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Vino al mundo en la ciudad de La Laguna en la isla de Santa Cruz de Tenerife de las islas Canarias, el día once de julio del año de 1824, descendiente de noble familia lo que le permitió el acceso a la Armada, aunque ya en su época no era necesaria la hidalguía para acceder.
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En el año de 1824 se refundieron las tres compañías de Guardiamarinas en un Colegio, el cual debía de establecerse en la población de Puerto Real, pero se decidió trasladarlo a La Carraca, a pesar de ser un establecimiento de la Armada no se pudo poner en marcha. En el año de 1828 se suprimió el Colegio y se dio libertad de enseñanza aplicando la Constitución del año de 1812, por ello ya no era necesario ser hijodalgo ni pasar las pruebas de limpieza de sangre, al estar preparado se pasaba un examen presidido por una Junta de Jefes de la Armada, quienes al dar el Vº Bº se producía el ingreso en la Corporación. No era fácil superarlo, porque los jueces por la seriedad de la profesión no daban perdón a ningún fallo.


Pasando con todo esto veintiún años en los cuales no hubo academia, ni colegio, ni compañía de guardiamarinas, siendo libre la preparación de todos los aspirantes, viviendo en « casas de confianza » e ingresando por el examen de la Junta de Jefes, llegando el año de 1845 en que por fin se abrió la Escuela Naval Militar en San Carlos.


En el caso de don Juan Bautista aprobó el examen en el año de 1838, pasando el día uno de noviembre destinado al Arsenal de la Carraca, para realizar sus prácticas de mar.
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La escasez de buques no permitía el continuar la instrucción náutica, por lo que pasó un tiempo en el anterior destino, hasta que embarcó en la fragata Isabel II y principalmente estuvo navegando por el Mediterráneo, e interviniendo en las postreras operaciones en las costas de Cataluña, en la guerra denominada de los siete años; teniendo una actuación muy destacada en los Alfaques, por lo que reconocida por sus superiores le fue entregada la Cruz de la Marina de la Diadema Real.


En el año de 1843 trasbordó al vapor Isabel II, continuando en la misma escuadra al mando de don Luis Hernández Pinzón, contribuyendo a la reconquistar de Rosas, Cadaqués y las islas Medas donde volvió a demostrar un gran valor, tanto que se le concedió la Cruz De la Real y Militar Orden de San Fernando de primera clase (no laureada)


La misma escuadra al terminar sus operaciones en estas aguas y bajo el mando del mismo Pinzón pasa a cubrir por la mar a los bloqueos de las ciudades y puertos de Alicante y Cartagena que se habían sublevado, para controlar la salida por mar de los infractores, misión en la que de nuevo mostró su valor y pericia marinera.


Por todo lo anterior se le eximió de la permanencia de los seis años como mínimo en la Compañía, lo que le llevó a estar un año menos de guardiamarina y por ello alcanzó el grado de alférez de navío en el año de 1844.
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Se le ordenó embarcan en el bergantín Héroe, con el que realizó un tornaviaje a la ciudad de Montevideo, en una complicada misión que tuvo éxito, pasando después a realizar navegaciones por el mar Mediterráneo. En el año de 1847 se le entregó su primer mando, siendo el falucho Lince con el que permaneció en aguas del Mediterráneo, hasta finales del año de 1849.


En el año de 1850 se entrega la Real orden con su ascenso al grado de teniente de navío, embarcando en la fragata Mazarredo, que pertenecía a la División Naval de Instrucción.


Pasado su tiempo obligatorio a bordo, desembarcó. Pero no pasó mucho tiempo pues recibió otra Real orden en la que se le comunicaba su nuevo destino, que era en la isla de Cuba, al llegar se le otorga el mando del vapor armado Habanero, en uno de sus cruceros contra el contrabando de los insurgentes, logra capturar a un buque expedicionario al mando de Narciso López, siendo apresado el buque con cincuenta insurrectos. De nuevo por esta acción se le entrega la Cruz de caballero de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III.


En la misma isla se le entregó el mando del bergantín Alcalá Galiano, para continuar cruzando sus aguas e impedir el tráfico de los contrabandistas. El día uno de septiembre del año de 1851 cesó en el mando, pasando a tener el de otros buques y al terminar su tiempo de tres años de destino en la isla embarcó de transporte en el Fernando el Católico y arribó a la bahía de Cádiz el día uno de marzo del año de 1854.
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Estuvo un tiempo con licencia y al reincorporarse se le vuelve a destinar a la isla de Cuba, donde de nuevo se le otorga el mando del bergantín Alcalá Galiano, regresando a realizar la misión de combatir el tráfico ilegal, permaneciendo hasta finales del año de 1857, en que regresa a la Península. A su llegada se le destina a la Corte, donde estuvo de secretario de varias Juntas administrativas, un primer paso importante para lo que luego tendría que desempeñar.


Estando en el destino anterior con fecha del día veintitrés de marzo del año de 1859 se le entrega la Real orden, con su nuevo ascenso a capitán de fragata y pasado un tiempo, a mediados del mismo año se le entrega el mando de la corbeta Villa de Bilbao, con la que en principio cumple la misión de cruzar sobre el Mediterráneo, pero al declararse la guerra de África se le incorpora a la fuerza naval de auxilio al ejército allí destinado.


Participó en los combates del río Martín, Larache y Arcila; por haber desembarcado con su tropa y marinería en varias ocasiones para mejor apoyar el avance del ejército, se le concede el grado de coronel de Infantería de Marina, por Real orden del mes de abril del año de 1860. Al concluir la guerra en África, tuvo que acudir con su corbeta en apoyo del Rey de las Dos Sicilias, arribando al puerto de Nápoles para hacer presente la decisión de España, ya que en esos momentos empezaba a nacer el país llamado Italia y se encontraba en una convulsa guerra civil. Por su eficaz actuación el Rey lo condecora con la Encomienda de la Orden de Francisco I.
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Terminada su misión regresó al Arsenal de Cartagena, donde cesó en el mando de la corbeta y obteniendo una nueva licencia. Al terminar se reincorporó, siendo destinado a la isla de Cuba, como capitán del puerto de Matanzas, desempeñando este puesto desde el año de 1862 al de 1864, fecha en la que regresó a la Península, donde se le entregó el mando del vapor Blasco de Garay, en el que permaneció poco tiempo.


Por la razón de presentar su petición de formar parte de la dotación de la nueva fragata acorazada Numancia, que al mando de don Casto Méndez Núñez se estaba ya alistando, don Casto no tuvo objeción ninguna y pasó a ser el segundo comandante de ella. Ya que el viaje solo ya en sí era un reto, pues se debía de llegar a los mares del Sur, en las aguas de las republicas de Chile y Perú, y hacía muy poco tiempo que un buque de parecidas características, el Captain británico, por falta de estabilidad por la distribución de los blindajes se había ido al fondo. Lo que causó la sorpresa en todos los países europeos, que España intentara semejante derrotero para un buque en que ningún organismo de marinas militares confiaba demasiado; además debía cruzar por el estrecho de Magallanes, para no arriesgar más doblando el cabo de Hornos, porque para buques del tamaño de la fragata ya resultaba también peligroso.


La fragata Numancia zarpó de la bahía de Cádiz el día cuatro de febrero del año de 1865, arribando a Puerto Grande de San Vicente el día trece de febrero, donde repuso el carbón y agua, zarpando el día dieciséis de las islas de Cabo Verde, desde donde cruzó el océano con rumbo a Montevideo, arribando al caudaloso Rio de la Plata el día trece de marzo, donde se dio un descanso a la dotación ya que zarpó el día dos de abril con rumbo al estrecho de Magallanes arribó a Valparaíso el día veintiocho de abril y a el Callao el día cinco de mayo, donde se incorporó a la escuadra, para pasar a ser el buque insignia de la escuadra del Pacifico. Al ser conocida en la Península la feliz llegada, se promovió a Méndez Núñez al grado de brigadier y como no, a su segundo Antequera a capitán de navío, pasando a tomar el mando de la fragata un tiempo después, siendo ambos en el mismo año de 1865.
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Comenzó la campaña realizando la inspección de toda ensenada, abra o lugar donde se pudieran esconder los buques enemigos, así el día dos de marzo del año de 1866 se encontraba en el Puerto Oscuro, la Numancia acompañada de la fragata Blanca, recibiendo ambas un muy nutrido fuego de fusilería, al que respondieron pero al mismo tiempo levando anclas y zarpando, ya que los buques buscaban a los buques enemigos, no a las tropas del ejército. El día nueve siguiente apresaron en la bahía de Aranco al vapor Paquete de Mauley, transportando a ciento veintiséis hombres de tropas y marinería chilenas, más pertrechos de guerra y carbón.


En el apresamiento de este mercante ocurrió una anécdota: al ordenarle parar lo hizo sin problemas, fue abordado para su inspección por marinos y tropas españolas, ante ellos el panorama era en apariencia de unos civiles vestidos de una forma muy clásica británica, pero tal pulcritud le llamó la atención a un oficial, quien ni corto ni perezoso gritó: « ¡De dos en fondo y alineación por la derecha! » orden que los civiles cumplen a rajatabla, quedando muy claro, que ni era británicos (entendían el español) ni eran civiles. Así cayó en poder de los españoles. Una más de las muchas paradojas de esta guerra. Y la muestra de lo que vale la experiencia de un oficial.


El día treinta y uno de abril del mismo año por orden del Gobierno, la escuadra bombardeó la ciudad de Valparaíso, después de dar un plazo de cuatro días para desalojar la población por iniciativa de don Casto. De esta acción hay una carta del Mayor General de la Escuadra, don Miguel Lobo, a su esposa Elena, que es muy reveladora del ambiente que se creó entre los mandos de la escuadra, le dice: « 2-IV-66, Fragata blindada Numancia, Valparaíso (. . . .). Te aseguro que he pasado un rato desagradabilísimo por ser cosa en extremo bárbara y bien en contra de mis ideas (el bombardeo). Yo me alegraré no volver a presenciar semejante acto; y siento en el alma que los cañones hayan resonado para verificarlo. Méndez Núñez y todos han sufrido bastante en aquellos momentos (. . . .) Era una vista terrible »

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Por lo que Méndez Núñez en desacuerdo del Gobierno, toma la decisión de bombardear el Callao y en fecha tan memorable como el dos de mayo. El día uno de mayo se presentó a Méndez Núñez, el alférez de navío don Pedro Álvarez de Toledo, con pliegos en que se le ordenaba volver a España; consciente de que el honor nacional y de las armas españolas necesitaban enfrentarse a una plaza fuerte como era la de el Callao, pues se había castigado a la indefensa Valparaíso, una vez leídos se los devolvió diciéndole: « Convengamos que hasta el día tres de mayo no ha llegado usted al Pacífico; entonces me entregará usted esas instrucciones »


La escuadra arribó a el Callao y como estaba previsto por su jefe, se efectuó el bombardeo de la plaza más protegida de todo el planeta, pues contaba con 94 cañones de ellos habían cinco de á 500 libras Blackely y cuatro Armstrong de á 300 libras, (los más grandes de ese momento) al dejar de disparar la escuadra solo hacían fuego cuatro de los cañones peruanos y de pequeño calibre.


En la acción Méndez Núñez cayó herido y lo recogió de la cubierta el comandante Antequera, siendo trasladado a la enfermería por varios oficiales y marineros acompañados del Mayor General don Miguel Lobo, don Casto le dijo: « Que continuase la acción y se pusiese de acuerdo con el comandante de laNumancia sin dar parte a los demás buques »
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Al terminar el bombardeo y contentos todos por lo obtenido, don Miguel Lobo dividió en dos a la escuadra para regresar a la Península, haciéndolo la Numancia y la Berenguela por el Pacífico con rumbo a las Filipinas, de aquí al Estrecho de Sonda, para doblar el cabo de Buena Esperanza, volver a cruzar el Atlántico y arribar a Río de Janeiro, donde se reunió con las compañeras de la escuadra que habían doblado el cabo de Hornos, por lo que se convirtió en el primer buque acorazado, no sólo en demostrar que sí podían navegar los nuevos acorazados por los cinco mares, sino que se podía completar una vuelta al planeta, a partir de entonces el buque siempre llevó una placa con la inscripción: « In loricata navis, quoe primo terram circuivit » Añadiéndose a la hoja de servicios de don Juan Bautista Antequera su buen saber bien aplicado a la náutica.


Por esta proeza que dejaba muy alto el pabellón de España, se le ascendió al grado de brigadier en el mismo año de 1866.


En el año de 1868 se produce la expulsión de la reina doña Isabel II, pero Antequera no movió un dedo en ningún sentido, quedando a la espera de acontecimientos. A finales del mismo año se le destina como Comandante en Jefe de las fuerzas Navales del Mediterráneo. Al tomar el mando, la escuadra estaba en muy malas condiciones, ya que la marinería y suboficiales estaban por la Revolución, encontrándose en muy alto grado de indisciplina, pero decidido a terminar con aquello, a principios del año de 1869 aprovechó un “aviso” y pistola en mano, junto a otros oficiales y algunos hombres de confianza, descubrió el lugar de encuentro de los principales amotinados a los que sorprendió y así sin armar ruido, ni derramar una gota de sangre los encarceló a todos, teniendo lugar el acto en la fragata acorazada Zaragoza, donde se encontraban los cabecillas de la Villa de Bilbao.
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Al mismo tiempo, ordenó realizar prácticas primero en el puerto y después siguieron las salidas a la mar, con lo que a falta de cabecillas consiguió en poco tiempo poner en orden la escuadra. Esto se le comunicó solo a don Juan Bautista Topete, ministro de Marina en ese instante, quien lo felicitó pero sin papeles oficiales, por temor a que lo sucedido se conociera y corriera la voz, convirtiéndose así en un arma de doble y la reacción que podía sobrevenir fuera peor que haber salvado a la Armada, ya que lo sucedido podía ir de un buque a otro produciendo la sublevación en cadena del resto de la Flota. (1)


Pero a cambió el Ministro lo ascendió al grado de contralmirante en el mes de septiembre del mismo año de 1869. Con el ascenso se le nombró Vicepresidente del Almirantazgo, por lo que tuvo que desplazarse a Madrid, donde además en dos ocasiones sustituyo temporalmente al Ministro; ocupando el alto destino hasta el mes de marzo del año de 1871, por ser nombrado Comandante General del Departamento de Cartagena, pero por causas de haber sido elegido por la jurisdicción de Santa Cruz de Tenerife para el puesto de Senador, no pudo hacerse cargo de la Comandancia del Departamento por incompatibilidad Constitucional.


Pero como todo, sí que dejó su escaño en el Senado, para hacerse cargo de la Comandancia General del Apostadero de Filipinas, (o sea a conveniencia de los de siempre, sin mirar si el hombre es algo más importante que el cargo) Zarpó de transporte y arribó a Manila en el mes de abril del año de 1873, donde dejó una buena huella de su pasó por aquellas tierras y mares, permaneciendo en él hasta el año de 1875.
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Ya de regreso en la Península se dedica a ocupar su escaño en el Senado, hasta que el día uno de abril del año de 1877, se le encomienda la cartera de Ministro de Marina, pero perfecto conocedor del estado de la Armada, comienza a realizar un plan de escuadra, ya que las nuevas tecnologías avanzaban por días, los buques existentes eran ya viejos y era necesario una seria reestructuración de la Flota y la Corporación, al mismo tiempo que dotarla de medios que exigían los tiempos actuales, no dejando de explicar tanto en el Senado como al mismo Rey, que de no actuarse rápido la Armada en pocos años quedaría totalmente obsoleta; no pudo conseguir nada, pero sí dejó la simiente para que algo creciera, ya que abandonó el Ministerio el día veinticuatro de septiembre del año de 1878.


Pasó a ocupar diversos puestos en la administración central, así como haciendo siempre que podía hincapié desde su sillón en el Senado, de plantear las nuevas construcciones navales que nos iba a hacer mucha falta.


De nuevo en el mes de enero del año de 1884 se le entrega la cartera del Ministerio de Marina, en el que comienza por rodearse de marinos jóvenes e inquietos, comenzando en breve plazo a salir una nueva organización, por ejemplo el dar a conocer a la Corporación de puertas a fuera, con la creación de la Revista General de Marina; una Colección legislativa; el Código de Señales de la Armada y de la marina mercante; una serie completa de Reglamentos para la Armada; la creación de un sistema de Semáforos para seguridad de la navegación y consiguiendo los fondos para la construcción del acorazado Pelayo, que por no seguir el programa trazado por él sus sucesores, se que quedó con el sobrenombre del ‹ Rey Solitario ›, permaneció en el Ministerio hasta el mes de julio de año de 1885.
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Al abandonar el Ministerio, como muestra de agradecimiento del Rey le ascendió al grado de vicealmirante en el mismo año de 1885.


Al año siguiente se disparan las relaciones entre la recién nacida Alemania y España por la posesión de las islas Carolinas. El Gobierno decide poner al mando de la escuadra a Antequera, pero de nuevo la encuentra relajada de disciplina y pronto la recupera, al darles trabajo y menos tiempo para pensar, cuando ya estaba preparada y a punto de zarpar, surgió la decisión del Canciller Bismarck de nombrar mediador al Papa León XIII, éste reunió a las partes y ambos países llegaron a un acuerdo diplomático, por lo que la escuadra no llegó ni a salir de puerto.


Al quedarse parada la escuadra, renunció a su cargo, se le aceptó y regresó a Madrid, donde al poco de llegar se le nombró Presidente del Centro Técnico y Facultativo de la Armada, estando en este cargó comenzaron a darle unos achaques, encontrando algún alivio a ellos en el balneario de Alhama de Murcia, donde acudía cada poco tiempo, donde el día dieciséis de mayo del año de 1890, le sobrevino el óbito, se le traslado a la ciudad de Cartagena donde se le dio cristiana sepultura.
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Por Real Orden del día veintiuno de mayo siguiente, se ordena que sus restos sean trasladados al Panteón de Marinos Ilustres, por causas lógicas sanitarias no se le pudo trasladar hasta el día cuatro de septiembre del año de 1922, siendo el cañonero Álvaro de Bazán el que trasladó los restos del insigne marino.


Entre otras condecoraciones estaba en posesión de: Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando de primera Clase; Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III; Placa y la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo; Placa de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica; Gran Cruz blanca del Mérito Naval; Medalla de la Campaña de África; Medalla del Combate del Callao; Medalla de Circunnavegación de la fragata Numancia y Encomienda de la Orden de Francisco I, Italiana.


A partir de esta fecha se encargó por medio del Ministerio de Marina al escultor valenciano don Gabriel Borrás, para que realizara el mausoleo, el cual tardó un tiempo en ser colocado, en la primera capilla del Este o izquierda.


En la base de su frontispicio se puede leer:



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(1) Tan en secreto se llevó el asunto, que solo después de fallecido don Juan Bautista Antequera y pasados varios años, se le hizo entrega en su nombre a su hijo, del título de Conde de Santa Pola.



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