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 Antonio Azarola Grosillon. 
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Nuevo mensaje Antonio Azarola Grosillon.
Fuente: crónica de la guerra Española

CONTRALMIRANTE ANTONIO AZAROLA GROSILLON 1874/1936. Sus últimos momentos

El contralmirante Azarosa tenía a su mando el arsenal de Ferrol el 18 de julio de 1936. Ministro de marina en un gabinete Pórtela Valladares, pertenecía a una familia de cierto abolengo republicano, los oficiales conjurados en el alzamiento dudaban mucho de que se pronunciara a favor del alzamiento. No obstante, sometieron al contralmirante a algunos sondeos y consultas que solo dieron por resultado nuevas dudas e incertidumbres.
Azarosa no estaba del lado del extremismo en que amenazaba desembarcar el Frente Popular, Pero el propio tiempo no ocultaba sus dudas sobre sus posibilidades de éxito de un alzamiento militar. El recuerdo de la intentona frustrada del 10 de agosto de 1932, como a tantos otros militares, pesaba sobre sus intenciones.
Llegada la hora, el jefe del arsenal de El Ferrol decide mantenerse a la expectativa. Durante tres días el arsenal permanece en manos de la república. El contralmirante resuelve mantenerse al margen de la lucha y de dirige, sin medir excesivamente la trascendencia de su acto, al edificio de la Capitanía General de Marina, desde este edificio, el almirante Núñez dirige el alzamiento.
Sometido El Ferrol y los Navíos de guerra en sus muelles, Azarola es acusado de abandono de su puesto en situación difícil. Se le somete a juicio el 3 de agosto. Su actitud incierta en los momentos graves y en buena parte, sus antecedentes republicanos, le condenan de antemano. Se le sentencia a muerte. No cuenta en su descargo su brillante historial de marino. El día 4 de agosto, a las seis de la mañana en las inmediaciones del cuartel de marina fue fusilado.

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Comandante de las Fuerzas de bloqueo del Mediterráneo con C. G. en en la bahía de Palma de Mallorca.
Si te conoces a ti mismo y conoces a tu enemigo, no necesitas temer al resultado de un centenar de batallas. Si te conoces a ti mismo pero no conoces a tu enemigo, por cada victoria que ganes sufrirás también una derrota. Si no te conoces ni a ti mismo ni a tu enemigo, sucumbirás en cada batalla.

Sun Tzu. El Arte de la Guerra.


26 Abr 2009 21:06
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Registrado: 20 Oct 2008 13:00
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Nuevo mensaje Re: Antonio Azarola Grosillon.
Datos complementarios:

Antonio Azarola Gresillón (Tafalla, 1874 - Ferrol, 4 de agosto de 1936) fue un marino y militar español, contralmirante de la Armada y ministro de Marina en el gobierno de Manuel Portela Valladares (30 de diciembre de 1935 - 19 de febrero de 1936), durante la Segunda República Española.

Pertenecía a una familia muy arraigada en la Marina. Estaba casado con Carmen Fernández García-Zúñiga, hija del vicealmirante Ricardo Fernández Gutiérrez de Celis.

Desde noviembre de 1934, era segundo jefe de la Base Naval del Ferrol y jefe de su Arsenal. Fue subsecretario del Ministerio de Marina y posteriormente ministro del mismo departamento en el gabinete presidido por Manuel Portela Valladares desde el 30 de diciembre de 1935 al 19 de febrero de 1936 (el último gobierno previo a las elecciones de febrero de 1936). Durante su mandato ministerial se concibió el último Plan Naval (11 de enero de 1936) antes del estallido de la Guerra Civil, en el que se preveía la construcción de dos destructores, dos cañoneros y otros barcos menores.

Fue fusilado a las seis de la mañana del 4 de agosto de 1936, en el cuartel de Dolores, de El Ferrol. Sus restos se encuentran enterrados en el cementerio de Villagarcía de Arosa.

Su hijo, Antonio Azarola Fernández de Celis, continuó la tradición familiar en la Armada.

Su hermano Emilio Azarola Gresillón (Tafalla, Navarra, 1872-1950) fue ingeniero de caminos, economista y político. Elegido alcalde de Santesteban (Navarra), por la minoría radical-socialista en 1931, y diputado por el Partido Republicano Radical Socialista en las constituyentes del mismo año. Se opuso (con éxito) a la autonomía conjunta de Navarra con las 3 provincias vascas, cuando se debatió el Estatuto de Estella (ello ocasionó el abandono del partido por muchos de sus correligionarios, que querían un estatuto conjunto. Su hija, Amelia Azarola Echevarría, era la esposa del aviador falangista Julio Ruiz de Alda (asesinado en la Cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto de 1936). Terminó su carrera profesional como director Técnico de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife (julio 1936 - octubre 1942).

(Fuente: Wikipedia)

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Insignia en el Navío Rayo R. O. del 9 de enero de 2009

A mí me parece, Señor, que no tengo otra cosa buena sino ser español (Catalina de Erauso, "la Monja Alférez", a un Cardenal)

09 Jul 2009 11:20
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Registrado: 09 Abr 2010 15:50
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Nuevo mensaje Re: Antonio Azarola Grosillon.
Antonio Azarola Gresillón, el contralmirante y ex ministro de Marina fusilado en Ferrol.

Las actuaciones de la Jurisdicción de Marina contra Antonio Azarola están recogidas en la causa nº 19/36. En rollo aparte unido por cuerda a esta misma causa figura la instruida contra Antonio Santamaría López, alcalde socialista de Ferrol, otros dirigentes del Frente Popular y el auxiliar 1º de Oficinas de la Marina, Ramón Irazo Pérez de la Calleja.

El procedimiento contra Azarola lo inició el coronel auditor José García Rendueles, jefe de la Auditoría de la Base Naval Principal de Ferrol, mediante un oficio dirigido al vicealmirante jefe de la Base que estaba fechado a las once de la mañana del día veinticuatro de Julio, es decir, apenas dos días después de que cesase la resistencia en la Base. En ese oficio, en el que hay una velada acusación hacia el propio vicealmirante Indalecio Núñez Quijano, se dice lo siguiente:
“Excmo. Sr.: Habiendo llegado a mí noticia de que en la tarde del 20 del actual dos camiones ocupados por paisanos se presentaron en este Arsenal Militar requiriendo la entrega de las armas del mismo “en cumplimiento a lo pactado”; como Auditor y Jefe de los Servicios de Justicia de esta Base Naval, ruego a V.E. que con toda urgencia, tenga a bien manifestarme cuanto hubiese llegado a su conocimiento, sobre dichos hechos; las medidas que, en su consecuencia se hubiesen adoptado, y los motivos de no haberse dado cuenta de los mismos en el acto ni hasta este momento.”

Como el objetivo de los sublevados era fusilar a Azarola, García Rendueles se volcó en la tarea de fabricar los cargos y dirigir el proceso a tal fin. Nombró juez instructor al general de brigada de Infantería de Marina, Jesús Carro Sarmiento, el cual designó como secretario al capitán de Infantería de Marina Mariano Camazano Romo. Leyendo las actuaciones, una de las primeras impresiones que se saca es que el coronel auditor García Rendueles parece actuar como juez instructor, y el juez instructor, como su secretario. Las acusaciones que García Rendueles propaló y lanzó contra Azarola se referían a la presencia de esos dos camiones con obreros que, supuestamente, acudieron a la puerta del Arsenal para recoger las armas que el contralmirante Azarola se habría comprometido a entregarles. Téngase presente que tanto García Rendueles como el resto de jefes rebeldes no dejarían de estar informados de que el gobierno de la República ya había ordenado el domingo diecinueve la entrega de armas al pueblo para combatir la insurrección. Así mismo, García Rendueles acusó a Azarola de abandono de servicio frente a rebeldes y sediciosos, de ordenar la apertura de las puertas del Arsenal para que entraran los revolucionarios y de estar en connivencia con el alcalde socialista de Ferrol y las organizaciones obreras para repartir armas a los trabajadores en caso de que se declarase el estado de guerra.
De los doce testigos que prestaron declaración por escrito, ninguno pudo afirmar que había estado presente o había oído personalmente de labios del contralmirante Azarola las afirmaciones de las que se le acusaba. En este sentido, el día veinte de Julio, a las tres de la tarde, la guardia de la puerta del Parque estaba al mando del oficial 3º Naval, Guillermo Fojo, auxiliado por el cabo de Infantería de Marina Antonio Tojeiro; mientras que en la puerta del Dique estaban el oficial 3º de Artillería Salvador Querol y el cabo de Infantería de Marina Juan Sánchez. Estos cuatro testigos coincidieron en negar que se hubieran presentado camiones con paisanos para recoger armas. Sin embargo, contradiciendo a los anteriores, el capitán de fragata y Ayudante Mayor del Arsenal, Angel Suances Piñeiro declaró que “próximamente a las dos y media de la tarde del día veinte se presentaron en la puerta del Parque dos camiones ocupados por paisanos pidiendo que se les facilitaran armas...” Al hacer esa declaración, Angel Suances no solo apoyaba la acusación contra Azarola, sino que autojustificaba su decisión de cerrar las puertas del Arsenal, posteriormente revocada por Azarola. Casi al final de su extensa declaración, el juez instructor parece aconsejar a Angel Suances que corrija el tiro y le repreguntó sobre el tema de los dos camiones, si los había visto él personalmente o se lo había contado el oficial de guardia. Angel Suances recogió velas para afirmar entonces, contradiciéndose y contradiciendo al oficial de guardia en la puerta, que había sido éste quien se lo comunicó verbalmente...

El sábado, día veinticinco de Julio, el juez instructor ofició al vicealmirante Núñez decretando la prisión incomunicada del contralmirante Azarola en las habitaciones que ocupaba en Capitanía General. El domingo por la mañana, García Rendueles dirigió a su vez un escrito al juez instructor, general Jesús Carro Sarmiento, para que citase a declarar al teniente coronel de Artillería, José Fano; al general Comandante Militar de la Plaza, Ricardo Morales; al jefe del Estado Mayor de la Base, Manuel de Vierna, y al vicealmirante jefe de la Base Naval, Indalecio Núñez, “para que manifiesten, como es cierto, que el contralmirante Azarola no se recataba de decir: que él por mediación y de acuerdo con el alcalde Santamaría ponía a disposición de los dirigentes de la huelga general revolucionaria, las fuerzas todas del Arsenal (subrayado en el original) caso de que se declarase el estado de guerra para sofocar dicha huelga; y que así lo había manifestado ya al Sr. Santamaría.”

El teniente coronel de Artillería, José Fano, en su declaración, fechada el lunes veintisiete, afirmó, entre otras cosas, que en la reunión celebrada en el despacho del general Morales oyó decir que “el general Azarola ya se había declarado en Cantón independiente y que había puesto en libertad a los detenidos o presos por orden del vicealmirante jefe de la Base, contraviniendo la orden dada por este último de estar detenidos; que había dicho el citado general Azarola que consideraba un acto de provocación la declaración del estado de guerra y que si éste se declaraba permitiría la entrada de todos los obreros en el Arsenal para armarlos, para lo cual estaba en inteligencia con el alcalde Sr. Santamaría; esto causó el estupor o asombro de muchos de los congregados,,,” El teniente coronel Fano confesó que no podía precisar si lo anterior lo había dicho el capitán de corbeta Suances (Pablo Suances Jáudenes).

El general Morales declaró que había oído las palabras citadas anteriormente en la junta de jefes que se celebró en la Base Naval, sin poder precisar quién las pronunció por no conocer a la mayoría de los marinos allí presentes. Por otra parte, el general Morales también dijo que en una reunión que tuvo anteriormente con el vicealmirante Núñez, se encontró con el contralmirante Azarola, y al hablar de una hipotética declaración del estado de guerra, Azarola ya manifestó su disconformidad con tal medida por considerarla ilegal al no emanar del gobierno constituido, por cuyo motivo, si éste se declaraba, él se inhibiría de todo y se encerraría en sus habitaciones del Arsenal por no estar conforme con tal determinación.

Tanto el vicealmirante Núñez como el capitán de navío Manuel Vierna tampoco pudieron afirmar haber oído al contralmirante Azarola pronunciar las frases famosas, pero Vierna aprovechó su declaración para añadir una nueva “acusación” contra Azarola: la de reunirse con frecuencia en su despacho con periodistas y obreros, y visitar a menudo al alcalde Santamaría, que era socialista, y tener amistad con el diputado Lorenzo; remachando todo ello al definir a Azarola como un hombre de izquierda avanzada y que le había conminado a dejar su destino de jefe de Estado Mayor (recuérdese que había sido cesado por el ministro de Marina).

El día veintinueve compareció ante el juez instructor el capitán de corbeta Pablo Suances Jáudenes al que se le formuló la siguiente pregunta: “Diga si delante del teniente coronel Fano y otros jefes y oficiales manifestó el declarante que el general Azarola consideraba un acto de provocación la declaración del estado de guerra y que, si éste se declaraba, permitiría la entrada de todos los obreros para armarlos, para lo cual estaba en inteligencia con el alcalde Sr. Santamaría.” Pablo Suances respondió que sí, que lo dijo a título informativo y en base a las noticias que llegaban al Estado Mayor y añadió que tenían noticia de que Azarola había hecho manifestaciones en el sentido de que no se obedeciesen las órdenes del Estado Mayor.
Ese mismo miércoles, día veintinueve, el contralmirante Azarola fue conducido al cuartel de Infantería de Marina, llamado de “Dolores”, donde quedó preso e incomunicado, bajo custodia del teniente coronel de dicho cuerpo Enrique de la Huerta. Presos e incomunicados en el cuartel del Regimiento de Artillería de Costa, a petición del mismo juez instructor, estaban desde el lunes el alcalde Santamaría y el concejal Morgado. El médico Jaime Quintanilla, socialista, que fue el primer alcalde republicano de Ferrol y presidía la Federación Socialista de La Coruña, se encontraba en igual situación a bordo del barco prisión “Plus Ultra”.

Al día siguiente, el general de Infantería de Marina, Jesús Carro, declaró procesado al contralmirante Azarola bajo la acusación de abandono de destino frente a rebeldes y sediciosos, y por estar en connivencia con el alcalde Santamaría para facilitarle armas y auxilios para la huelga general revolucionaria. El instructor consideró que estos hechos revestían los caracteres de un delito previsto y penado en el artículo 161 del Código Penal de la Marina de Guerra. Al notificársele el auto de procesamiento al contralmirante Azarola, se le volvió a tomar declaración. Azarola se ratificó en lo que ya tenía dicho, pero añadió que cuando el día veinte a las tres y cuarto de la tarde le visitó el comandante de Artillería para, en definitiva, “proponerle que se sumara a una rebelión militar en la que participaban todos los elementos de la Plaza. El que declara, no pudiendo sumarse a un movimiento del que, por otra parte, carecía de la menor noticia hasta aquel instante, y desconocía completamente su carácter, alcance y color, expresó a dicho comandante la imposibilidad absoluta en que se hallaba de romper los sagrados compromisos que tenía contraídos con el Gobierno de la Nación, pero que en vista de que dicho movimiento le parecía inspirado en altos fines, no se opondría en lo más mínimo a su desarrollo, considerándose inhibido del mismo y ofreciéndose al Sr. Gobernador Militar como detenido a su disposición desde aquel mismo momento, momento en que todavía el declarante no tenía la menor noticia de que se hubiese realizado el menor acto de agresión a nadie. Entregando el mando del Arsenal. Durante el resto del desarrollo de los sucesos cumplió lealmente su palabra de no tomar parte en absoluto en el curso de su desarrollo”. A todo esto añadió Azarola que “con referencia a la alusión que se hace de que el declarante haya podido estar en relación con el alcalde de Ferrol, Sr. Santamaría, para facilitar armas al pueblo, solo tiene que declarar que le parece tan monstruosa esa suposición que no encuentra palabras ni epítetos que aplicar al monstruo que haya imaginado tan sucio desatino (...)”.

Azarola nombró defensor al capitán de navío Francisco Moreno Fernández, “teniendo un esencial y verdadero interés en que dicho jefe sea su defensor”. Pero Moreno no creo que estuviese, precisamente, por la labor. Rechazó el nombramiento y comunicó al juez instructor que acababa de ser nombrado Jefe de la Flota y miembro de la Junta de Defensa Nacional, motivo por el cual tenía que partir inmediatamente para Burgos. Ese mismo día, tras conocer la renuncia de Moreno, Azarola nombró otro defensor. Se trataba del también capitán de navío Pablo Hermida Seselle, que sí aceptó el cargo.

El general Jesús Carro dio entonces por finalizada la instrucción y, tras redactar el resumen de lo actuado, hizo entrega del sumario en la secretaría de la Auditoría de la Base. Constaba éste de ciento dos folios útiles, que equivalen al doble de páginas, manuscritas en su casi totalidad. El auditor ordenó entonces que se suspendiera la causa respecto de las otras personas que pudieran aparecer relacionadas con la misma (alcalde Santamaría, concejal Morgado), y se prosiguiese “por el supuesto delito de abandono de servicio contra el contralmirante Azarola”, y que pasasen los autos al fiscal para que formulase sus conclusiones provisionales.
Era fiscal de la Base Naval Luciano Conde Pumpido, coronel auditor, que años más tarde formó parte del primer Tribunal Supremo de Guerra y Marina del franquismo. Conde Pumpido formuló sus conclusiones provisionales al día siguiente, treinta y uno de Julio, coincidentes básicamente con el auto de procesamiento, pero pidió que el contralmirante Azarola ampliase sus declaraciones en lo referido a las dos conferencias telefónicas que mantuvo durante la visita del comandante López Uriarte y otros puntos conexos. A juicio del fiscal, “procede imponer al procesado, Excmo. Sr. Contralmirante D. Antonio Azarola Gresillón la pena de muerte.”

Asistido por su defensor, el capitán de navío Hermida Seselle, Azarola compareció de nuevo ante el juez instructor y se volvió a ratificar en todo lo que ya tenía declarado, añadiendo solamente una serie de puntualizaciones. La primera, que durante la conversación con el comandante López Uriarte jamás prestó su asentimiento ni conformidad a la salida de las fuerzas a la calle. Azarola volvió a recalcar que su decisión era firme, pese a ver con simpatía los altos fines en que se inspiraba el movimiento militar. Llegado a ese momento de la declaración, Azarola aprovechó para lanzar un salvavidas a su propio hijo: ”hasta el punto de que uno de los adheridos al mismo es su propio hijo, alférez de navío y 2º comandante del torpedero 7, (que) estaba en los momentos críticos de más actividad en el ataque al Arsenal, a las órdenes del capitán de navío don Francisco Moreno”.

El alférez de navío Antonio Azarola Fernández se encontraba en las dependencias privadas del contralmirante, probablemente para comer junto con sus padres. No se sabe cuál fue su actuación al iniciarse los combates en la Base. La tripulación del torpedero nº 7, que se encontraba en dique seco, permaneció encerrada en el mismo sin tomar partido. Cuando el contralmirante Azarola y su mujer fueron evacuados en el camión blindado, parece que el contralmirante quería que fuese con ellos también su hijo, pero fue la madre la que se opuso y dijo que “Antoñito debía de correr la suerte de sus compañeros”. Días más tarde, el capitán de navío Francisco Moreno le nombró ayudante personal suyo, pasando, se supone, destinado a Burgos. El hijo del contralmirante Azarola había hecho la carrera de ingeniero eléctrico en Bélgica, en el Institut d’Electricité Montefiore de Lieja. En 1946 era capitán de corbeta y estaba destinado como comandante del submarino “C-2”. También fue profesor de la Escuela Naval de Marín y escribió un libro de texto sobre su especialidad, libro que estuvo vigente en el plan de estudios de la Escuela Naval durante muchos años.

Además, una sobrina del contralmirante Azarola, Amelia, hija del ingeniero Emilio Azarola, se había casado en Octubre de 1931 con el famoso aviador Julio Ruiz de Alda, falangista de primera hora y presidente de la junta política de ese partido. Como se sabe, Ruiz de Alda fue asesinado en la cárcel Modelo de Madrid tras el asalto a la misma que tuvo lugar el día veintitrés de Agosto de 1936.

Volviendo a la ampliación de lo ya declarado que hizo el contralmirante Azarola, éste reiteró que su actuación en nada había sido contraria al movimiento militar, “aunque sin participación activa en él por estimar que un compromiso de honor, de caballerosidad y de dignidad le imponía una adhesión incondicional al Gobierno de la República, del cual, por haber formado parte y convivido con varios de los elementos que en aquel momento lo constituían, entre ellos el Sr. Giral, al que entregó la cartera de Marina y con el que había sido veinte meses subsecretario (...)”. También aclaró que su negativa a sacar las tropas a la calle y declarar el estado de guerra no era debida a compromiso alguno con elementos populares o autoridades civiles sino a su propia experiencia, cuando el primero de Mayo de ese mismo año, siendo él jefe de la Base, se había convocado una huelga general, y de acuerdo con el gobernador militar solicitó al ministro de Marina autorización para la declaración del estado de guerra y “el Sr. Giral, ministro de Marina, en forma terminante, se lo prohibió, diciéndole que el estado de guerra no debía ser declarado nunca sin orden del Gobierno”. Azarola aprovechó también para aclarar que poco antes de la entrevista con el comandante de Artillería López Uriarte, le había telefoneado el vicealmirante Núñez para anunciarle que se decía que iban a detenerle, por lo que estaba obsesionado con esta idea. T

También en la conversación que mantuvo con el alcalde Santamaría para interesarse por la situación del orden público, el alcalde le dijo que tanto él como el gobernador civil de La Coruña creían que Azarola estaba detenido, a lo que él contralmirante respondió: “algo de eso hay”. Que cuando pronunció la frase “esto no es lo convenido” se refería a la declaración de la huelga general en Ferrol, toda vez que las instrucciones del Gobierno especificaban que no debía anticiparse tal declaración a la del estado de guerra, respondiéndole el alcalde que la huelga tenía el carácter de “expectante” y no se convertiría en revolucionaria si no se declaraba el estado de guerra. Azarola le dijo al alcalde que se consideraba detenido en su residencia a disposición de la autoridad militar. Lo mismo le manifestó después al comandante López Uriarte pidiéndole que lo notificase al gobernador militar, convencido como estaba de que la huelga era pacífica. Recalcó Azarola que cuando estalló el tiroteo en el Arsenal ya había resignado el mando y recluido en sus habitaciones como detenido. Al ser preguntado sobre el espíritu de indisciplina existente en las fuerzas del Arsenal y buques, Azarola volvió a repetir que no tuvo noticia alguna del menor acto de indisciplina y que los jefes de buques y dependencias no le habían remitido ni parte ni queja alguna. Llegados a ese punto, se dio por finalizada la comparecencia.

El auditor de la Base, García Rendueles, había señalado la fecha del dos de Agosto para la celebración del consejo de guerra, por lo que los sucesivos plazos de que disponía el defensor para los distintos trámites eran solamente de unas pocas horas. El capitán de navío Pablo Hermida, nada más recibir el auto de procesamiento, se dirigió, en primer lugar, al vicealmirante jefe de la Base solicitando la revocación o modificación de dicho auto, pues consideraba que su defendido había resignado el mando y entregado el mismo por teléfono al Ayudante Mayor del Arsenal antes de que se produjera ningún hecho violento. Este escrito, fechado el treinta de Julio, fue desestimado. Al día siguiente, se le entregó la causa completa para que en el plazo de ocho horas formulase sus conclusiones.

Al redactar sus conclusiones provisionales, Hermida Seselle argumentó, además de lo ya apuntado en las declaraciones del propio Azarola, que todos los mandos militares conocían con anterioridad la postura del contralmirante Azarola respecto a la declaración del estado de guerra y a sacar tropas a la calle, y que por conocerla bien ya no le habían invitado a asistir a la junta de jefes celebrada al mediodía del lunes veinte de Julio en el despacho del vicealmirante jefe de la Base. Por la misma razón, desde el Estado Mayor se dieron órdenes sin someterlas a la previa aprobación del contralmirante Azarola, tales como el cierre de las puertas del Arsenal y el emplazamiento de ametralladoras y cañones de desembarco apuntando a las mismas. De igual modo, proseguía Hermida Seselle, había que interpretar la visita del comandante de Artillería Miguel López Uriarte, que no era para conocer lo que ya era conocido, sino para averiguar si Azarola se enfrentaría a la sublevación y detenerlo. El defensor pidió, como diligencias de prueba, que se tomase declaración al vicealmirante jefe de la Base en torno a una serie de cuestiones precisas y que se ampliase la del corbeta Pablo Suances.

El fiscal Luciano Conde Pumpido, por su parte, se ratificó en su acusación y ambos escritos de conclusiones, los de la defensa y el fiscal, fueron admitidos por el juez instructor. No obstante, el instructor declaró que no había tiempo para practicar las pruebas que proponía la defensa y envió la causa al auditor para que resolviese. El día uno de Agosto, el auditor García Rendueles ordenó la celebración del consejo de guerra de oficiales generales y concedió tres horas a las partes para que realizasen todos los trámites. Admitió la prueba propuesta por la defensa, que se practicaría ente el propio Consejo de Guerra. Dio orden para que fueran también citados, por si el tribunal estimara oportuno que prestasen declaración, el Ayudante Mayor del Arsenal, Angel Suances Piñeiro, y el capitán de fragata Manuel Arnáiz, secretario de la Comandancia de Arsenales.

A las nueve de la mañana del día dos de Agosto de 1936, dio comienzo el consejo de guerra. Presidía el tribunal el contralmirante más antiguo de los designados como vocales, que lo era Aquiles Vial y Bustillo, y lo completaban los contralmirantes Victoriano Sánchez Barcaiztegui y Antonio Trullenque Iglesias, el general de Artillería de la Armada Manuel Vela Bermúdez, el general de Intendencia de la Armada Manuel González Lobato y el general de Sanidad de la Armada Faustino Belascoain Landa. Figuraban como vocales suplentes los coroneles Juan González González, jefe del Regimiento de Infantería Mérida nº 35, y Antonio Corsanego, jefe del de Artillería de Costa nº 2. Actuó como vocal ponente el comandante auditor de la Armada José Gómez de Barreda y como fiscal, el ya citado coronel auditor Luciano Conde Pumpido.

El consejo de guerra se celebró en audiencia pública en una sala del cuartel de Dolores habilitada a este fin. El contralmirante Azarola no asistió al mismo hasta el momento de la lectura de la defensa por el capitán de navío Pablo Hermida Seselle. Del acta en que se recogió el resumen de lo actuado en el consejo de guerra, lo más interesante son las declaraciones del vicealmirante Indalecio Núñez, jefe de la Base Naval. Respecto al asunto de las puertas, lo que el vicealmirante jefe ordenó a Azarola fue que se cerrasen las puertas de la Constructora Naval tan pronto como los obreros abandonaran el trabajo y fuerzas del “Cervera” se encargasen de la vigilancia de dichas puertas. Respecto a la puesta en libertad de los auxiliares radiotelegrafistas de la Estación Radio y del gonio, Núñez aclaró que Azarola le llamó por teléfono para decirle que esas detenciones habían provocado entre el personal mucha efervescencia y que convenía dejarlos libres, autorizándole el vicealmirante a ello. Pero más tarde, hacia las doce del día veinte, el jefe del Estado Mayor le dijo que los tenía allí detenidos y vigilados por fuerzas de Marinería e Infantería de Marina. Respecto a la detención del contralmirante Azarola, el vicealmirante Indalecio Núñez declaró “que a él le comunicó el Jefe del E.M. que el Gobernador Militar de la Plaza iba a ordenar que detuvieran al Sr. Azarola y que convenía decírselo a él, comunicándole por teléfono que se decía lo iban a detener, ocurriendo esto a raíz de terminar la Junta de Jefes, de una a dos de la tarde, y que ello fue bastante antes de declararse e iniciarse el tiroteo, ignorando el resto de la pregunta; que el Sr. Azarola contestó cuando le dijo que le iban a detener: “bueno, eso ya lo veremos”. Por último, Núñez dijo también que creía que Azarola estaba aún al mando cuando empezó la huelga, pero que no podía saberlo con certeza por estar cortadas las comunicaciones. En este punto, surge una duda: ¿qué comunicaciones estaban cortadas? No las del despacho del contralmirante Azarola, pues habló por teléfono con el alcalde. ¿Entonces, habrían dejado incomunicado al vicealmirante jefe de la Base en el momento clave de iniciarse la sublevación y los combates?

Declararon en contra de Azarola los capitanes de fragata Angel Suances y Luis Vierna y el comandante de Artillería López Uriarte, mientras que otros dos testigos, el capitán de corbeta Manuel Arnáiz y el teniente coronel de Ingenieros Modesto Blanco nada significativo aportaron en sus declaraciones. El fiscal y la defensa dieron lectura a sus escritos y, a continuación, el presidente preguntó al acusado si tenía algo que alegar. El contralmirante Azarola debió de hacer una larga y apasionada intervención, pero quedó recogida de forma tan esquemática y deslavazada que no merece la pena reproducirla. Es una lástima que esta última intervención del contralmirante no hubiera sido tomada taquigráficamente y conservada como pieza histórica de gran valor.

Tras la intervención de Azarola, abandonaron la sala todos los asistentes, excepto los miembros del Consejo, que quedaron reunidos en sesión secreta para deliberar y dictar sentencia. En los “resultandos” y “considerandos” de la sentencia, escrita a mano en cuatro folios, tres de ellos por las dos caras, con letra que parece la del comandante auditor José Gómez de Barreda, se recogieron “a por b” todas las conclusiones del fiscal y se condenó al contralmirante Azarola a la pena de muerte.

El mismo día dos, el auditor José García Rendueles, aprobó la sentencia dictada y ordenó que antes de comunicarla al reo se pusiera en conocimiento del gobierno, radiándola a la Junta de Defensa Nacional, en Burgos, y devolviendo la causa al instructor para que continuase con toda urgencia la tramitación de los demás extremos. Al día siguiente, se recibió el telegrama con el “enterado” de la Junta de Burgos. El auditor ordenó entonces que se notificase al reo y que la ejecución tuviera lugar a las seis de la mañana del día cuatro.

Antes del amanecer, ya estaban en el lugar destinado a la ejecución, en la trasera del cuartel de Dolores, las fuerzas designadas, en formación, junto con el juez instructor y el secretario, el comandante médico y otros testigos. Formaban el cuadro un piquete de marineros, otro de infantes de Marina y otro del Regimiento de Infantería Mérida nº 35. A las seis en punto, conducido por el piquete de Marinería que le había estado custodiando, llegó el contralmirante Azarola. No llevaba uniforme y, tal y como había dicho y a pesar de lo ordenado, vestía de paisano. Le acompañaba el sacerdote que había pasado con él esas últimas horas. Colocado en el lugar estipulado, Azarola intercambió unas últimas palabras con el sacerdote. El piquete de Marinería que le daba frente fue el encargado de fusilarle. Tras la descarga, el cuerpo fue examinado por el comandante médico, que certificó su muerte. Entonces, las bandas de música tocaron marcha y las fuerzas desfilaron por delante del cadáver dando vista a éste.

El cuerpo sin vida del contralmirante Azarola fue conducido al cementerio en una ambulancia, haciéndose cargo de él, en nombre de la familia, su defensor en el consejo de guerra, el capitán de navío Pablo Hermida Seselle. En la actualidad, los restos del contralmirante reposan en el cementerio de Villagarcía de Arosa junto a los de su mujer, fallecida en Febrero de 1947.
El capitán de navío Pablo Hermida Seselle, que había sido nombrado director de la Aeronáutica Naval en Noviembre de 1933, tras el consejo de guerra contra Azarola fue residenciado forzoso en Lugo y en los estadillos de la Armada de 1942 ya no estaba en servicio activo, sino en la reserva
Pero no pararon ahí las desgracias del contralmirante. Aún después de muerto, sus enemigos no se privaron de acusarle de enriquecimiento ilícito. Su hijo, Antonio Azarola Fernández, finalizada ya la guerra, tuvo que defender el honor de su padre ante el Tribunal de Responsabilidades Políticas y demostrar su inocencia frente a esta postrera acusación. Después de buscar y rebuscar, se pudieron presentar los documentos que acreditaban que las acciones y títulos bursátiles procedían de la herencia recibida por la mujer del contralmirante Azarola, hija de un almirante de la Armada.

_________________
Jefe 2ª Sección del Estado Mayor. Personal.
Insignia de jefe de la división de cruceros en el: Vizcaya R. O. del 18 de octubre de 2012.
"Los cobardes agonizan muchas veces antes de morir... Los valientes ni se enteran de su muerte."


08 Oct 2015 13:42
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com