, con sus diferentes redobles que, conocidos por todos, se constituyen en generales y de ordenanza.
En aras de la mayor rapidez se exige que el atambor lleve siempre consigo en su cinto los palillos, sin abandonarlos en ningún momento. Su selección e instrucción corren a cargo del atambor mayor del tercio o escuadra correspondiente.
Las órdenes que podían darse al tambor eran las de "recoger" (retirada de ejercicio), "responder" (confirmación de orden), "caminar", "adelantar", "dar arma" (generala), "volver las caras" (retirada), "bateria", "parar" (alto), "llamar" (llamada), y "echar bandos". Cada nación tenía los toques o redobles propios por la que se la reconocía a distancia, las tropas de Marina, fuesen españolas o italianas tocaban cajas "a la española".
El pífano acompaña en forma<.:ión a la caja de guerra o tambor desde 1505, pero no tiene misiones anejas, y sólo desfila cuando el capitán se pone a la cabeza de la compañía o formando conjunto con otros. De origen germánico, su introducción se produjo en España por los mercenarios suizos que vinieron a servir en la Guerra de Granada y continuaron con el Gran Capitán en las de Italia; pronto se consideró más de prestigio que de verdadera utilidad su presencia, pero no se prescindió de él ni en las compañías de infantería embarcadas que podían contar con los músicos del buque.
Otro combatiente especialmente útil a bordo de las galeras y bajeles es el "aventurero" que no es soldado pues no figura alistado como tal, ni tiene status permanente, ni posibilidades de ascenso dentro del sistema habitual, ni tampoco goza de sueldo. Sin embargo, se integra en la estructura militar del bajel a la que aporta su experiencia militar, por lo que no todos los voluntarios son admitidos como aventureros.
Reciben este nombre porque van "a su riesgo y ventura" sin percibir otra remuneración que la parte del botín o presa que se les pueda conceder, fuera del sistema habitual de reparto. En una época aún caballeresca como la que tratamos, eran muchos a los que les atraía esta posibilidad, y en todas las empresas marítimas aparecen largas listas de ellos, jóvenes hidalgos llenos de deseos de aventura. Embarcan para una jornada concreta como los antiguos cruzados y su menor disciplina la compensan con su entusiasmo.
Felipe II aprovechó estas fuerzas vivas a las que no atraía la vida militar ordenada señalando: "Porque además de la gente de guerra y soldados que a nuestro sueldo ha de servir en las dichas galeras, podrá haber algunos aventureros que en ocasiones y empresas nos vayan a servir en ellas a su costa, éstos se han de admitir según las ocasiones y necesidades y siendo personas útiles como parecerá a los Generales" . Por lo general es gente sin problemas económicos acuciantes ya que tienen que costearse todo el equipo y pagar de su peculio su alimentación y municiones. Sólo a los muy pobres y sin embargo de mucha utilidad se les concede en galeras la gracia de alimentarlos. Las Ordenanzas del Mar Océano, más generosas, disponen que gocen de ración de armada ordinaria desde el día en que embarcan hasta el que se despiden .
Los alabarderos eran seleccionados por su corpulencia y estatura, siendo probablemente el antecedente más próximo de los futuros granaderos. Acompañaban al maestre en campaña y en todos los actos señalados y desfilaban a la cabeza del tercio y gozando de un escudo de ventaja sobre su sueldo de soldados.
Según Londoño, los soldados debían y podían llevar consigo servidores colectivos o personales hasta un diez por ciento de los efectivos, correspondiendo a los oficiales superiores, incluido el sargento y los cabos 23 de estos sirvientes, que si bien no percibían sueldo alguno de la hacienda ni podían ocupar plaza de soldado en revistas ni alardes, aprendían el oficio y se daban a conocer en espera de la ocasión de ingresar oficialmente como soldados.
Recibían vulgarmente la denominación de "mochileros", ya que no sólo portaban la mochila o despensa de sus amos, sino que se ocupaban del caldero diario. Los mozos son con frecuencia muy jóvenes, de entre 10 y 12 años, díscolos, aventureros y pícaros, por ello era costumbre entre la infantería española que hubiera un "padre de mozos", encargado de su control y de que no fuesen maltratados.
Los vivanderos eran comerciantes que seguían al tercio en campaña en sus carros para vender sus comestibles, bebidas y géneros al por menor en las tiendas y lugares a ellos destinados en el campamento. Sus alojamientos y cantinas, lugares de posible alboroto, estaban vigilados por el barrachel y debían cetrar y apagar las luces a las 9 de la noche.
Sus precios no eran libres, sino que los estipulaba el sargento mayor asesorado por el barrachel quien acompañaba a los vivanderos en sus compras al por mayor en las villas de los alrededores, pero se protegía sus intereses pidiéndose para ellos exención del derecho de aduana de sus comestibles y recuas.
El soldado goza a bordo de más consideración que el marinero, ya que es "criado del rey' y profesional de la más noble de las actividades. Aunque con ese nombre se honran todos los militares, de general al último hombre, incluso los que carecen de graduación o ventaja alguna reciben el tratamiento de "señor soldado" por parte del vulgo.
Los que gozan de la condición de "aventajados" no sólo perciben mayores emolumentos, sino que, a falta de oficiales, toman el mando de grupos pequeños de tropa si alguno de aquellos lo designa para una misión.
En consideración a su armamento y entrenamiento específico, los soldados podían ser piqueras, arcabuceros o mosqueteros. Más conocido como "pica", en razón a su armamento principal, el piquera estaba dotado de este arma enastada considerada como la más antigua de todas las armas de las que estaban en uso en los siglos XVI y XVII, llevando generalmente como complemento una espada y una daga al cinto.
Por lo que respecta a su armamento defensivo, se distinguía la "pica seca" de la "pica armada", también denominada "coselete". En el primero de los casos la defensa se reduce al capacete o morrión, que incluso se suprime; en el segundo, de la compleja protección de los primeros tiempos en los que se procura cubrir también muslos y piernas, se va paulatinamente pasando a la simplificación del peto y espaldar o del peto solo. El tratadista Nava afirma que "Los piqueras, para ir bien armados, conviene que lleven un coselete cumplido". Mientras el equipo defensivo fue completo y la pica reglamentaria, se precisaba tener fuerza y destreza, de forma que el primero pareciese no estorbar y el manejo de la segunda se realizase con gracia y elegancia, como si fuese una pluma La sabiduría popular supo recoger en un refrán estas condiciones necesarias, al aplicarlo a quien acomete empresas para las que no está dotado: "No sois vos para coselete, Peruchete". El piquero de la segunda época solía llevar solamente unas calzas y un jubón de cuero bien cortado, espada ceñida y una pica en las manos, y como defensa un gorjal o cuello de hierro dividido en dos piezas articuladas y con falda, o bien de malla, y un morrión en la cabeza. El piquero de la segunda época solía llevar solamente unas calzas y un jubón de cuero bien cortado, espada ceñida y una pica en las manos, y como defensa un gorjal o cuello de hierro dividido en dos piezas articuladas y con falda, o bien de malla, y un morrión en la cabeza.
Durante la marcha la pica se lleva ligeramente inclinada sobre el hombro derecho; cuando el escuadrón hace alto por algún espacio de tiempo se enarbola poniendo la mano izquierda lo más abajo posible sin ostentación de fuerza, sino con habilidad y destreza, poniendo el cuento en medio de la palma de la mano, y dejándolo descansar después en el suelo. Se desaconseja caminar con la pica "arbolada", debido a su gran peso, cansándose el soldado más en diez pasos que en una milla sobre el hombro, y corriéndose el peligro del "paloteo" o entrechocar de las partes superiores de las picas con las más inmediatas, situación que conduce a un desorden general que puede ser aprovechado por el enemigo. Este mismo "palotear" se produce en situaciones difíciles para el escuadrón y es consecuencia de un pánico colectivo que puede degenerar en franca huída. A este conjunto de técnicas y usos correctos del arma se denominaba marchar o en su caso, combatir, "en ordenanza".
En combate la pica admite dos posiciones para los soldados de la primera fila y una general para los de filas posteriores. Estos últimos permanecen con la pica "armada", es decir, preparada contra el pecho, descansando equilibradamente por delante sobre el antebrazo y mano izquierdos y asida firmemente con la mano derecha desde detrás de ese mismo hombro. La primera fila adopta dos posiciones según se haya de enfrentar con otro escuadrón o con caballería enemiga; en el primer caso, una vez echado el pie izquierdo hacia delante se empujaba con la mano derecha el asta con fuerza hasta conicidir con la izquierda, mientras que el pie derecho se adelantaba hasta la posición del izquierdo, echando todo el cuerpo también hacia delante, reforzando así el impulso del brazo a buena distancia, para volver a la posición inicial y repitiéndose todo el movimiento una y otra vez, ya en la misma posición, ya más avanzado o retrasado, según el éxito general del escuadrón. Para frenar una carga de caballería, la pica, sostenida con la mano izquierda, se apoyaba contra el empeine del pie derecho formando un ángulo de unos 30°, el cuerpo se echaba hacia adelante, la cabeza se mantenía al frente, y la mano derecha se llevaba a la empuñadura de la espada para hacer uso de ella una vez que se hubiera descabalgado al jinete enemigo tras haber herido o muerto su montura. En combate de pica contra pica, "medir las picas", un brazo sirve para sostenerla mientras que con la otra mano se impulsa el bote o golpe, o se retira. En combate contra caballería en la posición que hemos indicado, se calza la pica en el terreno, asegurándola con uno de los pies para resistir el ímpetu.

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La pica, aunque de otro tamaño o "media pica", era también utilizada a bordo. Aunque las grandes podían más bien estorbar chocando con velas y jarcias, las medianas eran extremadamente útiles para atacar los reductos y castillos de popa y proa y hacer desalojar al enemigo de posiciones más altas; a la hora de aproximarse los buques la pica podía ser empleada desde cierta distancia y, empleada en conjunto, formando un bloque compacto, impedir un abordaje. La pica era considerada "arma noble" e indispensable para rendir honores, y en formaciones y desfiles.
Los soldados armados con arcabuz recibían el nombre de arcabuceros. Por lo general constituían tácticamente un cuerpo auxiliar integrado en las formaciones de picas, aunque a veces desempeñaban funciones separadas; orgánicamente formaban parte de las compañías de picas (constituidas mayoritariamente por piqueros) o bien compañías de arcabuceros (constituidas mayoritariamente por estos últimos aunque con un porcentaje de picas).
Su armamento defensivo en una primera época fue de capacete y cota con guantes de malla, o bien coraza completa (peto y espaldar), pero con el tiempo se redujo drásticamente al capacete o morrión de hierro que ni siquiera se utiliza por todos en la mar. Su arma específica era el arcabuz. Como no sólo era habitual, sino obligado, el ceñir espada entre los arcabuceros, se denominaba "pelear hasta venir a las espadas" el llegar al cuerpo a cuerpo una vez agotadas las municiones o la pólvora, o estando tan próximo el enemigo que no hubiese ocasión de recargar el arma de fuego. Los arcabuceros marchaban con el arma sobre el hombro izquierdo y en la misma mano llevaban la mecha destinada a encender la pólvora.
Para disparar, colocaban el arma con la mano derecha sobre la izquierda, mientras que la primera sujetaba uno de los cabos de la mecha para meterlo en el serpentín; con la mano izquierda se sujetaba el otro cabo, impidiendo que cayese a tierra. La mecha debía ser suficientemente larga para de que durase y no se perdiese con facilidad. Al efectuar el disparo no se empuñaba con la mano izquierda el cañón sino la caja, a fin de que éste no explotase. El fogón no se cebaba hasta el último momento, para no perder la pólvora. Para tirar con más rapidez se metían en la boca cuatro o cinco pelotas, encendiendo varios cabos de mecha, dejaban uno puesto en la llave a diferencia de los franceses que hasta cambiar su sistema por el español usaban la mecha atada a un palillo, y no apuntaban, sino que disparaban "rociadas".
El arcabucero percibía un sobresueldo o "ventaja" en concepto de mecha, pólvora y pelotas, que debía adquirir por su cuenta. personalmente a la defensa aportando cada uno un arcabuz, cuando la incidencia de la piratería inglesa empezó a hacerse más notable en 1582.
Las compañías de arcabuceros, como más ligeras de armamento ofensivo y defensivo, son empleadas en más cometidos "a ellas toca, marchando, ir de vanguardia y retaguardia, tomar puestos, hacer escoltas, hacer puentes, ir a descubrir, correr a campaña y finalmente, todas las expediciones y prestezas de la guerra", debiendo por lo tanto ser los arcabuceros "de los más moros, alentados, diestros, sueltos, recios y sufridos a los continuos trabajos" .
La figura del mosquetero aparece en la infantería y como innovación genial del duque de Alba a partir de 1567. La combinación arma-portador permite desde entonces dar movilidad a lo que hasta entonces no era sino una pieza de artillería de las de pequeño calibre.
A diferencia de picas u arcabuceros, los mosqueteros no formaban compañías, sino que se distribuían, en número variable entre éstas. Por lo general eran considerados como los más privilegiados de entre los soldados, ya que combatían un tanto a su aire, sin estar bajo la disciplina y encasillamiento de los demás, siendo elegidos por el sargento para este cometido de entre los más diestros y fuertes.
En tierra, los mosqueteros plantaban la horquilla en el suelo con la mano izquierda y apoyaban el arma con la derecha, avanzando el pie derecho para asegurar el equilibrio. Como su arma era la de mayor alcance del escuadrón, formaban un semicírculo de protección de éste, en dos filas, de las que sólo la segunda plantaba horquilla, ya que la primera hacía fuego con la rodilla en tierra y el arma apoyada sobre el brazo izquierdo cuyo codo se coloca sobre el muslo. La denominada "contramarcha" consistía en que cuando la primera fila de mosqueteros disparaba se retiraba a retaguardia formando una cola hasta que les volvía a llegar el turno, aprovechando mientras tanto para cargar el arma en sus diferentes fases.
En ocasiones, salen de formación con bastante anterioridad al choque y se adelantan a la carrera a tomar posiciones a vanguardia, a la voz de "¡salgan, salgan los mosqueteros!, afuera, afuera, ¡adelante los mosqueteros!" , emplazan su pesada arma sobre la horquilla y hacen fuego selectivo sobre los mandos enemigos cuyas gruesas arma- duras son capaces de perforar, para arroparse después en la formación conforme las fuerzas opuestas se aproximan.
Con el tiempo, las mangas de mosqueteros se hacen cada vez más numerosas, llegándose a formar verdaderos escuadrones o bien líneas de vanguardia con más de 200 tiradores.
A bordo, aprovechan parapetos y empavesadas para apoyar su pesada arma y hacer puntería; cuando se lanzan al abordaje no suelen desprenderse del mosquete para tomar espada, pica o chuzo, porque éste es de por sí un arma contundente formidable, que también es empleada en el cuerpo a cuerpo del combate terrestre hasta que hace su aparición la bayoneta.
El mosquetero marcha con el arma sobre el hombro derecho; con la mano izquierda llevan la mecha y la horquilla, asegurada esta última al brazo con una tira de cuero de forma que, aunque se le caiga mientras se retira precipitadamente, no la pierda.
La dotación del mosquetero consistía en una bolsa de cuero con balas de plomo, un "esquero" o bolsín con el recado para hacer lumbre (yesca y pedernal), un frasco de pólvora forrado de terciopelo para evitar la porosidad y aislar el contenido que se colocaba cruzado y al costado izquierdo, un polvorín o cebador en el cinto, y una horquilla atada por medio de una tira de cuero de la muñeca izquierda, cuando la tropa de Marina actuaba en acciones terrestres. El equipo de accesorios del mosquetero no se diferenciaba gran cosa del propio del arcabucero, aunque las balas fueran de diferente calibre, excepción hecha de la horquilla y de la baqueta que en el primero era de mayor tamaño y en el siglo XVII se introduce en por un orificio de la caja, lo que permite portarla sin molestia ni pérdida. La cuerda mecha en rueda se colgaba del hombro o se ponía a bordo debajo del sombrero para protegerla mientras no se usaba.
Desde finales del siglo XVI los mosqueteros usan un cinturón de cuero en bandolera del que suspenden unos contenedores de madera en forma de botellita con la dosis ya separada de pólvora para la carga, con lo que se incrementa el ritmo de fuego y se reducen los riesgos de carga incorrecta por más o por menos. Como solía ser doce el número de contenedores máximo que se podían colgar del cinto, recibieron éstos la denominación de "los doce apóstoles" o "el apostolado".
Como armamento complementario, el mosquetero podía llevar espada y daga. A bordo gozaban de gran predicamento las "naranjeras" y los mosquetes de posta que permitían disparar una verdadera lluvia de proyectiles y clavos sobre la cubierta del buque adversario.
El armamento complementario, común a todos los combatientes, era la espada, y secundariamente, la daga que era también una herramienta multiuso.
La espada era el bien más preciado del que difícilmente se desprendían los soldados, aunque a muchas les faltara la vaina o el talabarte. Durante el siglo XVI, la espada corta y ancha, más hecha para cortar que para pinchar, para dar tajos que para atravesar, se agudiza y alarga y la que hasta entonces tenía "más gavilanes que la caza del Rey", acaba dando lugar a la espada de taza del siglo XVII, mucho más punzante que cortante.
Para Londoño la espada no debía ser más larga que lo que la facilidad del desenvainado permitiese "trayéndolas ceñidas sobre lo alto del muslo, con una cinta por debajo de él, que no las deje ir atrás ni adelante al andar, al correr, ni al echar mano". La espada, incómoda de portar a bordo, sólo se utiliza en el combate, estando establecido un lugar a popa de la galera para depositarla "colgada en la garita" , lejos del alcance de los forzados.
La pica era el arma enastada o de fuste específica del piquero.
El tamaño y envergadura de la pica van reduciéndose con el tiempo. Su longitud ideal para la denominada "armada", era de 26 o 27 palmos de vara española, no debiendo bajar, de los 25, es decir, alrededor de cinco metros y medio, pero la iconografía muestra también cuadros de picas que no superan de los 20 palmos (4,18 m.) e incluso que no pasan del doble de la estatura de sus usuarios; porque la pica ideal era pesada y difícil de arbolar, requiriendo hombres fuertes y un duro entrenamiento. En todo caso se tendía a preferir una pica pesada a otra que "blandease", es decir, que al choque con el elemento defensivo enemigo (rodela o peto) se doblase o quebrase sin penetrar. La pica reglamentaria desde su "cuento", regatón o extremo inferior, de unos 4 cms de diámetro, se iba poco a poco haciendo más gruesa hasta llegar a una anchura tres veces y media mayor a 11 palmos del suelo, e ir afilándose de nuevo hasta la base del hierro de grosor similar al del cuento. La "seca" era de menor tamaño, 15 pies (4,185 m.), y grosor, no exigiéndose para ella otros requisitos. El mango de la pica era de madera de haya o roble, y su hierro o moharra, liso y dotado de funda que le preservaba de la humedad.
Para otras confrontaciones aparte del combate campal, como son el asalto a las trincheras en tierra o su utilización a bordo, se empleaban otras picas mucho más ligeras y cortas, denominadas "medias picas" de las que ya hemos hablado, que no solían tener regatones ni refuerzos de hierro.
El arcabuz era un arma de gran uso, y no s6lo entre arcabuceros.
Se trataba de un arma primitiva de fuego de cañ6n de hierro de no más de cuatro palmos, y que por lo tanto no precisaba horquilla de apoyo. Estaba montado sobre fuste o caja de madera, con una culata que facilitaba la puntería y que en los más primitivos presentaba una curiosa forma arqueada, al objeto de ser sujetados bajo el brazo, en lugar de apoyarlos en el momento de disparar; desde mediados del siglo XVI el arcabuz se encara, por lo que se le forma una culata que se apoya en el hombro.
El arcabuz se impone sobre la ballesta desde el segundo cuarto del siglo XVI, se convierte pronto en el arma maestra entre los españoles, básica del soldado en galeras y bajeles.
Los primeros arcabuces eran "de mecha", mejorándose poco después con una llave en forma de doble curva y llamada "de serpentín" que permitía aplicar la cuerda encendida de forma automática al fog6n. La llave de rueda no se aplica hasta mucho después, pese a que su invención data de principios del siglo XVI.
El arcabuz usual era el de tres cuartos de onza, con un alcance de unos 600 metros.
Un arcabuz bien mantenido podía tener una cadencia de fuego notable, señalándose en una crónica de la batalla de Lepanto, que "hubo tal arcabucero que descargó cuarenta veces el arcabuz".
El mosquete era un arma de fuego, de mayor tamaño, peso, alcance y calibre que el arcabuz, que para ser utilizada en tierra precisaba de una horquilla de apoyo a medio cañón, y para su uso marítimo de otro tipo de sostén cualquiera facilitado por la propia estructura del buque o por los elementos de protección de los reductos.
Mientras que el arcabuz disparaba "pelotas" o balas de 3/4 de onza de peso, las del mosquete eran de onza y media, pero con el tiempo el calibre se reduce y su aspecto se estiliza. En el siglo XVII se convierte en el arma principal, útil a 50 yardas y muy efectiva cuando se consigue un volumen y secuencia de disparo suficiente.
Desde 1613 se ordena que los arcabuces y mosquetes para las armadas y flotas no se comprasen a extranjeros "sino de los fabricados en Vizcaya, que eran los mejores de todos".
Las fábricas de armas de Plasencia abastecían las flotas con bases gaditanas, y también las de Sevilla. De la fábrica pasaban las armas a los almacenes como los de San Sebastián o la teneduría de las galeras de Cartagena.
Para evitar el frecuente problema de que reventaban los mosquetes y los arcabuces por falta de buen mantenimiento, la Junta de Guerra estableci6 que el artillero mayor de esta flota supervisase y probase el buen mantenimiento de estas armas, limpiándolas y arreglándolas para nuevos viajes, desechando las inservibles. La R. C. de 20 de junio de 1665 hace responsables a los "cabos de Galeones", es decir, a los capitanes de la conservación a bordo de armas, pertrechos y municiones .
La introducción de las armas de fuego de chispa no tuvo éxito en el ámbito marítimo, debido a la dificultad de funcionamiento de la piedra mojada; por ello, al final del periodo se tiene que volver a la segura cuerda mecha, ordenándose al duque de Nájera "que toda la infantería de las Galeras de España esté armada con arcabuces y mosquetes de cuerda, según estilo y uso antiguo", sin embargo, y durante la época de Lepanto la infantería usaba llave de rueda que accionaba un percutor en quijada, con un trozo de ágata que, golpeando con otro pedernal, producía una chispa que inflamaba el cebo.
Solía ocurrir que como cada arma era propiedad particular, con motivo del reparto de los mosquetes de dotación de los barcos que en situación de emergencia se realizaba entre la marinería, algunos soldados cambiaban sus viejos mosquetes por otros nuevos de esta procedencia.
Esto llegó a ser tan habitual, que se ordenó que todos los mosquetes de respeto de la Armada del Mar Océano llevasen una señal característica.
También se disponía de armas explosivas e incendiarias como alcancías, petardos, granadas, fuegos de artificio... que se arrojaban desde cubierta o desde las vergas y cofas.
Las "alcancías" eran ollas de barro llenas de mixto de azufre, pez y aceite de linaza.
Por lo que respecta al armamento defensivo, éste estaba constituído

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Por lo que respecta al armamento defensivo, éste estaba constituído por el conjunto de piezas denominado "coselete" que usaban los piqueros "armados" y también los oficiales. Los portadores de armas de fuego y los sargentos usaban solamente alguna de estas piezas sueltas.
La coraza de un "coselete" de los primeros tiempos consistía en: celada o armadura de la cabeza, con cresta y visera; gola, de plancha de hierro o láminas solapadas, para la defensa del cuello; brazales o conjunto de piezas protectoras de la parte superior del brazo, del codo y del antebrazo; peto protector para el pecho; espaldar o pieza que cubría la espalda y escarcelas que protegían los muslos, colgando del peto por medio de correas con hebillas.
La instrucción consistía en el entrenamiento en manejo de las armas (instrucción individual) y en la parada, marcha y combate en formación (instrucción conjunta) y también en la forma física, dirigiendo los juegos de fuerza y habilidad que venían a sustituir nuestras tablas de gimnasia, y endureciendo a los soldados en carrera y en la marcha. Para el soldado de mar, también el embarque, que se hace por temporadas válidas, pasando a los entrenamientos en tierra durante la invernada.
BiSOÑOS Y VETERANOS. LA LEVA
Aunque el adiestramiento profesional era competencia del sargento auxiliado de los cabos de escuadra, la verdadera escuela la constituían los veteranos, muchos con más de veinte años de servicio, en cuyos grupos o camaradas se integraban los bisoños. Para facilitar la adaptación y equilibrar la efectividad de las unidades, las compañías levantadas se deshacían al llegar a su destino, y los reclutas se repartían entre las de los tercios. El duque de Alba, y tras él otros generales, sacaría gran partido de esta combinación en la que la emulación de los veteranos haría sobreponerse a los noveles como el mejor fermento de la masa combativa, señalando el duque: "juntandose con ellos los bisoños se pueden contar todos por banderas viejas, y terna S.M. milicia española vieja...una compañía de aquellos con sola el asta y un palmo de bandera hará los soldados leones" .
Se vertebraban así las nuevas unidades en torno a un grupo de veteranos. En poco tiempo se adquirían la técnica, las virtudes, los vicios y los resabios de la "infantería vieja', señalando Cervantes, en recuerdo de su experiencia como soldado en la galera "Marquesa": "Es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco pródigo, y si algunos soldados se hallan miserables son como monstruos que raramente se ven." .
Hasta que el soldado no se instruía, para lo que necesitaba varios meses, su utilidad y servicio eran muy reducidos, por ello, don García de Toledo, general de Galeras, prefería como combatiente el marinero "hecho" al soldado bisoño .
Aunque con mucha frecuencia, tanto para cubrir las necesidades de las galeras, como para las grandes expediciones en las que se precisaban fuerzas muy superiores a las habituales, se embarcaban unidades enteras de tropas terrestres, desde los primeros tiempos se tiene conciencia de la importancia de contar con infantes especializados en la guerra marítima.
En el informe de Don Juan de Austria a Felipe II de 1568 que citábamos en páginas anteriores, además de indicarse la necesidad de contar con tropa acostumbrada a la navegación continuada y a desplazarse con desenvoltura a bordo y que supiese nadar, se añadía: '~i como el soldado de mar se ha de ejercitar diferentemente del de tierra, tiene necesidad de muchas cosas que el otro puede carecer y al contrario.
"Porque la vida a bordo es totalmente distinta a la vida en compañía y el soldado de Marina "tiene uso de las viandas que se acostumbran sobre el mar porque la diferencia que hay de ellas a las de tierra no le cause enfermedad, como es muy ordinario... Templanza en el comer y beber'.
Por ello estimaba este general que su cantera natural del soldado de Marina debían ser las ciudades y pueblos de la costa cuyas sufrida población sabía lo que suponía y "la cual criada en miseria y en aquel género de vida, no apetecen cosas mayores, antes en cierta manera estiman poder conseguir el nombre de soldado"; por otra parte, el constante estado de guerra ha convertido ya a estos paisanos en duros y belicosos "y son más disciplinados que otra gente, porque se hallan andada la mayor parte del camino, y tienen también el ejercicio de las armas que allí se han de usar por la continua sospecha y rebatos que les dan los corsarios, y con la natural enemistad que por injurias y daños recibidos les tienen, y conocimiento de su manera de pelear, y de lo que pueden son más aptos que otra gente para oponérseles" .
Por esa razón, en vísperas de formarse la Santa Liga contra los turcos, la dotación de las Galeras de España al mando de Sancho de Leyva se refuerza con valencianos y levantinos, reclutados con el auxilio del virrey, conde de Benavente, "con gran brevedad y presteza' .
Las camaradas eran grupos de soldados de una misma compañía, unidos por lazos especiales de amistad, paisanaje y mutua colaboración. Esta costumbre llegó no sólo a tolerarse, sino incluso a favorecerse por el mando, ya que fomentaba la conciencia de unidad, llegando a prohibirse el vivir solo sin integrarse en uno de estos grupos.
Los camaradas solían compartir habitación o tienda y rancho a bordo, y el furriel y los cabos de escuadra debían repartir los alojamientos procurando no romper estos grupos que no solían pasar de cinco o seis componentes.
Misión del cabo de escuadra y del furriel era la de distribuir los alojamientos "repartidos en cameradas y tenerlos en conformidad" .
En la vida diaria el grupo puede atender mejor sus necesidades colectivas, procurándose más económicamente el sustento y el servicio por pajes y criados comunes. Bajo la dirección del "más cuerdo para gobernarlos", con frecuencia el de origen más preclaro, cada día se ocupaba uno de hacer la olla, y otro de recoger o adquirir el complemento del pan de munición, el agua y la leña, y si son pudientes, cuentan con criados que les atienden en estas necesidades.
Junto con otros útiles y menaje cuentan con una "valija" o mochila común que contiene los ajos, los pimientos y las especias, la ropa y objetos de aseo, así como un bolsín para hacer fuego y una hachuela y un marrazo para cortar fajina y construir su barraca, disponiendo también de una olla y de un plato de cobre o de madera para cada uno. Londoño era gran partidario de mantener estos grupúsculos "porque gran parte de la soldadesca buena consiste en que los soldados tengan camaradas, de las cuales procede poderse sustentar con el sueldo mejor que estando cada uno de por sí y así mesmo grande amistad, con otras muchas utilidades, todos los soldados las tengan" .
En combate también se auxilian entre sí, atendiendo a sus heridos y contribuyendo al rescate de los prisioneros, estimulándose la venganza conjunta.
En caso de muerte los camaradas velan por el cumplimiento del testamento y por la familia del causante y son con frecuencia beneficiarios de sus mandas y equipo.
Antes de cada combate y tras confesar y testar se despiden unos de otros encargándose mutuamente también el luchar con bravura y en honor de todos.
El capitán de la compañía tiene sus propias camaradas cualificadas, gentes de su condición, aficiones u origen, que constituyen un pequeño estado mayor, cantera de la oficialidad de las banderas.
El sistema habitual de recluta fue el de leva de voluntarios, aunque en algunas ocasiones se recurrió a levas forzosas, y en menor medida a recluta de vagos, "levas para limpiar la tierra de ociosos", y a condenas a servir como soldados sin sueldo en la tropa de armadas y escuadras, que chancillerías y tribunales imponían, debiendo el reo costearse su propia ración a no ser pobre declarado.
Este medio de obtener tropa forzada no fue nada despreciable cuantitativamente, especialmente en las galeras, pero precisó un rígido control que evitara los abusos; por ello instruye Felipe 11 a don Juan de Austria en vísperas de Lepanto: "han de tener cuidado los nuestros Oficiales de asentar en sus libros el día que se presentaren con sus sentencias y del tiempo que sirvieren, que ha de ser todo aquel por que fueren condenados y no permitir que se ausenten y dejen de servir conforme a lo contenido en sus sentencias" .
Las movilizaciones forzosas de vagabundos se pusieron en práctica, según Parker, a partir de 1620, destinándose alguaciles "...a recoger a los bagantes para aplicarlos a las dichas lebas".
A diferencia de lo que normalmente sucedía en la infantería del Ejército cuyos efectivos variaban según el estado de guerra o paz y de las necesidades ocasionales, las tropas de las escuadras era relativamente fijas, variando sólo con motivo de la creación de nuevas agrupaciones navales o del incremento del número de buques precisados de guarnición, circunstancia que sólo se daba de tarde en tarde. Por lo tanto el número del personal necesario se conocía de antemano, ya que por lo general se se reducía a cubrir las vacantes producidas por muerte, deserción o licencia definitiva.
Como no existe nada parecido a una administración naval militar unificada, cada escuadra realiza en su reino su recluta de acuerdo con sus reglas y costumbres, siendo por lo general las propias bases el banderín de enganche de reclutas habitual, y la una de procedencia de los mozos, el litoral próximo, ya que con frecuencia se trata de familiares, amigos o paisanos de otros soldados.
La tropa para las flotas atlánticas se reclutaba pues en zonas litorales, especialmente del norte de España, donde las entidades regionales se comprometían a proporcionar determinado número de soldados, obteniéndolos de acuerdo con sus costumbres locales, lo que en muchas ocasiones equivalía a una recluta forzosa indirecta, que se aprecia a lo largo del siglo XVII. A medida que las necesidades bélicas aumentan y se produce un descenso demográfico, la falta de hombres hace que se recurra al sistema de levas forzosas o repartimientos obligatorios.
La Instrucción para la Armada de Galeones de 1573 establecía que tras jurar y dar fianza, el capitán general "arbole banderas para levantar gente de mar y guerra', pero nada indica que hubiera de desplazarse para reclutarla.
El soldado de Marina se obtiene pues en medios ya habituados al mar, en familias de marineros y pescadores, y es o será, un soldado especializado y reconocido come tal, pero tras décadas de guerras continuas la población marítima se resiente ya que se abandonan artes pesqueras, caseríos y explotaciones. En 1631 las villas de Métrico, Gestaría, Zumaya, Caraus y ario solicitan de Guipúzcoa que se les exima de aportar el "coste y aviamiento" de 200 nuevos soldados "pues están arruinadas y despobladas por las continuas guerras que se han hecho desde 1580" . ¡Más de medio siglo de continua exacción de gente útil!. La Provincia seguirá sin embargo proporcionando hombres de guerra para la Armada del Mar Océano hasta fin de siglo, incluso en ocasiones en que esta leva coincide con otra de Ejército . La Carrera de Indias parece tener más aliciente para los andaluces, no sólo costeros, sino de poblaciones del interior como Lebrija o Utrera; la flota de Galeones se nutre de gentes del Sur preferentemente; las Galeras de España de las de todo el litoral desde Gibraltar a Perpiñán, y las de las escuadras italianas de sus poblaciones marítimas respectivas, especialmente de italianos de origen español que continúan considerándose españoles.

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Jefe de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina en Filipinas.
...es el verbo de la historia militar de España,
porque allí donde se ha combatido en mar o en tierra,
siempre ha habido un soldado de Infantería de Marina...
Conde de Torre Vélez en el Parlamento en 1904.


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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
En algunas ocasiones sin embargo, se llevan a cabo levas en zonas apartadas y en el interior, tomando cartas en el asunto y por lo que a la España peninsular se refiere el Consejo de Guerra, formado principalmente por expertos militares, en cooperación con las justicias regionales y locales, sin cuya colaboración resultaba imposible.
La leva procede entonces de cualquier parte y son gentes sin más contacto con la mar que el de su ilusión, como la infantería procedente de Arévalo, Olmedo y otras ciudades castellanas que en 1621 se embarcaron en Pasajes para la Escuadra de Guipúzcoa .
En ocasiones la necesidad de conseguir estas tropas es tan acuciante que obliga a que el Estado haga otras concesiones, como ocurrió en 1680 en que a cambio de proporcionar la infantería para los buques se llega a renunciar a toda una escuadra ofrecida por Guipúzcoa.
Toda nueva leva venía precedida de un oficio por el que, el propio rey en las más importantes o el consejo competente en las demás y de su orden, informaba a las múltiples autoridades regionales, civiles, militares y eclesiásticas e incluso a los nobles con jurisdicción de la campaña a emprender. Se especificaba en él normalmente las motivaciones que la justificaban tales como proyecto de una campaña de mar, construcción de una nueva capitana real que precisaba al menos dos compañías completas de soldados, simple renovación de efectivos u otras causas, siempre y cuando el sigilo militar lo permitía, ya que en caso contrario la fórmula podía ser de lo más vago e impreciso, como la bastante habitual de "Sepades que por algunas causas convenientes al servicio de Ntro. Señor y mío y bien de estos reinos, he acordado que se haga cierto número de infantería...". Cuando esta carta se remitía ya se habían estudiado por los consejos competentes, Guerra e Indias principalmente o bien los asesores de los virreinatos, las circunstancias de toda índole que hacían la leva posible y oportuna en unos territorios y no en otros, en atención al censo de la población, estado sanitario reinante y ausencia de epidemias, éxito de otras levas anteriores y hasta el resultado de la última cosecha, descartándose las zonas deprimidas o despobladas, y teniendo también en cuenta los condicionantes geográficos de proximidad y comunicaciones con los puertos de embarque y de vinculación con el medio marítimo nece sarios para obtener un buen soldado de mar. El siguiente paso consistía en el nombramiento de comisarios, buenos conocedores de las zonas escogidas. El primer cometido de éstos era el de proponer los lugares concretos de leva en cada zona, estudiar las rutas de marcha de cada compañía y las alternativas posibles, los lugares de alojamiento y de muestra y las posibilidades de abastecimiento, así como las etapas y distancias, procurando dar parecidas oportunidades a todos los reclutadores y sin dejar asentamientos fuera del radio de acción de la recluta. Una vez aprobados los itinerarios, éstos no podían ser modificados a voluntad por capitanes y comisarios, para evitar intromisiones de unos reclutadores en zonas de otros, ni siquiera cuando se comprobaba el caso de existir algún núcleo de población con voluntariado conocido y que quedaba fuera de alguna de las rutas, previniéndose para estos casos el envío de notificaciones al lugar con los itinerarios establecidos.
Mientras tanto, se consultaban las largas listas de memoriales de los oficiales reformados voluntarios, escogiéndose entre los más experimentados en esta actividad, los que por sus condiciones personales, su cuna, su largueza, su fausto o su prestigio pudiesen atraer más gente, o aquellos otros que, naturales de esas regiones, contasen con deudos y amigos en ellas a los que pudiesen captar con facilidad.
Con frecuencia son los capitanes generales y virreyes quienes elevan listas de competentes para ser capitanes reclutadores y por lo tanto, temporales.
Con la divulgación de las intenciones de leva se daba también oportunidad a las ofertas particulares de intermediarios que en ocasiones anteriores habían demostrado competencia, y a regiones completas que preferían practicar la leva a través de sus propios oficiales designados.
Escogidos los capitanes y señaladas las zonas y lugares de cada uno, se cursaban órdenes de asistencia a las justicias y autoridades locales. Los oficiales reclutadores por su parte, recibían "patente" o real despacho de capitán con mando, que sería efectivo mientras durase la comisión.
Lo único definitivo de ese nombramiento sería la consideración y el título: "que os hayan y tengan por capitán de infantería española de S.M..." , conservando su tratamiento a efectos meramente honoríficos de por vida, o hasta la obtención de otro empleo efectivo.
La patente venía acompañada de la :conducta" o provisión del Rey para recibir a sueldo real al número previsto de gente, número que se estimaba sumando al de las necesidades efectivas, el de bajas previstas; por ello, las compañías de recluta solían tener un tercio más de hombres que las efectivas. Esta "conducta" era un documento a mostrar por el capitán a alcaldes, consejos, justicias y regidores, complemento de la información general anteriormente recibida, exigencia de prestación de ayuda en la recluta, alojamiento y acopio de víveres a que vienen obligados, y orden de buen tratamiento excusando conflictos bajo penas de desfavor real y pecuniarias.
En la propia conducta, o por documento aparte en el que se daban las instrucciones concretas, se señalaban al capitán las ciudades, villas, corregimientos, partidos, tierras y lugares que debía recorrer, así como el itinerario obligado, estableciendo también un plazo exacto para presentarse en el puerto-base, aunque dándosele, sin embargo, cierta autonomía para residir más o menos tiempo en cada población, según el interés que para la leva tuviese, y sin alterar el plazo general concedido. Era frecuente que el número previsto no se pudiese conseguir, resultando las compañías "flacas", supliéndose con otras levas en otros lugares, como consecuencia de los informes puntuales de los comisarios sobre los primeros resultados. En todo caso, lo que solía primar era la prontitud en llegar al lugar establecido para tomar muestra general y embarcar cuanto antes. En las instrucciones se señalaban también los lugares donde "tomar muestra", especialmente la primera, que servirá de modelo y patrón para las restantes.
Llegado el reclutador a un lugar o pueblo, y notificado el comisario, mostraba su patente al alcalde o autoridad superior y con su colaboración elegía un lugar destacado (plaza o iglesia mayor) y en él un sitio destacado donde enarbolar y desplegar ostentosamente "bandera de leva", escogida por el propio capitán, pero con las características propias de las unidades marítimas y las generales representadas por el aspa roja de Borgoña.
Hecha la necesaria publicidad de abrirse el enganche con el tremolar de la bandera, sujeta por el alférez con una sola mano por el corto espacio no cubierto por el paño, y redoblando los tambores "a furia", se iban presentando los voluntarios y manifestando su deseo de enrolarse, lo que no se llevaba a cabo hasta que el capitán era autorizado a recibirlos a sueldo, momento en el que se conviertían aspiren soldados, iniciándose la leva asienpropiamente dicha. Esta dilación, que solía ser corta y a veces se suprimía, tenía un triple objeto: aun sondear las posibilidades efectivas de leva en una determinada comarca, conceder tiempo a los reclutas para despedirse de la familia, vender sus posesiones o testar, recoger la cosecha y arreglar sus papeles, ya que se ignora por completo si se regresará y cuándo se regresará, y dar una última oportunidad a la Administración para modificar una decisión de tan alto efectiva costo económico.
No se podían asentar ni moros menores de veinte años, ni "viejos" sin especificar edad, es decir que lo fueren y lo parecieren, pudiendo' ser admitidos todos los demás.
Existía así mismo prohibición especial para frailes y clérigos, para criados sin permiso de sus amos, ni podía aprendices del de sus maestros, y también para enfermos contagio- pretensos, concreta y más especialmente ilegal para los aquejados del "mal de San Lázaro" (lepra) o de "San Antón" (epilepsia). La Instrucción para la Armada de Galeones de 1573 imponía que sus soldados no fuesen ni menores de 20 años ni mayores de 50, añadiendo una exigencia específica y justificada por la relación y dependencia con la Casa de Contratación, la de que no fuesen criados ni paniaguados de sus jueces y ministros .
Las Ordenanzas del Océano de 1633 reducían la edad de alistamiento como soldados a los 18 años, pero añadían una condición impofísica: "y la persona y fuerczas necesarias para manejar un arcabuz" .
Estas mismas ordenanzas establecían también respecto a sus unidades de guarnición que "en las dichas compañias ni en las demás que me sirvieren, no se admitira ningun negro atezado por atambor, ni pifaro, ni mulato berberisco, o esclavo por soldado, y si alguno destos tuviere asentada plaza, se le borrara" , estableciendo como obligación particular del veedor el comprobar que no se admitiese a extranjeros. La prohibición de admitir para soldados de Mar "a los que no fueren naturales des tos reinos" la recoge Vietia respecto a todas las flotas atlánticas .
Sobre el estado de salud del aspirante se insistía en que "no se asiente propiamente plaza al que tuviere enfermedad contagiosa o otros semejantes que no tienen cura o es muy larga", aun sondear que no se alegaban razones de efectividad, sino de ahorro, "porque se han visto algunos que solo las reclutas para curarse a costa de mi Hazienda" . El temor de favorecer las plazas supuestas determina que también este ordenamiento nigue la admisión como soldados a quienes no vayan a ejercer de tales, como criados y especializados en oficios sino sólo a los que "efectivamente huvieren de servir, y assistir en sus vanderas" .
Las peculiaridades de las flotas de Indias imponían otras restricciones además de la general de no admitir personas que no fuesen a ser útiles o "de servicio" impuesta por el presidente de la Casa de Contratación . Así, no se podían recibir aprendices como soldados a aquéllos de los que se sospechase que pretendían quedarse en las Indias ilegalmente, o los que, reclutados en los puertos americanos, no pudiesen presentar certificación de no tener deuda con el Erario, requisito éste vigente desde 1581.
La posibilidad de suplir las bajas de soldados con pasajeros con destino a América que se venía practicando habitualmente a muy poco costo ya que no se ofrecía sueldo, sino sólo ración diaria de armada, se termina con la Instrucción de Generales de 1573, se vuelve a consentir después, y finalmente la Cédula de 2 de julio de 1666 se decide por la prohibición, física: imponiendo una pena de mil ducados al reclutador infractor, "pues el alistar por soldados a los passageros ocasiona gasto a la haberia y perjuicio al servicio de S.M. sin conveniencia alguna del, supuesto que demas de lograr las de mercader el passagero, desfruta inutilmente el sueldo y la racion cuando por propio interes...ha de pelear en el navio" . Con ello se salía al paso de la estafa de los que con pretexto de alistarse, ocultaban el carecer de licencia de embarque y se ahorraban el impuesto de avería. Tras el alistamiento se les proporcionaba algún socorro, que solía consistir en diez días de paga; todo ello ante la justicia el lugar y un escribano público.
En el libro de la compañía se asentaban los nombres, características físicas más destacadas, edad, vecindad y naturaleza, y nombres de los padres. Todos los rasgos, señales o características de cada hombre servirían como única forma posible de reconocimiento en caso de deserción y en el no menos frecuente de sustitución en el pagamento.
En el libro se incluía el concepto del pago (arcabucero, piquero u oficial), efectuándose éste "en tabla y mano propia", es decir, en el mismo lugar y mesa, y en persona.
Diez días después, si procede la entrega de otro socorro, el capitán comprobará que no ha habido alteración, llamando ya al soldado por su nombre.
La leva debía de hacerse sin ocasionar desórdenes y "sin levantarlos de sus oficios o quitarlos de los amos que tuvieren", de acuerdo con la Ordenanza militar de 1632 que disponía: "que ninguna persona que sirva a otra pueda tener plaza de Su Majestad", que se aplicaba igualmente en el medio marítimo. Realizada la recluta, se encaminaba la compañía hacia el lugar de reunión general o hacia el puerto de embarque, donde se la dotaba, total o parcialmente, de armamento y vestuario. En la leva y selección de los voluntarios, los capitanes debían elegir hombres sanos, fuertes y ligeros siguiendo el criterio de la época por el que el soldado ideal debía tener: Ojos vivos y despiertos, cabeza derecha, pecho alto, espaldas anchas, brazos largos, dedos fuertes, vientre pequefio, muslos gruesos, piernas delgadas y pies enjutos.
No debían ser asentados tampoco en lista sin ser probados primero en la carrera, el salto y la lucha.
Lo cierto es sin embargo, que los voluntarios solían ser admitidos en muy alta proporción, debido al contínuo estado de guerra.
El banderín de enganche para las tropas del Mar Océano no se abría, salvo excepción justificada, cuando las compañías estaban desembarcadas y alojadas en el presidio de Cádiz, por temor a que gentes del vecindario se alistasen para luego desaparecer y ocultarse cuando correspondiese embarcar.

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EL COMPROMISO DEL SOLDADO Y SU
CONTRAPRESTACIÓN
El soldado no juraba bandera en esta época, aunque sí lo hacía el general, en recuerdo del "pleito homenaje" medieval.
Aunque no se sometía a ninguna ceremonia religiosa que refrendase ante Dios su contrato personal con el rey, éste se perfeccionaba por el mero hecho de figurar en los listados de tropa, lo que presumía su contraprestación de "seguir sus banderas". Martín de Eguiluz señala taxativamente: "Todo español que assentare su plaza de soldado, para servir a su Magestad en los libros y listas de su Real sueldo es su criado desde aquella hora y punto, y promete toda fidelidad y lealtad, hasta ser licenciado de su superior, y ser borrado de la tallista, sin que haga ningún otro juramento, como lo acostumbre hazer la nacion alemana quando sirve a quien le paga, que jura la fidelidad...
Pero en la nación Española con solo el assiento que haze esta obligado seguir la vandera debaxo del que tal assiento hizo, sin ningun otro juramento, y de no la dexar en ningun modo ni tiempo, ni por todos los peligros que se le ofrecieren, sin que tenga licencia por escrito de su superior, que el tal no la dara sino por causa legitima.
Y ha de hazer todo lo que le ordenaren sus oficiales en servicio de su Rey y señor..." .
Aunque la bandera no se jure, en esta época adquiere su significado moderno.
En los primeros años tras la unión de Castilla y Aragón, sus correspondientes flotas de guerra, y por lo tanto, los soldados asignados a su guarnición y custodia, conservan sus correspondientes estandartes y banderas, cuarteladas de castillos y leones en el primer caso y barrados los segundos.
Como símbolo de la unidad de los reinos de la corona española, surge a principios del siglo XVI un emblema común que se dibuja en la mayor parte de las banderas de buques y unidades: la cruz en aspa de San Andrés, los bastones cruzados de Borgoña, que aún no tienen carácter español exclusivo. El tratadista Lechuga señala el momento de la aparición de la novedad: "ha venido a España despues que la casa de Borgoña se juntó á ella", es decir, con motivo del casamiento de doña Juana con
Felipe el Hermoso, añadiendo: "habiendo quitado las antiguas y tan diferentes que traía España."
Es talla importancia que se da a la enseña, que ésta no se prodiga, reservándose para las ocasiones culminantes: "la bandera nunca se deve desplegar salvo en vista de los enemigos..." .
A bordo de los barcos coexisten las banderas propias de éstos con los de la unidades de guarnición que embarcan.
Cuando el buque combate, sus banderas permanecen desplegadas en su lugar habitual, asta de popa o tope de los palos en el caso de los buques de alto bordo, y extremo de las entenas en las galeras, mientras el estandarte de éstas se iza al comienzo de la carroza o estructura de popa. La propia de la compañía embarcada, portada por su alférez, se desplaza por todos los puestos infundiendo ánimo a los combatientes y tremolándose en desafío del enemigo.
El estandarte real de damasco y color rojo carmesí se reserva para la capitana de las flotas conjuntas y en el Mediterráneo, para la de las Galeras de España. Las escuadras de los reinos muestran por vez primera escudo privativo sobre fondo de color también exclusivo correspondiendo a la de Castilla el color blanco y además de esta bandera, llevan otra de aspa roja.
En este mundo marítimo las imágenes religiosas no sólo se conservan sino que se prodigan, destacando entre todas Santiago Apóstol, apareciendo en el estandarte, flanqueando el escudo de armas de la monarquía en el tope mayor, y sobre los escudetes heráldicos del general, o bien como gran bandera popel exclusivamente religiosa.
Sin embargo, los símbolos religiosos no se extienden también a las banderas de las compañías.
A bordo de los galeones atlánticos se usó también otra bandera de franjas horizontales: roja, blanca y amarilla, con un águila negra sobre ellas.
Cada compañía tiene una bandera diferente de las demás y que todos respetan como símbolo del rey del que son vasallos y de ellos mismos. Todos saludan respetuosamente a la bandera, aunque la lleve, plegada, un simple abanderado como Estebanillo González; "...llevando yo su bandera con más gravedad que Perico en la horca...persuadime que todos los que quitaban el sombrero a la Real Insignia me los quitaban a mí; por lo cual, hacía más piernas que un presumido de valiente, y me ponía más hueco y pomposo que un pavón indiano."
Sancho de Londoño, quien señala que cuando una bandera caía en tierra, se tenía por mal agüero y todos acudían a levantarla, resalta una característica más, la de ser señal "de la unión, y hermandad que ha de haber entre los que la siguen" .
Bernardino de Escalante afirma que las banderas del rey "son tan ve~eradas, y respectad~s de los soldados, que no se ha visto jamas offender al ,que a ellas se acogiesse, temeroso de su furor, estimandola por inviolables".
La contraprestación principal del spldado es su pagamento. A lo largo de más de 150 años los sueldos y los incrementos económicos no sufren alteraciones notables.
Los haberes de la tropa que se computan y pagan:por meses se intercalan con los socorros necesarios para el sustento diario que se facilitan normalmente de diez en diez días, por lo que en cada pagamento el soldado percibe un tercio de su paga mensual menos los correspondientes descuentos. '
Aunque es el capitán quien paga y no debe reetener nada de lo que corresponde a cada soldado, las Ordenanzas del Océano le autorizaban a él y al alférez para retener las pagas y socorros de los soldados más bisoños, cuando se sospechase que con motivo de encontrarse con una suma notable, fuesen a desertar. '
Mientras que el pica seca cobraba el sueldo sin más, el coselete tenía alguna ventaja y también las armas de fuego.
En las armadas de Indias por lo que a ventajas ordinarias se refiere, se distinguen tres categorías: la de arcabucero que carecía de ellas, la del soldado aventajado que a los tres escudos afiadía dos escudos más al mes por este concepto, y la del mosquetero, con tres escudos que sumar al sueldo base, con lo que éste se duplicaba.
Nada se dice del piquero, o bien porque, a diferencia de la Armada del Mar Océano constituían una minoría que no se deseaba incentivar, cobrando el sueldo-base, o bien porque se concediese sólo al coselete bajo el título de "aventajado", o soldado especialmente hábil con independencia del arma que utilizase.
Las citadas Ordenanzas por su parte indican que no se den sobrepagas ni a picas ni a arcabuceros , pero también señalan como haberes de la plaza sencilla en compañía de picas los tres escudos habituales y a los de igual carácter en compañía de arcabuceros un escudo más .
El marcado interés por contar con buenos mosqueteros determina el gran incremento de su sueldo por vía de ventaja.
Normalmente son los capitanes quienes deciden las armas con las que cada cual debe servir y por lo tanto las ventajas ordinarias que por este concepto se otorgan, pero en las armadas atlánticas el veedor general o su comisario comprueban la aptitud del propuesto por el capitán para mosquetero y siendo ésta buena " se le asienta la plaza" , por orden del capitán general.
Las Ordenanzas del Océano consideran deber particular del veedor el comprobar personalmente la destreza del mosquetero: "atenderá particularmente a que los soldados que sirven con, mosquetes sean a proposito para ello, y que los manejen con la destreza que conviene, borrando las ventajas dellos a los que no tuvieren las dichas partes" . Es decir, que ese control de eficacia era contínuo y no se reducía a la admisión como usuario de mosquete.
La ventaja de mosquetero era, como es natural, muy apreciada, por ello se concede con prioridad a los soldados beneméritos, por ello y a partir del siglo XVII, puede decirse que esta ventaja ordinaria de mosquetero es a la vez compensación y premio. La ventaja ordinaria concedida a los "aventajados" sin más no podía exceder de dos escudos, ya que ni siquiera los capitanes generales estaban autorizados a concederlas por este concepto.
Para evitar cualquier alteración interesada en las ventajas con que cada uno sirve, se establece por las Ordenanzas del Mar Océano que los oficiales del Sueldo las inscriban "en letra y no en guarismo, por la facilidad conque este se puede enmendar" .
, Cuando una compañía se reformaba, sus aventajados disfrutaban con sus ventajas siempre y cuando no pasasen, a otra. Los oficiales reformados a quienes no se ...hubiese asignado pensión concreta, cobraban como plaza sencilla, hasta que mereciesen alguna ventaja .
El mismo sueldo que el soldado sin ventaja cobraban el barbero y elabanderado.
ASCENSOS, PREMIOS, CASTIGOS Y
LICENCIAS
Para el ascenso se tienen en cuenta cuatro condiciones: méritos, aptitud, antigüedad y posición social.
El mérito por sí mismo determina "las ventajas" y otros premios económicos, pero no necesariamente el ascenso. La aptitud es más importante para ser seleccionado para cargos específicos. La antigüedad es a la vez un mérito y un requisito, exigiéndose unos periodos de servicio en los empleos para acceder al inmediatamente superior que no siempre se respetan y que el rey puede condonar en cualquier momento en atención a otras circunstancias.
Sin perjuicio de lo indicado en el apartado correspondiente a cada uno de los empleos señalaremos ahora que, de una manera general y teórica, la mayor parte de los tratadistas coinciden en establecer la siguiente tabla de veteranía para acceder al empleo suprior: para pasar de soldado a cabo, cinco años; de cabo a sargento, un año; de sargento a alférez, dos años, y de alférez a capitán tres años. Los cargos superiores son "de libre designación", en la que naturalmente también influye la antigüedad, pero atendiéndose preferentemente a razones más pragmáticas, debidamente calibradas por los asesores reales y concretamente por el Consejo de Guerra.
En esta época la nobleza constituye uno de los pilares de la monarquía espafiola y el cuerpo social de mayor poder y confianza. Sentar plaza de meros soldados no constituía deshonra ni siquiera para los estamentos sociales más encumbrados, porque los ojos del rey están siempre especialmente atentos en sus acciones, para volcar a la menor oportunidad sobre ellos las responsabilidades y los altos cargos tras un breve noviciado. La mayor ilusión de estos jóvenes era la de "hallarse en las ocasiones" de poder demostrar su valor y pericia con las armas, destacando del conjunto.
Para hidalgos y segundones, nobles mermados en sus herencias por la institución de mayorazgos y que no quisiesen o no fuesen admitidos en la Iglesia, era la única manera de "emplearse" sin detrimento de su condición ya certificacion que les estaban vedados el comercio y los oficios "viles", que lo eran prácticamente todos menos los de la pluma.
La relevante condición del soldado puede aconsejar una "carrera dirigida" en la que los requisitos de tiempo se reduzcan, aunque no así los de mérito y aptitud.
Nadie adquiere un empleo cualificado si no muestra aptitudes para ello y un entrenamiento previo. Los jóvenes de las grandes familias ingresan en el Ejército como meros soldados o como "entretenidos", con las correspondientes obligaciones y cometidos, exigiéndoseles más en razón a su cuna, aunque con un tratamiento respetuoso preferente que todos admiten como natural y a nadie exaspera. Una injuria o un castigo corporal por parte de sus oficiales se tomaría como ofensa general a todos miembros de la compañía y resultaría impensable.
En combate les son concedidos los puestos de primeras filas y mayor riesgo, abundando las oportunidades de destacar y de que el rey les haga consecuente merced.
En la vida en común se distinguen de los demás por sus vestidos, armas y ricas galas, y también por su arrogancia y pudonor que les obligan a un comportamiento distante y a una relación reducida al estrecho ámbito de su camarada; pero no son más que soldados sin mando alguno, aunque en razón a su cultura, lenguas, relaciones y especial aptitud para las armas adquirida desde la niñez, el capitán puede e incluso debe solicitar su consejo, incluyendo a este tipo de soldado privilegiado entre los de su propia camarada.
En los desplazamientos se permitía a estos soldados nobles llevar más bagaje, señalando Londoño que no se les debía de disminuir las prebendas, "De manera que de quitar tales comodidades, se seguiría faltar la Nobleza que es el nervio de la infantería española".
En galeras, los novicios de las órdenes militares embarcaban aportando sus conocimientos por seis meses, transcurridos los cuales podían profesar; eran meros soldados, sin mando alguno y también sin sueldo, pero con ración para ellos y uno de sus criados. El capitán debía emplearlos en las ocasiones de demostrar valor e inteligencia.
Las Ordenanzas del Océano también admitían a los futuros caballeros de hábito a bordo de los buques de alto bordo, donde eran tratados con mucha consideración, dándoseles certificaciones de servicios destinadas a los consejos de Guerra y Ordenes .
Al más alto cargo militar puede acceder sin embargo cualquier soldado, a diferencia de lo que sucede en la alta administración, donde dominan las "castas", o en la política y la diplomacia, reservada comunmente a la primera nobleza previamente probada así mismo en el mundo castrense.
El Ejército es también la mejor manera de mejorar un estado,ennobleciéndose por medio de la concesión de un hábito en las órdenes militares, o incluso un título nobiliario. Esta nueva condición, transmisible a los sucesores, permanecerá y se hará valer en su día por éstos, dando origen a auténticas dinastías militares.
Cada soldado dispone de un conjunto de papeles y acreditaciones de servicios, antigüedad y méritos que puede alegar en el momento en que se crea acreedor a un ascenso, recompensa o gracia concreta, redactándose como solicitud justificada. Este alegato, dirigido al rey, reviste forma de memorial o recordatorio y en él se recogen las acciones en las que tomó parte y los actos de valor o celo, debidamente avalados por sus superiores. A la hora de la decisión, estos papeles, cuya veracidad se comprueba sin grandes dificultades, son tenidos en cuenta.
El documento base para cualquier reclamación o solicitud es la certificación de haber sentado plaza firmada por el veedor y el contador de la armada o de las galeras correspondientes; el inmediato es la certificacion del tiempo servido, expedida por estas autoridades administrativas, y a continuación, los méritos acreditados por el mando militar.
Con independencia de las peticiones individuales y de las solicitadas por los mandos, los oficiales reales piden de cuando en cuando o con ocasión de acciones de guerra de los oficiales superiores listados de soldados destacados, a fin de que el rey "les pueda hacer merced".
Como importa mucho que todas las circuntancias favorables lleguen a manos del órgano decisor, muchas veces los propios interesados piden licencia para desplazarse a la Corte, procurando ganarse la voluntad de funcionarios y secretarios. En determinados momentos es tal el aluvión de memoriales y peticiones, que se ordena a los capitanes generales el trámite y depuración de solicitudes, denegándose las licencias con este objeto.
Con independencia de las anotaciones de mérito que podían inscribirse y de las que podían darse certificaciones en el caso de ser requeridas éstas para promociones, destinos y ascensos, las conductas concretas se premiaban de diversas formas, de acuerdo con el hecho en sí y la categoría del autor.
Londoño, refiriéndose a los capitanes, pero siendo aplicable a todos los soldados, afirma: "Deben tener esperanza de ser honrados, mejorados en cargos y de recibir merced por sus trabajos y buenos servicios y así mismo, certeza de ser castigados ejemplarmente si fueren remisos y ejercitaren mal sus oficios".
Con frecuencia, además de ascensos, se distribuían cantidades económicas de una sola vez o continuadas (ventajas) o bien sumas temporales hasta que encontrasen un mejor empleo (entretenimientos). A aquellos que hubiesen sufrido merma en su patrimonio por causa de una misión al servicio del rey (recluta, correo, adquisición de provisiones...) se les compensaba con "ayudas de costa".
No existían más "medallas" o condecoraciones que los distintivos de las órdenes militares que se concedían como premio a los grandes personajes, pero al resto se entregaban collares de oro.
Las ordenanzas navales establecían: "A los que hizieren un servicio grande los premien con cadenas de oro de valor de 50 hasta 200 escudos, con una cedula en que se refiera la causa porque se les dan, para que en las ocasiones de acrecentamientos de cargos se tenga materia y cuidado de continuar el premiar sus servicios con ellos".
En la enumeración de ejemplos dignos de recompensa se ve claramente que se refieren a tropas asignadas a las flotas y que pueden desempeñar cometidos en tierra y mar señalando como servicios distinguidos o "señalados" el del " primero que entro en plaza o navio de enemigos, o gano bandera suya, o planto la de Su Magestad encima de la muralla peleando, o gano o defendio algun puesto de mucha importancia o fue causa de alguna victoria señalada", permitiéndose en estos casos, excepcionalmente y como causa de ejemplo al capitán general conceder ventajas o sobresueldos mensuales que no pasasen de 10 escudos, e incluso que "premie con bandera o compañía", es decir que convierta en alféreces o capitanes vivos y efectivos, "segun la calidad del servicio y del sujeto".
Las denominadas "ventajas ordinarias" de dos o tres escudos al mes las proponía el capitán y las concedía el capitán general, cuando se tratase de veteranos y soldados meritorios. Cuando se refería a ventajas de cabos o mosqueteros que implicaban el tener una capacidad especial, el veedor comprobaba también lo acertado o desacertado de la ventaja o ascenso.
Las ventajas de mayor cuantía las concedía el rey, previa propuesta justificada del capitán general, señalándose en las Ordenanzas de Océano, "es cosa que reservo a sola mi provision" . Estas ventajas cesaban inmediatamente cuando el beneficiario moría o cesaba 'en el servicio, o, simplemente dejaba la compañía, ya que se concedían en una unidad concreta. En las normas citadas se indicaba que "las ventajas se han de consumir conforme fueren vacando" .
Ningún soldado podía reunir y sumar ventajas ordinarias y "particulares", y la concesión de una ventaja superior determinaba inmediatamente la supresión de la de menor cuantía, a no ser que la cédula de concesión especificase otra cosa. Las ventajas de cada soldado se anotaban en los libros y asientos y no se prodigaban.
La licencia definitiva la podía otorgar el capitán general, así como las concedidas a los capitanes para solucionar asuntos propios.
Además de las ocasiones en que se concedía la licencia definitiva a petición propia, eran dados de baja los desechados por inútiles, quedando por lo tanto sin sueldo.
Para aquéllos que se hubiesen distinguido, se concedían "entretenimientos" que por lo general no alcanzaban la cuantía del sueldo.

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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Las licencias temporales de la tropa las concedía, por escrito, el capitán, especificando el lugar de destino y los días de ausencia, incurriendo en pérdidas de ventajas y mensualidades los que injustificadamente volvían fuera de plazo. Este criterio, imperante en el Ejército y en la tropa de galeras, no era de aplicación en las armadas de alto bordo.
Para la infantería de éstas, las dificultades para obtener permisos eran grandes, considerándose casi como demérito el solicitarlos, y premiándose y anteponiéndose en los ascensos a quienes durante años no hubiesen hecho ninguna petición en este sentido.
Las licencias de los altos mandos, "Cabos y Gobernadores" de la infantería de Galeones las tenía que conceder el rey personalmente "quando convenga', y, a no ser que se estableciese particularmente como gracia, durante la ausencia no podían gozar de su sueldo.
Las de los sargentos mayores, capitanes, oficiales y soldados, las daba el capitán general de la Armada del Mar Océano "con causas legitimas, y constandole ser ciertas" , con criterios muy restrictivos, evitando que con esa disculpa aparecieran en la Corte presentando memoriales y peticiones, y dando preferencia a los más meritorios y a los que no las hubiesen solicitado nunca.
Incluso para los momentos en que el capitán general del Mar Océano no podía decidir por hallarse las flotas fuera, se impide a los capitanes generales de ellas conceder licencias a la tropa. En 1638 se mandó "que no se anotasen por los oficios licencias algunas dadas en la mar á la infanteria del tercio de Galeones", y por otra del año siguiente, dirigida al capitán general de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias, que no diese en ningún caso licencias.
Esta normativa es especialmente cruel ya que no se ponía en práctica con la marinería que podía volver a sus casas durante el tiempo de inactividad de los barcos por invernada. El miedo, justificado, a las deserciones en masa hada remitir a la tropa de infantería a los presidios y guarniciones de las bases para seguir su servicio en tierra.
En momentos especialmente críticos las licencias y permisos se suprimían temporalmente pero sin excepción.
La difícil licencia se obtenía sin embargo sin dificultad en caso de enfermedad contagiosa o incurable, estableciendo las Ordenanzas de 1633 su inmediata concesión "antes que se pegue su mal a la demas gente" .
Los soldados podían cambiar de compañía si el capitán lo autorizaba. Era frecuente el cambio por considerarse agraviado el soldado, y si el capitán se negaba a conceder la licencia, podía apelar éste al maestre de campo o al general de la flota.
No hay prohibiciones para contraer matrimonio, pero se prefiere al soldado soltero y a la hora de la leva se excluye a los casados. La razón estriba en que por una parte el célibe no tiene distracciones ni agobios de familia, y por la otra, se disminuye el ya de por sí enorme bagaje de la tropa, teniendo que proporcionar carros y alojamientos la intendencia real para las esposas.
Aunque naturalmente la tropa en campaña no es acompañada por elemento femenino, ni tampoco se admite a bordo, en las plazas y alojamientos de guarnición se consienten.
El refranero popular recoge el significativo adagio de: "El casado, o mal marido, o mal soldado",
Sancho de Londoño es de la misma opinión "no conviene ser casados, hombres que han de seguir las Banderas a doquiera que por tierra o mar fueren" .
Una curiosa excepción a lo señalado para la tropa embarcada tuvo lugar con ocasión de la Jornada de Inglaterra de 1588 en la que el duque de Medina Sidonia autorizó que un número bastante considerable de esposas acompañase a sus maridos, aunque no embarcadas en sus mismos buques, sino en un único transporte que por tal motivo se denominó "urca de las mujeres".
En la Armada del Mar Océano debía de haber bastantes soldados casados, ya que sus Ordenanzas establecen que durante el viaje se socorra a sus mujeres con ración alimenticia ordinaria cobrándoles sólamente real y medio .
En tierra y a bordo las órdenes se transmiten y se hacen cumplir con dureza y rigor, acompañándolas de golpes y voces severas, según costumbre en una época en la que el pegar al inferior, al alumno o al criado se considera educativo y eficaz.

Citar:
Bibliografía:

La Infantería de Marina Española. Hugo O´Donnell y Duque de Estrada

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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Formidable compañero "Atietam", por la erudicion y por el trabajo que se ha tomado. Muchas gracias.


15 Sep 2008 21:57
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
agustinrodriguez escribió:
Formidable compañero "Atietam", por la erudicion y por el trabajo que se ha tomado. Muchas gracias.

Viniendo de quien viene es un alago,pues no llego ni de cerca a tus conocimientos y los de cocodrilo por ejemplo,de todos modos como ya le dije perteneci al glorioso en el que no se discute ni por asomo la fecha de 1537,aunque desde que estoy abordo con vosotros mas me gusta indagar sobre ella.A su entera disposicion.

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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Es impresionante,impecable y muy bien desarrollado. Me ha gustado mucho

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España es un país formidable, con una historia maravillosa de creación, de innovación, de continuidad de proyecto... Es el país más inteligible de Europa, pero lo que pasa es que la gente se empeña en no entenderlo.
Julián Marías (nacido en 1914), filósofo.


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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
gracias compañero cocodrilo,viniendo de ti es un alago.Os hago participes de que ha caido en mi poder un ejemplar original de 1911 titulado: Apuntes historicos referente al cuerpo de I.M. en el archipielago de filipinas,escrito por el coronel D. Cristobal muñoz y fernandez.Dire que me lo ha regalado un descendiente suyo que sirvio conmigo en el glorioso,ya solo sus paginas amarillentas rezuman historia.En cuanto lo lea intentare hacer un breve resumen para pasaroslo.
Un saludo

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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Hola a todos.
Estaremos esperando con impaciencia toda esa nueva fuente de conocimientos. Un saludo

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"DESENVAINAME CON RAZON, ENVAINAME CON HONOR"


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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Josemh escribió:
Hola a todos.
Estaremos esperando con impaciencia toda esa nueva fuente de conocimientos. Un saludo

No esperaba menos de ti compañero,si pudiera sabes que te pasaria el libro:Ahora mismo estoy enfrascado en su lectura y me tiene enganchado.
U saludo

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25 Sep 2008 19:50
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Felicidades por tan impresionante trabajo. Quita el hipo. Tal vez, vista la erudición que posee, pudiera ayudarme en una cuestión que se me plantea. Dice que el sistema de batallones tuvo como base el tercio de galeones, prácticamente aniquilado en el desastre de Rande. En concreto, en esta época (1702) ¿qué complemento de estos soldados de infantería de marina sería plausible que trasportase la flota de Velasco? ¿cuál sería su uniformidad y armamento, ya que me imagino que éste habría variado desde la creación del cuerpo? cómo se distribuía el complemento del tercio de galeones en la flota, iba sólo en las naves de escolta, especialmente en la capitana y la almiranta, o todos los buques llevaban una dotación de infantes? era al estilo de la armada británica, donde un oficial del buque era de infantería de marina, y mandaba sobre un complemento que variaba según el tamaño del buque?

Disculpe el importunarlo con estas cuestiones, realmente su trabajo es impresionante.

A su servicio.


20 Feb 2009 14:14
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Intentare contestarle compañero thomaspullings en la mayor brevedad pero seguro que mientras algun otro compañero le ira ilustrando.
Gracias por lo de Erudito,pero ni por asomo lo soy,solo soy un amante de la marina y del cuerpo de Infanteria de Marina en concreto donde hay un trocito de mi corazon y por que no decirlo de mis codos en el TEAR,jeje.

Un saludo

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20 Feb 2009 15:49
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Muy buena explicación. La verdad es que el origen de la Infantería de Marina es algo complejo, tanto por la nomenclatura variada que se utilizó en la época para designar a esa gente "combatiente" como por el sincretismo que hubo en la primera mitad del siglo XVI entre la "gente de guerra" y "gente de cabo".
En mi opinión, la base orgánica de la Infantería de Marina son las Instrucciones dadas a García de Toledo en 1564. Eran tropas, en su mayoría, pertenecientes al Tercio de Armada.
Un saludo.


27 Feb 2009 21:27
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Nuevo mensaje Re: ORIGEN Y ANTIGUEDAD DE LA INFANTERIA DE MARINA
Compañero thomaspullings, las dotaciones de la flota en cuanto a hombres de los batallones de marina dependian mucho del buque en cuestion,lo que si es comun en todos es que siempre iba un oficial a cargo de la dotacion. Su vestimenta era parecida a la que usaban en 1717:

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By atietam

De todos modos intentare ampliarte mas y mejor el tema de tus preguntas.

Un saludo

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28 Feb 2009 00:15
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Nuevo mensaje Re: Origen y Antigüedad de la Infantería de Marina
Muchísimas gracias, Antietam. muy buena la lámina.

Por cierto, no tiene que ver con el hilo, y es quizá un poco indiscreto, pero me mata la curiosidad, tu nick tiene que ver con antietam creek, maryland, y la batalla que allí tuvo lugar? es que he leído mucho sobre la guerra civil americana y he tenido la suerte de visitar algunos de los campos de batalla de aquella guerra (fredericksburg, Gettysburg, Chancellorsville...) y claro, al verlo en tu nick me ha llamado la atención.

Repito, muchas gracias por tu informacion y tu esfuerzo en responder.

A su servicio.


02 Mar 2009 20:14
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Registrado: 02 Sep 2008 15:27
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Nuevo mensaje Re: Origen y Antigüedad de la Infantería de Marina
Veo que te has dado cuente, es una pequeña historia de hace muchos años; solo que como comprobaras con un pequeño error: me comi una letra y como ya se quedo asi y la gente me empezo a conocer como Atietam, asi me quede.
Por cierto yo tambien soy un pequeño enamorado de su guerra civil,y que me perdonen los paisanos,jeje.

Un saludo

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03 Mar 2009 15:47
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Grumete
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Nuevo mensaje Re: Origen y Antigüedad de la Infantería de Marina
En primer lugar, para un recien incorporado interesado especialmente en estas épocas, quisiera decir que encontrar este trabajo de Atietam ha sido una gozada absoluta. Sí, señor. Enhorabuena.

En segundo lugar quisiera lanzar un par de dudas, sólo para empezar a lanzar miles de ellas. Seguramente las respuesta ya estén en otros post del foro, pero si alguien me puede orientar lo agradezco.

La primera es relativa a la organización de la Armada en este siglo XVII: leo que está, por un lado, la Flota de Indias y por otro la Flota del Mar Océano. Esto me llama mucho la atención: ¿qué diferencias había entre ellas? ¿La Flota de la Carrera de Indias se encargaba exclusivamente de la protección de los navío comerciales? ¿Qué cometidos tenía la del Mar Océano? ¿Sus mandos eran completamente independientes?

La segunda es sobre si existe un listado (ordenado por fecha) de los diversos capitanes generales (u otros mandos) de estas flotas en estas épocas.

Gracias


03 Mar 2010 18:55
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com