Traigo aquí el resumen de la expedición organizada contra Argel en el verano de 1775 ya que, aunque era una operación que pretendía conquistar por tierra y con tropas del Ejército dicha plaza, el papel de la Marina en el desarrollo de la misma fue destacable.

Antecedentes
Uno de los mayores y permanentes problemas con los que se tenía que enfrentar la España del XVIII era la piratería que practicaban las naciones del norte de África, concretamente las regencias de Trípoli, Argel y Túnez. Había barcos permanentemente custodiando la costa mediterránea para defender tanto buques como costas. Las poblaciones peninsulares e insulares tenían que, necesariamente, mirar al interior, ya que el peligro era permanente y elevado. La osadía de los piratas berberiscos era my elevada, ya que los réditos que se podían obtener también lo eran. Desde Rosas hasta Cádiz, así como las Baleares vivían con esa amenaza permanente. Hoy todavía uno se sorprende de que los pueblos de todo el litoral mediterráneo estén volcados al interior, así como de la existencia de las torres de vigía, que han estado operativas hasta hace menos de dos siglos. La plaza de Argel contaba con miles de esclavos cristianos, muchos de ellos haciendo trabajos forzados como remeros en buques de esas naciones.

De entre las regencias mencionadas la más agresiva era, sin duda, la de Argel. Argel vivía volcada en este negocio casi desde que Barbarroja comenzó las actividades contra los intereses cristianos en el siglo XVI. Prácticamente toda la fuente de ingresos del país, empezando por el bey provenía de las actividades corsarias y de los beneficios de la redención de esclavos. La piratería era una institución verdaderamente oficial y pública en Argel. Todas las embarcaciones estaban intervenidas por el gobierno, y los armadores estaban obligados al mantenimiento de los mismos, su reparación o sustitución, obligación difícil de cumplir si se tienen en consideración que Argel no contaba con arsenal. Las presas se distribuían en la proporción de un octavo para el dey y el resto por mitad entre el armador y la tripulación .

En este contexto Carlos III se propuso limpiar el Mediterráneo. Para ello se firmó la paz con el emperador de Turquía así como con las regencias de Túnez, Trípoli y el reino de Maruecos. Pero la regencia de Argel se negó a ello. Ello provocó que el Rey se convenciera de la necesidad de lanzar una acción militar contra dicha plaza. Según Ferrer del Río fue su confesor Joaquín Eleta quien le animó a ello.


Expedición
Cuentan Fdez. Duro y Ferrer del Río que se pensó en Ceballos, tras la conquista de Sacramento, para dirigir las operaciones. Sin embargó planteó unas fuerzas que se estimaron excesivas, por lo que se dio el mando de la expedición a O’Reilly, que consideraba suficientes unas tropas de 20.000 hombres. Este general había estado previamente en Luisiana sucediendo a Ulloa, y antes en Cuba con el Conde de Ricla, organizando las milicias de morenos y pardos.

La flota estaría mandada por Pedro González de Castejón. Este marino se había distinguido en los combates de Cabo Sicié y en la defensa de la Habana contra los británicos. El segundo jefe de la flota era el Jefe de Escuadra D. Antonio de Arce, mientras que el comandante del convoy era el brigadier D. Antonio Barceló.

La idea era dar un golpe de mano a la ciudad de Argel, previo desembarco en una de las playas cercanas.
Los preparativos de la expedición se querían mantener en secreto. Para ello se prepararon diferentes escuadras, en Ferrol, Cádiz, Barcelona y Cartagena.

En mayo de 1775 se reunieron en Cartagena tres divisiones para la expedición a Argel. Desde el departamento de Ferrol salieron en abril los buques al mando del brigadier Juan Antonio Cordero con rumbo a Cádiz, donde se reunió con la división del jefe de escuadra Antonio de Arce, que tenía como buque insignia el navío San Francisco de Paula. El 7 de mayo, partieron las dos escuadras con rumbo a Cartagena, a donde puso rumbo la división que zarpó el 9 de mayo de Barcelona.

La escuadra, al mando del teniente general Pedro González de Castejón y Salazar estaba compuesta por siete navíos de línea de 70 cañones, Velasco, al mando del capitán de navío Alfonso de Alburquerque y como buque insignia de Castejón, San Francisco de Paula, Oriente, San Rafael, Diligente y San José; 12 fragatas de 26 cañones, 4 urcas, 9 jabeques, 3 paquebotes, 4 bombardas, 7 galeotas, en total 46 bajeles de guerra de S.M. (34 según Fernán Núñez) – se facilita una relación al final- y 348 transportes (344 para éste). En total había 394 buques (378 para el mencionado militar) y 1.127 cañones, 8 morteros, 7.308 de tripulación y 2.392 de tropa de marina. El segundo jefe de la flota era el D. Antonio de Arce, mientras que el comandante del convoy era el brigadier D. Antonio Barceló desde su jabeque El Lebrel.

Travesía a Argel y espera

El día 23 de junio, un mes después de lo previsto, desde el Velasco se dio la señal de ponerse a la vela. El Conde de Fernán-Núñez, presente en la operación como Brigadier de la Brigada del Inmemorial del rey, cuenta que Castejón “dividió todo el convoy en 8 trozos, distinguiendo cada uno de los demás por una bandera en el palo de trinquete. Otra bandera de varios colores, en el palo mayor, expresaba la carga que cada buque llevaba, Dio a cada trozo o división un Jefe Comandante…que era el que daba las órdenes a toda su División. Cada División debía seguir a su comandante, y cada buque tenía un número en su popa que le serviría de nombre. Cada trozo debía en la mar formar una columna, y a cada nave debía en ella seguir a su Comandante particular.” Más adelante es crítico con esta formación a la que considera “impracticable en el mar”.

La travesía fue accidentada. Ya la salida del fondeadero lo fue. Además el viento era contrario, lo que obligó a la flota a resguardarse en la bahía de Azohía,salvo los navíos que se mantuvieron fuera de la misma. El día 26 pudieron salir 120 embarcaciones nada más y siguieron su ruta felizmente hasta el día 30 en que llegaron a la bahía de Argel. El resto del convoy llegó al día siguiente.
Las órdenes sobre el destino no se abrieron por parte delos Comandantes de los buques hasta estar en alta mar. Los buques echaron el ancla allí donde les pareció bien, sin orden ni concierto, lo cual tendría a la postre consecuencias fatales en el desembarco.
Cuenta el mismo brigadier como “…los moros lo tenían ya de antemano prevenido y, según parece, no ignoraban nuestras ideas, como todo nos lo hicieron bien entender con la multitud de banderas enarboladas en sus castillos, con sus campamentos, con lo bien guarnecidas y provistas que tenían sus bien disputadas baterías y con el fuego que al aire hicieron a la hora de la retreta.” Todo esto para sorpresa de O’Reilly, que “…creía maravillar a los berberiscos”.

Posteriormente se calculó entre 150.000 y 200.000 el número de defensores, muchos de ellos a caballo. Ferrer del Río da la cifra de 121.000 recogiendo la información dada más adelante por un cautivo en Argel en las fechas de la Jornada.
Entre los días 1 y 8 de julio ordenando reconocimientos en diferentes lugares para el desembarco, dudando, dando órdenes y contraórdenes. Todo ello da muestras de la falta de un plan concreto así como del desconocimiento del terreno por parte del general en jefe.

Desembarco

Finalmente se decidió que el desembarco se realiza en una franja costera situada entre el Río Jarache y la plaza de Argel, en un lugar que era una playa de arena, y el frente una eminencia cubierta de higueras chumbas, pitas y arbustos, casas y distintas desigualdades. Despejaron el frente lanchas cañoneras y cubrieron los flancos jabeques y galeotas, con lo que el desembarco se pudo realizar sin oposición. En uno primero desembarcaron 6.000 hombres al apuntar el día. Fernán Núñez relata que había un aparente orden, pero en realidad era un gran desorden. Lo era porque las tropas iban formando en la playa según llegaban las lanchas, y avanzaban para dejar sitio a las siguientes. Pero como las unidades venían dispersas de sus buques, las unidades no era posible que se formaran en la playa, de lo cual resultaba que el teniente no estaba con su capitán, sino con otro, y que había “tropas formadas a 3, 6, 9,12, 20 y 30 de fondo. Cosas irregulares por cierto.”. Sin embargo parece que a O’Reilly le complació el desembarco. Lo que si hubo es serenidad por las tropas en esos momentos iniciales, obedeciéndose a las instrucciones de sus superiores.

Pronto los argelinos iniciaron el fuego desde todos los lados, tras el oportuno movimiento envolvente. Mientras desembarcaba el segundo grupo, hasta un total de unos 16.000 hombres, con el mismo o peor desorden que el anterior. Además tanto desde el río Jarache como desde la plaza fortificada, al este de Argel, comenzaron el ataque de caballería los moros con enorme ímpetu, una y otra vez. La flota de jabeques de Barceló a la derecha, y las fragatas toscanas de Acton y las galeotas por la izquierda, destrozaban una y otra vez a las tropas enemigas, de forma que dichos ataques no hicieron daños a las tropas españolas. Los moros que disparaban lo hacían parapetados, de forma que apenas se mostraban a las tropas españolas.

El general ordenó avanzar hacia arriba a la izquierda, y fueron las guardias españolas y walonas quienes alcanzaron la cima tras un duro avance según Fernández Duro, las pitas y abrigos del enemigo según Fernán-Núñez. No había artillería efectiva ya que, aunque desembarcada parte, no podía avanzar porque se lo impedía el terreno arenoso de la playa, y además no tenía un enemigo claro al que disparar, al estar siempre oculto. Desde la parte más alta alcanzada, los españoles vieron que el camino hasta Argel, de legua y media, estaba atrincherado y lleno de dificultades y escopeteros. Fue entonces, sobre las 8:30, cuando el general ordenó la retirada a la playa, lo que se hizo de forma muy desordenada, pero los argelinos no persiguieron a sus oponentes. Se comenzó un atrincheramiento cerca de la playa, mientras seguían llegando tropas desde los barcos. Los soldados empezaban a sentir la falta de agua.

Cuenta Dalrymple, haciéndose eco de lo contado por un oficial de los voluntarios de Aragón, las siguientes palabras estremecedoras: ”We left on the field an infinite number of killed and wounded, though the last begged not to be abandoned, a favor that a few only obtained, whose lives where saved , by being brought into the intrechements…”. No hubo disposiciones acerca de los heridos, sino que muchos de sus compañeros, por compañerismo o caridad, les recogían y llevaban a la playa donde eran reembarcados. Allí atrincherados las tropas empezaron a sentir los estragos de un cañón situado en una batería a la derecha.

Reembarque

Así las cosas, pensó el general en el abandono y reembarque de las tropas, lo cual se empezó a realizar ya de noche, empezando por la izquierda y terminando por la derecha. Fueron las Guardias Españolas las últimas en retirarse, ya de día. Los argelinos hubieran podido aprovechar para infringir una derrota total a los españoles en esas horas, pero no lo llegaron a hacer, según Fernán-Núñez porque no podían darse cuenta de que era una retirada lo que se estaba produciendo, y pensarían que estarían llegando más tropas a la playa.

Fernán-Núñez, tan crítico con O’Reilly en general, en el punto sobre la decisión de la retirada se muestra benévolo. Dice: “… Pero S.E. eligió el de retirarlo todo. Fue en esto dichoso, y si en fuerza de su discurso previó la felicidad de la retirada y en su consecuencia la mandó, merece alabanzas su talento, que prefirió este partido a cualquier otro que en el concepto general nos hubiera sido más funesto.”
Una vez reembarcadas todas las tropas, la flota se dirigió a península, llegando a Alicante el día 14. Quedaron en la Bahía 6 navíos de línea y las bombardas, a aunque se planteó, finalmente se desistió del bombardeo de la ciudad. Pero su presencia sirvió para prevenir una salida de los barcos argelinos.

Tras la expedición

O’Reilly atribuyó el desastre al impremeditado ardor de los soldados y el avance hecho contra sus terminantes prevenciones por el Marqués de la Romana, que lo pagó con la vida. Así lo rfirió la Gaceta.

La Gaceta dio cifras de muertos y heridos muy por debajo de la realidad. Parece que murieron unos 5.000 hombres, de los que 5 generales. Los prisioneros en el campo de batalla fueron ejecutados inmediatamente, ya que había un premio por ello.

Este fracaso fue calificado de "desastre" en los círculos de la Corte y provocó durísimas críticas contra O'Reilly, hasta el punto que la cúpula militar debatió su destitución. Sin embargo al final se contentó con su alejamiento de la Corte durante un tiempo, con la excusa de una visita a las Chafarinas.

El público estaba indignado con lo ocurrido, y Fernández Duro recoge letrillas ingeniosas, como la siguiente:

Que por fin todo se errase,
Que la función se perdiese,
Que la gente pereciese
Porque Dios lo quiso así, Eso sí;
Pero querer persuadirnos
En cada error un acierto,
Que no han muerto los que han muerto
Y que miento quien los vio,
Eso no.

Cuenta Dalrympe como muestra del malestar general, y en particular del ejército, o siguiente: “To show you how far the Spaniards extend their detestation against the count (se refiere a O’Reilly) and his party, I must inform you that Ricardos, lieutenant general of horse on the expedition, a friend of O’Reilly’s, having landed whilst I was at Cadiz, and walking near the coffee-house, where the officers of several regiments where assembled, they, they to a man quitted the place, and left him to ruminate alone.”

Entre los errores destacables, caben citar los siguientes:

1. No se conocía bien la bahía, sus playas, los mejores lugares de desembarco, los problemas que surgirían en sus costas, algo sorprendente. No se estudiaron los problemas encontrados por las dos expediciones anteriores a Argel.
2. No había un plan pensado y contrastado: la prueba son las dudas desde el momento en que se llegó a la bahía.
3. Una vez decidido el lugar del desembarco, la idea era conquistar los altos de la playa de desembarco, y desde allí seguir hacia Argel, plan simplón.
4. El desconocimiento del terreno y de las fuerzas contrincantes probables.
5. Las fuerzas eran insuficientes, como demostró el altísimo número de enemigos, que por cierto sabían disparar muy bien.
6. La desorganización de los desembarcos.

La Flota que participó en el ataque

Nombre de los buques Nombre de los Comandantes Tripulación Tropas de Marina
(Número de cañones)

Navíos

Velasco (70) General de la expedición, D. Pedro de Castejón Capitán de bandera,
el Brigadier D. Alonso de Alburquerque 390 182
San Francisco de Paula (70) Almirante de la Escuadra, el Jefe de Escuadra D. Antonio de Arce
Capitán de bandera, D. Manuel Vedolla 418 132
Oriente (70) El Brigadier D. Juan Antonio Cordero 462 118
San Rafael (70) El Capitán de Navío D. José Urrutia 456 114
Diligente (70) D. Antonio Baranda 450 118
San José (70) D, Manuel Barona 452 124



Fragatas

Ntra. Señora del Carmen (26) D. Martín Vázquez 182 82
Santa Dorotea (26) D. Francisco Aguirre 182 82
Sta. Margarita (26) D. Santiago Muñoz de Velasco 180 68
Las Palas (26) D. Gonzalo de Cañas 182 82
La Liebre (26) D. Pedro Autrán 182 82
La Esmeralda (26) El Marqués de Medina 82 12
Santa Marta (26) D. José de Pereda 182 82
Santa Bárbara (26) D. Diago Quiroga 182 82
Santa Lucía (26) D. Diego Quevedo 182 82
Santa Clara (26) D. Jacinto Serrano 182 82

(continúan las fragatas)

Santa Teresa (26) D. Vasco Morales 182 82
Santa Rosa (26) D. Francisco Melgarejo 182 82



Nombre de los buques (Número de cañones) Nombre de los Comandantes Tripulación Tropas de Marina

Jabeques

El Gamo (30) D. Justo Riquelme 180 76
El Lebrel (30) D. Antonio Barceló 160 72
La Garzota (30) D. Pedro de Leiva 160 72
El Andaluz (30) D. Tomás Vallecilla 190 60
San Luis (18) D. Diego Torres 120 56
San Sebastián (18) D. Emeterio Eceta 120 56
San Antonio (26) D. José Barceló 140 60
El Atrevido (32) D. Francisco de Borja 170 68
El Pilar (30) D. Anibal Casani 188 72

Bibliografía utilizada:

1. Juan Antonio López Delgado: La Expedición militar española contra Argel de 1775 (según el diario de un testigo ocular). Murcia, 2001
2. Conde de Fernán-Núñez: Diario de la Expedición contra Argel, con algunas reflexiones. Manuscrito recogido en el libro anterior.
3. Conde de Fernán-Núñez: Vida de Carlos III. Madrid, 1944.
4. Antonio Ferrer del Río: Reinado de Carlos III en España. Tomo III. Madrid, 1856.
5. Cesáreo Fernández Duro: Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón. Tomo VII. Edición del Museo Naval. Madrid, 1973.
6. William Dalrympe: Travels through Spain an Portugal, in 1774; with a short account of the Spanish expedition against Algiers, in 1775: by Major William Dalrympe. Londres, 1777.
7. Emilio J. Orellana: Historia de la marina de Guerra española. Tomo II 2º parte. Facsimil de 1993.

Interesante artículo, Tejada, gracias por su trabajo.

En esa desgraciada operación militar halló la muerte un antepasado mío, Johan ab Ach, Teniente Coronel del Regimiento Sant Gall barón de Thurm, uno de los Regimientos de suizos que por entonces estaban en España.

En La Gaceta de fechas posteriores parece ser que se publicó la relación de Oficiales fallecidos, pero hasta la fecha he sido incapaz de dar con ese ejemplar.

Un saludo

En el link adjunto se halla la "Relación puntual de lo acaecido con motivo de la expedición dispuesta contra Argel en el año de 1775", publicada por la Gazeta de Madrid el 25 de julio de 1775.

https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1775/0 ... -00021.pdf

laguno, encontrará usted a su antepasado en la lista de fallecidos, página 18.

Muy agradecido, Tejada. No sabe usted la de vueltas que he dado buscando ese número de La Gaceta.

Saludos