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 La Guerra en el Ártico II G.M. 
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La Guerra en el Ártico


A las pocas semanas de dar comienzo la operación "Barbarossa", el 22 de junio de 1941, se había conquistado ya la mayor parte de la Rusia europea; dos tercios del Ejército Rojo quedaron aniquilados, las fuerzas alemanas avanzaban hacia Moscú, Leningrado y Rostov, y los mayores centros industriales de Rusia situados al Oeste del río Don, habían sido conquistados o destruidos.

Se realizaron hercúleos esfuerzos para trasladar muchas industrias vitales a la región de los Urales, pero su producción no pudo reanudarse antes del invierno.

Parecía que la fanfarronada de Hitler, "solamente hemos de dar una patada en la puerta para que la podrida estructura se vendra abajo", iba a cumplirse en la Unión Soviética.

En la primera emisión radiada el mismo día que los alemanes invadieron Rusia, Churchill dijo: "Proporcionaremos la ayuda que podamos a Rusia y al pueblo ruso".

El 4 de septiembre, Maisky, embajador soviético en Londres, pedía en nombre de Stalin la creación de "un segundo frente en cualquier parte de los Balcanes o Francia, para que los alemanes distrajeran 30 ó 40 divisiones del Frente del Este; al mismo tiempo... solicitaba 30.000 toneladas de aluminio para comienzos de octubre y un suministro mínimo mensual de 400 aviones y 500 carros de combate (pequeños o medios)...".

Un mes más tarde, Stalin dijo a Churchill: "Me parece que Gran Bretaña podría desembarcar sin riesgos en Arcángel veinticinco o treinta divisiones, o transportarlas a través de Irán hasta las regiones del Sur de la URSS...".

Con estos auspicios comenzaron los planes británicos de ayuda a Rusia (y los norteamericanos, después del ataque a Pear Harbour el 7 de diciembre).

Pero Gran Bretaña tenía bien poco que dar. Lo que enviase Rusia en 1941 se diluiría en el océano de las vastas demandas del Ejército Rojo, que combatía en el Frente Oriental.

Se rechazó la idea de un segundo frente hasta que el Mediterráneo fuese un lago aliado.

Con todo, Churchill insistía en que a pesar del esfuerzo que suponían las responsabilidades de la Flota Metropolitana, se establecería un sistema regular de convoyes con los puertos rusos del Norte, tan pronto como humanamente fuese posible, para enviar las armas y aprovisionamientos que se pudiesen prescindir.

Los convoyes a Rusia tenían que atravesar una de las zonas marítimas más horrorosas del mundo: el Mar de Barents.

Azotado por vientos helados procedentes del casquete polar, algunas veces huracanados, en este mar se originan olas que alcanzan veinte metros de altura.

La espuma se hiela inmediatamente, formando una espesa capa de hielo sobre las superestructuras, cañones y candeleros, los cuales deben quitarse para evitar que los buques den la vuelta, a causa del exceso de pesos altos, si el centro de gravedad es elevado.

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El Scharnhors en el lejano Norte


El mar helado es un asesino que corta la circulación de la sangre en pocos minutos.

Las aguas templadas de la corriente del Golfo producen niebla al mezclarse con las del Océano Ártico. Nieva con frecuencia.
En verano, en estos lejanos mares, se contempla el sol a medianoche; una pesadilla en tiempo de guerra, cuando los buques y los hombres tratan de ocultarse ante la vigilancia del enemigo.


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La torre proel del Tirpitz completamente helada en el océano Glacial ártico en abril de 1941


El hielo, que modifica la geografía de estas regiones según la estación del año, impuso las dos rutas principales de los convoyes a Rusia.

En invierno, solamente se podía utilizar el puerto de Murmansk porque el Mar Blanco y Arcángel quedan bloqueados por el hielo.

En verano el hielo se retira hacia el Norte y este puerto queda abierto. Por eso, al comenzar la campaña de Rusia, Murmansk se convirtió en el puerto más importante del Lejano Norte.

Murmansk era un objetivo que Raeder precisaba poseer para dominar el tráfico costero de la región.

Las tropas alemanas del Norte de Noruega, con sus aliados finlandeses, intentaron varias veces conquistar este puerto, sin conseguirlo; pero quedó sometido a las incursiones masivas de los aviones basados en los cercanos aeródromos alemanes de Kirkenes y Petsamo.

Una de las ayudas aliadas mejor acogidas al principio de la campaña fue el Ala de Cazas número 151, de la RAF, enviada desde Islandia el 21 de agosto. Del portaviones Argus despegaron veinticuatro Hurricanes que aterrizaron en el aeródromo de Vaenga, cercano a Murmansk; otros quince aviones del mismo tipo se transportaron embalados en seis buques mercantes al puerto de Arcángel.

El 28 de septiembre salió de este puerto el primer convoy, QP-1, y al mismo tiempo partía de Islandia el PQ-1, que llegó sin novedad a Arcángel el 11 de octubre.

Los alemanes tardaron varios meses en darse cuenta de las oportunidades que les ofrecían los convoyes rusos. Paradójicamente, el 17 de septiembre Raeder intentó oponerse a la insistencia de Hitler de enviar la flota a Noruega, alegando que los grandes buques no servirían para atacar al comercio aliado en aquella región.

Gran parte de esta inercia de debía a la carencia casi total de reconocimiento aéreo. El potencial de la Luftflotte V, la flota aérea responsable de Noruega, quedó disminuido a causa de las necesidades de la operación "Barbarossa"; pero ésta no era toda la historia.

Como se ha dicho ya, nunca existió un Alto Mando conjunto que coordinara las respectivas necesidades de la Marina y la Luftwaffe.

Raeder perdió mucho tiempo en discusiones estériles con Goering, respecto a cuestiones tales como el número de aviones y tripulaciones para el Graf Zeppelin; y constantemente se quejaba a Hitler ante la falta de reconocimiento aéreo que constreñía tanto la eficacia de los submarinos como de las unidades de superficie.

La flota alemana no estaba en condiciones de significar una amenaza inmediata contra los convoyes de Rusia; en otoño de 1941 estaba casi dispersa.

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El Scharnhorst, Gneisenau y Prinz Eugen aún permanecían en Brest.

El Lützow, reparado después de la campaña de Noruega, se dirigió de nuevo hacia las costas de este país, pero navegando rumbo a Trondheim fue torpedeado por un avión Beaufort de la RAF el 13 de junio, y hubo de regresar otra vez a Alemania para ser reparado.

El Admiral Scheer, que es¬taba en condiciones de operar, esperaba la orden de hacerse a la mar para llevar a cabo otro crucero, según era el deseo de Raeder, pero Hitler no autorizaba su salida al Norte. A mediados de septiembre, al ser avistado en el fiordo de Oslo, puso sobre ascuas a la Flota Metropolitana británica, más a finales de mes regresó al Báltico.

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Admiral Scheer


También el Hipper estaba listo para operar en su base del Báltico; igual que la unidad más importante de la flota, el Tirpitz, gemelo del Bismarck.

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El Admiral Hipper


Al mismo tiempo, el potencial de la Flota Metropolitana de Tovey quedó dramáticamente disminuido al enviar el acorazado Prince of Wales y el crucero de batalla Repulse a Singapur, para constituir el núcleo de la Flota Británica del Pacífico (y ser hundidos por los bombarderos japoneses, ocho días después de su llegada).

Para enfrentarse a la amenaza que significaba una salida a la mar del Tirpitz, Tovey, disponía de un acorazado (King George V), un portaviones (Victorious), tres cruceros con artillería de 8 pulgadas y otros tres con artillería de 6 pulgadas.

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Tirpitz,


Precisaba el apoyo del portaviones para vigilar el Tirpitz, pero si los alemanes decidían reforzar sus defensas en el Lejano Norte, para atacar a los convoyes de Rusia, necesitaría otro portaviones, al menos, para proporcionar protecciónaérea a los buques mercantes; mas no existía ninguno disponible debido a las exigencias del teatro mediterráneo.

Estas aumentaron a partir del 14 de noviembre, fecha en que fue torpedeado y hundido, a veinticinco millas de Gibraltar, el portaviones Ark Royal; el que destruyó al Bismarck en, el mes de mayo.

No obstante, la Marina Real actuaba ya en el Lejano Norte. En agosto se enviaron los submarinos Trigis y Trident a operar en las proximidades de Murmansk; a finales de septiembre la actividad submarina británica y rusa había conseguido interrumpir el tráfico de los alemanes a lo largo de las costas de Murmansk, obligándoles a transportar por tierra los suministros destinados a sus tropas estacionadas en el Norte, a través de Finlandia.

Pero se esperaba una pronta y enérgica réplica alemana en aquella región; no era posible que la facilidad con que transitaron los primeros convoyes a Rusia se prolongase tanto tiempo.

Los preparativos alemanes se llevaron a cabo con lentitud.

A mediados de noviembre Raeder trasladó al Norte cinco de los nuevos destructores Marvik; buques resistentes, armados con cañones de 5,9 pulgadas.

También ordenó a Doenitz que estableciera una línea de patrulla con tres submarinos, para cubrir los accesos al Mar de Barents y Murmansk.

Pero la reacción alemana se produjo a consecuencia de la incursión de los comandos británicos en Vaagso el 27 de diciembre; esto originó una tensa reunión de cuarenta y ocho horas con el Führer.

La Marina achacó las pérdidas de buques y daños producidos en Vaagso a la insuficien-te defensa proporcionada por la Luftwaffe, a pesar de que a su debido tiempo se le ordenó que fuese reforzada.

En esta reunión se determinó que el Tirpitz y las demás grandes unidades de superficie de la flota se dirigieran a las aguas del Ártico.

A pesar de esto, los alemanes perdieron la primera fase de la batalla en torno a los convoyes de Rusia; a finales de i941 los aliados habían logrado pasar siete convoyes, sin sufrir bajas, transportando unos 750 carros de combate, 800 aviones de caza, 1.400 vehículos y 100.000 toneladas de pertrechos.

Al principio, los convoyes salían cada cuarenta días, pero Churchill, para apaciguar a Stalin, redujo el período a diez días; en esta época las salidas se efectuaban cada quince días.

El 23 de enero los reconocimientos británicos localizaron al Tirpitz en el fiordo de Aas, a quince millas de Trondheim.

La Marina alemana se ocupó en la siguiente quincena, según se ha visto en Operación Cancerbero, de finalizar los preparativos para la Incursión del Canal, que culminó con la llegada a Alemania del Scharnhorst, Gneisenau y Prinz Eugen, en las primeras horas del 13 de febrero.

Inmediatamente se decidió enviar al acorazado de bolsillo Admiral Scheer y al Prinz Eugen, que salió indemne en la correría del Canal, a las aguas más seguras de Noruega, donde miles de fiordos podrían ofrecerles escondites seguros mientras se reparaban los cru¬ceros de batalla.

El 20 de febrero, el Almirantazgo británico previno a la Flota Metropolitana y a las a las de ataque de la RAF que era inminente una salida a la mar de las fuerzas navales alemanas; los aviones Beaufort barrieron el Mar del Norte y Skagerrak, pero no tuvieron suerte.

A las 15-00 horas del 22 de febrero, ambos buques fueron localizados en el fiordo de Grimstad, cerca de Bergen; era la segunda vez que el Prinz Eugen aparecía en este lugar, porque nueve meses antes estuvo con el Bismarck, la víspera de iniciarse la malograda aventura Rheinübung.

Al día siguente, en la última parte de su viaje para unirse al Tirpitz en el fiordo de Aas, la suerte abandonó al Prinz Eugen al ser torpedeado por el submarino Trident.

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El Prinz Eugen, después de perder su popa al ser torpedeado por el HMS Trident


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El Prinz Eugen, después de reparar provisionalmente la popa


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HMS Trident


Con la explosión desaparecieron unos veinte pies de su popa, pero pudo unirse al Tirpitz y Scheer, en Aas, a últimas horas del mismo día.

Pese a este contratiempo, las previsiones alemanas se desarrollaban conforme a lo previsto: la Flota de Alta Mar de Hitler había concentrado una poderosa escuadra de combate en aguas de Noruega, creando una amenaza que situaba a la Flota Metropolitana en un dilema.

El almirante Tovey no se hacía ilusiones ante la seriedad de la situación y expuso el problema con toda crudeza: "Ningún despliegue de la Flota Metropolitana británica puede proteger de esta amenaza a los convoyes de Rusia y los pasos del Norte (hacia el Atlántico), simultáneamente".

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14 Jun 2010 07:20
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En la última semana de febrero los convoyes PQ-7, PQ-8, PQ-9, PQ-10 y PQ-11 transportaron las cargas de cincuenta y seis mercantes a Murmansk.

El 17 de enero de 1942, ocurrió un dramático episodio. El destructor de escolta Matabele fue torpedeado y hundido por él U-454, y aunque un buque de salvamento inició el rescate de hombres a los pocos minutos, solamente pudieron salvarse dos; el resto de la dotación, de 200 personas, murió en el agua por hipotermia.

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HMS Matabele


Tovey estaba seguro de que la concentración alemana en el fiordo de Aas presagiaba la salida de la flota de superficie en un futuro próximo; en previsión de esta posibilidad solicitó que los dos convoyes próximos, el de ida, PQ-12, y el de regreso, QP-8, se coordinasen para que la Flota Metropolitana pudiera proporcionarles la máxima cobertura.

Los convoyes se hicieron a la mar el 1 de marzo; el primero tuvo la suerte de gozar de protección y todo transcurrió con normalidad.

En la tarde del 8 de marzo, el submarino británico Seawolf, que patrullaba frente a Trondheim, comunicó que "un acorazado o crucero pesado" se había hecho a la mar.

El Tirpitz salió con tres destructores arrumbando al Norte, bajo el mando del almirante Ciliax, para interceptar el segundo convoy, de cuya presencia informó el día 5 un avión Focke-Wulf-Kondor de gran radio de acción.

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Focke-Wulf-Kondor


Además del King George V y del Victorious, Tovey contaba con el nuevo acorazado Duke of York (de la clase King George V), del crucero de batalla Renown, el crucero Berwick y doce destructores.

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HMS King George V


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HMS Victorius


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HMS Duke of York


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HMS Renown


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HMS Berwick



Arrumbó al Este para interceptar al corsario en la mañana del 7. El tiempo era pésimo e imposibilitaba el empleo de la aviación, tanto del Victorious como del Tirpitz, que disponía su propio avión de reconocimiento.

La Historia Oficial británica describe la acción del 7 de marzo como "un juego entre ciegos".

Hacia mediodía, el Tirpitz se encontraba a varias millas de los dos convoyes y a noventa millas de la Flota Metropolitana, cuya proximidad ignoraba Ciliax.

Para los británicos éste era el momento más peligroso de la salida, porque a medida que la distancia entre ambos convoyes aumentara, la posibilidad de un ataque con éxito contra ellos disminuía.

Ciliax destacó a sus destructores hacia el Norte para efectuar una exploración, uno de ellos hundió un mercante ruso del QP-8 a las 18,30, y después los envió a Noruega para rellenar de combustible, prosiguiendo solo la búsqueda.

Esta especie de juego de la gallina ciega prosiguió hasta las 20-00 horas del 8 de marzo, momento en el que Ciliax desistió y arrumbó hacia el fiordo Vest, al Sur de las islas Lofoten.

Como de costumbre, el Almirantazgo británico, que interceptaba las comunicaciones radiofónicas alemanas, informó a Tovey que los buques enemigos parecían dirigirse al Sur; el almirante británico cambió de rumbo para tratar de interceptarlos.

Se encontraba a unas 200 millas al Oeste del Tirpitz con todos sus esperanzas puestas en los ataques aéreos que podía lanzar desde el Victorious.

A las 08-00 horas del día 9 avistó al Tirpitz] doce aviones torpederos Albacore se dirigieron inmediatamente hacia él para atacarle.

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Albacore


Unas dramáticas fotografías tomadas desde el acorazado alemán muestran la proximidad de las estelas de los torpedos lanzados por los aviones británicos, eludidos uno tras otro gracias al habilidoso zig-zag del Tirpitz navegando a toda velocidad.

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Los torpedos lanzados por los Albacores británicos cortan la estela del Tirpitz


Tovey perdió dos Albacore y la oportunidad de alcanzar al buque alemán antes de que éste se refugiara en el fiordo de Vest; ante esta evidencia regresó a Scapa Flow.

Después de fondear frente a Narvik en la tarde del día 9, el Tirpitz costeó hacia el Sur las aguas de Noruega, los días 12 y 13, para llegar a las 21,00 horas de esta última fecha a su antiguo fondeadero sin ser avistado por ninguno de los destructores y submarinos británicos, desplegados para interceptarlo.

La primera salida del Tirpitz había terminado.

La decepción de los británicos fue tan grande como el que sufrieron cuando se les escapó la Flota de Alta Mar del almirante Scheer en Jutlandia, en 1916.

El 25 de enero, Churchill emitió otra de sus "directivas" a la Junta de Jefes de Estado Mayor. "Destruir o averiar seriamente este buque es el mayor acontecimiento en la mar por el presente momento. No existe objetivo que pueda comparársele...". La Marina Real tuvo su oportunidad de cazar al Tirpitz, más ya no volvería a presentársele jamás.

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14 Jun 2010 07:26
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Raeder comprendió cuan próxima estuvo la destrucción del Tirpitz y que el 90 por ciento de su suerte debía agradecérselo al tiempo.

Quedó aterrado al darse cuenta de lo cerca que estuvo su acorazado de seguir la suerte del Bismarck, en su primera salida a la mar en misión de guerra.

La lección aprendida era evidente: era fundamental contar con apoyo aéreo, de reconocimiento y ataque, en cuantía mucho mayor.

Esta no se hizo esperar. La Luftflotte V comenzó a recibir grandes refuerzos de aviones de bombardeo.

Raeder exigió que los portaviones británicos se convirtiesen en el principal objetivo de los bombarderos y pidió que se acelerase la construcción del portaviones Graf Zeppelin para unirse a la flota lo antes posible.

También consiguió Raeder el consentimiento de Hitler para convertir en portaviones auxiliares a los trasatlánticos Gneisenau, Europa y Postdam, y al aún no terminado crucero pesado Seydlitz, pero si las obras comenzaron en éste último jamás llegaron a terminarse.

Sin embargo, el potencial aéreo acumulado por los alemanes en el Lejano Norte pondría en una situación crítica a los convoyes de Rusia.

El PQ-12, que se escapó del Tirpitz por escaso margen, sería en realidad el último de los convoyes de la primera época que saldría indemne de su travesía.

Para compensar la inmovilización del Prinz Eugen, el Hipper se envió al Norte para unirse a la flota en el laberinto de fiordos próximos a Trondheim, donde fondeó el 21 de marzo.

Este traslado coincidió con la salida de los convoyes PQ-13 y PQ-9. Uno de los buques de escolta del primero, el dragaminas Sharpshoorter, embistió y hundió al submarino U-665. pero el convoy se vio pronto en una situación muy comprometida.

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HMS Sharpshoorter,


Para empezar, el 24 de marzo quedó disperso y separado de sus escoltas a causa de un temporal, pero sus verdaderas penalidades comenzaron des¬pués.

Los aviones de reconocimiento de la Luftwaffe avistaron a los dispersos buques y comenzaron sus ataques el día 28; fueron hundidos dos buques rezagados. Además, tres destructores de la clase "Narvik" — Z-25, Z-26y Z-27— alertados por la Luftwaffe, salieron de Kirkenes y hundieron otro rezagado del convoy PQ-13 a primeras horas del 29 de marzo.

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Z 25 Clase Narvick


A las 09-00 horas del mismo día, estos destructores se encontraron con el crucero Trinidad y los destructores Fury y Eclipse.

En el combate resultó hundido el Z-26 y el Eclipse quedó malamente averiado; pero el Trinidad tuvo la mala suerte de ser alcanzado por un torpedo lanzado por el mismo, a causa del mal funcionamiento de su mecanismo de gobierno, producido por intenso frío. Durante los cambios de rumbo efectuados por el Trinidad, en su combate con los destructores alemanes, cruzó la derrota errática de su torpedo y fue alcanzado en la cámara de calderas.

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HMS Trinidad


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HMS Fury


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HMS Eclipse


Entre el 30 de marzo y el 1 de abril los buques supervivientes del PQ-13 lograron llegar a Murmansk. Por primera vez, un convoy de Rusia había sufrido un severo castigo.

La cuarta parte de sus buques fueron echados a pique: dos por la Luftwaffe, dos por los submarinos y uno por los destructores. Una triste historia que prometía ir de mal en peor.

Los altos mandos de la Marina británica sabían lo que iba a suceder: con la llegada del verano, mejorarían las condiciones meteorológicas en el Lejano Norte y la Luftwaffe localizaría con mayor facilidad la posición de los grandes convoyes.

En teoría, éstos deberían suprimirse durante los meses veraniegos en que la luz diurna es perpetua, o ser espaciados en períodos de cuarenta días, como se recomendó inicialmente, para protegerlos con mayor número de buques de escolta.

De todos modos era evidente que debería disminuirse el número de buques mercantes en cada convoy, pero las exigencias de la Gran Alianza nublaron el sentido común.

Las necesidades rusas parecían insaciables y Roosevelt presionaba a Churchill para que aumentase el número de buques americanos en los convoyes y no perdiesen el tiempo en espera de emprender viaje a Rusia con sus cargas a bordo.

En consecuencia, el 8 de abril se hizo a la mar el PQ-14, convoy aún mayor que el anterior: veinticuatro buques mercantes. (El buque insignia de la escolta, el crucero Edinburgh, transportaba planchas de acero para reparar en Murmansk al Trinidad, dado que los rusos no disponían de material suficiente para estos fines).

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HMS Edinburgh


El hielo resultó ser el primer enemigo del PQ-14; había derivado hacia el Sur más de lo que era habitual y dieciséis buques tuvieron que regresar a Islandia.

De los ocho restantes, siete lograron llegar a Murmansk y uno fue hundido por un submarino. En el convoy de regreso, el QP-10 compuesto por dieciséis buques, los submarinos y la Luftwaffe echaron a pique cuatro.

Mientras estos convoyes estaban aún en la mar, Hitler comenzó al fin a darse cuenta del creciente número de buques aliados que transportaban suministros a Rusia. Ordenó a Raeder que la Marina considerase a los convoyes como su principal objetivo y que proporcionase torpedos a la Luftwaffe; lo cual le obligó a intervenir en otra querella entre Raeder y Goering.

En esta ocasión, y por una vez, Goering tenía razón. Su estúpida insisten¬cia de que la Marina no tenía necesidad de disponer de un arma aérea independiente, era poca cosa comparada con la obstinación de la Marina en declarar que el torpedo era un arma exclusivamente naval.

La orden de Hitler sumó un nuevo peligro, los aviones torpederos, a las ya existentes amenazas de los bombarderos en picado, submarinos y ataques de superficie.

Ésto ocurría en la época en que los convoyes PQ-15 y QP-11 se hacían a la mar: el 26 y 28 de abril, respectivamente.

En esta ocasión los alemanes atacaron con todos los medios a su alcance, sin embargo los resultados logrados fueron pobres.

Los aviones torpederos hundieron tres buques, de los veinticinco que formaban parte del convoy PQ-15. El QP-11 fue atacado por tres destructores: el Hermann Schömann, que tomó parte en la incursión del Canal, y los de la clase "Narvik", Z-24 y 2-25.

Un torpedo lanzado por uno de éstos hundió un buque ruso rezagado del convov QP-11, pero los alemanes se retiraron ante las maniobras de los destructores británicos.

"No me gustaría jugar al poker con ustedes", comunicó mediante señales uno de los buques británicos al jefe de la escuadrilla de destructores capitán de fragata Richmond, del Bulldog.

Pero el QP-11 quedó privado de la presencia del Edinburgh, que hubo de regresar a Murmansk al ser torpedeado por un submarino, perseguido por los destructores alemanes que pretendían terminar con él.

Lograron inflingirle averías mortales, pero fueron rechazados. Se perdió el Hermann Schömann, y los dos "Narvik se retiraron.
Durante la navegación de estos convoyes, fueron los escoltas británicos y no los buques mercantes quienes llevaron la peor parte, pero demostraron que la precaución que ero demostraron que la precaución que paralizaba a los buques de línea de la flota alemana pesaba también a sus destructores.

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14 Jun 2010 07:33
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Los oráculos navales británicos dieron nuevamente su veredicto respecto a los convoyes. "Si han de continuar por razones políticas", declaró Tovey, "hay que esperar pérdidas serias y numerosas".

Pero los convoyes continuaron.

El 21 de mayo salió a la mar un convoy mayor todavía, el PQ-16 compuesto por treinta y cinco buques. Como era costumbre, coincidió con otro convoy de regreso: el QP-12, de quince buques.

Alejado del radio de acción de la Luftwaffe, el convoy fue de nuevo protegido por la flota de combate contra los posibles ataques de la flota alemana.

En esta ocasión la amenaza no provenía solamente de los destructores; el Admiral Scheer y el Lützow fueron localizados en Narvik el 26 de mayo.

El Scheer ya había demostrado lo que era capaz de hacer un acorazado de bolsillo cuando se le presentaba la ocasión de atacar un convoy.

No obstante, el PQ-16 se convirtió en objetivo de la Luftwaffe, que lo atacó con una intensidad desconocida hasta entonces en la derrota de Murmansk.

El 27 de mayo se vio hostigado por los persistentes ataques de 108 aviones torpederos y bombarderos en picado; el acoso duró cinco días, con sus noches correspondientes, las pérdidas fueron de seis buques; pero la experiencia fue pavorosa.

Estas pérdidas se consideraron aceptables, sin embargo se hizo evidente que el potencial de ataque de la Luftwaffe en el Lejano Norte estaba en su cumbre.

Concentrados en los aeródro¬mos próximos al cabo Norte, en Banak, Bardufoss, Tromso y Kirkenes, existían unos cuarenta y dos aviones torpederos He-111, ciento dos Ju-88 bombarderos de vuelo horizontal y en picado y treinta "Stuka" Ju-87 bombarderos en picado, sin contar quince He-115 hidroaviones torpederos y una fuerza de setenta y cuatro aparatos de reconocimiento, Focke Wull Kondor, Ju-88 y Blohmund-Voss 138.

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He-111


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Ju -88


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Ju-87


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He-115


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B-V 138


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B-V 238


En los primeros convoyes, los aviones de reconocimiento de gran radio de acción de la Luftwaffe volaban alrededor de los buques aliados, fuera del alcance de su artillería, y transmitían su posición exacta a los bombarderos, submarinos y fuerzas
de superficie.

Además, el almirante Doenitz ordenó, muy a su pesar, el traslado de submarinos desde el Atlántico al Lejano Norte; con esto, diez submarinos estarían listos para perseguir y atacar al siguiente convoy.

Tal era la terrible amenaza con que se enfrentaban los mandos navales aliados en la navegación del convoy más célebre de la guerra: el PQ-17.

En junio nada se pudo hacer porque la campaña del Mediterránea alcanza¬ba su momentos culminante.

Rommel avanzaba hacia el Este de nuevo.

Malta, con su guarnición al límite de su resistencia, parecía que iba a caer y era necesario hacer algo para defenderla; hubo que trasladar buques de la Flota Metropolitana para apoyar el convoy de Malta.

Pero el 28 de junio el Ejército alemán lanzó su ofensiva de verano para llegar al Cáucaso y Volga.

Era el verano de Stalingrado y la urgencia de enviar aprovisiona¬miento a Rusia era mayor que nunca. Tan pronto como quedase estabilizada la situación en el Mediterráneo el PQ-17 debería hacerse inmediatamente a la mar y enfrentarse con las consecuencias.

Raeder estaba decidido a que la flota justificara su existencia atacando el primer convoy que se dirigiese a Rusia.

Preparó un plan ambicioso: Rósselsprung, un ataque coordinado llevado a cabo por los buques disponibles de la flota, divididos en dos grupos. "Trondheim" y "Narvik".

El grupo de Trondheim lo formaban el Tirpitz, buque insignia del vicealmirante Otto Schneiwind (que relevó a Ciliax como comandante de la flota), el Hipper y seis destructores.

El grupo de Narvik incluía los acorazados de bolsillo Lützow y Admiral Scheer, también con seis destructores. Esta sería la flota alemana más poderosa que se haría a la mar desde el comienzo de la guerra.

Además, el desgraciado convoy tendría que navegar a través de aguas dominadas por la Luftwaffe, que tenía órdenes de atacar solamente buques mercantes y portaviones.

Cualquier fuerza de escolta que se encontrase sería atacada por el Tirpitz y Hipper-, mientras, el grupo del acorazado de bolsillo liquidaría a los buques mercantes.

Hitler rechazó el plan Raeder.

Insistió en que la Luftwaffe debería neutralizar la fuerza de portaviones de la Flota Metropolitana antes de tomar en consideración cualquier ataque por parte de la flota.

Raeder no confiaba en que esto pudiera realizarse, pero antes de verse obligado a soportar una conferencia respecto a las realidades básicas de la moderna guerra en la mar, sugirió al instante un plan modificado; una operación en dos fases en la que se conservaría la seguridad de los buques de guerra en la medida de lo posible.

Cuando la Luftwaffe hubiese localizado al convoy, el grupo de Narvik se dirigiría de inmediato al fiordo de Alten, cercano a cabo Norte, mientras el grupo de Trondheim se trasladaría hasta Narvik.

Cuando el Führer estuviese convencido de que la Flota Metropolitana británica no tuviese la esperanza de intervenir, y solo entonces, él mismo daría la orden para que ambos grupos se reuniesen 100 millas al Norte de Cabo Norte, antes de caer sobre el convoy, en una posición al Este de la isla de los Osos.

La sugerencia de Raeder era el producto típico de la política cortesana nazi, y el plan fue aceptado por Hitler: la flota de Reader tendría la ocasión de aniquilar al PQ-17.

Tal era la formidable oposición que esperaba a este convoy cuando se hiciese a la mar el 27 de junio. Como señaló Tovey: "La situación estratégica era totalmente favorable al enemigo".

El Mar de Barents estaba dominado por los submarinos y la Luftwaffe, y la Flota Metropolitana británica no podía hacer nada por impedirlo.

La flota alemana, con el Tirpitz como buque principal, constituía un grupo equilibrado para atacar y Tovey aun deseoso de enfrentarse con su oponente, no osaría, aproximarse demasiado al convoy, para protegerle con su flota, porque el dominio del aire que ejercía la Luftwaffe no podía ser neutralizado solamente con el grupo aéreo del Victorious.

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14 Jun 2010 07:43
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Nuevo mensaje Re: La Guerra en el Ártico II G.M.
El convoy PQ-17 estaba formado por treinta y tres buques mercantes. De los treinta y cinco que lo componían inicialmente, uno varó al abandonar Islandia y otro tuvo que regresar a causa de una avería.

Debido a los daños ocasionados por los bombarderos de la Luftwaffe en el puerto de Murmansk, el convoy se dirigió a Arcángel.

El apoyo cercano del PQ-17 lo constituía una fuerza de cuatro cruceros ingleses y norteamericanos y tres destructores, que lo acompañarían hasta el Este de la isla de los Osos; su comandante era el contralmirante sir Louis Hamilton.

La escolta se unió al convoy el 30 de junio: seis destructores, cuatro corbetas, dos submarinos y los buques antiaéreos Palomares y Pozarica. Al día siguiente el convoy fue localizado por la Luftwaffe y los submarinos, iniciándose su persecución.

Imagen

HMS Palomares


El PQ-17 y el convoy correspondiente de regreso, QP-13, se cruzaron después del mediodía el 2 de julio; esa misma tarde, el primero sufrió el primer ataque de los aviones torpederos de la Luftwaffe, pero no tuvo pérdidas.

En la tarde del día 3, el PQ-17 se encontraba 30 millas al Norte de la isla de los Osos.
Al siguiente día los buques mercantes norteamericanos arriaron sus enseñas nacionales e izaron rápidamente nuevas banderas.

El día 4 los aviones de la Luftwaffe echaron a pique tres buques, pero con la proximidad de la tarde la marcha del convoy hacia Arcángel era aún esperanzadora; la moral era elevada y la disciplina del convoy era excelente desde el momento de su partida.

Imagen

Gráfico de la zona del Convoy PQ-17


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Convoy PQ-17


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Supervivientes del mercante norteamericano Carlton, mercante integrante del PQ-17


Más poco después de las 21,00 horas, los hombres del convoy y de la escolta quedaron consternados ante la recepción de tres dramáticos mensajes del Almirantazgo, que debieron recordándoles los redobles de campana "tocando a muerto".

21,00 horas: "Muy urgente. La fuerza de cruceros se retira hacia el Oeste a máxima velocidad".

21,23 horas: "Ejecución inmediata. Debido a la amenaza de buques de superficie el convoy debe dispersarse y dirigirse a puertos rusos".

21,36 horas: "Muy urgente. El convoy debe dispersarse".

En el Almirantazgo británico parecía que los grandes temores sentidos en las últimas semanas estaban a punto de cumplirse.

El 2 de julio, después de ser localizado el PQ-17 navegando al Este, Raeder puso en ejecución el plan Rosselsprung; pero la operación tuvo un comienzo poco afortunado.

Tres de los cuatro destructores del grupo Trondheim vararon en tierra de modo que el Hipper y Tirpitz llegaron a Narvik solamente con uno; también varó el Lützow. Pero los demás buques participantes en la operación llegaron salvos a sus lugares de destino; y en la tarde del día 3 de julio los británicos sabían que el Tirpitz y Hipper habían abandonado Trondheim .

Desafortunadamente, no podían efectuar un detallado reconocimiento de Narvik y no cabía excluir la probabilidad de que ambos buques alemanes se dirigiesen al Norte para atacar al PQ-17.

Como ya había previsto Raeder, la empresa de inutilizar al portaviones británico Victorious, como Hitler pretendía, no se pudo llevar a cabo, no obstante, consiguió permiso para actuar y trasladar el Hipper y Tirpitz al fiordo de Alten, lo cual se cumplió el 3 de julio.

En la mañana del día 5, al conocer la retirada del grupo de apoyo británico, Hitler accedió a que la flota efectuase un ataque limitado contra el PQ-17; por la tarde, el Hipper, Scheer, Tirpitz y siete destructores abandonaron el fiordo de Alten y arrumbaron al Este para interceptar la derrota más probable del convoy en su viaje a Arcángel.

Pero apenas se hizo la flota a la mar se recibió la asombrosa noticia de que el PQ-17 se había dispersado, y casi inmediatamente los informes de los bombarderos de la Luftwaffe y los submarinos, que procedían a diezmar al convoy; a las 21-30 horas, unas veinticuatro horas después de que partiese de Whitehall la fatal orden de dispersar el convoy, la flota de Schniewind recibió la orden de regresar al fiordo de Alten.

En estos momentos era ya evidente que los submarinos y bombarderos podían finalizar su tarea de aniquilar el disperso convoy sin la ayuda de los buques de superficie.

El desafortunado convoy cumplió la última orden recibida con impecable disciplina.

Cuando se desvanecieron en el horizonte, hacia Poniente, los buques de guerra de la escolta, los mercantes abandonaron las líneas de su formación; unos arrumbaron al Norte, hacia el borde de la barrera de hielos; algunos al Este, hacia Nueva Zembla; otros al Sudeste, en dirección a Arcángel.

Su dura prueba comenzó casi inmediatamente; es mejor relatarla con brevedad.

De los treinta y tres buques del PQ-17, fueron hundidos veintidós: diez por submarinos.

La Luftwaffe lanzó contra los dispersos buques 202 aviones.

En total, Rusia quedó privada de 430 carros de combate, 210 aviones y 3.350 vehículos; "suficientes para equipar un ejército", como dice el almirante Schofield en "The Russian convoys" (los convoyes rusos).

No solamente es una de las tragedias más grandes de la guerra naval, sino una aplastante derrota militar.

Los pros y los contras de la decisión del Almirantazgo, al ordenar la dispersión del PQ-17 representa en sí misma una delicada controversia.

Destacan dos hechos evidentes: la decisión se adoptó porque el reconocimiento aéreo británico no pudo determinar la posición de los buques de guerra alemanes en el momento crucial; y el Almirantazgo, ante el supuesto más probable de que éstos se dirigiesen a atacar el convoy, emitió una serie de perentorios y tajantes mensajes que indicaban la probabilidad de un ataque inminente, lo que, ciertamente, hizo aparecer el peligro mayor de lo que era en realidad.

Aunque los bombarderos y submarinos fueron los instrumentos directos que destruyeron al PQ-17, el principio motor fue la Marina alemana.

El poder estratégico de una "flota en potencia" quedó demostrado una vez más. El temor a la Flota de Alta Mar de Hitler infligió un gran desastre naval a los aliados sin que los buques de guerra alemanes disparasen un solo tiro.

Después del desastre sufrido por el PQ17 se adoptó la decisión de suspender los convoyes a Rusia por el resto del verano.

Prescindiendo, incluso, de esta tragedia, estos convoyes habrían sido igualmente suspendidos porque el teatro mediterráneo predominaba sobre los demás.

El día 4 de julio, el mismo en que se dispersó el PQ-17, Auchinlek logró detener las fuerzas de Rommel en El Alamein, pero Egipto corría aún un grave peligro.

La ayuda iba de camino. El 21 de junio, después de ser conquistado Tobruk por las fuerzas de Rommel, el presidente Roosevelt prometió 300 carros de combate, "Sherman", para las mermadas divisiones acorazadas del Octavo Ejército, pero tardaron varios meses en llegar y en encuadrarlos en unidades eficientes para el combate.

En esta época aún era posible que el Eje lograra el control del Mediterráneo y estaba en condiciones de enviar a Rommel aprovisionamientos suficientes para irrumpir por El Alamein y arrojar a los británicos de Egipto.

La clave residía en Malta, y la suerte de Malta pendía de un hilo.

Era preciso llevar a cabo una operación masiva de socorro. En agosto se emprendió la operación "Pedestal", a cargo del convoy PQ-17 (de los que tenían Malta por destino).

El 15 de agosto, cinco de los catorce buques mercantes que lo componían resultaron incendiados, batidos y hundidos durante su viaje a Malta, pero la preciosa carga de los que llegaron fue suficiente.

Malta podía ahora resistir hasta diciembre y como el centro de gravedad de la guerra en el Mediterráneo se trasladó de Malta al frente de El Alamein, el problema de las comunicaciones marítimas aliadas gozó de la tregua que tanto necesitaba.

Esta detención en la serie de éxitos logrados por el Eje en el Mediterráneo y la suspensión de los convoyes a Rusia, nos permite hablar ahora de la "segunda oleada" de buques mercantes armados alemanes que, actuando como corsarios, intentaron emular los resultados conseguidos por la "primera oleada" en 1940-41.

Pero existían ahora tres diferencias fundamentales: los corsarios no osaban pasar por el Estrecho de Dinamarca para penetrar en el Atlántico; los británicos y norteamericanos contaban con más buques para dar caza a los corsarios; con la entrada del Japón en guerra, éstos podían usar libremente los puertos del Imperio del Sol Naciente.

Los tres corsarios de la "segunda oleada", Thor, Stier y Michel, pasaron por el Canal de la Mancha, hacia los puertos del Golfo de Vizcaya, antes de iniciar sus cruceros en alta mar.

A mediados de octubre, pues, la "segunda oleada" de mercantes armados en corso se encontró con un trato más severo que los de la "primer oleada"; un claro indicativo de que las cosas habían cambiado desde los acuciantes meses de 1940-41.

Después de estas campañas, el Almirantazgo alemán depositó su entera confianza en la acción corsaria de los submarinos contra el tráfico aliado.

Pero en este período de la guerra eran más acuciantes los problemas existentes en las aguas nórdicas.

Los convoyes a Rusia se habían reanudado y mientras los alemanes confiaban repetir el éxito conseguido con el PQ-17, los británicos, experimentaron nuevas tácticas.

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Convoy Ártico


Pero no sabían que el Alto Mando alemán no se había percatado de la causa real que llevó al martirio al PQ-17: el potencial ofensivo de su flota de superficie.

Reinaba la convicción de que la flota no era necesaria para aniquilar los convoyes con dirección a Rusia, creyéndose que para esto bastaban los submarinos y la Luftwaffe. La flota se limitaría a realizar ataques restringidos contra los convoyes de regreso en aguas del Mar Barents.

En el convoy que siguió al PQ-17, los británicos aplicaron las lecciones tan dolorosamente aprendidas en la dura prueba que éste sufrió.

En primer lugar se organizó el reconocimiento aéreo: a este fin se envió a Rusia un grupo aéreo mixto para operar desde los aeródromos próximos a Murmansk: aviones Catalina de reconocimiento de gran radio de acción, torpederos Hampedem y cazas Spitfire.

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Catalina


Después, se pensó que los buques de escolta de los convoyes debía abrirse paso combatiendo sin dispersarse: una "escolta de destructores de combate", compuesta por dieciséis buques, rodearía al convoy, cuya cobertura aérea sería facilitada por el portayiones de escolta Avenger; cazas Hurricane atacarían a los bombarderos de la Luftwaffe, y aviones antisubmarinos Avenger harían lo mismo con los submarinos.

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HMS Avenger


Por último, no existiría el total divorcio entre el Almirantazgo y el comandante en jefe de la Flota Metropolitana.

En Scapa Flow, Tovey quedó enlazado telefónicamente con el Almirantazgo y delegó la ejecución de las acciones de poyo lejano a su segundo en el mando, almirante sir Bruce Fraser.

En consecuencia, la flota alemana basada en el fiordo de Alten —Admiral Scheer, Hipper y el crucero ligero Kóln— quedó sometida a una estrecha vigilancia por parte de los Catalina de Murmansk cuando el PQ-18, compuesto por cuarenta buques, salió el 28 de septiembre.

El reconocimiento aéreo alemán detectó el convoy por primera vez el 8 de octubre; el 13 fueron torpedeados los primeros buques.

Durante los cinco días siguientes se sucedieron duros combates, en los que se pudo comprobar el gran potencial que empleaba la Luftwaffe y los submarinos alemanes para atacar los convoyes de Rusia.

Pero este convoy era el mejor protegido de cuantos habían hecho la travesía nórdica.

Los alemanes lograron hundir trece de los cuarenta buques del PQ-18, mas perdieron cuarenta y un aviones y cuatro submarinos; lo cual llenó de abatimiento al Alto Mando alemán. La única alarma que preocupó a los británicos fue la ausencia del Tirpitz, de Trondheim, durante los días 14 al 18 de septiembre; pero el acorazado alemán se limitó a navegar hasta Narvik, para realizar ejercicios en la mar, regresando después a su base de Trondheim.


Imagen

Convoy PQ-18, atacado por los alemanes


Mientras, "la escolta de combate" del contralmirante Burnett, con el portaviones, patrullaba sobre la derrota del convoy de regreso QP-14 (en el que figuraban la mayor parte de los buques que se salvaron del PQ-17); en esta ocasión solamente se perdieron dos de los quince buques que lo componían.

La flota alemana no hizo acto de presencia. Que en la mar hubiese una flota de combate británica no era una novedad, pero tampoco era sorprendente que Raeder se opusiera a que la suya saliese a combatir, dado que con el PQ-18 se demostró que en el Mar de Barents se le disputó a la Luftwaffe el dominio del aire.

El flujo de convoyes hacia Rusia se reanudó, mas esto no se debió solamente a los esfuerzos realizados en el PQ-18 y a su poderosa escolta.

La Gran Estrategia hacía sentir sus efectos nuevamente. Las exigencias del teatro mediterráneo hicieron trasladar al Sur la formidable fuerza de ataque de la Luftwaffe, alejándola de sus bases de Noruega.

Ya no se repetirían los grandes ataques aéreos que devastaron los convoyes PQ-16, PQ-17 y PQ-18, ni se repondría el dominio que ejerció la Luftwaffe en los mares del Norte; sin embargo los británicos ignoraban esta situación.

Los convoyes continuarían y las tácticas para su defensa mejoraron, pero después del PQ-18 la flota alemana no podía aspirar a lograr ninguna victoria mientras permaneciese amenazadora en puerto. Tarde o temprano tendría que salir a la mar y combatir.

Fuentes: La Flota de Alta Mar de Hitler, Editorial San Martin Madrid 1977, por Richard Humble,. La Guerra Naval en el Atlántico, Editorial Juventud, Barcelona 1974 por Luis de la Sierra, y Vol Nº V DE Trafalgar a nustros días, editorial Fabri-Delta, Barcelona 1984.
Imágenes fuente anterior, Bundersarchiv, Naval History, Vikipedia.

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14 Jun 2010 08:07
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Nuevo mensaje Re: La Guerra en el Ártico II G.M.
Un muy interesante aspecto dentro la Segunda Guerra Mundial.

Otra visión, dentro del foro, de uno de los casos concretos.

La tragedia del convoy PQ-17

un saludo

Antonio

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15 Jun 2010 10:39
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Nuevo mensaje destructores de escolta en el Artico
En mi primer mensaje en la nueva dirección (al fin pude entrar, gracias a la ayuda del estimado Ensenada), quería felicitar por la síntesis de esta fase de los convoyes atlánticos (y la calidad de las fotos), además de hacer una pequeña aclaración.
El HMS "Matabele" era un destructor de la clase "Tribal", es decir un destructor de escuadra, aunque del tamaño de un conductor de flotilla (al momento de su construcción; todos sabemos que los tamaños de los buques suelen ir en ascenso y una nave que hoy es grande mañana puede ser pequeña). En el texto se lo menciona como "destructor de escolta", término que se utiliza para destructores de prestaciones menores, de construcción más sencilla y económica, especialmente realizados para tareas de escolta y no de escuadra. La reducción de algunas prestaciones (especialmente, armamento antisuperficie, torpedos y velocidad) se debió al reconocimiento de que los destructores comunes tenían características que no eran necesarias para ejecutar tareas como escoltas. Se construyeron en grandes números, inclusive en la posguerra (son famosas las clases yankys "Dealey" y "Bostwick", entre otras, como así también las distintas series de la clase británica "Hunt"). Además, muchos de los destructores británicos de la primera guerra mundial o del período de entreguerras (y de los 40 yankys de cuatro chimeneas traspasados a ellos) fueron transformados en destructores de escolta, reduciéndoles las piezas de artillería principales, agregando más cargas de profundiad y piezas antiaéreas, reduciendo las calderas, sacándoles parte de las chimeneas y en algunos casos aumentando su carga de combustible (había transformaciones en escoltas de largo y corto alcance).
Para evitar que algún lector anadvertido pueda creer que el HMS "Matabele" era uno de esos buques de escolta, que en la posguerra pasaron a compartir la categoría con las reaparecidas "fragatas" (los yankys cambiaron su identificación "DE" por "F" hace cuarenta años o más -no tengo a mano los libros correspondientes para consultar la fecha-; las más famosas fragatas de la segunda guerra fueron las británicas de la clase "River" y sus variantes posteriores, más lentas que los destructores de escolta; para complicar aún más las cosas, en los 50s los británicos transformaron varios destructores contruidos durante la segunda guerra mundial en fragatas rápidas, con bastantes puntos en contacto con los viejos destructores de escolta), me permito aconsejar que en lugar de "destructor de escolta" se ponga "destructor de la escolta" o "destructor integrante de la escolta".
Hace una veintena de años, llegué a ver un par de viejos destructores de escolta uruguayos (yankys de la segunda guerra) fuera de servicio, en el puerto de Montevideo. Calculo que ya habrán sido desguazados, pues recientemente no los vi ni como pontones en el muelle militar (tal vez los hayan corrido a otra parte y sigan abandonados allí, ya que en ese muelle hay poco espacio); creo recordar que los brasileños conservan uno similar como Museo en Rio de Janeiro. En Argentina nunca tuvimos de estos buques (y si no me equivoco, en España tampoco los hubo).
En el Ártico, dado el peligro de ataques realizados por buques de superficie alemanes, era razonable emplear cierto número de destructores de escuadra para las tareas de escolta.
Saludos
Rioplatense

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Comandante de la goleta: Río de la Plata R. O. del 10 de mayo de 2010.


22 Jun 2010 04:21
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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com