Hola a todos. Como ya hablamos en alguno de los mensajes anteriores, en los últimos tiempos han sido muchas las operaciones en las que ha participado el Cuerpo de Infantería de Marina. Ya hablé sobre la operación Sierra-Juliet en Irak de la que formé parte. Quiero ahora abrir un tema en este caso sobre la operación Mar Caribe que se desarrolló en Haití y que aunque en esta ocasión no participé, si lo hicieron muchos compañeros que con sus comentarios y anecdotas ilustran el texto que voy a colocar.
En primer lugar y antes de pasar a los acontecimientos me gustaría exponer las condiciones de vida, clima y seguridad que se daban en el momento en que nuestras fuerzas pusieron pie en Haití. Espero que os guste.

Situación

Haití ocupa el tercio más occidental de la isla La Española, está bañada por el Mar Caribe, y comparte 275 kms de frontera con la vecina República Dominicana. El país es muy montañoso, con elevaciones que llegan a más de 2500 metros de altura en el interior.

En Haití no hay luz eléctrica, en ciertos sitios recurren a generadores, pero en el caso de Fort Liberté éste había dejado de funcionar hacía tiempo. Por la noche, la oscuridad en los pueblos es total.

El clima es típicamente caribeño, sin apenas diferencia en las estaciones, salvo por las copiosas lluvias de los meses de octubre y noviembre o de mayo y junio. Las temperaturas oscilaban en la zona de responsabilidad entre los 20 y los 35º. Entre Junio y Noviembre es lugar de paso de ciclones y huracanes tropicales que dejan a su paso más miseria y desolación de la ya habitual.

La vegetación es tropical, aunque la deforestación ha sido continua en los últimos años y es un problema añadido a los muchos que ya tiene Haití. Una vista aérea permite apreciar desde el aire las grandes masas de terreno completamente arrasadas por la erosión producto de esa deforestación feroz.

Haití es, desde hace décadas, el país más pobre y atrasado del continente americano, con una renta per cápita inferior a un euro al día. Tiene algo más de 8 millones de habitantes de mayoría negra, de carácter alegre y risueño en situaciones normales, pero que puede volverse hosco, bronco y muy agresivo ante determinadas circunstancias.

La población es católica en su mayoría, pero la práctica del vudú está muy extendida por todo el país. En la entrada de Fort Liberté, capital administrativa del Departamento Nordeste, hay un cruce de caminos que pronto fue bautizado por los españoles como “cruce del brujo”, fácilmente identificable por las gran cantidad de banderas de todos los colores que, sujetas en palos, indican que allí vive el brujo más popular de la zona.

El paro es uno de los grandes problemas de Haití. En el Nordeste, las industrias son prácticamente inexistentes y los hombres recorren los caminos, machete al hombro o a la cintura, en busca de alguna fruta o caña de azúcar que vender a la vera de los caminos.

La sanidad pública es prácticamente inexistente. Los hospitales son escasos y carecen de los medios más elementales. La malaria o el dengue, enfermedades casi desconocidas en otros lugares, son aquí habituales; el SIDA afecta a un gran número de personas, aunque no hay cifras oficiales debido, entre otros factores, al ocultismo con que se lleva este asunto entre la población.

La delincuencia es el otro gran azote de Haití. El elevado grado de corrupción existente ha vuelto a los haitianos escépticos y desconfiados ante las instituciones. La Justicia y la Policía Nacional haitiana - la PNH (pronúnciese “penach”)-, no son precisamente muy populares.
La otra cara de la moneda eran los pueblos del Sur del AOR. En Ouanaminthe, Perches, etc., la actividad de bandas y pandillas armadas era muy intensa, narcotráfico incluido. Algunos se dedicaban a asaltar a los “tap-tap“, el transporte público más popular de la zona. Los “tap-tap” consistían en viejos camiones en cuya caja viajaban hacinados un número inverosímil de personas y mercancías.

Los lunes y viernes, días de mercado en Dajabón, localidad dominicana separada de Ouanaminthe por el río Masacre, recorrían la ruta 121 que va desde Ouanaminthe hasta Cap Haitien, pasando por Fort Liberté. Era entonces cuando grupos de cuatro o cinco individuos, armados y generalmente muy violentos, paraban a la gente, robaban todo lo que llevaban y violaban a las mujeres.

Ouanaminthe, punto de paso obligado de mercancías procedentes de la Republica Dominicana hacia el Norte de Haití era, con diferencia, el pueblo más peligroso y caliente al que hubo que hacer frente. Un lugar convulso, un inmenso basurero donde la población se hacinaba en unas calles llenas de chatarra y basura, donde los pillos, tramposos, ladrones, extorsionadores y bandidos de la zona tenían su lugar predilecto de actuación. Allí coincidían el mayor grupo de antiguos militares de las extinguidas Fuerzas Armadas de Haití (Ex FADH) conocidas bandas armadas (“Base 52”, “katchapika”, “Blue Helmets”, etc) dedicadas a todo tipo de actividades ilícitas.

Otro problema en Haití son los flujos migratorios hacia la República Dominicana. El cruce ilegal de haitianos es constante, y constantes son las deportaciones de vuelta. Algunos mueren en el intento, y los que lo consiguen, acaban trabajando por sueldos de miseria en los peores puestos. Todo esto genera grandes tensiones y continuos problemas fronterizos entre ambos países, que se dejaron sentir notablemente en el AOR del Batallón español, especialmente en Ouanaminthe.

Desarrollo de los acontecimientos

La situación de crisis progresiva existente en Haití, el país más pobre del continente americano desde hace décadas, desencadenó en el 2004 una serie de revueltas y enfrentamientos sangrientos entre policía y partidarios del entonces Jean Bertrand Aristide. Dicha situación provocó finalmente la caída del régimen y el abandono del país por parte del presidente.

Ante la situación posterior de caos y desgobierno, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la resolución 1529, que autorizaba la intervención de una Fuerza Multinacional provisional, para apoyar al Presidente provisional Boniface Alexandre a restablecer la paz y la seguridad, con la participación de EE.UU., Francia, Chile y Canadá. Posteriormente, con fecha 30 de abril, el Consejo aprueba una nueva resolución, la 1542, en la que se establece la creación de una misión de estabilización en Haití (MINUSTAH).

La Fuerza Multinacional provisional traspasó sus cometidos a la MINUSTAH el 1 de junio de 2004, estableciéndose como cometidos principales contribuir a mantener un entorno seguro y estable que permita el desarrollo del proceso constitucional en curso y la provisión de ayuda humanitaria.

Como Alto Representante del Secretario General de las Naciones Unidas para Haití (SRSG), la máxima autoridad de la MINUSTAH, se nombró al experto político chileno, Excmo. Sr. D. Gabriel Valdés.

El componente militar de la MINUSTAH, con un máximo autorizado de 6.700 soldados y 1622 policías, se puso bajo el mando del General brasileño Augusto Heleno Ribeiro Pereira, primer Comandante del componente militar de la MINUSTAH.

El 21 de julio de 2004, la ONU invitó a España a aportar fuerzas, decidiéndose por acuerdo del Consejo de Ministros de 10 de septiembre de 2004, el envío de un Batallón de Infantería de Marina, con la inclusión en el mismo de una compañía marroquí como respuesta al ofrecimiento simultaneo hecho por Marruecos a España.

La unidad de las Fuerzas Armadas elegida para llevar a cabo la misión en Haití fue el Tercio de Armada, para lo cual se constituyó el primer contingente de la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina (FIMEX-H).

Este primer contingente al mando del Coronel de Infantería de Marina, D. Javier Hertfelder de Aldecoa estaba compuesto por 200 efectivos, de los cuales 191 eran hombres y 9 mujeres (16 de nacionalidad extranjera). El grueso del personal procedía del Segundo Batallón de Desembarco (BD-II) de la Brigada de Infantería de Marina, reforzado principalmente por personal del Tercer Batallón Mecanizado (BDMZ-III) y del Grupo de Apoyo de Servicios de Combate (GASC).

La fecha de partida se estableció para el 15 de octubre de 2005, embarcando en el buque de asalto anfibio Castilla, atracado en el muelle nº 1 de la Base Naval de Rota.

Previo a la salida, tuvo lugar el acto de despedida a los pies del buque, presidido por el Excmo. Sr. Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA), Almirante General Sebastián Zaragoza Soto, acompañado por el Excmo. Sr. Almirante de la Flota, Almirante Angel Manuel Tello Valero y el Excmo. Sr. General Jefe del Tercio de Armada, General de Brigada José Enrique Viqueira Muñoz.

Como hemos señalado más arriba en esta fuerza se integraría una unidad marroquí de 160 efectivos, que actuaría operativamente bajo el mando español.

Después de 12 días de travesía atlántica, el 27 de octubre fondeó el buque en aguas del cap haitien, a diez millas mar adentro, situación en la que estuvo durante 24 horas, porque no había hueco en el muelle del puerto debido a sus 160 metros de eslora.

Al día siguiente, cuando pudieron desembarcan fueron recibidos por el Force Commander, jefe del componente militar de la MINUSTAH, General Ribeiro Pereira, e inmediatamente organizaron el primer convoy hacia Fort Liberté. En ese momento, los infantes de marina se encontraron, por primera vez con la realidad haitiana. La sensación fue de un gran agobio, pues al calor, que sin ser excesivo se veía acrecentado por llevar el chaleco anti-fragmentos, el casco y el resto del equipo, y a la humedad que los hacía sudar copiosamente, se unió la vista de la gente, miles de personas que se agolpaban andando por la calle, muchos de ellos circulando en unas motos viejísimas, otros en carromato, algunos en burro, y muchos subidos a camiones que compartían con innumerables bultos, fardos de ropa, gallinas,,,,.incluso en el techo viajaban algunos. Charcos de agua donde bebían los cerdos que se encontraban sueltos por las inmediaciones, gente asomada a las ventanas, gente sentada a las puertas de las casas, y niños que compartían sus juegos con los cerdos. Los vehículos circulaban por donde podían, los conductores hacían resonar sus viejos claxon, un caos. Aquí comenzaron también a ser invadidos por el olor, pegajoso y espeso, donde se mezclaban sudor, polvo, agua estancada, suciedad y alimentos en descomposición. Una vez que salieron de Cap Haitien tuvieron que cubrir los 65 kilómetros que los separaban de Fort Liberté. Y aquí se encontraron con una nueva sorpresa, que si bien no era tal, pues habían recibido teóricas al respecto, la realidad superaba lo que habían aprendido: las “carreteras”, eufemismo con el que eran bautizados los caminos que unían las poblaciones, una sucesión interminable de enormes socavones y baches, fango y piedras. Aquel primer convoy les llevó más de nueve horas. Y para colmo, cuando, ya de noche llegaron a Fort Liberté, comenzaron a escuchar el sonido repetitivo y machacón de timbales y percusiones de todo tipo, que sin ellos saberlo, procederían posiblemente de algún ritual vudú. La verdad es que la entrada fue de lo más triunfal.

En Fort Liberté, la FIMEX-H I estableció inicialmente una base provisional en una explanada que hay delante de las ruinas del fuerte de Saint Joseph, usando tiendas de campaña y algunos contenedores.

En dicha población se encontraban también las oficinas de la rama civil de la MINUSTAH1, que incluía a la policía de las Naciones Unidas (UNPOL) y la comisaría principal de la PNH.

El Batallón Hispanomarroquí, asumió la total responsabilidad del área asignada el día 11 de noviembre de 2004 mediante un acto de transferencia entre el Teniente Coronel Carrasco Jefe del contingente Chileno del que dependía la región y el Coronel Jefe de la FIMEX-H. Dicho acto se desarrolló bajo una intensa lluvia tropical

La zona de responsabilidad comprendía la zona Noreste de Haití (denominada Región Norte 3). Esta zona era de las más pobres del país, lo que significa que sus habitantes eran pobres entre los pobres. El borde Este coincidía con parte de la frontera con la República Dominicana, mientras que en el Oeste estaba el AOR del Batallón Chileno. La parte Norte, en donde están las poblaciones más importantes de esa zona, entre las que destaca Fort Liberté, capital administrativa del Departamento Nordeste, está bañado por el Mar Caribe.

Ya cerca de las Navidades de 2004, una vez finalizadas las obras de acondicionamiento de la "Base Miguel de Cervantes" pudieron desmontar las tiendas y trasladarse a las nuevas instalaciones fijas, donde las condiciones de vida del personal mejoraron notablemente, pues ya se disponía de un recinto compuesto por tres edificios y unos cuarenta corimec

Los 160 efectivos de la unidad marroquí que estaban mandados por un Teniente Coronel con su correspondiente Plana Mayor, quedaron instalados en una casa en Fort Liberté, muy cerca de la “Base Cervantes”. Por su parte, la compañía marroquí ocupó una base en las cercanías de la localidad de Terrier Rouge, cercana a la población de Tru du Nord.

Semanas más tarde, la MINUSTAH decidió que el Batallón español estableciese un segundo destacamento permanente en la villa de Ouanaminthe, como una forma de controlar mejor esa zona fronteriza tan caliente. Se estableció en una casa de espartanos estándares haitianos que acogía a una Sección de Fusiles reforzada, cerca de 40 hombres y mujeres que, como norma, eran relevados cada semana.

Hasta abril de 2006 se sucedieron cuatro relevos de la FIMEX-H que actuaron con idéntica ejemplaridad, dejando constancia de la capacidad expedicionaria de la fuerza enviada. Junto con la Unidad de repliegue, fueron casi mil los hombres y mujeres del Cuerpo que, a lo largo de ese año y medio, tuvieron ocasión de contribuir al cumplimiento de la misión encomendada por el Gobierno.

Las sucesivas FIMEX-H II, III y IV, estaban mandadas por los Coroneles (Eventuales) Francisco Bisbal Pons, Miguel Flores Bienert, y Andrés Gacio Painceira, se formaron con las Planas Mayores y unidades del Batallón Mecanizado (BDMZ), el Primer Batallón (BD I) y el Grupo de Artillería de Desembarco (GAD), respectivamente. Todas ellas fueron reforzadas con unidades de apoyo logístico procedentes del Grupo de Apoyo de Servicios de Combate (GASC) y elementos del resto de las unidades de la BRIMAR.

Los movimientos de personal para los relevos de los sucesivos contingentes se hicieron mediante vuelos de Air Europa, compañía aérea contratada por el Ministerio de Defensa. Se salía del aeropuerto de Jerez y se llegaba al de Santiago de los Caballeros, en el Norte de la República Dominicana. Desde allí, en autobuses y escoltados por el ejército dominicano, se cubría el trayecto hasta la frontera con Haití en la ciudad de Dajabón. A continuación se cruzaba la frontera y usando los vehículos orgánicos, incluso a veces helicópteros de la MINUSTAH, se completaba el movimiento, que finalizaba en Fort Liberté. Las excepciones fueron el viaje inicial del “Castilla”, ya mencionado, y un último viaje que hizo una LST en Abril de 2006, enviada para repatriar el material que se encargó de recoger la Unidad de Repliegue en las semanas inmediatamente posteriores a la partida de la FIMEX-H IV.

Cada uno de los cuatro contingentes estuvieron en Haití unos cuatro meses, un poco más en el caso de las FIMEX-H I y IV que, por el azar de ser la primera y la última, llegaron a completar hasta cinco meses continuados de despliegue.

continuará con el día a día de la FIMEX-H

El día a día de la FIMEX-H

La rutina diaria de los componentes de las sucesivas FIMEX en el norte de Haití comenzaba en muchas ocasiones con unos amaneceres espectaculares y de gran belleza plástica. El sol brillaba con fuerza desde que despuntaba en el horizonte, e inundaba de luz la Base Miguel de Cervantes, que se encontraba flanqueada por un puñado de chabolas donde vivían los pescadores de Fort Liberté. A partir de diana, que se tocaba invariablemente a las seis de la mañana, el ritmo era frenético para los infantes de Marina.

Después del desayuno venía el izado de bandera al son de los acordes del himno nacional, acto sencillo pero que resulta muy entrañable cuando se está a más de 6.000 km de la patria. Inmediatamente después comenzaban los preparativos de las actividades del día, que acostumbraban a deparar jornadas largas e intensas.

Al principio, las operaciones ordenadas por la MINUSTAH se centraron en aumentar la visibilidad de las tropas de Naciones Unidas en la zona, para subrayar nuestra presencia. Así pues, se ejecutaron innumerables patrullas que hicieron al personal de IM presentes de modo casi permanente en las principales poblaciones y rutas del área de responsabilidad (AOR). También se hicieron numerosos controles de carretera, al tiempo que se vigilaban las zonas fronterizas con la República Dominicana.

Posteriormente, para enero de 2006, con el proceso electoral ya en marcha, llegó el turno de ocuparse de las escoltas a los convoyes que repartían el material electoral, en cumplimiento de un plan de seguridad diseñado específicamente para las elecciones. En este periodo preelectoral, principalmente en los meses de diciembre de 2005 y enero y febrero de 2006, fueron también muy habituales las demostraciones de fuerza, que significaron un esfuerzo adicional para el personal, pues requerían el empleo simultáneo de casi todos los efectivos del batallón durante varios días seguidos. Con este aparatoso despliegue a lo largo y ancho del AOR se buscaba producir un efecto disuasorio y causar gran impacto psicológico en la población.

La rutina diaria se parecía bastante a lo siguiente:

Una sección de fusiles podía, un día cualquiera por la mañana, patrullar la zona próxima al pueblecito de Ferrier, al este de Fort Liberté; y por la tarde montar un checkpoint móvil a lo largo de la ruta 121, en la zona de Morne Cassé, para dar protección a los tap-tap que circulaban a diario, y muy lentamente, por esa infernal carretera (de tierra, como ya se ha comentado), sobre todo cuando la enfanga la lluvia.

Otra sección podía montar guardia militar en la Base Cervantes con alguno de sus pelotones, y el resto dedicarse a una patrulla conjunta con los marroquíes en Tru du Nord. Al mismo tiempo, un pelotón marroquí montado en un vehículo Hummer (similar a los nuestros) podía ir a Ouanaminthe para, junto con los españoles, reconocer la zona al sur, cerca de Mont Organisé, aldea de muy difícil acceso en cualquier tipo de vehículo.

Estas patrullas al sur del AOR siempre se prolongaban muchas horas, pues la orografía de la zona embarazaba los movimientos con vehículos, incluso con los Hummer. A veces se utilizaban los helicópteros chilenos o argentinos de la MINUSTAH, y de esta forma se soltaba a una patrulla por la mañana en una zona montañosa, y por la tarde, después de que hubiera recorrido a pie las aldeas circundantes, se la recogía. Estos helicópteros, procedentes de Puerto Príncipe, eran empleados a veces por miembros de la Plana Mayor, fundamentalmente por los de las secciones de inteligencia o de operaciones, para reconocer ciertas zonas. Y así, en cierta ocasión se sobrevoló la zona de Caracol, a medio camino entre Fort Liberté y Cap Haitien, para intentar localizar el lugar donde se había oído aterrizar durante la noche una avioneta que no llevaba luces, y que minutos más tarde despegó de nuevo con rumbo desconocido. Se conjeturó que se trataba de traficantes de droga que recogían algún alijo previamente preparado en tierra para su envío a Estados Unidos o algún país cercano. Se sabía que el uso de Haití como base de este tipo de operaciones era muy frecuente. El método era sencillo. Consistía en llegar con la avioneta en plena noche, aterrizar en un lugar previamente balizado con hogueras, cargar y volver a salir, todo en menos de cinco minutos. Con lo lento que es el movimiento por los caminos de tierra para cualquier vehículo, era prácticamente imposible que la policía haitiana (PNH) y la UNPOL, o una patrulla española, llegasen a tiempo de impedir la operación. Al llegar, no encontrarían más que restos de hogueras. Ante las preguntas, la gente del lugar nunca sabía nada, ya fuera por miedo a represalias, ya por estar a sueldo de los traficantes. Era una forma de conseguir un dinero extra en un lugar donde la lucha por sobrevivir es la rutina cotidiana.

La sección de fusiles restante estaba destacada en Ouanaminthe. Los días de mercado en Dajabon, los infantes de Marina españoles (que se encontraban en el destacamento de Ouanaminthe en rotaciones, como más arriba se dijo, de una semana) hacían turnos para estar en el puente que acota la frontera entre la República Dominicana y Haití desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde, hora de cierre de la verja. Cruzaban dicho puente unas 35.000 personas al día, y aunque no había que lidiar con incidentes graves, los infantes velaban por que el orden imperase en aquella caótica marabunta de gente cargada con las compras. La PNH y los agentes de aduanas haitianos, que también estaban presentes, casi siempre se inhibían, y cuando no lo hacían solventaban los problemas sin contemplaciones, a garrotazos. No era raro que hubiera que atender a alguna embarazada arrollada por la multitud, o casos similares.

A veces había que hacer salidas no programadas, ya fuera de día o de noche, sobre todo cuando llegaba aviso de que se estaban cometiendo hechos violentos, ante los que la PNH y la UNPOL se mostraban impotentes. La mayoría de las veces eran estas unidades de policía las que pedían el auxilio, dada su carencia de medios (en materia de vehículos, armamento y equipos) para enfrentarse a situaciones de cierto apuro. Esto fue más frecuente durante las semanas previas a las elecciones, por las reiteradas amenazas recibidas en los BEC (Bureau Electoral Communale), lugares elegidos como centros de voto.

Lo más normal era que hubiese disparos previos hechos por desconocidos para ahuyentar a los vigilantes y posteriormente intentar quemar el lugar. Pero en Haití, lugar de comunicaciones complicadas donde los haya, y donde los rumores y falsas noticias estaban a la orden del día, hubo que ser muy cuidados y selectivos con este tipo de necesidades de apoyo, para no desgastar estérilmente al personal con salidas inútiles.

La ayuda humanitaria

Las acciones de ayuda humanitaria fueron también muy importantes durante la estancia en Haití. El equipo CIMIC del batallón contaba, por parte española, con un capitán (que conciliaba estas funciones con otras adicionales como oficial de comunicaciones y oficial PIO (prensa)) y un suboficial auxiliar, aunque en esto hubo pequeñas variaciones entre las diversas FIMEX. Aquí se describe más en detalle lo que se hizo por parte de la Infantería de Marina Española.

En una zona tan paupérrima es fácil imaginarse que la Base Cervantes era asediada a diario con peticiones de ayuda. Las jornadas de trabajo del equipo CIMIC fueron muy intensas, agotadoras, a veces muy duras, conviviendo como se estaba con una miseria sin paliativos, aunque de más está decir que también gratificantes. Sus efectivos debían multiplicarse para atender las más variopintas peticiones, asistir a múltiples reuniones con organismos civiles, ONGs y representantes de todo tipo de organizaciones haitianas o internacionales. También visitaban los pueblos y aldeas más necesitadas para seleccionar cuidadosamente dónde repartir la ayuda humanitaria recibida desde España, proveniente de particulares, de la propia Armada, o de instituciones de todo tipo: colegios, empresas, bancos, equipos de fútbol, etc., que hicieron llegar zapatos, ropa, material escolar, juguetes.

El equipo CIMIC también se encargaba, apoyado por personal voluntario, de organizar sesiones de cine en la plaza de Fort Liberté. Con el concurso de una sábana a modo de pantalla de emergencia y de un proyector, todos los sábados, al caer noche, se proyectaba una película. Rara fue la vez que dispusimos de películas en francés. Pero daba igual: eran cientos las personas, mayormente niños, que sentadas en el suelo y en los bancos que rodean la plaza aplaudían y disfrutaban con las películas. Parece increíble que algo así suceda en la época de Internet, de los móviles y de la alta tecnología. Pero así era. El cine resultaba ser una fascinante diversión para aquella gente, y ponía una amena chispa a sus fines de semana. También los marroquíes ponían películas. Las proyectaban los sábados, mientras que nosotros hacíamos lo propio los domingos. Este tipo de acciones de ayuda humanitaria mejoraban nuestra imagen y facilitaban al batallón el cumplimiento de la misión.

El equipo de sanidad, compuesto por un médico, dos enfermeros y un veterinario, además de cuidar de la salud de los miembros de la FIMEX, también colaboraba, cuando su obligación principal se lo permitía, con el equipo CIMIC. A veces lo hacía a solicitud de la Sección de Derechos Humanos de MINUSTAH, o de los alcaldes de algunos pueblos. Aprovechando medicamentos procedentes de particulares españoles, pasaban consulta a la gente más necesitada.

Curiosidades

Algunos españoles aprovechaban los fines de semana y asistían a la misa de la iglesia de Fort Liberté, pero la mayoría desistía al cabo de algunos intentos. La misa se celebraba en creole, el segundo idioma oficial de Haití, y duraba más de hora y media, entre cánticos continuos y largos sermones. Los haitianos llenaban el templo, ataviados con sus mejores trajes. Las señoras, tocadas con grandes sombreros que recordaban a las de las películas americanas de los años cincuenta del siglo pasado, y los señores, muy elegantes, de traje impecable y camisa de un blanco reluciente. Era inconcebible cómo conseguían esos colores tan blancos, pues la ropa allí se lava a mano en el río, como aquí hace ya muchos, muchos años.

Los niños, los niños de enormes ojos grandes, también llamaron desde el principio la atención de los españoles. Había miles de ellos por todas partes. De día, sobre todo en las aldeas, iban descalzos y semidesnudos. Pero para ir al colegio se ponían sus uniformes, y sus zapatos. Las niñas, con el pelo acribillado de lazos de color (amarillos, azules, rojos..., todos colores muy vistosos y distintivos de cada colegio), a juego con el del uniforme. Y los niños, con pantalón gris y camisa de color. Un espectáculo colorista e impresionante. El uniforme allí es obligatorio, lo que para la mayoría de las familias supone un esfuerzo económico enorme.

Si hacer patrullas resultó tarea dura, no lo fueron menos las labores de mantenimiento.

Reparar los Hummer, los Nissan o los Piraña bajo un sol de fuego supuso un trabajo de locos que siempre realizaban con el mejor de los humores. No había más que ver cómo le relucía la cara de satisfacción al personal de mantenimiento cuando dejaba un vehículo listo para volver a patrullar por aquellos caminos imposibles. Los componentes de los equipos de recuperación se metían en el fango casi hasta la cintura, a cualquier hora del día o de la noche, a recuperar un vehículo que se hubiera quedado atascado y averiado en los sitios más remotos del AOR. En Haití, todo costaba mucho más esfuerzo.

Mucho más. Aunque con el calor y la humedad se sudaba muchísimo, una vez acostumbrados al clima plomizo no hubo problemas para aprovechar un rato por las tardes y salir a hacer footing por Fort Liberté. La población civil enseguida se acostumbró a ver a los españoles corriendo. Las normas permitían correr hasta el ocaso, cuando todo el personal tenía que estar dentro de la base, con excepción de las patrullas. En Ouanaminthe, por la peculiar situación de la localidad y la inseguridad que allí acechaba, no se salía a hacer deporte con la alegría con que se hacía en Fort Liberté.

Para terminar quisiera poner un artículo de opinión relatado en primera persona, publicado en el Boletín de Infantería de Marina nº 2 de abril de 2005, y que relata con toda vividez el transcurrir de la primera FIMEX-H.

A falta de poco menos de dos semanas para la conclusión de la misión de la primera FIMEX-H, a todos nos quedan muy lejanos aquellos primeros días del mes de octubre, en los que para la mayoría de nosotros el nombre de Haití nos sonaba como algo muy lejano, totalmente extraño y casi misterioso.

Fueron días de prisas, de reuniones, de reparto de material, de charlas informativas y, sobre todo, de trabajo, mucho trabajo…e ilusión por comenzar una misión cuya importancia a ninguno se escapaba.

Tras revolver en enciclopedias y darle un vistazo a la guía oficial de la MINUSTAH, pudimos saber que el lugar en donde se iba a instalar la base Miguel de Cervantes, la ciudad de Fort Liberté, no estaba lejos de donde Cristóbal Colón zozobró con la carabela Santa María en diciembre de 1492. En estas costas fue donde se construyó, con los restos del navío y donde hoy se levanta el pequeño pueblo de pescadores llamado Caracol, el famoso fuerte Navidad, primer baluarte español de América y que, a la marcha del descubridor, los indios taínos, aborígenes de la isla encabezados por el jefe Guacanagarí, se encargaron de destruir pasando a cuchillo a su exigua guarnición.

Quedaba claro que la Infantería de Marina no sólo volvía como unidad a tierras americanas, sino que además lo hacía a la primera gran isla ocupada por los conquistadores: “La Hispaniola”, cuyo territorio se divide actualmente entre la República de Haití y la República Dominicana.

Si el IFOR de 1996 abrió la participación del Cuerpo en las misiones internacionales, y
la SFOR de 1999 supuso la consolidación de la BRIMAR en las mismas, estableciendo
una continuidad que ninguna otra unidad española desplegada en Bosnia ha logrado mantener, no cabe duda de que el hecho de desplegar en un lugar tan alejado del territorio nacional y con unas infraestructuras prácticamente inexistentes ha supuesto para todos un reto y un orgullo.

Un reto porque la Infantería de Marina y la Armada, por primera vez en la historia reciente de nuestras Fuerzas Armadas, abrían una misión en el extranjero. Los cómodos días de descarga en el puerto en Ploce (Croacia), apoyados por toda una cadena logística
del Ejército de Tierra perfectamente establecida y con una experiencia de años, ya no estaban a nuestra disposición en el precario y caótico puerto de Cabo Haitiano. Las eficaces estafetas del Ejército del Aire, con sus protocolos y reglamentos de carga y descarga, precisos como un reloj suizo, tampoco iban a respaldarnos en esta ocasión. Por eso mismo pocos dentro de nuestras Fuerzas Armadas confiaban en que los infantes de Marina, como siempre espartanos y acostumbrados a vivir con poco más de lo que pueden transportar en sus mochilas, iban a conseguir en pocas semanas y a más de 6.000 kilómetros de distancia lo que a otros les había costado años establecer a poco más de dos horas de vuelo de Madrid.

Un orgullo porque, tras tantas horas de patrulla, tantos kilómetros recorridos por caminos infernales, los centenares de metros de tendido eléctrico instalados, las decenas
de camiones descargados, las tomas de helicóptero balizadas, las incontables guardias en frontera, los puntos nocturnos en la base, las decenas de vehículos reparados, recuperados y repostados, las solitarias velas de escucha radio en el puesto de mando, los miles de litros de agua trasvasados, la instalación de unas comunicaciones que son la
envidia del resto de los destacamentos y las miles de horas de planificación del personal
de Plana, han demostrado que si los infantes de Marina del pasado fueron capaces de ser
la perfecta fuerza expedicionaria, los infantes de Marina de hoy hemos sido capaces de tomar el testigo y servir al Cuerpo, al Rey y a España con el mismo orgullo y espíritu de
los que en el deber nos antecedieron.

Ninguno de nosotros podrá olvidar aquellos días del mes de noviembre en los que una explanada inhóspita y el sonido machacón de unos tambores recibían a los primeros infantes de Marina, que tras largas horas de conducción por caminos prácticamente intransitables y bajo un sol abrasador y una humedad relativa próxima al 100%, convoy
tras convoy iban incorporando material y equipo a su base provisional. El esfuerzo realizado para su establecimiento ya significó en sí mismo un hito para la historia de la unidad; en prácticamente cinco intensísimos días —en los que toda la experiencia de las
operaciones anfibias se puso en práctica para combinar el transporte aéreo, marítimo y terrestre con la llegada a playa de las fieles embarcaciones Mike 8— se trasladaron materiales, hombres y equipos y se estableció una base provisional capaz de acoger por tiempo indefinido a un contingente de 200 hombres equipados y listos. De esos días iniciales sin agua, cocinas, lavandería, teléfono, internet ni cualquiera de las comodidades a las que estamos acostumbrados, y con tiendas de campaña abarrotadas de hombres y mujeres, mosquitos, polvo y trabajo de sol a sol, no podemos ni debemos olvidarnos. ¿Por qué? Porque las incertidumbres y dificultades pasadas nos han permitido renovar el bien más preciado de cualquier infante de Marina: su capacidad de sufrimiento y de adaptación a un medio hostil. Los hombres y mujeres del BD-II, GASC, GRAE, BDMZ-III, GAD y Cuartel General que han aportado fuerzas a la FIMEX así lo han demostrado.

Base de tránsito Miguel de Cervantes, donde de nuevo el Cuerpo de Infantería de Marina izaba con orgullo una bandera española en tierras americanas. Base que día a día
se iba mejorando mientras las patrullas comenzaban sus reconocimientos y se familiarizaban con el área de responsabilidad. El día 10 de noviembre se alcanzaba la plena capacidad operativa (FOC), por lo que el buque Castilla, con el personal de refuerzo del Cuartel General, GRAE y GASC, partía de regreso hacia territorio nacional, cumplida su misión de apoyo al traslado e instalación.

No pocos compararon su partida, salvando las diferencias, con la marcha de Cristóbal Colón hacia España dejando a la dotación de la Santa María en el fuerte Navidad. A los dos meses de estancia en dicha base provisional, otra vez llegó la hora de recogerlo todo y realizar el traslado a la nueva base permanente que, aunque escasa de espacio, era y es un lujo en relación con la miseria que nos rodea. Bajo lluvias torrenciales, y planificada la operación una vez más con los patrones de un desembarco, se consiguió trasladar todo el material en sólo dos días.

Como si de un puzle o un tetris a tamaño real se tratara, todas las piezas fueron encajando en el lugar previsto. A partir de ahí todo pareció hacerse más fácil y rodado; llegaron las Navidades y la añoranza de la familia, despedimos el año viejo —un año intensísimo para toda la Infantería de Marina— y recibimos con alegría e ilusión al 2005. Disfrutamos de los pases de 96 horas y volvimos con las pilas cargadas para afrontar la recta final de la misión, una recta final que, lejos de ser una bajada hacia la meta, se convirtió en todo un puerto de montaña con final en alto, ya que abrimos la base de patrullas Lope de Figueroa en la ciudad fronteriza de Ounaminthe. De nuevo adecentar, amueblar, almacenar, instalar comunicaciones y volver a crear una pequeña ciudad dentro del edificio asignado por Naciones Unidas a la FIMEX-H.

Con este nuevo esfuerzo se cerraba una etapa de madrugones y cientos de horas de desplazamiento por la infernal ruta Cádiz, la carretera 121, polvorienta y asfixiante en la estación seca, fangosa e intransitable durante las lluvias, y llena de baches en todo momento.

Y, como todo lo que comienza tiene fin, hoy afrontamos los últimos días del mes de febrero con ilusión y optimismo. El avión que nos va a llevar a España ya está repostado y calentando motores sobre la pista, y quien más y quien menos ya ha hecho las llamadas pertinentes y planificado su merecido permiso de la mejor manera posible. Pero, aunque la misión está llegando al final, el trabajo no ha terminado aún. Nos falta una parte fundamental para que el éxito sea completo: hacer un buen relevo a nuestros compañeros del BDMZ-III. Ellos tomarán el testigo, mantendrán en alto el pabellón de la Infantería de Marina y de España en Haití y seguirán la senda que nosotros hayamos trazado. Que ésta sea clara, precisa y libre de obstáculos.

A los pocos días de nuestra llegada a España, la primera FIMEX-H quedará oficialmente disuelta. La mayoría volverá a su compañía de origen dentro de la Brigada; algunos marcharán a cursos, ascenderán y cambiarán de destino; otros puede que se licencien, se reincorporen a la vida civil y dejen de servir en la Infantería de Marina.

Pero todos podremos enorgullecernos, durante toda nuestra vida, de haber servido a la sombra del ancla y los fusiles, así como de los logros que la Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina, gracias a todos y cada uno de nosotros, consiguió alcanzar cuando
partiendo de cero, como en toda operación anfibia, abrió para la historia del Cuerpo la misión en Haití.

Otra MISIÓN CUMPLIDA.

Me ha gustado mucho tu trabajo como todo lo que compartes con nosotros y ademas viviendolo en primera persona.

Un saludo

Muchas gracias, compañero Josemh por compartir con nosotros la experiencia de tus compañeros en Haití.

El relato, incluida la introducción, me parece muy aleccionador para todos acerca de lo que suponen este tipo de misiones: responsabilidad, riesgo, sacrificio..., y en consecuencia la imagen internacional de España, gracias a la acción de nuestra Infantería de Marina.

También me resultó muy singular, en este caso, la cooperación militar entre España y Marruecos, y además bajo mando español.

Y ya que estamos en un Foro de Historia Naval, no está de más, como tú mismo reiteras en tu exposición, poner en relación los episodios más recientes de nuestra historia con los más antiguos, como el hecho de que la primera población española en América estuviese cerca del emplazamiento de nuestra Infantería de Marina, donde se levantara el Fuerte de Navidad, más de cinco siglos antes.

De nuevo, muchas gracias y enhorabuena a todos, por vuestras misiones cumplidas, que son un legítimo orgullo para toda España.

Es un placer leer cosas como éstas, mucho sentimiento en las letras.
Gracias por compartirlo con nosotros

'

Amigo Josemh


Otra vez me has dejado a cuadros.


Solo espero que sigas, por que misiones han habido y las hay. Ya que es todo un placer el leerte.


Y disculpa el retraso, pero es que en todas partes no puedo estar.


Un abrazo.
.

Gracias, Josemh.
Es tu narración interesante, y tan real, que casi puedo decir que me la has hecho vivir