Don Antonio Sanjurjo Badía





Estamos en el convencimiento de que, si preguntamos por el nombre del inventor español del Submarino, lo más probable es que nos digan sin dudar Isaac Peral, quizás a Narciso Monturiol y prácticamente muy pocos a Cosme García, llevando a cabo con éxito todos ellos sus experimentos para navegar bajo el agua con los artilugios de su creación.

Pero seguramente que nadie, dirá el nombre de Antonio Sanjurjo Badía, y el también llevó a cabo con éxito las pruebas de navegación sumergida con su invento.

Por lo que creo, que merece nuestro reconocimiento en nuestro Foro de Historia Naval, de aquí su biografía transcrita hecha por El Capitán de Navío Don Marcelino González, en 50 Barcos Españoles de la editorial Alvar González de Gijón.

Y no solo es eso, ya que, si del Garcibuzo o artefacto de Cosme García no quedan más que algunos planos, del Ictíneo de Monturiol solo hay reconstrucciones y del Peral de Isaac Peral que conserva su casco en el Museo Naval de Cartagena (interior por ahora sin reconstruir), el submarino de Antonio Sanjurjo se conserva el submarino íntegro (incluido el interior) es el submarino portaminas Sanjurjo, que se mantiene casi tan nuevo como cuando fue creado a finales del siglo XIX, en el Museo del Mar de Galicia en Vigo.

Su creador y constructor. Don Antonio Sanjurjo Badía nació en Sada, Coruña, en 1837, donde desde los 9 años trabajó con su padre, propietario de unos talleres de fundición, relojería y otras ramas de la mecánica.

Antonio destacó desde muy joven en sus trabajos, y aprendió muy rápido los oficios de fundidor, mecánico y relojero, en los que demostró una gran capacidad que desde muy temprana edad le hizo acreedor al sobrenombre por el que muchos empezaron a llamarlo: "Habilidades".

Pero en la España de aquellos tiempos la vida no era fácil, y menos en una familia de 11 hermanos, por lo que Antonio hizo lo que muchos en aquellos tiempos: emigrar y probar fortuna en otras tierras.

En el año 1854, a los 17 años de edad, con un buen nivel de conocimientos como fundidor, mecánico y relojero, y un saco de ilusiones al hombro, se fue a Cuba, donde completó sus conocimientos con estudios adicionales, y con un socio de Cádiz montó un taller de calderería de cobre, herrería, cerrajería y fundición de bronce.

En la isla caribeña, su espíritu emprendedor y su capacidad de trabajo le permitieron abrirse camino con rapidez, y en poco tiempo logró ahorrar el suficiente capital para regresar a la Península.

Tanto fue así, que en el año 1859 vendió a su socio su parte en el negocio y se vino a Vigo.

En cuanto llegó a la ciudad gallega compró la maquinaria de la empresa "Ortega y Baamonde", y en el año 1860 se instaló en Guixar, donde montó unos talleres para reparar máquinas y calderas de barcos y fábricas.

Muy pronto empezó a ganar fama, tanto por la calidad de los trabajos desarrollados, como por lo acertado de las soluciones adoptadas ante problemas en principio difíciles de resolver.

Y en 1868 fueron fabricadas en su taller las primeras máquinas y calderas de vapor hechas en Vigo.

Antonio Sanjurjo estaba en pleno proceso creador, cuando en 1878 recaló en Vigo un insigne personaje que iba a tener cierta influencia en su vida.

Se trataba de Julio Verne, el autor de conocidas obras como "20.000 leguas de viaje submarino", que entró en puerto para reparar su barco, el yate de vela y vapor Saint Michel.

Necesitaba subsanar algunos tubos perforados en la caldera, y el 3 de junio entró en contacto con los talleres de Sanjurjo para llevar a cabo las reparaciones.

Así fue como Julio Verne encontró a la persona que podía reparar su barco, y también encontró a alguien que tenía inquietudes parecidas a las suyas, ya que en el taller de Sanjurjo había una especie de pecera rústica, una gran pileta con una de sus paredes transparente, y en su interior, además de peces, había un prototipo a escala de un extraño aparato para navegar bajo el agua.

Sanjurjo utilizaba la pileta para estudiar los movimientos de los peces y tratar de aplicarlos a su sumergible, que era uno de los sueños del dueño del taller desde hacía ya tiempo.

Aquello propició el acercamiento entre el escritor y el mecánico, y en las tres semanas que duraron las reparaciones del Saint Michel, seguramente entre conversaciones y tazas de vino ribeiro, nació la amistad entre los dos hombres.

Sanjurjo comentó a Verne su sueño de construir un submarino, a lo mejor para poder extraer los tesoros de los galeones hundidos en Rande, y Verne quedó encantado de ver que alguien era capaz de llevar a la práctica uno de los proyectos de su imaginación.

La amistad se mantuvo entre ambos a lo largo de los años con un intercambio epistolar, en el que el mecánico contaba al escritor los problemas con su prototipo de submarino y las soluciones que adoptaba, y el escritor siempre le daba puntual respuesta.

Los negocios de Sanjurjo fueron viento en popa. Con su factoría "La Industriosa", situada en la actual calle García Barbón, pasó a ser uno de los primeros industriales de Vigo.

El nombre de "Industriosa" venía de su afición a la apicultura, y a la admiración que sentía por las industriosas abejas.

Sanjurjo siguió adelante con sus trabajos y su sueño, ya que veinte años más tarde de su encuentro con Verne, y movido por su patriotismo ante la amenaza de que los americanos atacaran las costas gallegas, aceleró el diseño de su submarino, lo construyó y lo llegó a probar con éxito en agosto de 1898.

Él dijo que era una "boya lanzatorpedos", aunque el sumergible más adelante recibió la denominación de "submarino portaminas".

Continuando con sus negocios, en el año 1912 fundó unos astilleros, en un principio para construir barcos de pesca, en los que incorporó las últimas tecnologías, como un carro varadero.

Muy pronto, aquellos talleres se convirtieron en los segundos astilleros de la ría de Vigo, de los que en el año 1920 ya habían salido 80 barcos.

También se metió a trabajar en otros campos, ya que transformó vehículos de vapor en coches de bencina, los dotó de teléfono, y empezó a establecer en Galicia líneas de transportes regulares.

Una noticia aparecida en el "Eco de Vigo" el 30 de marzo de 1912, decía que Antonio Sanjurjo poseía la fundición más importante de Galicia, que era dueño "de la línea de automóviles de vapor y bencina de Santiago a la Coruña", y se hacía eco del premio recibido por el inventor en la Exposición Regional de Santiago con una colmena "movilista" de su invención.

Pero Sanjurjo no solo prestó atención a sus negocios y a sus empresas, también se preocupó por su gente, con iniciativas que pueden ser consideradas como inicios de lo que más tarde iba a recibir el nombre de "Seguridad Social".

En sus fábricas creó una especie de "Hermandad de Trabajadores", con seguro de enfermedad, pensión de retiro, y el domingo como día libre.

Fueron tres cosas que hoy nos parecen obvias, pero en aquellos tiempos debieron de resultar un tanto revolucionarias.

Sanjurjo no tenía estudios, ni otra preparación más que la conseguida con su arduo y continuo trabajo, pero sabía que para seguir adelante con sus negocios, e incluso mejorarlos, tenía que contar con gente con una preparación superior a la suya.

"Era un gran visionario —dijo uno de sus descendientes—, vio venir desde lejos la importancia de la tecnología".

Así fue como decidió que sus hijos estudiaran ingenierías en el extranjero, cada uno en una de las universidades más importantes de aquellos tiempos: Fernando en Bélgica, Antonio en Alemania y Manuel en Inglaterra.

Antonio Sanjurjo, el "Habilidades" de mediados del siglo XIX, durante toda su vida fue un ejemplo de hombre trabajador, activo, honesto, imaginativo e inquieto.

Cuando falleció, en 1922, los talleres de Vigo pararon para rendirle un homenaje, y una gran cantidad de gente desfiló ante su capilla ardiente, dispuesta sobre una gran máquina en una de las naves de "La Industriosa".

Como tributo a su labor y en reconocimiento de todos sus méritos, Vigo dio su nombre a una calle que aún hoy lo conserva.

Mucho más tarde, en el pleno celebrado el 27 de septiembre de 1980, el Ayuntamiento de Sada acordó declarar a Antonio Sanjurjo Badía "Hijo Predilecto" de la ciudad.

Fue un justo homenaje y un reconocimiento tributado por Sada a uno de sus antiguos vecinos, al que haba visto nacer hacía 143 años.

Y más adelante, la Escuela de Submarinos de la Armada, situada en el Arsenal Cartagena, puso el nombre de "Sanjurjo Badía" al edificio del tanque de escape, utilizado para adiestrar al personal en el abandono de un submarino en inmersión efectuando escape libre.


El inventor y el "Portaminas"

Sanjurjo había dedicado mucho tiempo a su invento.

Había esbozado muchos dibujos, había trazado planos y había hecho prototipos, por lo que en el año 1898 tenía una idea clara de cómo iba a ser su submarino.

En aquellos momentos corrían tiempos duros para España en guerra contra los Estados Unidos.

Los americanos habían causado el desastre de Cavite, y para vengar la ofensa, España envió al Pacífico una escuadra mandada por Cámara, mientras la escuadra del Atlántico se dirigió a Cuba.

Surgió entonces el temor a que los Estados Unidos atacaran las costas españolas, que se habían quedado casi indefensas.

Nació la desconfianza.

En los pueblos y ciudades costeras surgió primero la incertidumbre, y después el miedo se extendió por todo el litoral, acrecentado cuando el 2 de julio llegaron por telégrafo noticias de que la flota americana de Dawson había salido a la mar con rumbo desconocido.

Pero también surgieron iniciativas para poner remedio a la situación, o al menos para hacerle frente y reducir sus efectos.

Hubo gente que aportó ideas, dinero o medios, y entre ellos estuvo Antonio Sanjurjo, que contribuyó a una suscripción nacional con un importante capital, equivalente al que muchos años antes le había servido para abrir su primer taller en Vigo.

Además, movido por su patriotismo, también quiso contribuir con sus conocimientos técnicos y con su submarino.

El mecánico inventor creía que la guerra iba a ser larga, y que muy posiblemente los americanos iban a realizar sus primeros ataques por el noroeste español, por lo que decidió dar forma a su tan estudiado prototipo, y en solo 8 semanas construyó un submarino para poner cargas explosivas a los barcos americanos que decidieran acercarse a las costas gallegas.

A principios de junio comenzó en sus talleres un frenético trabajo para convertir al submarino en una realidad.

Y mientras seguían llegando noticias descorazonadoras, como la destrucción de la escuadra de Cervera en Cuba, el trabajo para construir el submarino siguió a muy buen ritmo.

A principios de agosto ya estaba casi listo, y a en los primeros días del mes llevó a cabo diferentes pruebas que resultaron satisfactorias.

Las pruebas oficiales se fijaron para el día 11 de agosto en medio de una gran expectación, ya que, a aquellas alturas, los rumores de que en algún punto de Vigo se estaba construyendo un submarino se habían convertido en realidades, y ahora todo el mundo quería saber de qué iba aquello.

Llegado el día 11, un numeroso público acudió a presenciar las pruebas oficiales del submarino desde los muelles y desde muchas embarcaciones que siguieron al sumergible.

También estuvieron presentes diversas autoridades, entre ellas el gobernador militar de la plaza, general La Portilla, y el comandante de Marina, señor Godínez.

Las pruebas tuvieron lugar en la Poza de Guixar, de la ría de Vigo.

Sanjurjo se presentó tocado con boina y pajarita, acompañado por dos obreros de su fábrica, con los que entró en el submarino e inició las maniobras.

Efectuó dos inmersiones sin ningún problema, la primera de hora y media por la mañana, y la segunda de 45 minutos por la tarde.

Bajó hasta 20 metros, navegó a 7 metros de profundidad y llegó a dar 2 nudos de velocidad.

Cuando a media mañana, tras la primera inmersión el submarino salió a superficie, por la escotilla de la torreta asomó el sonriente Antonio Sanjurjo desplegando dos banderas, la de Vigo, y la enseña nacional, en la que aparecía el lema "¡POR ESPAÑA!", que había sido bordado por su esposa Concepción Otero.

El "Faro de Vigo" comentó aquel acontecimiento, al publicar el día 12 de agosto de 1898: "La historia del aparato es muy sencilla.

Fue, ni más ni menos, que una idea patriótica surgida en la mente de aquel modesto cuanto laborioso industrial, al hablarle de la visita bélica que nos pensaban hacer los buques yankees con idea de contribuir con un elemento más a la defensa de nuestra bahía que se hallaba completamente indefensa al declararse la guerra.

Las pruebas practicadas ayer dieron, como hemos dicho, un excelente resultado.

El aparato que el Sr. Sanjurjo denomina boya-lanzatorpedos, se sumergió a diversas profundidades, la mayor de 20 metros, estacionándose en todas ellas a voluntad y navegando en la dirección que el inventor deseaba".

Dos días después, el día 14 de agosto de 1898, el mismo diario volvió a hablar del submarino y sus pruebas, diciendo: "Ha terminado el Sr. Sanjurjo las pruebas de la boya lanzatorpedos de su invención, las cuales han corroborado en su totalidad los primeros cálculos de aquel distinguido industrial.

La boya lanzatorpedos ha sido conducida a los talleres de 'La Industriosa' para ultimar algunos detalles de construcción".

Y como muestra del patriotismo de otras personas participantes en el evento, el periódico añadía en la misma noticia: "El Sr. Juan Tapias, que ha facilitado para las pruebas el servicio de gabarras y otras embarcaciones, se ha negado a percibir por ello remuneración alguna".

Adjunto:

Antonio con su Boya Sanjurjo.jpg

El Sanjurjo emergiendo en cabo Home, en la península del Morrazo frente a las islas Cíes, con Sanjurjo tocado con boina y pajarita, asomado sobre la escotilla de la torreta que aparece abierta. Recreación virtual de Iñigo Echenique Gordillo (Cortesía de Manuel Sanjurjo Blein).

Afortunadamente, el día 12 de agosto de 1898, cuando el submarino estaba realizando las pruebas de mar, se firmó el armisticio que ponía fin a la guerra, y que por ello también puso fin a proyecto de Antonio Sanjurjo.

Con el éxito de estas pruebas quedó demostrado que el viejo nombre de "Habilidades" no había sido fortuito; estaba más que justificado.

Sanjurjo, además de tener un gran ingenio y los conocimientos técnicos para llevar adelante su sumergible, demostró un gran valor al probarlo y bajar con él hasta los 20 metros, y una gran dosis de patriotismo a la vista de los sen¬timientos que le empujaron a construir el aparato en un tiempo récord.

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Fuente 50 Barcos Españoles del CN Don Marcelino González, editorial Fundación Alvar González