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Como es sabido y prácticamente desde el fin de la Reconquista, los corsarios berberiscos, y especialmente los argelinos, fueron una pesadilla constante en las aguas y costas españolas del sur y levante peninsular, y muy especialmente en las Baleares durante varios siglos, hasta finales del XVIII.



Los corsarios utilizaban normalmente embarcaciones ligeras, como galeotas, fustas y últimamente jabeques, pero ya desde principios del XVII comenzaron a disponer de buques equiparables en poder a los europeos.



Hacía el mes de noviembre de 1751 surcaban las aguas del cabo San Vicente la capitana y almiranta de la escuadra argelina, respectivamente los navíos Danzik, de 60 cañones y Castillo Nuevo, de 54.



El día 28 se encontraron con los españoles Dragón, de 60 cañones y el América, los dos habaneros y éste de 64 cañones. Iban al mando, respectivamente, de los capitanes de navío Pedro Stuart, que lo era de la división y Luis de Córdova.



Tal día y a 20 leguas al OSO del cabo, se divisó desde los españoles a los dos argelinos, que intentaron replegarse a barlovento, siendo perseguidos inmediatamente por sus enemigos, que no tardaron en alcanzarlos.



Tras varias descargas la almiranta (en la época buque del segundo jefe) enemiga, el Castillo Nuevo, logró situarse a barlovento de los españoles y fuera del alcance de sus cañones, recayendo todo el peso de la acción sobre la capitana argelina, que pronto perdió su mastelero de gavia y las drizas de la mayor, con lo que se imposibilitó su huida.



El cañoneo se había prolongado hasta la madrugada del 29, y los contendientes se separaron para reparar sus averías, reanudándose a la mañana siguiente, hasta que el poco viento y la mucha mar los esperó fuera de tiro. Mientras, el Castillo Nuevo observaba todo el combate esperando su oportunidad para ayudar a su acosado compañero.



La mañana del 30 arrió la bandera el Danzik, lo que provocó la huida definitiva del su compañero, pero la esforzada dotación argelina obligó al arraéz (capitán) a izarla de nuevo y seguir la resistencia.



La mar dura seguía castigando los cascos, hasta el punto de que los españoles no podían utilizar sus baterías bajas, mientras sí lo podía hacer la capitana argelina, por llevarla mucho más alta. Aquello aconsejó a Stuart seguirla sin combatir hasta que el tiempo mejorara.



Por fin, al día siguiente, 2 de diciembre, los dos navíos españoles pudieron acercarse a eso de las 1430 y tras dos horas de fuego, rendir al obstinado Danzik.



En él había nada menos que 194 muertos, entre argelinos y turcos, apresándole otros 320, entre ellos el arraéz, tres oficiales y seis renegados y liberándose a 50 cristianos cautivos que llevaban. Por el contrario los españoles sólo sufrieron 29 bajas entre muertos y heridos.



La gran duración del combate y lo escaso de las bajas de los vencedores, se debieron a que Stuart prefirió aprovechar el superior alcance de las piezas españolas para batir de lejos al navío argelino, y como hemos dicho, a la mala mar que impedía el uso de la batería inferior y más potente de los navíos españoles.



El Danzik, quedó tan destrozado que hubo que incendiarlo, pues se desconfiaba de poderlo salvar, y en cuanto a las averías en los buques españoles, se limitaron a velas y jarcias, únicos objetivos que los cañones enemigos podían batir con eficacia a larga distancia.



El rey, entonces Fernando VI, celebró grandemente la victoria obtenida a tan bajo precio; ascendiendo a Pedro Stuart a jefe de escuadra, a Córdova le concedió la encomienda de la Vétera en la Orden de Calatrava, ascendió a los segundos capitanes de fragata a de navío y gratificó a las dotaciones con un mes de sueldo, fijando pensiones para las viudas de los muertos y para los que quedaran inútiles por sus heridas.



El hecho fue conmemorado con una medalla encargada por la Academia de la Historia en la que podía leerse la siguiente inscripción: Maurorum praetoria capta. Propraetoria fugata.



No era la primera capitana argelina destruida por buques españoles durante el siglo; en 1732 el gran Blas de Lezo había incendiado y destruido por completo la que entonces tenía 60 cañones, pese a que el enemigo se había refugiado en la ensenada de Mostagan bajo el amparo de dos baterías.



Ese mismo año se había apresado otro navío de 70 cañones, dos fragatas de 34 y 36 y hundido otra de 40 cañones. Y ello aparte del incontable goteo de encuentros entre jabeques en los que tanto se distinguió Barceló, por citar sólo al mas nombrado de sus jefes.



El Castillo Nuevo, tardó algunos años en seguir a su capitana.



El 2 de junio de 1758 frente al cabo de Palos fue apresado y hundido por una división compuesta por los navíos Soberano, Héctor y Vencedor, al mando de Isidro García del Postigo, que además hundió a la fragata Carabela, de 40 cañones, que acompañaba al argelino.



Así, poco a poco, pero de forma tenaz y constante, se fue conjurando una de las amenazas impertérritas de España.



CONCLUSIÓN



Seguramente habrá otros combates victoriosos para nuestros buques, que hayan tenido lugar en las aguas del conocido cabo portugués, pero con lo expuesto creemos que basta para deshacer, buena parte del mal recuerdo, que se asocia a su nombre entre los amantes de la mar y de su historia



Los paréntesis, como podréis suponer son míos.





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EL GASTO DE MUNICIONES EN LA DESTRUCCIÓN DEL CASTILLO NUEVO



El dos de junio de 1758 salían de Cartagena tres navíos con la misión de recorrer la costa y ahuyentar a los corsarios argelinos que la depredaban.



Se trataba de tres navíos gemelos y de 68 cañones, botados en Ferrol el mismo año de 1755, los Vencedor (segundo de su nombre), Soberano y Héctor, el primero al mando del capitán de navío don Francisco Tilly. el segundo al de igual grado don Isidoro García del Postigo, que arbolaba la insignia de la división como más antiguo, y el tercero al del capitán de fragata don Fernando del Campillo, navegando en este mismo orden y en línea de batalla.



A las ocho de la mañana del día 9 de junio, avistaron tres velas sospechosas hacía el Sur, iniciándose la caza para reconocerlas.



A las 1400 se separó la más pequeña de las tres, navegando al SSE, mientras las dos mayores viraron por avante hacía el Norte, quedando al pairo y enarbolando banderas argelinas media hora después, asegurando su pabellón con un cañonazo y mostrando así su disposición a combatir. Los españoles izaron banderas británicas con el fin de acercarse más, aunque la tan usada treta no parece fuera necesaria, dada la actitud de los dos buques argelinos.



A las 1630 llegaron unos y otros a distancia de tiro, izando los pabellones reales españoles y comenzando el combate con ardor por ambas partes.



A poco, el segundo buque argelino, la fragata Carabela, de 40 cañones, arribó al SSE, separándose del navío e intentando la huida, siendo seguida por el navío Héctor.



Quedaron así separados los contendientes: los Vencedor y Soberano contra el Castillo Nuevo y el navío y la fragata mencionados, que al instante se perdieron de Vista.



A la ventaja del número, los españoles sumaban la de la potencia artillera, pues los dos navíos montaban cañones de a 24, 18 y 8 y el número de 68 cada uno, mientras que el argelino sólo disponía de piezas de 18, 12 y 8 en número de 60.



Como en el combate anterior, los españoles no se acercaron mucho al principio, sacando ventaja del mayor alcance y poder de su artillería.
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El Castillo Nuevo no dejó de acusar el castigo, perdiendo a las 1930 el mastelero de mesana y el palo mayor a las 2130, ya de noche.



Desde entonces, los navíos españoles utilizaron más cargas de metralla que de balas, con el fin de no dañar aún más su casco y poder apresarlo.



A la una menos cuarto de la madrugada, se le intimó a la rendición, a lo que respondió estarlo ya, pidiendo botes porque se iba a pique; se le respondió que aguantaran hasta el amanecer, para el que sólo faltaban dos horas.



El Castillo Nuevo estaba acribillado y en penosa condición, con seis pies de agua en la bodega, por lo que, y pese a que se llevaron calafates españoles para taponar las vías, resulto imposible salvarlo; a las ocho y media se hundió por fin el valeroso buque.



Había tenido más de 100 muertos durante el combate y otros cuarenta y cuatro perecieron ahogados, cayendo prisioneros un total de 306, incluido su arraéz o comandante, Mahamud Rais y tres oficiales.



Fueron liberados un total de 53 cautivos que llevaba a bordo, holandeses ¡que pena!, alemanes y un irlandés.



Las bajas españolas fueron muy escasas: dos muertos y diez heridos en el Vencedor y un herido en el Soberano , el segundo comandante Juan del Postigo, herido en una pierna por casco de palanqueta, aparte de algunos contusos.



Por los liberados se supo que el tercer buque, que huyó antes del combate, era una presa que acababan de hacer, una fragata mercante de Hamburgo con rica carga, por cuya conservación se habían sacrificado los dos buques argelinos.

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Habíamos dejado al Héctor dando caza a la fragata argelina de 40 cañones y al mando del renegado Achí Mustafá, a la que empezó a batir con las piezas de proa a ser respondido con los guardatimones, desde las 1730.



El navío consiguió acercarse y pronto la fragata perdió el mastelero mayor y el mesana, quedando desmantelada y encerrada contra la costa.



Cuando su rendición parecía inevitable, saltó una turbonada por el NE, que obligó al navío, con daños también en el aparejo, a separarse del buque enemigo y de tierra en una elemental medida de seguridad, perdiéndola de vista, sin avistarla de nuevo cuando, pasado el chubasco, volvió a la zona.



Reunidos los tres navíos españoles iniciaron una detallada búsqueda, por más que parecía evidente que la muy castigada fragata, con el aparejo muy dañado, se había hundido o ido contra la costa.



La búsqueda se prolongó has el día 12, en que, tras hallarse restos de masteleros y aparejos y un casco entre dos aguas cerca de Alhucemas, se dio por sentado que se había ido a pique.



El Héctor, que como sus compañeros había sufrido mucho en el aparejo, tuvo también escasas bajas: un grumete herido y algunos contusos.



Indudablemente, el fuego enemigo se había dirigido preferentemente sobre la arboladura, confiando así en retrasar a un enemigo superior y facilitar la huida.

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EL GASTO DE MUNICIONES



Por una circunstancia poco común, el parte del combate, impreso en Cádiz por la imprenta de Marina en ese mismo año, detalla el gasto de municiones de los tres navíos españoles.



Siendo éste un dato normalmente poco divulgado, creemos que resulta de interés dar alguna cuenta del asunto, que se presta, además, a varias reflexiones: el insignia Soberano disparó nada menos que 448 balas de a 24; 400 de a 18 y 61 de a 8; lo que prueba que el combate fue a larga distancia durante la primera fase; igualmente disparó 274 palanquetas de a 24 y 18; indudablemente, para desarbolar al Castillo Nuevo, y nada menos que 628 metrallazos de los tres calibres, sobre todo en la última fase del combate.



El Vencedor, sólo disparó 178 balas de los tres calibres y unas 254 palanquetas, pero los metrallazos ascendieron a 918.



Pese a que es obvio que una proporción de todos estos proyectiles erró el blanco o causó sólo daños menores, está claro que el castigo sufrido por el navío argelino fue tremendo.



En cuanto al Héctor, arrojó sobre la Carabela, nada menos que 471 balas de a 24, igual número de a 18 y sólo 221 de a 8, un total de 227 palanquetas y 784 metrallazos.



Cabe repetir la misma conclusión anterior con el añadido de que resulta realmente imposible que la fragata pudiera sobrevivir a tal vapuleo.



Al menos en esta ocasión, los españoles no hicieron caso de la conocida máxima de Barceló, cuando gritaba a sus hombre, ante los mismos enemigos, excitándoles al abordaje:<<¡Hay que ahorrar la pólvora del Rey!>>.



Pero, y a la vista de los resultados, parece que el gasto estaba más que justificado..



Aunque del resultado del combate no podía dudarse, dada la superioridad de los buques españoles, la victoria no dejó de tener su mérito, especialmente por el bajo coste de vidas y la satisfacción de los cautivos liberados.



García del Postigo, que llegaría a jefe de escuadra, jugó sus bazas con toda serenidad y obtuvo un triunfo completo.



Tampoco es de olvidar el que el Héctor, fuera capaz de dar caza a una fragata, normalmente muchos más rápida y maniobrera que los navíos.



El valeroso Castillo Nuevo, había resistido el fuego español durante siete horas y media antes de rendirse y era la tercera capitana de Argel que la Armada española destruía en el siglo XVIII.







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Al ser notificado el Rey de esta victoria tuvo una grata consecuencia, por esta razón firmó una Real orden que dice: « He leído al Rey, y oido S. M. con mucha satisfacción, la relación que V.E. acompaña con carta de 19 del corriente, del combate que tuvo con gloria de las armas reales D. Pedro Stuard y Portugal, con dos navíos de su cargo, Dragón y América, sobre el cabo de San Vicente, con la capitana y almiranta argelina, habiendo logrado poner en fuga este ultimo bajel, bien maltratado, y perder la capitana enemiga haciendo cautiva la mayor parte de la tripulación y guarnición. Y enterado S. M. muy al por menor de todos las circunstancias de tan bizarra función y del valor y acertada conducta con que han peleado y maniobrado D. Pedro Stuard y Portugal, D. Luis de Córdoba, y a su ejemplo, los oficiales, guardias marinas, tripulaciones y guarniciones, ha resuelto S. M., que V. E. manifieste a todos su real agrado, y a D. Pedro Stuard, que S. M. le ha promovido a jefe de escuadra, y a capitán de navío al marqués de Casinas y a D. Juan Ignacio Salaverría, segundos de los expresados navíos, y ha concedido a D. Luis de Córdova la encomienda de Vetera en la orden de Calatrava. Asimismo, ha resuelto S. M., se gratifique a las tripulaciones y guarniciones de ambos bajeles (exclusos oficiales mayores y guardia marinas) con el importe de una paga de sus respectivos sueldos; que a los que han muerto en el combate o después de él, de resultas de las heridas, si eran casados, se asista a las viudas con las dos terceras partes del sueldo que gozaban los maridos, y que a los heridos que quedasen imposibilitados de servir, se les asista con sueldo de inválidos en cualquier parte que lo quieran disfrutar. Madrid 25 de Diciembre de 1751. — El Marqués de la Ensenada. — Sr. Marqués de la Victoria. »


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Ensenada, como siempre interesantísima y completa información

¿Se tienen datos sobre el alcance eficaz de tiro, con bala de las piezas de 24 , en aquella época?

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Amigo Mulez


Precisamente he tropezado con un documento escrito por don Juan José Navarro, en él manifiesta que es un error cambiar la artillería de á 24 por la de á 36, por dos razones básicas.


Por término medio una pieza de á 36 pesaba sobre las 3'5 toneladas, mientras que la de á 24, 2'3, esto era conveniente por disminuir la cantidad de hombres para moverla, disminuyendo así la dotación total del bajel, además era más fácil apuntarla y más rápida su carga y puesta en batería, además de consumir menos pólvora y poder llevar más proyectiles por su menor peso.


La otra razón, era que a la distancia de fuego que se hacía para que fuera eficaz era a tocapenoles (esto te dirá solo cual es el alcance) y a misma cantidad disparos, el de á 24 tenía más poder de penetración al impactar en menor superficie del costado, siendo lo normal que lo atravesará, mientras que los de á 36, a veces solo producían la rotura de alguna tabla, que era muy mortal por saltar hecha astillas en el interior, pero en si solo causaba bajas y no daños de consideración en el bajel.


Más modernamente, en Trafalgar, el San Agustín fue el primero en abrir fuego, pero solo para ver a que distancia llegaban los proyectiles, se elevó al máximo el cañón y se esperó el momento favorable del balanceo, después de varios de ellos para comprobar donde se levantaba más, se disparó, el proyectil de á 36, a ojo cayó como a unos 500 metros, como (dos cables y medio, medida de la época), por eso comenzaba a ser efectivo entorno a los 200 o un cable (más o menos), en cambio los de á 24 largos (habían dos) éstos para la primera batería y los cortos para la segunda, que pesaban en torno a los 700 kilos menos, su mayor alcance se cifraba en unos 700 metros (sobre tres cables y medio) pero su efecto destructor ya empezaba en torno al cable y medio (300 metros). En el combate de cabo Sicie o Tolón, allí se demostró que los cañones de á 24 del Real Felipe, en poco más de una hora, dejó fuera de combate a los dos navío más poderosos de Mattews, del porte de 90 cañones, mientras que los varios mercantes armados españoles para la ocasión, alguno sostuvo el combate contra cuatro enemigos, teniéndose poco a poco que ir retirándose por estar ya en muy mal estado, en cambio los mercantes menos uno que fue pegado fuego regresaron todos a Cartagena.


No se si he aclarado algo, pero lo he intentado.


Un abrazo.
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Pues si, gracias Ensenada

Por cierto el cable tambien es una medida de ahora ya que es divisor de la milla náutica, o sea 185,2 metros y múltiplo de la braza( 1,85 metros) si miras cualquier carta náutica anglosajona veras las sondas en brazas.

Se usa con cierto habito el cable en coexistencia con la décima de milla, lógicamente en las distancias cortas

Perdón por la pedantería pero me lo has puesto a ...."tiro" de a 24

Un abrazo

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Amigo Mulez


Ya se que el cable es de esa medida, pero según tengo entendido, desde hace unos veinte años se le redondeó a 200 metros, por aquello de empezar a utilizar el sistema métrico decimal, lo que no se si como todo todavía se utiliza el anterior o ya el moderno.


Por eso en mi escrito hablo siempre de -más o menos- ya que en distancias de uno a tres cables, la diferencia no es mucha y quizás menos desviación que fiarse del GPS. ¿No?


Escribiendo me viene a la memoria aquella famosa maniobra de no recuerdo que almirante británico, que en vez de decir seis cables, dijo cuatro y no se si fue en el puerto de Alejandría, cuando los dos primeros acorazados se abordaron yéndose al fondo uno. Quizás si hubiera utilizado el sistema métrico no hubiera pasado, fue destituido y mandado a su casa por su Almirantazgo.


Un abrazo.
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