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En este título se enmarcan muchas operaciones navales y terrestres entre 1718 y 1720, sin olvidar las causas de esta guerra, la firma del tratado de Utrech, la ocupación española de las islas de Cerdeña y Sicilia y la batalla naval de Cabo Passaro. Pero de esto último tenemos en el foro lo ya hecho sobre nuestro intendente Ensenada. Por tanto, voy a relatar aspectos de esta guerra poco conocidos, como la expedición a Escocia, las invasiones francesa y británica del norte de España y la primera batalla naval en el cabo de San Vicente.




La fracasada expedición a Escocia


Gran Bretaña declara la guerra oficialmente a España el 27 de diciembre de 1718 y Francia lo hace el 9 de enero de 1719. El cardenal Alberoni y la corte española deciden contraatacar, llevando la guerra al mismo corazón de Gran Bretaña, apoyando al bando jacobita en su lucha por hacerse con el trono.



Sobre el papel, el plan era muy sencillo. Se trataba de enviar una expedición española a Escocia para reponer en el trono al pretendiente Jacobo III Estuardo. Apoyados por las tropas españolas y los exiliados escoceses e irlandeses, se produciría un levantamiento general en todo el país a favor de este pretendiente a la corona. El plan contaba con dos parte diferenciadas; un asalto a las tierras escocesas que serviría de distracción a un ataque más importante al sur de Gran Bretaña, donde las tropas estarían apoyadas por los numerosos simpatizantes de la causa jacobita, formando un ejército que marcharía hacia Londres.



Alberoni encarga el mando de esta campaña a James Buttler, conde de Ormond, general inglés que en la última guerra de Sucesión había servido a la reina Ana Estuardo contra las armas españolas, siendo el general que había dirigido el ataque a la flota española en la ría de Vigo en 1702. Este general apoyó al hermano de la reina Ana, Jacobo III, en su pretensión de hacerse con el trono, exiliándose en Francia en 1715 al subir al trono Jorge I de Hannover.



Se encontraba en París cuando los agentes de Alberoni se pusieron en contacto con él. En noviembre de 1718 viajó a España. En diciembre de ese año se trasladó a La Coruña para ponerse al frente de la expedición, la cual se estaba preparando en Cádiz.



De nuevo fue don José Patiño el organizador de este armamento naval y militar. Era poco con lo que podía contar. La mayor parte de la renaciente Armada se había perdido en aguas sicilianas. Gran parte de la Armada restante era necesaria para escoltar convoyes y proteger el tráfico con América.



Dos navíos de 60 cañones, San Luis y San Juan Bautista, y una fragata de 50, la San Jorge, debían partir de Cádiz rumbo a Veracruz para restablecer la Armada de Barlovento, protegiendo el tráfico naval en el Caribe de los ataque de los británicos y franceses (varios autores incluyen a estos buques en la escuadra que debía zarpar a Escocia). Otros dos navíos, Conquistador y Rubí, se encontraban en el Pacífico con la escuadra corsaria de Martinet, quedando descartados para su incorporación a la campaña de Escocia, aunque estaba previsto que regresaran a primeros de 1719. Otro navío, el Catalán, se estaban construyendo todavía en los astilleros de San Feliú de Guixols, y no estaría listo para su incorporación a la Armada hasta mediados de 1719.


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El mando de la expedición recae en el jefe de escuadra don Baltasar de Guevara. La escuadra debía zarpar el 10 de febrero, detenida en la bahía gaditana por el mal tiempo. Zarpa finalmente de Cádiz el 7 de marzo de 1719, compuesta por el navío de 66 cañones Nuestra Señora de Guadalupe, que era la capitana de la Armada de Barlovento y estaba al mando del capitán de navío don Rodrigo de Torres y segundo jefe de la expedición, y navío Cambi, armado también con 66 cañones y buque insignia de Guevara, una fragata y otros 23 buques mercantes, a bordo de los cuales iban embarcados unos cinco mil soldados, gran cantidad de municiones, pertrechos y fusiles para otros treinta mil hombres. La fragata Hermione se encontraba también en Cádiz, pero zarpó a finales de enero de 1719 rumbo a La Coruña donde debía embarcar el duque de Ormonde y, desde allí, incorporarse a la escuadra.



Tomó rumbo norte hacia La Coruña, donde debía embarcar más tropas y armas y varios exiliados jacobitas. En los puertos de Galicia y del Cantábrico se había reunido más naves para la expedición, entre ellos el navío Conde de Tolosa, alias San José, las fragatas Galera de España , Fidela, Rebeca, Galgo de Andalucía y otras naves de guerra y mercantes.



El comandante Guevara se había resistido en zarpar por lo avanzado de la estación, augurando el desastre si esto sucedía. Pero hubo de obedecer a las órdenes que le habían dado desde la corte. Como se verá muy pronto, los acontecimientos posteriores justificaban los temores del marino.



Al día siguiente de zarpar la escuadra de Cádiz, llega al puerto catalán de Rosas desde el italiano de Neptuno el pretendiente Jacobo III, marchando inmediatamente a Madrid. El 3 de abril salió de Madrid para La Coruña para reunirse con Ormonde, que esperaba en La Coruña a la escuadra de Guevara desde el 24 de febrero, con más tropas y naves. Todavía no conocía Jacobo III el desastre de la escuadra.



A la altura del cabo Finisterre, la escuadra de Guevara es sorprendida sobre el 27 de marzo por una tormenta que dura varios días. Dispersada, muchas naves se hundieron, cuatro entraron en el puerto de Lisboa, ocho regresaron a Cádiz, entre ellos en navío Cambi, y dieciocho entraron de diferentes puertos gallegos. El desastre era total. La mayoría de las naves salvadas no estarían reparadas hasta pasados varios meses.



Jacobo y Ormonde quedaron en La Coruña a la espera de la organización de una nueva escuadra, aunque Alberoni ya les había advertido que el alistamiento de las naves y todo lo necesario para una nueva campaña no se terminaría hasta el mes de agosto.



Esta nueva expedición preparada para sublevar a la Bretaña francesa estaba también destinada al fracaso. Ormond pretendía con ella alzar a los bretones contra el regente francés, el duque de Orleáns, que reinaba durante la minoría de edad de Luis XV.



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Tropas españolas en Escocia


Desde Pasajes zarparon el 8 de marzo dos fragatas españolas llevando a bordo a 307 soldados del regimiento de infantería Galicia al mando del coronel don Pedro Castro Bolaño. Iban a bordo tres caballeros escoceses, los condes Marischal y Seaforth y el marqués de Tullibardine, además de varios oficiales de campo El 13 de abril desembarcaron cerca del lago Alsh y las tropas españolas y jacobitas tomaron el castillo de Eilean Donan, donde esperaron la llegada de más tropas afines a la causa jacobita. Para armar estas tropas habían llevado dos mil fusiles. Dejando un destacamento en el castillo de unos 50 españoles, el resto de las tropas marcharon al sur.



Pasaron días decidiendo el plan a seguir, unos pensaban que lo mejor era tomar Invernness, otros que se debía esperar a la llegada de más tropas. Esas tropas no llegarían nunca en número suficiente para intimidar a los británicos. Éstos, mientras tanto, pasaron a la ofensiva. Enviaron a cinco buques de guerra para patrullar la zona, dos se quedaron en las costas de la isla Skye, navío Assistance (50) y Dartmouth (50), y las tres restantes entraron en el lago Alsh.



La flotilla británica al mando del capitán Boyle, con el navío Worcester (50) y las fragatas Enterprise (40) y Flamborough (24), al descubrir que el castillo de Eilean Donan estaba ocupado por las tropas enemigas, comienza un bombardeo el 10 de mayo hasta conseguir la rendición de los defensores. Un capitán, un teniente, un sargento y 39 soldados españoles son hechos prisioneros, siendo encarcelados en Leith, además de un irlandés y un escocés, siendo después llevados a Edinburgo. El botín conseguido fue de 343 barriles de pólvora y diverso material militar.





Castillo de Eilian Donan en la actualidad.
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A primeros de junio se enteran las tropas españolas que los refuerzos de Ormond no llegarían. A pesar de ello consiguen tímidos apoyos, entre ellos el del rebelde escocés Robert Roy MacGregor. Con unos mil escoceses y 270 españoles, el ejército rebelde marcha hacia Invernes. De esta plaza sale el 5 de junio un ejército británico al mando del general Joseph Wightman, con 850 soldados de infantería, 120 de caballería y cuatro baterías de morteros.



Los dos ejércitos se encontraron en las cabañas de Glenshiel. Las tropas españolas se apostaron en una cima y las escocesas a los lados para entorpecer el avance enemigo. En el primer encuentro, el 10 de junio, las tropas hispano-jacobitas rechazaron a los británicos. Viendo el general Wightman que las tropas escocesas estaban más desorganizadas, lanzó contra los flancos su principal ataque. Herido Robert Roy MacGregor, su clan abandonó el campo de batalla, al igual que el resto de clanes, dejando solos a los españoles, que son empujados hacia la colina. Después de tres horas de combate, las tropas españolas se rinden. Presos en Edimburgo, se permitió su regreso a España a finales de ese año.




Invasión anglo-francesa


Mientras tanto, las potencias de la Cuádruple Alianza, sobre todo Gran Bretaña y Francia, habían creído que los preparativos de la escuadra española en Cádiz estaban destinados a reforzar y avituallar al ejército español en Sicilia. La llegada del duque de Ormond a Madrid les hizo sospechar el verdadero destino de la escuadra puesta al mando de Guevara. Confirmadas estas sospechas por varios espías franceses, que informaron oportunamente a Jorge I, comenzó el armamento de varias escuadras británicas.



Francia, con su extensa frontera con España, inició la invasión por los Pirineos el 21 de abril de 1719. El jefe de la expedición militar francesa era el duque de Berwick, hermano de Jacobo III. Un ejército de 20.000 hombres, al mando del marqués de Tilly, entró en Vera de Bidasoa y tomó el castillo de Behovia.



Las tropas francesas operaron en las regiones forales del País Vasco y Cataluña, deseando despertar en ellos el sentimiento regional en contra de Felipe V. También atacaron y destruyeron varios puertos costeros del norte, sirviendo con ello a los intereses británicos de reducir a cenizas la incipiente industria naval española.


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Tomaron Fuenterrabía el 18 de junio y a mediados de agosto había ocupado Pasajes y San Sebastián. A finales de ese mes las tres provincias vascas estaban ocupadas por los franceses. Felipe V, que en el momento inicial del ataque se encontraba en Valencia, dio el mando del ejército al general Marqués de Castel-Rodrigo, concentrando las tropas en Pamplona. El duque de Berwick evitó un enfrentamiento directo con el ejército del marqués, dirigiendo un ataque en el mes de septiembre a Cataluña desde los Pirineos. La flota francesa bloqueó el puerto de Rosas, que estaba siendo atacado por tierra. Una tormenta desbarató la escuadra francesa, que perdió más de veinte naves.



De acuerdo con los británicos, el ejército francés marchó por la costa hacia el puerto de Santoña. El 11 de junio, 750 soldados franceses son embarcados en varios transportes escoltados por la flotilla del comodoro Johnston, compuesta por dos navíos y una fragata. También embarcó el coronel Lord Stanhope, el enviado británico para coordinar las operaciones con los franceses. Dos días más tarde bombardean las baterías españolas defendidas por setecientos miqueletes catalanes, desembarcaron las tropas francesas esa noche en la playa de Berria con el apoyo de 200 marineros británicos. El 14 de junio ocupan la villa de Santoña y destruyeron un navío de 70 cañones y otros dos de 60, llevándose o destruyendo el material preparado para la construcción de otros seis navíos. También son destruidos dos buques holandeses que habían llegado con materiales de construcción naval y armas. Esa misma noche embarcaron las tropas y se retiraron.



Uno de los navíos holandeses hundidos era el Snelhyd, que había zarpado del puerto de Vlissingen con armas para Felipe V, ocho mil fusiles, mil barriles de pólvora, cañones y otros pertrechos, y llegado a Laredo el 12 de julio. Sin haber descargado todas las armas que llevaba embarcadas, zarpó de Laredo y se hundió en su bahía. No se sabe si por una mala maniobra ante el acoso de los buques británicos o por un error de su comandante. Poco después, Holanda se unió a la causa aliada contra España.



El interés británico en la invasión de Galicia era doble, impedir la reconstrucción naval española y acabar con un posible nuevo intento de invasión del pretendiente Jacobo III, sin olvidar una cierta revancha y venganza por haber sido la zona de Galicia la residencia del pretendiente a la corona británica. A los pocos días de aparecer una escuadra británica en aguas gallegas, Jacobo salió de La Coruña el 2 de mayo y se dirigió a Lugo, y más tarde a Santiago de Compostela, huyendo así de británicos y franceses.


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La primera escuadra británica movilizada fue la del almirante Norris, enviada apresuradamente desde el mar Báltico para proteger las costas del sur de Inglaterra y atacar cualquier escuadra enviada desde puertos gallegos. Una parte de esta escuadra es destacada al mando del comodoro Sir Robert Johnson, con órdenes de colaborar con el ejército francés en su marcha a través de la costa española, tomando parte en la rendición de San Sebastián y Santoña, pasando después a patrullar la costa española entre el cabo Ortegal y la villa de Ribadeo.



Esta división británica estaba compuesta por dos navíos de 50 cañones, el Weymouth, insignia del comodoro Johnson y el Winchester, capitán Charles Brown, y la fragata de 20 cañones Dursley Galley. El 27 de septiembre entraron en el puerto de Ribadeo tres buques de guerra al mando del capitán sir Charles Brown. Su intención era quemar cuantos buques se hallaran en construcción y castigar a los buques corsarios españoles, que unos días antes habían entrado en este puerto con dos mercantes británicos capturados, según los informes obtenidos por un mercante portugués. Las fragatas corsarias españolas eran las llamadas Galgo de Andalucía, armada con 20 cañones y al mando del capitán don Sebastián Villaseñor, y San Francisco, armada con 26 cañones y al mando del capitán don Lorenzo de Tablada. Estas dos fragatas eran antiguas británicas capturadas, la Greyhound, después llamada Galgo de Andalucía. La fragata San Francisco, armada con 26 cañones, era una de las que llevaron las tropas del coronel Castro a Escocia.



Los buques al mando de Brown, navíos Weymouth y Winchester y fragata Dursley Galley, fondearon el 27 de septiembre para bombardear los fuertes de Atalaya y San Damián, escasamente armados con cañones de 8, 6 y 4 libras, mientras los buques enemigos disparaban con balas del calibre 24, 20 y 18. Los dos fuertes y las dos fragatas hicieron una defensa tenaz, pero nada podían hacer ante fuerzas tan superiores. Cesado el fuego de los castillos, los británicos desembarcaron en la ribera de Villaselán, se apoderaron de los fuertes y los dos navíos entraron en el puerto sin oposición, mientras la fragata quedó en la costa.



Las dos fragatas españolas ardieron en llamas, incendiadas por sus comandantes para evitar su captura. También se quemaron los dos mercantes apresados, destruidos varios buques en construcción, un mercante de 300 toneladas, un depósito de maderas y todo tipo de materiales. Los británicos, antes de retirarse, exigieron el pago de dos mil doblones, cifra que no pudo ser satisfecha. Se consiguió reunir la mitad de esa cantidad para que los británicos no saquearan la ciudad. No había dinero ni tropas, pues lo pocos milicianos reunidos no inquietaron a los británicos. Una pequeña tropa fue organizada por los capitanes de las fragatas armadas en corso, aunque poco pudieron hacer ante los soldados profesionales británicos.


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El 30 de septiembre de 1719 se hace a la vela la escuadra del comodoro Johnson rumbo a las costas inglesas, llegando a Portsmouth el 19 de octubre. El comodoro Johnson debía haberse incorporado a su escuadra del almirante Mighels, que había llegado en esos días a la costa coruñesa. Llegado a Portsmouth se disculpó de no unirse al almirante al no tener aviso de la llegada de esa escuadra y, hallándose escaso de provisiones y agua, juzgó necesario regresar a puerto.



El 15 de septiembre zarpa de Portsmouth una escuadra al mando del vicealmirante James Mighells, que izaba su insignia en el navío de 70 cañones Ipswich, cuatro fragatas, Enterprise, de 40 cañones, Kinsale, de 30, Biddeford y Speedwell, ambas armadas con 20 cañones, la bombarda armada con 4 cañones Furnace, y varios transportes. En la isla de Wight embarcaron cuatro mil soldados mandados por el general Lord Richard Cobham y el 21 de septiembre pusieron rumbo a las costas gallegas.



A finales de septiembre llega la escuadra de Mighels a la costa de La Coruña, esperó por unos días a que se unieran a su escuadra los buques del comodoro Johnson. Mientras esperaba a estos buques, la escuadra de Mighels se entretuvo en atacar varios puertos entre cabo Prior y Finisterre. Sucesivamente se atacaron los puertos de Chanteiro, Cayón, Barizo y la villa de Finisterre. Estos ataques tuvieron varios propósitos; abastecerse de pescado fresco y de agua, intimidar a la población española, despistar a las autoridades militares sobre el verdadero objetivo y tantear sobre el terreno el estado de las defensas españolas, sobre todo de La Coruña.



Una semana después, la escuadra británica pone rumbo sur y entra en las rías de Pontevedra y Vigo. El planeado ataque a La Coruña había sido abandonado por varias razones. El mal tiempo provocó la pérdida del buque bombardero Furnace, uno de los barcos de la escuadra con poder artillero suficiente para destruir las defensas de La Coruña, ignorando Mighels si se había hundido o había conseguido refugiarse en Lisboa. Tampoco contaban con los navíos del comodoro Johnson, que en ese momento se encontraban rumbo a Portsmouth, los cuales habían demostrado potencia artillera superior a la de los fuertes españoles. Esta debilidad británica contrasta con las poderosas defensas coruñesas, superiores a las bien defendidas plazas del Ferrol y Bayona. Además había sido reforzada su guarnición con 800 hombres, sin olvidar el contingente de soldados ingleses, escoceses e irlandeses de la fracasada expedición a la Bretaña francesa, acantonados en La Coruña con el estado mayor del duque de Ormond, soldados experimentados y bien preparados para rechazar un ataque. Otra razón del abandono de este objetivo fue la falta de pilotos que conocieran la entrada a La Coruña.



A pesar de la pérdida de su buque insignia los británicos recibieron un refuerzo muy estimable, la fragata francesa L’Amarante, al mando del capitán Marquaisac. Había zarpado el 28 de septiembre para unirse a Mighells, llevando a bordo con un correo inglés, dos ingenieros de marina y ocho pilotos que conocían bien las costas gallegas.


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Los varios ataques producidos en las rías altas gallegas y en la zona de Ribadeo confundieron totalmente a los españoles sobre el objetivo británico, impidieron que concentraran en un punto sus escasas fuerzas. Los mandos españoles sabían que Vigo era uno de los posibles objetivos desde el mismo momento que descubrieron los preparativos de la salida de la escuadra de Mighells. Así lo informó a la Corte el capitán general de Galicia, el marqués de Risbourg. El gobierno central no sólo no envió refuerzos a Galicia antes del ataque británico, retiró de las costas de Vigo y Pontevedra unos 2.000 soldados llegados con los buques que se refugiaron por el temporal que dispersó la escuadra destinada a Escocia y los envió a Pamplona, amenazada por las tropas francesas.



El 10 de octubre comienza el desembarco británico en la entrada de la ría de Vigo, en la playa de Corujo. Al día siguiente finaliza el desembarco de los 4.000 hombres del general Cobham. El 12 de octubre tomaron sin oposición la villa de Bouzas, donde Coubham puso su cuartel general. Mandó un oficial para parlamentar la rendición de Vigo, rindiéndose la plaza ese mismo día. A pesar de la promesa dada, era uno de los capítulos de la capitulación, los soldados británicos se dedicaron al pillaje y destrucción de las vidas y posesiones de los ciudadanos. Antes de la rendición, los pocos soldados regulares españoles abandonaron los fuertes de Laxe y San Sebastián y se retiraron a la fortaleza de Castro, cuya guarnición, mandada por el brigadier don José de los Herreros, contaba con 400 soldados regulares y otros tantos milicianos.



Las tropas al mando del brigadier Homewood entraron en Vigo el 13 de octubre con dos regimientos de Infantería. Envió un destacamento de 500 soldados contra la villa de Redondela, siendo saqueada e incendiada al encontrarla abandonada.



El mismo día 13 de octubre comenzó el asedio británico a la fortaleza del Castro. Batidas las defensas por la artillería, los españoles eran incapaces de resistir por más tiempo, firmando el día 21 la rendición el coronel González de Soto, que había sustituido al brigadier Herreros al caer éste herido durante el asedio. A las tropas españolas, unos 380 soldados y 300 milicianos, se les permitió dirigirse a Porriño, donde el marqués de Risnourg había instalado su cuartel general. Contrasta esta actitud de los británicos en el trato dado a las tropas con el dado a la población civil, a la que humillaron, robaron y destruyeron lo que no se pudo embarcar.



Fernández Duro dice que el botín encontrado fue de 190 cañones de hierro, 300 de bronce, diez mil fusiles y treinta mil barriles de pólvora. Además capturaron cuatro mercantes y dos buques armados en corso, estimándose en más de 60.000 libras el valor del material de guerra capturado en Vigo. Como dato curiosidad, el vino gallego hizo más estragos entre las tropas británicas que las armas españolas. Las tropas bebieron vino de los almacenes y bodegas saqueadas y, acostumbrados a la cerveza, estuvieron borrachos un par de días.


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El cardenal Alberoni y el rey Felipe V no podían desatender las demandas de las autoridades gallegas. Alberoni pretendía enviar dos batallones del regimiento Vitoria, un regimiento de dragones de Extremadura y uno de caballería desde Aragón. Las órdenes para su marcha llegaron demasiado tarde. El más cercano a Galicia, el regimiento de dragones estaba acantonado en Alcántara, Cáceres, comenzó la marcha y llegó a Ponferrada, en la frontera con Galicia, el 26 de octubre, el mismo día que los británicos entraban en Pontevedra.



Por tanto, el marqués de Risbourg sólo podía contar con escasas tropas y con las milicias, unos 6.000 hombres, pero de escaso valor militar ante las tropas regulares británicas. Durante su marcha hacia Pontevedra, aunque la mayor parte fueron trasladados por mar, las tropas enemigas fueron hostigadas por las milicias provinciales, llegando a capturar a varios soldados enemigos. Otra manera de entorpecer el avance fue destruir los puentes, medida inútil puesto que las tropas del general Wade embarcaron en cuatro transportes y con la fragata Speedwell se acercaron por la ría a Pontevedra, desembarcando a diez kilómetros de la plaza unos mil soldados al mando del general Wade.



Sin conocer todavía el verdadero objetivo del enemigo, el marqués de Risbourg, concentró sus tropas en la defensas de Santiago de Compostela, situada en el interior, dejando a los británicos vía libre para apoderarse de Pontevedra. La marcha contra esta villa la encabezaron mil hombres al mando del general Wade, inferiores en números a las tropas españolas mandadas por el marqués de Parga, unas diez compañías de infantería, los propios ciudadanos de Pontevedra y numerosa artillería. En vez de emplearla contra el invasor, el gobernador de Pontevedra don Francisco Eguazas, obedeciendo posiblemente órdenes superiores, la embarcó en unos barcos para llevarla río arriba y arrojarla en un pozo para que no sirvieran al enemigo, pero esa medida tampoco les hacía daño a ellos.



Pontevedra cayó sin haber disparado un solo tiro. El temor a malgastar en Pontevedra los hombres y armas necesarios para la defensa de Santiago, paralizó a los hombres y a sus mandos, ordenando el marqués de Parga evacuar las tropas. El 26 de octubre las tropas de Wade entraban en la ciudad, destruyendo casas particulares, edificios públicos y saqueando todo lo que encontraron de valor. Se hicieron dos cañones de 48 libras, cuatro de 24 libras, seis morteros, dos mil fusiles y diverso material militar. Todo ello sacrificado creyendo que el objetivo principal era la ciudad de Santiago. Pero el objetivo del enemigo no era esta plaza, era una incursión de castigo contra las costas gallegas por haber servido de apoyo militar y económico al pretendiente al trono británico Jacobo III y a su comandante en jefe el duque de Ormond.



Los británicos, que sabían que estaría bien defendida, exigen el pago de un rescate por no avanzar hacia Santiago de Compostela, poner sitio a la ciudad y destruirla. Lord Cobham exigió el pago de 60.000 doblones a la ciudad de Santiago, mientras que el general Wade pidió 5.000 doblones para no destruir Pontevedra. El capitán general de Galicia ordenó que no se respondiera a estas exigencias.


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Poco después de ocupar Pontevedra y sin respuesta a sus peticiones de dinero, se retiraron las tropas británicas a Vigo. El general Cobham había escrito a su gobierno sobre lo que debía hacer, quedarse, y guarnecer Vigo, o retirarse. La respuesta de su gobierno fue que debían regresar a las costas británicas. Les faltaba provisiones, las tropas y milicias no dejaban de dispararles y, sobre todo, habían cumplido con creces los objetivos de la expedición, intimidar a la población para hacer esta guerra impopular, aunque un verdadero objetivo militar hubiera sido La Coruña, cuya plaza pasaron por alto. El 27 de octubre levó anclas la escuadra de Mighells y regresaron a sus puertos.



Los británicos, mantenían escuadras y buques en todas las costas. El 10 de octubre, entre Lisboa y el cabo Santa María, es capturado por la fragata británica de 32 cañones Sheerness, al mando del capitán Arthur Delgano, el paquebote de 18 cañones y 125 hombres de tripulación San Francisco, el cual había zarpado de Santo Domingo y se dirigía a Cádiz.



Arrasados los astilleros de Pasajes y Santoña y amenazado el de Guarnizo, a finales de 1719 se unió Holanda a la Cuádruple Alianza, principal suministradora de materiales para la construcción de la escuadra, quedando España obligada a pedir el cese de la guerra.



El 5 de diciembre de 1719, después de tantas presiones del extranjero y en la propia España, el cardenal Alberoni es despedido por Felipe V. Patiño, sin la intervención del cardenal, recibe el máximo poder, encontrándose con una Armada deshecha, aunque la situación no era tan grave como en los primeros años de este siglo.



La Armada Real podía contar en esas fechas con unos treinta buques de guerra. Diez de ellos se encontraban en aguas de la isla de Sicilia, inutilizados por el bloqueo impuesto por la escuadra británica del almirante Byng. Otros buques se encontraban en Cádiz, alistándose para zarpar rumbo a La Habana con órdenes de desalojar a las tropas francesas de Mobile, Pensacola y otras zonas ocupadas durante esta guerra. En América es donde se concentraban gran parte de la Armada, tres navíos, cuatro fragatas y varios buques de menor porte en la zona del Caribe y otros dos navíos y cinco fragatas en el Mar del Sur y Pacífico. Por lo tanto, en la península, sólo se contaba con el navío Guadalupe, dos fragatas de dos puentes y una fragata en el mar Cantábrico y una fragata de dos puentes en Barcelona.

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Primera batalla naval del Cabo de San Vicente


Los buques que se encontraban en aguas del Cantábrico en diciembre de 1719, la mayoría eran buques de la escuadra de don Baltasar de Guevara salvados de la tormenta ocurrida en el mes de marzo. El capitán de navío don Rodrigo de Torres recibe la orden de ponerse al mando de varios navíos y llevarlos a Cádiz para evitar su posible destrucción o captura por parte de los aliados. Zarpa de Santander con el navío Nuestra Señora de Guadalupe, los pequeños navíos de 50 cañones San José, alias Tolosa y Hermione y la fragata Fidela, con sólo 20 cañones.



Al comienzo de la travesía, la escuadra de Torres captura en las costas del Cantábrico a una fragata y una balandra británicas. El resto de la travesía por la costa portuguesa fue tranquila y sin contratiempos. Llegadas a la altura del cabo de San Vicente, son interceptados por una escuadra británica el 21 de diciembre.



El comodoro británico Philip Cavendish se encontraba al mando de una división compuesta por los navíos Advice y Norwich, armados con 50 cañones, y la fragata Dover, de 40 cañones, poniendo rumbo a la escuadra de Torres para interceptarla. Después de cinco horas de combate, los buques británicos se retiran del combate y ponen rumbo a Gibraltar con muchos daños en sus navíos, sufriendo las bajas de 154 muertos y heridos.



Los cuatro buques al mando del capitán Torres entran en Cádiz el 2 de enero de 1720 con 20 muertos y 27 heridos a bordo. Autores británicos como Joseph Allen afirman que Cavendish se enfrentó a tres grandes navíos. A causa del mal tiempo, las portas de los cañones de la batería baja no pudieron ser abiertas y los buques españoles pudieron escapar, entrando Cavendish en Gibraltar habiendo perdido cuarenta muertos y heridos.






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La guerra con los franceses en el Caribe 1719-1720



El 20 de abril de 1719, dos fragatas francesas, Maréchal de Villars y Philippe, llegan a Mobile a las órdenes de los comandantes Méchin y Diourse. Informan a Jean Baptiste Le Moyne, Sieur de Bienville de la guerra entre España y Francia comenzada el 9 de enero, recibiendo además la autorización para tomar la plaza de Pensacola. También había llegado el director general de la Compañía de las Indias, M. Larchebault, pues uno de los objetivos de las nuevas conquistas era hacerse con nuevos mercados, aprovechando esta nueva guerra con los españoles.



También los españoles recibieron noticias de la guerra. A primeros de abril de 1719 zarpa de Cádiz el navío de 54 cañones Nuestra Señora de Begoña, alias Campanela, la fragata Príncipe de Asturias, alias Infante, y el mercante armado con 12 cañones Santo Cristo de Maracaibo. Llevaban cartas para las autoridades de La Habana, Veracruz y para el virrey de Nueva España. Otra pequeña escuadra zarpa de Cádiz el 6 de abril de 1719 con destino a Veracruz para incorporarse a la Armada de Barlovento, que tenía necesidad urgente de buques de guerra. Formada por los navíos de 60 cañones San Juan Bautista y San Luis y la fragata de 50 cañones San Jorge, estaban al mando del capitán de navío don Francisco Javier Cornejo. Las dos escuadras se unieron en La Habana y llegan a Veracruz el 5 ó 6 de julio. A finales de este mes, se une en Veracruz a la escuadra de Cornejo la fragata de 30 cañones San José, alias Pingue Volante.



Bienville comenzó los preparativos para la expedición el 20 de marzo, terminando en pocos días. El teniente de navío Joseph Le Moyne de Serigny, hermano de Bienville, embarcó en la fragata Maréchal de Villars, de 24 cañones al mando del oficial Chevalier des Grieux, y se le dio el mando de la división naval compuesta por las fragatas Comte de Toulouse y Philippe, armadas con 24 y 20 cañones. En estas tres embarcaciones embarcaron 166 oficiales y soldados y 45 voluntarios, además de otros 80 hombres, víveres y las municiones en un bergantín y otros buques menores, en la que iba el mismo Bienville. Zarpan de la isla Dauphin el 13 de mayo (1).



La tarde del 14 de mayo de 1719 la flotilla francesa al mando de Joseph Le Moyne de Serigny se presenta ante Pensacola y exige la rendición al gobernador, coronel don Juan Pedro Matamoros de Isla, mientras un ejército de 700 indios y 100 franceses marcha desde Mobile al mando de Antoine Le Moyne, Sieur de Chateaugue, otro hermano de Bienville. La plaza estaba defendida por sólo 160 soldados.



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Bienville esperó en río Perdido la llegada de los hombres de Chateaugue. Esa noche atacó por sorpresa la fortificación de punta Siguenza en la isla Santa Rosa, defendida por sólo veinte hombres y una batería de tres cañones de 12 libras. Se acercaron con varios botes y la pequeña guardia es reducida y también el relevo de otros veinte hombre que llegó la mañana siguiente desde el fuerte de San Carlos.




En la mañana del 15 de mayo, los buques de Serigny debían entrar en la bahía, pero no pudo hacerlo por la falta de viento. Para evitar ser atacado por las tropas españolas, Bienville ordenó utilizar los tres cañones capturados y apuntar a la bahía, mientras las tropas de Chateaugue tenían dificultades en acercarse al fuerte de San Carlos. La mañana del día 17, entraron los buques franceses en la bahía y comenzó un intercambio de disparos con los cañones del fuerte. Bienville intimó a la rendición al gobernador de Pensacola, el coronel don Juan Pedro Matamoros, el cual protestó por el ataque al creer que las dos naciones no estaban en guerra. El 18 de mayo se rindió. Al día siguiente llegó Chateaugue con sus fuerzas, y se hizo cargo de la plaza como nuevo gobernador, mientras el caballero Larchebault, director de la Compañía de las Indias, estableció en Pensacola su nueva residencia.



El 6 de junio llegan a puerto desde la costa de Guinea los mercantes de la Compañía de la Indias Aurore y Le Grand duc de Maine, al mando de los capitanes Laudoin y Herpin, con 500 esclavos a bordo. El día 28 llegan otros dos mercantes, Saint Louis y Dauphine, capitanes Colombier y La Feuille-Brillant, con toda clase de artículos y 350 reclutas.



Según los términos de la capitulación, el gobernador y las tropas españolas salen de Pensacola el 26 de junio para ser llevados a La Habana a bordo de las fragatas Comte de Toulouse y Maréchal de Villars, al mando de los comandantes Chevalier de Grieux y Méchin. Bienville regresó a Mobile, dejando al frente de la defensa de Pensacola a sus hermanos Serigny (2) y Chateaugue, con unos 400 hombres de guarnición.



En La Habana, el gobernador de Cuba, brigadier don Gregorio Guazo Calderón y Fernández de la Vega, habían estado reuniendo embarcaciones y tropas al mando del teniente coronel don Alfonso Carrascosa de la Torre para atacar Charlestown, la capital de la Carolina, y Nueva Providencia y auxiliar al gobernador de la Florida don Antonio Benavides. La escuadra de catorce embarcaciones ligeras zarpa de La Habana el 4 de julio. Encontrándose en alta mar, se encuentra a las dos fragatas francesas que llevaban a La Habana a la guarnición presa de Pensacola. Las fragatas francesas intentaron huir, pero les sobrevino una calma, siendo abordadas y capturadas por Carrascosa (3). Son llevadas a La Habana en 5 de julio, donde los prisioneros son liberados e incorporados a la nueva expedición, mientras los franceses son encerrados en el castillo del Morro (4). Con el fin de recuperar Pensacola y con los nuevos refuerzos, zarpa de nuevo de La Habana el 19 de julio, esta vez rumbo a Pensacola, la escuadra compuesta por las dos fragatas francesas, una española corsaria armada con 16 cañones, nueve bergantines y dos goletas, llevando a bordo a 1.000 hombres al mando de Carrascosa, incluidos dos compañías de tropas veteranas. Su segundo en el mando era don Esteban Severino de Berroa, capitán más antiguo de las milicias blancas. Al mismo tiempo, don Gregorio Guazo despacha una embarcación ligera de La Habana a Veracruz para informar al virrey de Nueva España marqués de Valero y para pedir que la escuadra de Cornejo acuda a Pensacola y se uniese con la Armada de Barlovento a las fuerzas de Carrascosa.



El 5 de agosto se presenta la fuerza española ante Pensacola. La guarnición francesa al mando de Chateaugue era poco disciplinada y hubo una insubordinación. Unos cincuenta hombres de la guarnición desertó ante las fuerzas españolas (5). Al día siguiente y casi sin hacer un disparo la plaza se rindió a Carrascosa. Chateaugue, Larchabault y algunas tropas fueron llevadas a La Habana y Matamoros nombrado de nuevo gobernador de Pensacola. La fragata mercante Dauphine fue quemada en el puerto y capturada la Saint Louis.


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Serigny se encontraba en isla Dauphine, situada a la entrada de la bahía de Mobile, a bordo de la fragata Philippe, de la Compañía de la Indias. Carrascosa envía el 13 de agosto a un oficial a bordo de la fragata para informar de la caída de Pensacola e intimar a la rendición. Después de la marcha del oficial español, comenzó Serigny a preparar la defensa. Contaba con unos 200 soldados, sin contar las tropas indias.





Las tropas españolas marcharon por tierra hasta Mobile teniendo varios encuentros con los franceses enviados por Bienville. También envió a la fragata Maréchal de Villars, al bergantín de 14 cañones Santo Cristo (7) y otros buques menores para atacar al buque de Serigny y desembarcar tropas en la isla. El Philippe rechazó un primer ataque el 19 de agosto con el apoyo de las baterías de tierra. Desde Mobile llegaron más tropas francesas. El 20 de agosto hubo un intento de desembarco, que fue rechazado. Ese mismo día llegaron más tropas e indios, aumentando las fuerzas a casi 300 hombres. El día 25 de agosto, las tropas de Carrascosa regresaron a Pensacola.



Desde Francia se ordena al marqués Desnots de Champmeslin zarpar con una escuadra para atacar Pensacola. El 9 de julio llega a Santo Domingo. Debido a los daños sufridos durante la travesía y a otras causas, esta escuadra se entretuvo demasiado tiempo en puerto y pudo haber evitado que Pensacola fuese de nuevo ocupada por los españoles. Zarpó Champmeslin del puerto de Guarico el 13 de agosto con los navíos Hercule, buque insignia de 60 cañones al mando del capitán Gouyon, Mars, 60 cañones al mando del capitán Roquefeuille, y Tritón, 54 cañones, al mando del capitán Vienne, dando escolta a dos buques de la Compañía de las Indias, la fragata Union, de 48 cañones al mando del capitán La Mancilliére-Gravé, y el transporte Marie, al mando de Chappy, llevando a bordo a dos mil hombres.



El 1 de septiembre llega la escuadra de Champmeslin a isla Dauphin. Al día siguiente se celebra en el Hercule un consejo de guerra. Se decide atacar Pensacola lo antes posible, pues se temía la llegada de la escuadra española surta en Veracruz al mando de Cornejo. Se ordena a las fragatas Union y Philippe y a la pequeña Marie unirse a la escuadra de Champmeslin, zarpando el 15 de septiembre rumbo a Pensacola. Al mismo tiempo, las tropas al mando de Bienville salieron de Mobile.



El 16 de septiembre llegó la escuadra francesa ante la plaza, defendida por los buques Maréchal de Villars, Comte de Toulouse, Saint-Louis y el bergantín de 14 cañones Santo Cristo, capturado a los británicos en las costas de Cuba. El 17 de septiembre entra la escuadra francesa en la rada e intiman a la rendición a Carrascosa. Después de un fuego constante de más de dos horas, los franceses vuelven a tomar Pensacola y hacen prisionero al teniente coronel don Alfonso de Carrascosa y al gobernador Matamoros. En total se habían capturado unos mil hombres. Para economizar las provisiones envió a La Habana a 360 prisioneros, mientras que los oficiales son retenidos en los buques, siendo llevados finalmente a Francia. Los desertores franceses que se encontraban en los buques de Carrascosa son también capturados; una docena son colgados de la verga de la fragata Comte de Toulouse y el resto, unos veinticinco que no pudieron escapar son condenados a servir en la Compañía de las Indias como forzados (8).


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El 18 de septiembre entra en Pensacola un bergantín español que había zarpado de La Habana con pertrechos y víveres, siendo capturado por los franceses. El 12 de octubre llegaron a Pensacola desde Veracruz dos pequeños buques con tropas. Su captura aumentó el número de prisioneros españoles en cuatro oficiales y ochenta soldados de dos compañías de infantería, además de las tripulaciones de las naves. En pocos días, los franceses arrasaron las edificaciones civiles, el fuerte San Carlos y la batería de Punta Siguenza, dejando sólo en pie tres cabañas para una pequeña guarnición de veintiún soldados al mando del teniente Delisle. Los franceses habían decidido abandonar Pensacola e isla Dauphin como sedes de la Compañía de las Indias, trasladándola a la bahía de Biloxi.



El 4 de octubre entra en Pensacola el navío de la Compañía Duchesee de Noualles, al mando del capitán Malván, con víveres para la escuadra. Los españoles hicieron planes para recuperar Pensacola, pero, por varias razones, fracasaron. El jefe de escuadra Champmeslin quedó en Mobile hasta el 2 de noviembre, zarpando ese día rumbo a Francia, ante las protestas de los comerciantes de la compañía. No sabían éstos que desde Francia habían zarpado otras dos escuadras.



El rey Felipe V está decidido a recuperar la plaza perdida. Envía desde Cádiz al jefe de escuadra don Baltasar de Guevara con órdenes de reunirse con la escuadra de Cornejo en La Habana y realizar las operaciones necesarias para la tomas de las plazas de Pensacola, Mobile y otros territorios. Con armas, municiones y 500 soldados zarpan el 23 de enero de 1720 los navíos Catalán y Cambi y la fragata Fidela. A su llegada a La Habana, Guevara tiene noticias de las conversaciones de paz entre Francia y España, quedando en suspenso todas las operaciones militares.



Antes de entrar esta escuadra en La Habana, se enfrentaron a finales de marzo de 1720 a dos buques británicos a la vista del puerto (10). El combate duró unas cuatro horas, tras las cuales los dos buques enemigos, el navío Mary, de 60 cañones y al mando del capitán Edward Vernon, y el Ludlow Castle, de 40 cañones al mando del capitán James Cusack (11), se retiraron del combate. Un temporal impidió a los buques españoles emprender su persecución.



La escuadra de don Baltasar de Guevara zarpó de La Habana y puso rumbo a Veracruz, en cuyo puerto entró el 9 de julio de 1720. Poco tiempo después recibía Guevara órdenes, según las cuales el navío Catalán debía dirigirse a La Habana para regresar a la península con la escuadra de Cornejo, los dos navíos de 60 cañones San Luis y San Juan y las fragatas San Jorge y San José. El navío Cambi y la fragata Fidela se quedarían en Veracruz por un tiempo más largo a las órdenes del virrey.



Mientras esto ocurría, Cornejo zarpaba de Veracruz a finales de enero de 1720 con las fragatas San Jorge y San José, dos mercantes armados y cinco pequeños buques, desembarcando tropas, unos quinientos hombres en la bahía San José a finales de febrero. Allí se entera de la presencia en la zona de una escuadra francesa, decidiendo dirigirse a La Habana a esperar la llegada de los navíos San Luis y San Juan y luego regresar a la costa francesa para continuar con las operaciones de abastecer a los tropas. Cornejo no sabía que la escuadra de Champmeslin había sido relevada por otra al mando del capitán de navío Chevalier de Campet de Saugeon, compuesta por los navíos Achille, Mercure y Content, armados con 62, 54 y 60 cañones y a los mandos de los capitanes De Valle, Gabaret y Rochambault, además de dos mercantes armados de la Compañía de las Indias, el Mutine y el Duc de Noailles, capitanes Martonne y Coutant.


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Esta nueva escuadra francesa había zarpado de Brest en noviembre de 1719 y llegado a la isla Dauphin el 28 de febrero (12), fecha en la que las fragatas de Cornejo se dirigían a La Habana. En el puerto cubano se encontraban ya varios buques españoles, el navío Nuestra Señora de Begoña, alias Campanela, las fragatas Hércules y Príncipe de Asturias, armadas con 30 y 40 cañones respectivamente, además de varias balandras y bergantines. Los buques de Saujeon zarparon en busca de la escuadra española, cruzando durante casi dos meses por el golfo de México, regresando a isla Dauphin el 8 de abril sin haber encontrado a los buques de Cornejo.



A mediados de abril de 1720 zarparon de Veracruz los navíos San Luis y San Juan Bautista con el mercante Santo Cristo de Maracaibo para reunirse con el resto de los buques de Cornejo en La Habana. Vientos fuertes del norte dispersan la formación hacia el sur. El buque mercante regresó en solitario a Veracruz, mientras los dos navíos naufragan en la costa de Campeche. La causa más probable del desastre fue el pésimo carenado que se les realizó antes de zarpar de Cádiz, provocando que tuvieran varias vías de agua.



En 4 de mayo de 1720 zarpan los buques franceses de Saujeon rumbo a Francia, siendo sustituidos por las fragatas Amazone, Victoire y un mercante armado al mando del comodoro Sainvilliers. El 1º de julio llegaron los navíos Toulouse y Henry, al mando del comodoro Valette. La guerra estaba ya concluida, renunciando Felipe V a sus pretensiones. Los buques españoles fueron regresando a la península en los primeros meses de 1721.



Como parte de lo estipulado en los tratados de Paz, Francia cedió a los españoles la plaza de Pensacola. El nuevo gobernador español, el teniente coronel don Alejandro Wanchop, no llegó a Pensacola hasta el 26 de noviembre de 1722. Los oficiales franceses encargados de la entrega, acabaron por destruir los pocos edificios que aún estaban en pie.

Un saludo D. Blas
Me gustaría conocer sus fuentes sobre la frustrada invasión a Escocia.¿Es "The jacobite attempt of 1719?.
Tengo varias dudas ya que otras fuentes citan al "Regimiento de la Corona" como protagonista de la batalla de Glenshiel. En artículos editados en inglés hablan del Coronel Nicolás Bolaño en lugar de D Pedro de Castro Bolaño, otros incluso citan a un tal Alonso de Santarem como coronel de la expedición.
También me gustaría saber el nombre de las fragatas que transportaron a los infantes hasta Stornoway y después hasta el castillo de Eilean Donan.
¿Puediera ser factible que una de ellas fuera la Saint Andrews, capturada en febrero a los ingleses en aguas cercanas a Cádiz?¿Sería aventurado sostener que se la traslado hasta el puerto del Pasaje perteneciente en aquellas fechas a San Sebastián?
Gracias un saludo

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Conozco el libro que mencionas, pero no lo tengo. La principal fuente que utilicé fue el libro de Emilio González López, "Al alba flor de lis. Galicia en los reinados de Felipe V, Luis I y Fernando VI", Ediciones del Castro, 1978.

Los apellidos del Coronel son Castro Bolaño del Regimiento Galicia, y el autor de la mencionada obra tan solo lo nombra como Castro Bolaño. Unas fuentes lo nombran Pedro y otras Nicolás.

El nombre de las fragatas es también complicado. Emilio González nombra una de ellas, la San Francisco, de 22 cañones, que era una fragata británica capturada en 1716. Esta fragata fue destruida después en Ribadeo en 1719 junto a la fragata Galga de Andalucía, que bien pudiera haber sido la otra fragata, pero no he encontrado confirmación.

La fragata San Andrés zarpó en 1719 al Río de la Plata, naufragando ese mismo año en las costas de Brasil.

Un saludo.


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Muchisimas gracias por la aclaración.
Yo también en varias fuentes inglesas he leido "colonel Nicolas Bolano"
Esto ha inducido a confusión incluso a la prestigiosa revista histórica Clio, que en un artículo sobre esta empresa considera a dos personas distintas: Don Pedro de Castro y el coronel Nicolás Bolaño.
La clave nos la puede dar su ilustrado paisano el Padre Feijoo que en uno de sus ensayos lo cita:
"...mi paisano el Coronel Don Nicolás de Castro Bolaño (a quien hizo glorioso la infeliz empresa de Escocia de los años pasados; porque con solos quinientos hombres que comandaba en País extraño, sin esperanza de socorro, y a vista de casi veinte mil de los enemigos, sacó las ventajas que fueron notorias así en la amnistía general para los naturales que seguían nuestro partido, como en las condiciones de salir armados con banderas desplegadas, a son de cajas, con todos los pertrechos y municiones que habían desembarcado), pienso que hayan arribado ya a la edad sexagenaria, sin que por eso deje de fiar su Majestad al primero el Gobierno de Gerona, y al segundo El Regimiento de Infantería de Santiago."
Un saludo

Buenas Comandante, sobre la fragata San Francisco de 22 cañones, ¿es posible que su nombre completo sea San Francisco y San Antonio? Yo la tengo listada así y coinciden casi las fechas, 1716 entrada en servicio y 1718 fuera de servicio. ¿Conoce vd. mercé fechas más exactas, tanto de su captura como de su puesta fuera de servicio? Yo la tenía en mis datos como comprada, no capturada.

Sobre la segunda, la San Andrés , tengo que fue capturada en febrero de 1719 por el navío Hermiona, en las costas de Cádiz. ¿Se sabe la fecha de partida y la de hundimiento?

Saludos y buenas noches, con su permiso me retiro a mi coy.

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El nombre completo de nuestro buque es "Nuestra Señora de Guadalupe y San Antonio", pero muy pocas veces lo vemos así escrito. Con esto quiero decir que tiene razón, pero la fuente que cito sólo la menciona como San Francisco. En el ataque a Ribadeo, donde las dos fragatas son quemadas por sus comandantes para evitar la captura, se produce a finales de septiembre o primeros de octubre de 1719. Aunque fue capturada, no dispongo de su nombre británico. También podemos ver que hay discrepancias con el armamento, 22 ó 26 cañones, pero me inclino a pensar que eran 22, siendo el resto pedreros.

Sobre la San Andrés sólo conozco, de momento, el año de su partida y naufragio.

Saludos.


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Tengo el placer de comunicarles hace unos meses un grupo de submarinistas hemos descubierto los restos de una de las dos fragatas españolas quemadas en el ataque a Ribadeo, creemos se trata de la San Francisco, pues El Galgo de Andalucia se presume localizado en otro sitio.
En total hemos encontrado un total de 14 cañones de grandes dimensiones (en torno a los 3,30 metros los más grandes) así como bolas de cañón, no existe pecio al uso pues como ustedes comprenderán la fuerza del Cantábrico impide que la madera se conserve. Dicho descubrimiento ha sido comunicado a las autoridades correspondientes haciendo caso omiso del asunto hasta la fecha.
En próximas fechas intentaré mostrarles diversas fotografías tomadas del material encontrado.

Saludos.

Enhorabuena Moncho y compañia, es una de las cosas más fascinantes por las que bucearía, creo que no habría fondo maríno en el mundo que igualara la sensación de encontrar un buque hundido....se me ponen los pelos de punta!! (para mi gusto y el de algunos compañeros del foro)

Cualquier información y fotos al respecto será agradecida.

Sería interesante saber el número de cañones y si hay de diferentes tamaños, aproximadamente.

Saludos!
P.D. No me sorprende la respuesta de las autoridades....no aprendemos por desgracia...

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Tengo sentimientos encontrados. Me alegro por el descubrimiento y os felicito por el trabajo. Pero está visto que en este país las autoridades sólo se interesan por aquello que le pueda dar votos. Nuestra cultura e historia no da votos.

Pero seguir con el trabajo tan fantástico que haceis. Un saludo.


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Saludos Moncho.

Fantástica noticia, aunque como muy bien dice nuestro compañero, no deja de producirme sentimientos encontrados. Es una pena que no estuviera cargada de plata americana. Si así hubiera sido, ya la habría expoliado algún moderno "L,Olonais", nuestras autoridades se hubieran rasgado las vestiduras y le habrían prestado la debida atención.

De cualquier manera un saludo y mis mejores deseos para ti y/o vosotros.