Fueron muchos los duelos que se libraron contra buques en las listas de la Royal Navy poco o nada significaba para el poderío marítimo de la Gran Bretaña, cuyo dominio sobre los mares y las rutas marítimas nunca fue amenazado.


Sin embargo, otro asunto bien distinto fue la captura de un famosísimo navío insignia inglés de la época de la Armada Invencible, nada menos que el Revenge de Francis Drake -al que viéramos capitanear la Contraarmada- en aguas de las Azores noroccidentales, durante el verano de 1591.


La historiografía británica ha pretendido siempre devaluar esta pérdida "minorándola" como combate individual, una excepción a la regla que se saldó con un heroico pero adverso resultado; cuando, en realidad, este presunto "duelo" no es más que la cresta del iceberg, la parte más llamativa, combate y la sangre (excepcionalmente sangriento en este caso por la saña con la que se luchó) de una emboscada planificada con todo cuidado por los victoriosos marinos británicos para, después de haber logrado la masacre de la Gran Armada de Felipe II y tomar cumplida venganza invadiendo Portugal, apoderarse también -cómo no- de la gran y muy rica Flota de Indias que obligatoriamente tenía que cruzar el océano Atlántico por esta ruta.

Pero en esta ocasión, como en la Contraarmada, españoles y portugueses fueron capaces de reaccionar, poniendo en fuga a sus enemigos y tomándoles, como postrera humillación, el navío más importante de su escuadra.


Una completa derrota inglesa que la Historia ha tratado de escamotear, y de la que vamos a ocuparnos someramente.


Cierto es, sin embargo, que se puede seguir perfectamente el curso de los acontecimientos repasando la propia historia del galeón isabelino Revenge, protagonista, durante sus 15 años de vida, de las más notables campañas de la contienda anglo-española, como el desembarco del Dingle en 1579, el ataque a Cádiz en 1587, la propia campaña de la Armada Invencible al año siguiente y la Contraarmada de 1589, para terminar con la "Emboscada de las Azores" de 1591.


El navío renacentista Revenge alcanzó gran fama ya desde la cuna.


Sus líneas las inspiró el propio John Hawkins, el cual, a pesar de ser natural de Plymouth, debía pasar largas e intrigantes temporadas en la corte.


No tiene nada de raro, por consiguiente, que acabara influyendo en los carpinteros y maestros de ribera de la propia capital londinense y, en concreto, del cercano astillero de Deptford, donde el Revenge fue construido en 1576.


En principio se trataba de un galeón del rango de las 500 toneladas, 40 metros de eslora y casi diez de manga, armado con menos de medio centenar de cañones; pero destacó notablemente del resto por la alta proporción de eslora-manga, que lo hizo muy estrecho y de bajo francobordo para su época, carente de castillo de proa.

Todas éstas eran características que le proveían de notables cualidades para su época, rapidez y gran maniobrabilidad; pero, como bien saben todos los constructores navales, a cambio de algunos defectos, como la merma de estabilidad, cubierta mojada con mar muy hecha y escasa defensa del sector de proa; pues el barco ideal no es el ligero, estrecho y ágil, ni el macizo, sólido y estable, sino aquél en el que se combinan cualidades para hallar el justo equilibrio en las condiciones en que se prevé que el navío ha de prestar servicio.


En el resto, no será otra cosa que una bañera inútil.


Durante siglos, sin embargo, la historiografía náutica ha querido dejar bien sentada la superioridad de la construcción naval británica, encarnada en gráciles y fabulosos barcos como el Revenge, frente a los pesados, lentos y aparatosos galeones españoles, tan fáciles de vencer y capturar.


Eso sí, se olvidan de decir que el Revenge era un galeón "ligero", diseñado para operar en aguas metropolitanas y ocasionalmente en el océano, mientras que la finalidad exclusiva del galeón ibérico (hispano-portugués) era el complejo y muy difícil servicio transatlántico, muchas veces sin apoyo de bases, formando convoyes y cargado de riquezas y mercancías, apto para el transporte de pasajeros y que debía contar con defensa importante precisamente contra ocasionales depredadores como el Revenge.


Si éste hubiera tenido que desempeñar oscuros servicios de caballo de batalla, en vez de los brillantes y remarcables que le tocaron en suerte como navío insignia en ocasiones tan señaladas, otro gallo había cantado.

De hecho, finalmente el alazán perlado caería víctima de los oscuros galeones españoles de don Alonso de Bazán, menos lindos pero más eficaces en batalla.


Pero claro, llegados a este punto la excusa es la "desproporción de fuerzas".


La primera expedición que incluyó al flamante Revenge fue el llamado desembarco del Dingle, también conocido como la "masacre de Smernick".


En 1579, y de forma paralela a los ataques de desaprensivos ingleses de la peor calaña en aguas del Caribe, se desembarcaban periódicamente contingentes de mercenarios para ayudar al bando católico en las remotas rías del suroeste de Irlanda contra la herejía protestante.


Entre ellas, la bahía o ría del Dingle, donde una armadilla de ocho unidades al mando de Juan Martínez de Recalde -operando éste a título particular- penetró a todo riesgo, desembarcando en la ensenada y pueblecito de Smernick, bajo bandera del Vaticano, una fuerza de 800 mercenarios multinacionales (entre los que predominaban italianos y españoles) que se apoderaron del lugar, construyendo un fuerte defendido por un centenar de cañones y 2.000 armas de fuego.


Recalde cartografió la costa y regresó a España, no teniendo ocasión de enfrentarse a la flota que remitió la reina Isabel, a los dos meses de su llegada.

Se trataba de nueve barcos al mando de sir William Wynter, tres medianos -Revenge, Swiftsure y Aid- tres pequeños, los Merlin, Tiger y Achates y el resto de aprovisionamiento.


El Revenge apenas intervino pues su calado no se lo permitió; los buques más pequeños bombardearon el fuerte, y después, la escuadra, en combinación con el ejército de lord Grey de Wilton, cercó y rindió población y fortaleza.


Por último vino la masacre: 500 mercenarios del Papa fueron pasados por las armas, mientras los traidores irlandeses eran torturados y ejecutados. Así se arreglaban las cosas en las contiendas religiosas de entonces.


El Revenge vuelve a anotar su nombre en la historia con la incursión en Cádiz de Drake de 1587, de forma previa a la partida de la Armada Invencible, cuyo objetivo era precisamente negar a ésta última los suministros para que pudiera emprender su campaña contra Inglaterra al año siguiente; la eficacia en la misión se puede deducir del resultado histórico, es decir, que no se detuvo a la Gran Armada, pero se hizo bastante daño, como reconocería el propio Felipe II.


El Revenge apenas figura en las crónicas, pues esta vez los respectivos buques insignia fueron el Elizabeth Bonaventure de Drake y el Golden Lion de Borough, almirantes siempre en continuo desacuerdo.


Llegamos así al episodio universal de la Gran Armada o Armada Invencible, durante el año siguiente; en él, el Revenge fue protagonista principal, como buque insignia de Francis Drake y encuadrado en una de las cuatro flotas -Howard, Drake, Hawkins y Frobisher- que formaban parte del despliegue naval inglés.

En el combate de Plymouth, el 31 de julio, Howard, mando supremo, ordena al resto atacar el ala sur de la Armada, que está formada, precisamente, por la escuadra de Vizcaya, al mando de Juan Martínez de Recalde, a bordo del galeón de Portugal San Juan.


Recalde y Drake se baten en duelo, ayudando pronto al inglés los Victory y Triumph de Hawkins y Frobisher respectivamente, mientras el español es auxiliado por el San Mateo de Pimentel y el Gran Grifón de Medina.


Ante el refuerzo español, los ingleses se retiran.


Al final del día, Drake, que, con el corsario Roebuck, se había separado de la flota "en busca de unas urcas" -que resultaron ser alemanas-, se topó fortuitamente con un barco averiado español de la talla del Revenge, el Rosario de Pedro Valdés, insignia de la Escuadra de Andalucía, con averías y parcialmente desarbolado por un abordaje.


Valdés, que no había querido abandonar su barco, encontró honorable rendirse a personaje de la fama de Drake; éste aceptó el espléndido regalo galantemente, y, de hecho, el español se convertiría en personaje muy popular tanto en la corte inglesa como en la española los meses subsiguientes, en vez de comparecer ante consejo de guerra por la entrega sin lucha de su nave y dar con sus huesos en el calabozo después de indemnizar al rey, con su graciosa fortuna personal, por el valor del Rosario.



Como se ve, granujas cometiendo simpáticas tropelías incruentas ha habido siempre; el caso es que al Revenge, literalmente, le cayó una presa del cielo.

De nuevo, durante el 2 y 3 de agosto frente a Portland Bill, el Revenge es protagonista intentando apoderarse de la urca Gran Grifón, averiada; pero la reacción española es tan contundente, que el galeón inglés se debe retirar con la entena -verga- mayor derribada.


Pasó desapercibido en el encuentro de la isla de Wight, el 6 de agosto, pero vuelve a aparecer en la jornada más notable de enfrentamiento naval de toda la campaña, la de Gravelinas el 7 y 8 del mismo mes.


Drake se destaca, atacando el primero con el Revenge, seguido del Nonpareil de Fenner, al grueso de los galeones españoles dirigidos por el enorme buque insignia español, el San Martín, que le doblaba en desplazamiento; el resultado, como no podía ser de otra manera, es que el Revenge queda acribillado (40 impactos) y prácticamente fuera de combate.



Aunque Drake continúa, con su buque, participando en las operaciones, los galeones "ligeros" ingleses han fracasado en el intento de tratar de descomponer la férrea formación española.


De ella, y de toda la desventurada Gran Armada, tendrán que ocuparse primero los brulotes incendiarios, luego, el enorme susto de los bajos de Flandes -donde a punto estuvo de perderse- y, finalmente, el temporal, que logrará descomponerla y dañarla casi en el 50% de sus efectivos.


Las masacres en Irlanda volverían a repetirse, con la escusa de no poderse consentir semejante número de desembarcados (náufragos) en tierras de propiedad inglesa.

A partir del fracaso de la Invencible, llega, como fulminante reacción, la contraofensiva inglesa, empezando por la Contraarmada.


Drake demuestra su gusto por el Revenge manteniéndolo como buque insignia, ganándose así la categoría de "barco de Drake"; sin embargo, a partir de entonces no conocerá jornadas afortunadas.


Tanto en la Coruña como en Lisboa el Revenge permanece en primera línea, pero en ningún momento consta que entre en combate; realiza, eso sí, una postrer correría atlántica a las Azores y Madeira demostrando, una vez más, espléndidas cualidades náuticas.


Pero cuando arriba, en julio, a Inglaterra, poniendo fin a la expedición, el balance de pérdidas es tal que, sumado a los informes negativos sobre Drake a la reina, hace que el audaz corsario y pirata caiga en desgracia por un largo período de cinco años, hasta su definitiva expedición a Panamá de 1595, que le costará a él y a su colega Hawkins la vida.


Para el Revenge el descanso será mucho más breve, pues la incansable contraofensiva continúa.


Prácticamente sin solución de continuidad, en el otoño de este mismo año (1589) da comienzo lo que hemos denominado la "Emboscada de las Azores" y que no era otra cosa que la emisión, desde Inglaterra, de varias armadas para la caza de la gran y muy rica Flota de Indias que se sabía paralizada en La Habana a causa de la campaña de la Invencible, vital ahora tras el desastre para el futuro de España, y cuya llegada a Cádiz los marinos británicos trataron de impedir por todos los medios hasta 1591, cuando, finalmente, y no sin incidencias como temporales, naufragios, etc., logró efectuar felizmente el tránsito; de los 60 barcos que la integraban, naufragaron 16 en las Azores, pero se pudo rescatar cargamentos y el resto llegó con la vital carga a España al mando de Navarro y Arteaga.

Contra ellos desplegó el gobierno de Isabel un total de tres escuadras en tres años; primero Clifford, conde de Cumberland, atacó con 13 galeones en Fayal, utilizando esta isla de las Azores como base entre septiembre del 88 y octubre del 89.


Logró en este período capturar una decena de naves mercantes sueltas que iban recalando en las islas, procedentes de Brasil y Nueva España.


Advertidos los españoles de este peligroso inquilino en una de las Azores, Cumberland se replegó hacia el cabo de San Vicente, a la espera de la ansiada flota, en 1591; allí encontraría la escuadra de galeras de Francisco Coloma, que le puso en fuga con pérdida de una nave de 14 cañones, una carabela y una zabra frente a las Berlingas.


De forma simultánea, y siempre con el objetivo de la codiciada flota, John Hawkins y Martin Frobisher, con cinco galeones, trataron en 1590 de atraparla en origen, a la salida de La Habana, pero solo consiguieron perder un barco sin encontrarla.


Durante este mismo año, en Azores, Pedro de Zubiaur efectuó una patrulla por las costas de Finisterre apresando nada menos que siete corsarios ingleses que merodeaban por allí.


Para el año siguiente, en sustitución de Cumberland, se ordenó a Thomas Howard, conde de Suffolk, desplegarse de nuevo y tender la "emboscada" en las Azores.


El gobierno inglés le confió a esté propósito 22 unidades, seis de ellos grandes galeones; entre ellos, el Revenge, que fuera de Drake pero esta vez al mando del almirante de Inglaterra, Richard Grenville.

El nuevo patrón del Revenge era un veterano soldado, armador y miembro del Parlamento, que 20 años atrás había peleado contra los turcos en Centroeuropa; en la década anterior, pasó al Nuevo Mundo para conocer la incipientes colonias norteamericanas, y en 1588 aportó tres barcos a la campaña contra la Invencible.


Ahora recogía el fruto de su generosidad, aun cuando, como marino y corsario, su única cualidad destacable fuera haber desarrollado, con los años, un odio visceral hacia los españoles, que acabaría por sellar su final y el del Revenge.


Seis meses, de marzo a finales de agosto, estuvo el conde de Suffolk en Azores esperando el paso de la Flota de Indias.


En este tiempo, suponemos, se sucederían las correrías por las islas, habría intentos de abastecimiento, escaramuzas y rivalidades entre los mandos de la flota que nada bueno presagiaban.


Por fin, el 30 de agosto, los británicos vieron aparecer el mar de velas que esperaban, entre las islas de Flores y Cuervo, las más occidentales de las Azores, que constituyen la auténtica "entrada" al archipiélago; pero no se trataba de la Flota de Indias, sino de una potentísima escuadra precedente, la Armada del Mar Océano de don Alonso de Bazán, que España había logrado armar tan sólo tres años después del desastre de la Invencible: 55 barcos con 7.200 hombres de guerra a bordo, al mando de Martín de Bertendona, Marcos de Aramburu, Antonio de Urquiola y Sancho Pardo, llegando a las Azores al encuentro de Luis Coutinho, que debía aportar ocho buques ligeros a la escolta.

Se contaban entre ellos 16 galeones de más de 1.000 toneladas como el insignia San Pablo y los San Felipe, San Andrés e incluso el veterano San Martín, además de otros tres del rango de las 800 toneladas (Santo Tomás, San Bernabé y San Cristóbal) y otros siete del tamaño del Revenge, las 500 toneladas, entre ellos uno portugués, el Santiago.


Aparte del navio particular Santa María de Begoña, que superaba las 1.000 toneladas, los Santa María la Blanca, Santa María del Juncal y Concepción, de unas 700 toneladas, e infinidad de buques menores, entre ellos dos ingleses, los San Juan y La Caridad de unas 200 toneladas cada uno, seguramente apresados.


La desproporción de fuerzas era evidente, así que el sobrino de Howard, Suffolk, no dudó en volver grupas y darse a la fuga a toda vela, pues el cazador tenía todas las papeletas, en esta ocasión, de resultar cazado.

Pero algo, nunca bien determinado, debió pasar entonces en la flota inglesa, o, más concretamente, por la cabeza de Richard Grenville, pues no todos hicieron lo mismo: el Revenge aceptó el combate.


Las crónicas británicas hablan de un "alarde de gallardía" del galeón de Grenville haciendo frente a los españoles; pero no sabemos si se lanzó contra ellos en plan kamikace, si fue atrapado por la vanguardia de la Armada del Mar Océano o si la esperó, temerario, a pie firme.


Lo que se nos cuenta es que, al inicio del combate, hundió un barco e inutilizó a otro.


Para que un galeón mediano de sólo 50 cañones hunda fulminantemente a una embarcación, es que ésta era pequeña y muy ligera; cabe conjeturar que se tratara de las zabras y pataches de vanguardia de la armada española, que entretuvieron combatiendo al ardoroso Grenville lo suficiente como para que llegaran buques mayores a hacerle frente.


Finalmente, como cabía esperar, el Revenge fue atrapado y rodeado por tres galeones españoles según el tapiz bordado en honor de su último combate, al frente de los cuales estaba, según Tennyson, el San Felipe.

También el tiempo empleado en la resistencia, 15 horas, parece excesivo; un navío de línea, más moderno, en la mitad de ese plazo ya habría consumido todas sus municiones, y sólo restaba evitar el abordaje luchando cuerpo a cuerpo.


Puede, eso sí, que el galeón isabelino lograra en algún momento rechazar a sus enemigos, desligándose del combate, hasta ser atrapado de nuevo.


Finalmente, rindiéndose a la aplastante superioridad numérica y la realidad (se resistan o no a aceptarlo los cronistas ingleses) el Revenge, que fuera "buque de Drake" e icono británico de la lucha contra la Invencible, arrió bandera y fue abordado por galeones de la Armada del mar Océano de los españoles.


Estaba completamente desarbolado y con la obra muerta desintegrada, el casco en muy mal estado, y casi la mitad de sus defensores muertos y otros gravemente heridos; entre ellos, de un arcabuzazo, Richard Grenville, que, apresado, falleció a bordo del San Pablo, siendo sus últimas palabras: "He terminado mi vida como debe hacerlo un auténtico soldado que ha luchado por su patria, su reina, su religión y su honor".


El Revenge pasó a izar el pabellón del rey Felipe en compañía de los San Juan y La Caridad, presas también de la Armada del Mar Océano; en su caso, muy especial, pues se trataba de uno de los pocos buques insignias ingleses que, como el Royal Charles en el "raid" del Medway, cayeron en manos del enemigo.

Aunque no por mucho tiempo: si el navío español Santísima Trinidad se negó a ser inglés, yéndose a pique tras ser capturado en la batalla de Trafalgar, el Revenge, apresado por la flota de Alonso de Bazán en la "Emboscada de Azores", tampoco quiso servir como español: a los cinco días de su captura se declaró un temporal que lo echó a pique, ya en muy mal estado.


Concluye así el episodio de la captura del Revenge, tradicionalmente aislado del resto de la guerra para hacer hincapié en la heroicidad de esta pérdida y las peculiaridades de Grenville, que, con su actuación, remataba la existencia de un buque de historial ciertamente singular, el cual acabamos de repasar integrado, como debe, en la parte final de la contraofensiva inglesa en represalia por la Invencible, es decir, los ataques y acechos en las Azores a la caza de la flota de Indias, fracasados por completo salvo en el caso de la captura de algún mercante individual.


Como hoy acuerdan todos los historiadores solventes, tras el desastre español de la Invencible y la catástrofe inglesa de la Contraarmada, lejos de iniciarse el declive naval español en el Atlántico o el surgimiento de Inglaterra como gran potencia marítima, de las rutas de este mar no quedó dueño nadie, y lo que debía hacer quien pretendiera surcarlo era conseguir previamente la supremacía naval mediante el despliegue de grandes flotas, muy vulnerables, por los recursos de la época, a adversidades y temporales.


Algo que, a finales del siglo XVI, sólo España e Inglaterra estaban en condiciones de llevar a cabo.



Aunque no por mucho tiempo: si el navío español Santísima Trinidad se negó a ser inglés, yéndose a pique tras ser capturado en la batalla de Trafalgar, el Revenge, apresado por la flota de Alonso de Bazán en la "Emboscada de Azores", tampoco quiso servir como español: a los cinco días de su captura se declaró un temporal que lo echó a pique, ya en muy mal estado.


Concluye así el episodio de la captura del Revenge, tradicionalmente aislado del resto de la guerra para hacer hincapié en la heroicidad de esta pérdida y las peculiaridades de Grenville, que, con su actuación, remataba la existencia de un buque de historial ciertamente singular, el cual acabamos de repasar integrado, como debe, en la parte final de la contraofensiva inglesa en represalia por la Invencible, es decir, los ataques y acechos en las Azores a la caza de la flota de Indias, fracasados por completo salvo en el caso de la captura de algún mercante individual.


Como hoy acuerdan todos los historiadores solventes, tras el desastre español de la Invencible y la catástrofe inglesa de la Contraarmada, lejos de iniciarse el declive naval español en el Atlántico o el surgimiento de Inglaterra como gran potencia marítima, de las rutas de este mar no quedó dueño nadie, y lo que debía hacer quien pretendiera surcarlo era conseguir previamente la supremacía naval mediante el despliegue de grandes flotas, muy vulnerables, por los recursos de la época, a adversidades y temporales.


Algo que, a finales del siglo XVI, sólo España e Inglaterra estaban en condiciones de llevar a cabo.



Fuente, 22 Derrotas Navales Británicas de Víctor San Juan.

He publicado aquí el orden de batalla de esta acción (tomado de fuentes inglesas)

http://foro.todoavante.es/viewtopic.php?f=73&t=9400

Tiene la fuerza de ambas flotas presentes en el Azore, aunque sólo Revenge vio acción desde el lado de los Ingléses.