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 Los cañoneros del fin del mundo, I 
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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
La circunstancia da haber tenido noticia de esta hecho en los momentos en que me hallo despachando el correo de Madrid, me han hecho formular de un modo apresurado la relación de recompensas, refiriéndome exclusivamente al hecho y sin tener en cuenta los antecedentes y servicios que en otras épocas hayan podido prestar los comprendidos en ella. V. E., en vista de las copias de los partes que adjunto remito, podrá apreciar más detenidamente los servicios prestados por cada uno y concederles estas ó las que considere hayan merecido.

Dios guarde á V. E. muchos años. Manila 18 de abril de 1874.- Excmo. Señor.- Juan Antequera.- Excmo. Señor ministro de Marina.

Adjunto:
Zona de operaciones. Patean, Limbuan..jpg

Zona de operaciones. Isla de Patean (izquierda), Isla de Lumbian (derecha).


NUMERO 1.

COMANDANCIA GENERAL DE MARINA DEL APOSTADERO DE FILIPINAS.- Comandancia de la división del Sur.- Corbeta Santa Lucía.- Señor comandante: En cumplimiento a las ordenas verbales recibidas de V., el día 5 por la mañana desembarqué con la compañía de este buque en la isla de Patean y por su parte N.

Al acercarnos á tierra mandé romper el fuego a la artillería de los botes con objeto de despejar la playa abordable, lo cual ejecutó con metralla; saltamos a tierra inmediatamente, y dispuse que la altura que quedaba a nuestro frente fuera tomada por una escuadra de la primera sección al mando del tercer contramaestre Miguel Marín, lo que ejecutó en muy buen orden, sin embargo de lo difícil de su ascenso; en el entretanto, yo me dirigí á franquearla por una pequeña vereda que concluía próximamente á su mitad, y desde cuyo punto para unirme con la guerrilla tuve con gran trabajo que seguir lo difícil da su ascensión. Una vez ocupado este sitio por toda la fuerza, desde el cual se dominaba la costa E. y parta del S., observé que el cañonero Samar, que estaba situado en la punta N. E., se batía con los enemigos que ocupaban esta parte. Dispuse en consecuencia que la segunda escuadra de la primara sección, que estaba reforzada con 2o hombres y un condestable de dicho cañonero al mando del alférez de navío D. Federico Serantes, avanzase á campo atraviesa en dirección N. S. da la isla con objeto de flanquear toda la playa E. para en el caso en que si los enemigos trataran de tomarnos las alturas mas al S. se lo impidiera forzándoles á venir hacia la playa.

Visto lo escaso de esta fuerza para conseguir este objeto importante, pues caso de conseguir ellos tomar estas posiciones se hubiera malogrado el resultado, no solo porque sus fuegos hubieran sido más ventajosos, sino también por la imposibilidad de cargarlo por lo pendiente y escabroso del terreno, destaqué una escuadra de la segunda sección a las órdenes del contador de este buque con las mismas instrucciones, las cuales fueron ejecutadas con inteligencia y arrojo por dichos oficiales.

Una vez asegurado de que al enemigo le era imposible el tomar estas alturas, me corrí con la otra escuadra restante, al mando del alférez de navío D. José María Chacón, á perseguirlos hasta la parte S. O. de la isla, donde sería el punto de reunión del total de la fuerza. Efectivamente, a la media hora escasa da camino, durante el cual hacíamos fuego por una y otra parte, llegué al punto de reunión que me había propuesto.

Allí los enemigos se internaron en un pequeño bosque y cuevas, que la costa cortada a pique tenía. Se rompió un nutrido fuego, de resultas del cual salió herido el marinero de segunda clase José María Otero en el hombro izquierdo de arma de fuego.

Estrechando un poco más este círculo, se les obligó á salir, haciéndoles unos 30 muertos y 16 prisioneros de ambos sexos. Recibí en este momento parte de la herida recibida por el marinero de primera clase Eugenio María López, que pertenecía a la primera guerrilla destacada, el cual peleó cuerpo a cuerpo con un moro, al que dejó sobre el campo. Es inútil el recomendar los servicios prestados por cada uno; todos han cumplido como era de esperar de marineros y soldados españoles, a los cuales la patria les daba una vez más su agradecimiento.

Todo lo que tengo el honor de poner en conocimiento de usted en cumplimiento de mi deber.

A bordo de la expresada, fondeadero de Patean, 5 de abril de 1874.- Juan López de Mendoza.- Es copia.- Pascual Cervera.- Es copia.- José de Carranza.- Es copia.- Antequera.


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¡Yo no di más que un brazo a la Patria, si lo volviese a necesitar no le negaría vuestras vidas!. Cabo de cañón del Crucero Acorazado Vizcaya, Damián Niebla, a sus hijos, poco antes de morir.

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06 Feb 2013 10:26
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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
NUMERO 2.

COMANDANCIA GENERAL DE MARINA DEL APOSTADERO DE FILIPINAS.- Comandancia de la división del Sur.- Corbeta Santa Lucía.- Señor comandante: En cumplimiento a sus órdenes, el día 6 por la mañana desembarqué por el estero que tiene en su parte NO.

Nos pusimos en marcha, acompañados de un moro prisionero que nos servía de guía, y montamos la gran colina del S. hasta descenderla por su parte opuesta, donde encontramos un valle en cuyo centro había un paso que indicó el moro ser el sitio donde se ocultaban sus armas, y reconocido que fue, sin éxito, seguí la marcha al E., donde encontré una laguna con un pequeño valle, todo rodeado de montañas cortadas a pique y llena de bosques.

El moro prisionero nos invitó á bajar, dándome por seguro, descendiendo un poco, encontrar la cueva donde ocultaban con seguridad sus armas. Viendo qua el terreno era fácil de una sorpresa, distribuí la fuerza del modo siguiente:

Mandé una escuadra al mando del contador de este buque, D. Francisco Martín, a situarse en la cresta de las montañas del E. para que una vez bajados nos defendiera estas alturas; otra a las órdenes del alférez de navío D. José María Chacón, á la cresta de la montaña del N., y yo bajé con el resto, compuesto de una sección desplegada en guerrilla, al mando del alférez de navío D. Federico Serantes, a la cueva citada. El camino era penosísimo por lo cortado a pique y espeso del bosque, que casi no nos permitía esgrimir nuestras armas.

Llegamos á la boca de la cueva indicada por el moro, en la cual mandé hacer alto. A la cabeza de la guerrilla iban D. Federico Serantes, el práctico de este buque, el corneta con el prisionero, y yo; al pararnos á cinco pasos nos hicieron desde el interior una descarga cerrada, la cual contestamos inmediatamente los cinco primeros que cogimos al frente; acto continuo, los enemigos, en número próximamente de 30, nos atacaron con arma blanca, no dándonos tiempo ni aun para cargar. El subir a rehacernos con el resto de la guerrilla que venía desplegada á retaguardia era imposible por lo pendiente y emboscado del terreno, que no nos permitía subir sino uno a uno; viendo una retirada más segura al fondo del valle, ordené este movimiento, que fue ejecutado por seis individuos a más del práctico de este buque y el tercer contramaestre Joaquín Albuin; nos retiramos hasta llegar á la planicie que forma el valle, donde mandé hacer alto y formar dando frente al enemigo, que no estaba ni a diez pasos nuestros, y en número aproximado de 20; al vernos en esta actitud, tomó la altura en precipitada fuga; lo malo del terreno para maniobrar no me permitió seguirlos, y me retiré con este pequeño grupo á la montaña del N., donde se divisaban las fuerzas al mando del alférez de navío D. José María Chacón.

Noté al llegar la falta del alférez de navío D. Federico Serantes, del médico de este buque D. Estanislao García Loranca y el corneta Esteban Vallehermosa, de los cuales me dio noticias el contramaestre Albuin de haberlos visto en la retirada caer, y que un grupo de moros se les echó encima. No conformándome á perder de esta manera compañeros tan bizarros como los oficiales que cito, mandé inmediatamente reunir el total de la fuerza en la montaña del Oeste, donde dominaba por completo la boca de la cueva.

Visto lo imposible de su ataque del modo que en un principio me propuse, y queriendo tomar una justa revancha, acepté la indicación hecha por el alférez de navío don José María Chacón de la posibilidad de traer un cañón del bote y obligarlos a abandonar su guarida; dispuse que una escuadra se dirigiera al lugar donde estaban las embarcaciones a ejecutar este proyecto; al poco rato vimos venir á nuestra gente con el cañón, que situamos en dirección á la cueva. La traída de esta pieza fue ejecutada con una prontitud que nunca esperé. Rompimos el fuego con granada; y desde los primeros tiros comprendí la profundidad de su guarida, pues sin embargo de haber reventado los proyectiles en su misma boca, no se notó movimiento alguno.

Visto la imposibilidad de hacerles abandonar su situación, intenté hasta donde posible fuera rescatar los heridos y cadáveres de nuestros compañeros, y dispuse que él teniente de navío D. José María Chacón, al mando da una sección reforzada con la gente del Samar, bajase y reconociese hasta la parte cortada á pique. Este oficial, al cual le di esta difícil comisión, la ejecutó con inteligencia suma, y tuve la satisfacción de ver, ya que no a mis compañeros con vida, a lo menos sus cadáveres, a los cuales tributamos todo lo que se merecen soldados que se batan tan bizarramente.

El resto, señor comandante, fue ya autorizado por su presencia; pero antes de concluir faltaría a mí deber si no le hiciera presente y recomendara al tercer contramaestre de este buque Joaquín Albuin, el cual, en la retirada, viendo el peligro en que nos encontrábamos el práctico de este y yo por no tener municiones con que defendernos por haberlas gastado todas las de los revólvers, se encaró con los tres moros más próximos que teníamos, derribando al primero de un tiro y haciendo huir a los otros dos que nos amagaban.
Hemos destruido por completo sus ganados y sementeras.


Las bajas del enemigo son en la retirada el número de cuatro.

Las nuestras son el alférez de navío D. Federico Serantes, muerto de arma blanca; el soldado Manuel Huguet, ídem; el marinero indígena Fulgencio Coronado, ídem, y la desaparición del médico D. Estanislao García Loranca y corneta de este buque, que es probable, por el lugar que ocupaba, que hayan seguido la misma suerte. Los heridos son el fogonero Juan de la Cruz, de lanza en la cabeza, y el práctico de este buque Pedro Aquino, de la misma arma.

Es todo cuanto tango el honor de poner en conocimiento de V. en cumplimiento de mi deber.

A bordo de la expresada, fondeadero de Patean 6 de abril de 1874.- Juan López de Mendoza.- Es copia.- Pascual Cervera.- Es copia.- José Carranza.- Es copia.- Antequera.

(Publicado por el periódico La Época el domingo 14 de junio de 1874 con el título Bloqueo de Joló).

Acceso directo a la Gaceta de Madrid (12 de junio de 1874).

http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1874/163/A00686-00687.pdf

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06 Feb 2013 10:30
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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Mayo de 1874.
Cañoneros Calamianes, Samar y Bulusan.
Desembarco en Suno.


Por segunda vez llamamos la atención de la prensa sobre la ruda campaña que en medio de las mayores privaciones, y bajo un clima cruel, está llevando a cabo la marina militar, con tanto heroísmo como poca esperanza de que sean sus sacrificios provechosos a la total conquista y destrucción del foco de piratería que, para mengua de nuestro siglo y decantada civilización, existe en el Archipiélago de Filipinas.

Consolador es que, en medio de tantas discordias, de tantos trastornos, de tantos destrozos, de tanta desmoralización como agitan y arruinan nuestra querida patria, un puñado de españoles sostenga una lucha encarnizada con tan pocos recursos, humillando en cuantas ocasiones se presentan a los fanáticos sectarios del profeta.

Habiendo sabido por un cautivo escapado que los habitantes de Suno preparaban una expedición pirática, determinó el comandante de las fuerzas bloqueadoras y de la goleta Constancia castigarlos severamente, reuniendo cuantas fuerzas pudo, para intentar un golpe atrevido sobre estos rebeldes, infractores de nuestros bandos y derecho. Suno es la tercera población de la populosa isla de Joló; por el número de sus habitantes, por su comercio y agricultura, y sobre todo por su posición estratégica en el centro del seno de su nombre; unida a esto la proximidad a los pueblos de Baungan y Boal, hacía más arriesgada la peligrosa sorpresa que meditaba el jefe del bloqueo, y que todos anhelaban verificar.

En la noche del 15 de mayo levaron los cañoneros Calamianes, Samar y Bulusán, en unión de la goleta Constancia, amaneciendo sobre la citada población de Suno. Una vez allí, oído el parecer de los oficiales comandantes de los cañoneros y de sus oficiales, determinó el jefe atacar inmediatamente, preparando la gente de desembarco al mando del oficial D. J. Pérez Cuadrado, a cuyas órdenes iban el de igual clase D. J. Rodríguez de Vera, mandando la segunda sección, y el segundo médico D. J. de la Vega mandando las ambulancias y reserva. Tomados á remolque por los cañoneros, Samar, que marchó a vanguardia dirigiéndose a la parte Sur de la población, y Calamianes, que ocupó la del Norte, dejaron en el centro la goleta y el Bulusán. Recibidos por un vivísimo fuego de lantaca y fusilería, continuaron marchando hasta ocupar las posiciones a unos 200 metros escasos de la plaza, no permitiendo más el braceaje.

Al llegar rompieron el fuego simultáneamente los barcos dirigiéndose los botes á tierra, dando entusiastas vivas a España y contestando con cañón y fusil al nutrido fuego de los moros. Dada la orden de saltar a tierra por el joven oficial que mandaba el desembarco, se efectuó este con el mayor orden y admirable presencia de ánimo de nuestras fuerzas, que rechazaron de las primeras casas al enemigo, replegándose este a segunda línea, tratando de defender sus guaridas y embarcaciones, que, después de un segundo ataque, fueron presa de las llamas; el espectáculo que presentaba la acción era magnífico: en fondo, el pueblo y centenares de embarcaciones de todos tamaños, que en el estero central se encontraron ardiendo; por derecha e izquierda, el gran cocal que rodea el pueblo y los moros de la sementera y pueblos vecinos, que, dando gritos de guerra, acudían a socorrer a los suyos, las continuas descargas de fusilería de una y otra parte, los certeros metrallazos de los cañoneros y goleta, y, en medio de todo esto, nuestros valientes marineros y soldados despreciando la muerte y dándola a cuantos se atrevían a salir del cercano bosque.

Conseguido ya el objeto de la expedición y acudiendo innumerables enemigos, se dispuso el embarque, el cual se verificó con extraordinario orden, sosteniendo el oficial comandanta de las fuerzas con la primera sección escalonada a la segunda y protegiendo luego esta, desde los botes, a la primera. Como viera en estos momentos el joven y entusiasta comandante del Calamianes, D. A. de Revuelta y Valcárcel, que los moros, en número crecidísimo, trataban de envolver por la derecha la segunda sección, se lanzó á toda máquina a impedirlo sobre la playa que tenían que atravesar, consiguiendo rechazarlos á cañonazos, con grave riesgo de varar.

El oficial D. Luis León, que mandaba el Bulusán, batía el centro de la población y voló a socorrerlo al mismo tiempo que lo efectuaba el jefe de las fuerzas bloqueadoras D. J. H. y García de Quesada con la goleta, corriendo ambos barcos inminente peligro de destrozarse sin la consumada pericia y extraordinaria serenidad que desplegaron los comandantes.

Mientras que el Calamianes cubría la retirada por la derecha, el Samar lo verificaba por la izquierda, y habiendo sido el primero que entró en fuego, se metió entre el bajo Sur de la costa y la playa, a tiro de pistola del enemigo, siendo el ultimo que abandonó la lucha.

Grande, pero merecido ha sido el castigo sufrido por la destruida Suno, y no menores deben haber sido las bajas padecidas por los moros, por haber acudido a su socorro la gente de los campos y poblaciones vecinas. En cuanto a nosotros, gracias a lo bien calculado del ataque y a su precisa ejecución, así como al decidido e inteligente valor del oficial que dirigía el desembarco, y a la disciplina y bravura de la gente desembarcada, apenas tuvo el médico D. J. de la Vega que ejercer su humanitaria misión, prestando, en cambio, brillantes servicios con la reserva de su mando, acudiendo oportunamente donde era necesario.

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06 Feb 2013 10:35
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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
De sentir sería que por una política vacilante este brillante hecho de armas fuera tan infructuoso como tantos otros; pero aun así redundará en provecho de la preponderancia española en estas islas, probando que existen aun dignos hijos de los que conquistaron a Méjico y el Perú, derramando su sangre por la patria. Además, inmensa es la fuerza moral que este atrevido golpe, coronado por un éxito tan completo, nos ha dado sobre un pueblo cuya base social es el valor personal exagerado.

(Publicado por La Época el martes 18 de agosto de 1874).

Me ha sido completamente imposible encontrar la población de Suno:

Suno es la tercera población de la populosa isla de Joló; por el número de sus habitantes, por su comercio y agricultura, y sobre todo por su posición estratégica en el centro del seno de su nombre; unida a esto la proximidad a los pueblos de Baungan y Boal.......

Tampoco he podido encontrar el seno de Suno, el único seno que se refleja en los mapas consultados es el seno de Tutu, al sur de la isla de Joló, y por lo que respecta a las poblaciones de Boal y Baungan, solo la primera de ellas figura en los mapas consultados, en concreto en la costa noreste de la Isla de Joló. En fín, que si alguno tiene un poco de tiempo libre, agradecería muchísimo una ayuda a este respecto.

El enlace al número del periódico La Época es el siguiente:

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000325172&page=2&search=Suno&lang=es

<<El 22 de Mayo se presentaron ante el puerto de Balabac 500 joloanos, siendo rechazados con gran bravura por la guarnición de dicho puerto, compuesta de una compañía de infantería y la disciplinaria y por un cañonero allí fondeado. El capitán, D. José Andeiro, se distinguió mucho en esta ocasión, concediéndosele el ascenso inmediato. También un cabo indígena, á cuya defensa estaba el polvorín con solo seis individuos más, viendo que se le acababan las municiones, se retiró ordenadamente con cuatro hombres hasta la casa gobierno, se proveyó de cartuchos y volvió á ocupar su puesto y á defender briosamente el polvorín, por cuyo hecho se le ascendió á sargento>> (Historia de la Piratería Malayo-Mahometana en Mindanao, Joló y Borneo. Vol. II. D. José Montero y Vidal).

<<Han sido nombrados comandantes de los cañoneros Joló y Caviteño los alféreces de navío D. José María Chacón y D. Fermín Garay>> (La Discusión, miércoles 2 de septiembre de 1874).

Agosto-Septiembre de 1874.
Cañoneros Mindoro y Joló.
Cruzando sobre Joló y Tawi-Tawi .


Comandancia general de Marina del apostadero de Filipinas.

Núm. 1.518.- Excmo. señor: El comandante de la división naval del Sur, en comunicación, fecha 17 de septiembre último, me dice lo que sigue:

«En los treinta y cuatro días que han estado cruzando sobre Joló y Tawi-Tawi los cañoneros Mindoro, Joló y la falúa Nuestra Señora de las Mercedes, a las órdenes del comandante del primero, han estado en continuo fuego con el enemigo, habiendo tenido que bajar a tierra varias veces la compañía de desembarco y dando por resultado el haber recogido un cautivo, destruido seis pancos, dos gubanes y 20 vintas, incendiando tres pueblos y causando algunas bajas al enemigo; teniendo por nuestra parte heridos al alférez de navío don Guillermo Goytia, que lo fue mandando la compañía de desembarco, y el marinero de segunda clase Pantaleón Moeda, si bien dichas heridas no tienen síntomas de gravedad.

Al dar cuenta a V. E. de estos hechos, creo de mi deber llamar su superior atención sobre el notable comportamiento de los cañoneros Mindoro y Joló y falúa Nuestra Señora de las Mercedes, cuyos comandantes han confirmado una vez más la ventajosa opinión que el cuerpo tiene de ellos; y al hacerlo así no cumpliría mi deber sí no recomendara a V. E. á dichos comandantes y a todos sus subordinados, y muy especialmente al alférez de navío don Guillermo Goytia, que derramando su sangre por la patria en servicios que aun sin esas circunstancias le honrarían sobremanera, se ha hecho acreedor a la gratitud de esta misma patria; al condestable José Aterrera, que puesto por la suerte en un puesto muy superior a su empleo ha sabido estar a la altura de las circunstancias, y al marinero de segunda clase Pantaleón Moeda, que con la modestia y abnegación propia de su clase, ha prodigado su persona, hasta derramar su sangre por una grave herida de lantaca.

Y tengo el honor de trasladarlo a V. E. por si, apreciándolo de justicia, tuviese a bien conceder por este hecho de armas las recompensas a que hayan podido hacerse acreedores sus autores.

Dios guarde á V. E. muchos años.- Manila, de Octubre de 1874.- Excmo. Señor.- Juan Antequera.- Excmo. señor ministro de Marina.»

(Publicado por el periódico La Iberia el sábado 12 de diciembre de 1874).

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Octubre de 1874.
Cañoneros Mindoro, Samar y Mariveles.
Operaciones en Buayán .


El 2 de octubre último el jefe de la estación naval del sur de Mindanao, con los cañoneros Mindoro, Samar y Mariveles, dos falúas y llevando a bordo el regimiento de Magallanes y algunas otras pequeñas fuerzas de desembarco, y a su frente el gobernador militar de Mindanao, levó anclas con rumbo a la sultanía de Buayán, recogiendo el Mariveles en la travesía el destacamento de ¿Benga?

A las diez de la mañana del día 4 la escuadrilla dio frente a la casa cotta habitada por el Datto y rebelde Utto, situada en el río cerca del estero de Pindiaman. Hecha la notificación de los agravios que España tenía recibidos y la determinación de ocupar parte de sus terrenos en castigo de su mal proceder, tomóse posesión de su casa, habiéndose retirado el sultán con sus habitantes al interior de la isla. El 5 reunió toda la gente disponible, empezando al amanecer un fuego nutrido de lantaca contra los barcos y fuerte; a pesar de que el fuego duró una hora, solo el Mindoro tuvo un herido, siendo, en cambio, considerables las pérdidas de los moros, que, cual siempre, las procuraron ocultar. Perseguidos durante dos leguas, tres veces hicieron frente a nuestras tropas, y cuando, retirados al interior de la isla, se les creía escarmentados, volvió el Datto con gente de refresco haciéndose fuerte en otra cotta de más importancia que la anterior.

El gobernador militar de Mindanao, con una compañía del regimiento de Magallanes, el interprete y la corta fracción de obreros, dirigióse en el Samar a dar auxilio al Mariveles y tomar luego la cotta. Dos fuertes descargas de cañón y lantaca recibió el Samar, pero sin que ocasionasen desgracia alguna.

Explorado el terreno se divisaron 40 moros vestidos de blanco y juramentados a estilo de su país, los cuales, ciegos de coraje, pretendieron cerrar el paso a nuestras valientes tropas. La lucha que se sostuvo cuerpo a cuerpo fue horrible y solo termino cuando murió el último de los 40 moros. Entonces se declaró el enemigo en huída siendo ocupada la cotta, en la que se encontraron cuatro cañones y varios efectos de guerra. Nuestras pérdidas, según las cartas que hemos recibido por el último correo, consisten en un muerto y diez o doce heridos. Se nos hacen los mayores elogios de la bravura y arrojo del gobernador militar y de la oficialidad, así como del brillante comportamiento de las tropas de mar y tierra.

Dura, pero merecida lección ha recibido el Datto Utto, que recientemente ocupaba la sultanía de Buayán por renuncia de su tío, y cuya ferocidad e instintos sanguinarios le hacían temible en aquella comarca. Apenas tomó posesión de la sultanía dio muerte a las familias de otros Dattos pacíficos, amigos de España, que habían reclamado la intervención de nuestro gobierno.

(Publicado por el periódico La Época el domingo 3 de enero de 1875).

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A.d.N.S. de1875.


Guía Oficial de España 1875 (página 481).

Fuerzas sutiles.- Cañoneras de hélice.

(Nombre; Cañones; Fuerza de vapor.- Caballos; Fecha de la construcción; Comandantes).

Mindanao.- 1; 30; 1860; D. Julio del Río y Díaz.
Calamianes.- 1; 30; 1860;
Paragua.- 1; 30; 1860; D. Antonio Solís y Castaño.
Mindoro.- 1; 30; 1860; D. Miguel de Aguirre.
Prueba.- 1; 30; 1860; D. Guillermo Camarmo.
Panay.- 1; 30; 1860; D. Víctor Marina y Morelló.
Samar.- 1; 30; 1860; D. José Jiménez y García.
Filipino.- 1; 30; 1860;
Bulusán.- 1; 20; 1860; D. Luis León y Escobar
Joló.- 1; 20; 1860; D. José María Chacón y Pery.
Mariveles.- 1; 20; 1860; D. Manuel Antón.
Arayat.- 1; 20; 1860; D. Alejandro Fery (¿Pery?) y Torres.
Pampanga.- 1; 20; 1860; D. Fermín Garay y Fernández.
Bojeador.- 1; 20; 1860; D. Rafael Gómez y Pau.
Balanguingui.- 1; 20; 1860; D. Antonio Rapallo Iglesias.
Albay.- 1; 20; 1860; D. José Rodríguez Vera.
Manileño.- 1; 20; 1860; D. José Benito y García.
Caviteño.- 1; 20; 1860; D. Juan Sanjuán y Romero.
Calla0.- 1; 24; 1873;

Por vez primera aparecen los 19 cañoneros juntos, por vez primera y, también, por última vez. A primeros de enero de 1875 (posiblemente entre los días 1 y 3) se pierde el cañonero Balanguingui en el transcurso de un poderoso baguio que azota el archipiélago. Las diversas fuentes consultadas, lamentablemente no nos señalan la fecha exacta del siniestro:

Enero de 1875.
La pérdida del Balanguingui .


<<Los periódicos y cartas de manila recientemente recibidos, dan cuenta de un baguio que se dejo sentir en la mayor parte de las islas del archipiélago en los primeros días de enero. Sus resultados han sido funestos, ocasionando numerosas víctimas y pérdidas de gran consideración, siendo las más notables las de la cosecha de tabaco en el N. de Luzón, y las de caña de azúcar en la isla de Negros, una de las más adelantadas y productoras.
Entre los diversos siniestros marítimos que han tenido lugar, se cuenta la pérdida total del cañonero Balanguingui y bergantín transporte María Luisa, en la isla de Carabao, habiéndose ahogado el carpintero y dos hombres de este último, y la del cañonero Callao, que afortunadamente pudo ponerse a flote>>
(La Época, lunes 22 de marzo de 1875).

<<El último correo de Manila ha sido portador de noticias amplias de los destrozos causados en aquellas islas por dos huracanes o vaguíos (sic; baguios) que reinaron los días 25, 20 y 27 de diciembre, el primero, y los 1, 2 y 3 de enero el segundo.
Entre las desgracias se cuenta el naufragio de los buques de nuestra marina de guerra, bergantín trasporte María Luisa, que estaba cargando maderas, y cañonero Balanguingui que le auxiliaba en esta operación temporal. El María Luisa lo enfrentó siendo la una de la noche. El fuerte viento del NO. rompió la cadena del ancla, pero maniobrando con prontitud dio la vela, logró montar la isla Barocay y se mantuvo todo el resto de la noche resistiendo la furia del huracán. En mar libre lo hubiera vencido fácilmente, pero estando tan próxima la tierra, poco a poco fue arrastrado hacia ella, embarrancando a las diez de la mañana, cubierto por la mar que barrió de la cubierta al contramaestre, a un cabo de mar y al carpintero, que no siendo tan hábil nadador como los otros pereció sin que fuera posible auxiliarlo.
Otro contramaestre se arriesgó a llevar a la costa una cuerda por la cual se salvaron todos los de a bordo hasta el número de 42, y tan luego como cesó el temporal sacaron a tierra los pertrechos y prepararon haces de cañas para sacar a flote el buque, que no había padecido mucho. Desgraciadamente sobrevino el segundo huracán el 1º de enero, partió las cadenas de las anclas, tumbó al buque sobre el costado de estribor, y en los tres días de duración lo inundó la mar, destrozándolo, de modo que solamente la arboladura y los pertrechos, que con premura se habían sacado, se salvaron.
El cañonero Balanguingui fue arrojado sobre las piedras y se deshizo en pocos momentos, asiéndose los tripulantes a los fragmentos y siendo milagroso alcanzaran la tierra.
La corbeta Santa Lucía se vio también en grave compromiso, sorprendida por el huracán en la costa de Mindoro: soportó, sin embargo, toda su furia fondeando dos anclas y ayudándose con la máquina en la que tuvo varias averías, así como también en el aparejo y en los botes.
Manda dicha corbeta el teniente de navío de 1a clase D. Joaquín Ibáñez, el bergantín María Luisa estaba a las órdenes del teniente de navío D. Emilio Díaz Moreu, y el Balanguingui a las del alférez de navío D. Antonio Rapallo>>.
(La Ilustración Española y Americana, 8 de abril de 1875).

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
De esta forma tan escueta se da cuenta de la pérdida del cañonero. El resto de la prensa, con ligerísimas variaciones, también se hace eco de la misma.

En la obra de D. José Ramón García, Buques de la Real Armada de S.M.C. Isabel II (1830-1868) se nos ofrecen los datos siguientes:

<<No constan informaciones alusivas................., por haberse perdido el buque con anterioridad, ofreciéndose en su lugar los datos subsiguientes:
Autorizada su construcción.- R.O. 28-VIII-1871.
Colocación de la quilla.- 21-II-1872.
Fecha de Botadura.- 1-V-1872.
Baja.- 20-III-1875 (Tifón en la Isla de Carabao, situada al S. de la Isla de Tablas (Grupo de Tablas, Romblón y Sibuyán)>>.


Entendemos que la fecha que nos ofrece la obra de D. José Ramón García como fecha de la baja del Balanguingui (20 de marzo de 1875), es la fecha en que, oficialmente, se da de baja al Balanguingui en la lista de Buques de la Armada. No podría ser de otra manera a tenor de las informaciones que señalan el paso del baguio por el archipiélago a principios de enero de este mismo año.

El Balanguingui es el primero de los cañoneros que se pierde en acto de servicio, incluyendo a los buques de la primera serie, lamentablemente, no será el último. Con la pérdida de nuestro cañonero Balanguingui se pierde también, definitivamente, su nombre, ningún buque de la Armada española volverá a ostentar el nombre de Balanguingui. Otro dato importante y a tener en cuenta es que, de la lectura de las diversa fuentes que citan la pérdida del Balanguingui, parece desprenderse que la misma no produjo desgracias personales entre la tripulación del buque. La perdida de nuestro cañonero deja a la fuerza de cañoneros del Apostadero en las 18 unidades.

Adjunto:
Zona donde se pierde el Balanguingui 2..jpg

Zona donde se pierde el cañonero Balanguingui.


No tiene los permisos requeridos para ver los archivos adjuntos a este mensaje.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Junio de 1875.
El buque contrabandista Sultana.
Un futuro cañonero español.


<<Tenia ya noticia, por sus espías, de que dos vaporcitos extranjeros, veloces como saetas, estaban sosteniendo un comercio ilícito entre Borneo, Singapore y Joló, y se había propuesto apoderarse de ellos en cuanto le fuese posible. Quererles dar caza en mar abierta era una ilusión de niño; porque los dos barcos, de un andar rapidísimo, se reían de las “tortugas” españolas, aun teniéndolas a la vista. Lo típico era cazarlos en su mismo nido y por sorpresa. Esto fue lo que realizó el Comandante de la Santa Lucía unas cuantas horas después de llegar a ella.

Los espías de Cervera, a quienes por burla llamaba despectivamente la oficialidad los “espías fantasmas”, porque no se fiaban de ellos un ardite, diéronle cuenta de que uno de estos dos vapores se hallaba alijando en el estero de Baucanán, oculto por completo entre la maleza (1).

El Comandante mandó enfilar el estero, y los oficiales se sonrieron, al saber la causa que motivaba la maniobra.

Llegaron al estero y, en efecto, allí no había más que fantasías chinescas; ni cascos, ni palos se divisaban por ningún lado. Los oficiales no pudieron contener otra sonrisa aun más burlona; pero Cervera, muy serio, con los ojos chispeantes, como el sabueso que no da con la presa, pero que ha husmeado ya su rastro, exclamó, recomido de impaciencia:

- ¡No es posible; mi gente no me engaña. ¡Busquemos con calma! - Gruñía don Pascual, sin hacer caso de las ironías de los oficiales, y mirando con los anteojos de campaña a todos lados. De pronto, uno de ellos, que estaba haciendo lo mismo, dijo en voz baja:

-¡Allí, mi Comandante, allí está el vapor!

En efecto, allí estaba oculto; y los moros le habían escondido de tal suerte, quitándole los palos y cubriéndole de manglares, que desde fuera nada se veía del barco y, aun dentro del estero, era difícil dar con él.

El enemigo, al verse descubierto, rompió el fuego contra la corbeta española, pero ya fue cuestión de tiempo; los españoles le abordaron con esa gallardía con que sólo ellos saben hacerlo, y la Sultana, que así se llamaba el vaporcito, rindióse por fin. ¡Era una hermosa presa de guerra! ¡Un buque nuevo, rápido, precioso! Los oficiales saludaron calurosamente a su Comandante, y éste recibía cariñosamente los saludos, diciéndoles:

-¿Ven ustedes? Mis “espías fantasmas” han tomado cuerpo real en un gallardo vapor, que pronto veremos, transformado en cañonero. ¿A que a muchos de ustedes les gustaría mandarlo? (2).

Así fue; entregado a las autoridades de Zamboanga, lucía poco después la bandera española, y se bautizó –porque era moro- con el nombre de Prueba. El otro vapor no pudo ser capturado. ¡No hubiese venido mal tampoco!>>

(1).- Cervera no dice en su diario más que estas palabras: <<El 20 tome el mando de la Santa Lucía y al 22 tuve la suerte de apresar un vapor que saqué del estero de Baucanán>>. Los datos recogidos, fidedignos todos, nos autorizan para hacer traición a la humildad y modestia de don Pascual.

(2).- El valor de la presa no le fue pagado hasta el año 1880 y después de un diluvio de informes, y eso que fue reconocido enseguida por el Tribunal de Presas como legítimamente capturado.


(Apuntes Biográficos del Excmo. Sr. D. Pascual Cervera y Topete. Alberto Risco).

Me ha sido completamente imposible situar el estero de Baucanán en alguno de los planos que manejo. También he probado con Google Earth, siendo el resultado completamente infructuoso. Como en anteriores ocasiones, si sus señorías tienen un poco de tiempo libre, y pueden echar una mano, sería muy bien recibida cualquier información en este sentido.

<<Se ha confirmado en el mando del cañonero Samar al teniente de navío de segunda clase D. Francisco López Camano (¿Caamaño?)>> (La Correspondencia de España, viernes 23 de julio de 1875).

El Comercio de Manila, correspondiente al día 5 de julio, da cuenta del siguiente percance marítimo:
<<Había salido de Cavite el cañonero Pampanga remolcando una lancha con la cual llegó hasta el costado del vapor León, y la que fue cargada con efectos de guerra, cañones, pólvora, etc., que dicho buque conduce desde Cádiz para nuestra marina. Tomado el cargamento, zarpó en la misma forma que vino, llevando a su bordo la lancha cuatro hombres, y ya próximos al vecino puerto, la marejada hizo zozobrar al buque, yéndose a fondo los efectos que conducía.
El cañonero picó enseguida el remolque, y dando parte de la ocurrencia se abalizó el sitio y quedó allí un bote de custodia para proceder oportunamente al salvamento de los efectos sumergidos>>
(El Globo, sábado 21 de agosto de 1875).

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Octubre de 1875.
Cañoneros Callao y Caviteño.
Búsqueda y destrucción.


CARTAS DE FILIPINAS.

Recibimos cartas de la capital del archipiélago que alcanzan al 29 de octubre, y en ellas se nos dan curiosas noticias que deben ser conocidas por nuestros lectores.

El bloqueo de Joló continúa; pero se piensa en una expedición formal que escarmiente de una vez a aquellos piratas. El mando del general D. Manuel de la Pezuela (Contralmirante, D. Manuel de la Pezuela y Lobo-Cabrilla) en aquel apostadero se ha iniciado con la mayor fortuna, pues se ha apresado a los piratas el vapor Sultana, que es un buque importante por su rapidez, por su construcción y porque burlaba hace un año la vigilancia de nuestros cruceros. También se les acaba de dar un duro castigo destruyéndoles casi por completo, y después de defenderse hasta la desesperación, en una expedición que dirigían a sorprender a Puerto Princesa en la isla de Paragua, cuya reseña se nos hace en la carta que copiamos a continuación:

PUERTO PRINCESA 20 de octubre de 1875.

Pocas noticias podré darles, pero de alguna importancia. El día 1º del corriente mes salió de este puerto, a las ocho y tres cuartos de su mañana, el cañonero Callao, su comandante el teniente de navío de segunda clase don Guillermo de Paredes y Chacón, con dirección a Balabac. Como es costumbre en esta clase de cruceros, navegaba reconociendo detenidamente las islas y costas. Efectuó escrupulosamente al de las islas situadas al N. y NE. de esta, fondeando en la punta mas al S. Allí encontró cinco pancos del Datto Cassín, cuyos tripulantes esperaban calmase el tiempo para seguir pescando, pues reinaba viento fresco del S. E.; al amanecer del día 2 reconoció la bahía del Coral, fondeando por la tarde en Malihut. A las tres de la madrugada del día siguiente dejó este puerto, estando al amanecer muy cerca de la costa, y a las ocho vio un panco y dos barotos que navegaban hacia tierra forzando de remos, y aunque se dirigió a ellos forzando también de máquina, solo pudo apresar a las embarcaciones ya varadas y abandonadas por sus tripulantes. Remolcadas a bordo, se volvió a ver otro baroto más afuera, y haciendo por él le hizo preso con los dos moros que lo tripulaban. Estos le anunciaron que cerca del abra de Growfor, y metidos en un estero, se encontraban tres pancos joloanos. En seguida el cañonero se dirigió al sitio indicado, viendo a los tres pancos cubiertos con ramaje, y fondeó a las doce y media de la tarde en Areray, a cinco cables de estos y tres de la playa de arena en donde se encontraban varados. Inmediatamente su comandante tomó las disposiciones convenientes: mandó dos botes armados con órdenes expresas de incendiar los pancos en el caso de que no fueran hostilizados, creyendo que al abandonarlos hubiesen huido al bosque, máxime cuando ni desde los topes de los palos del cañonero y desde la cubierta de este se veía ni un solo moro en tierra; más al estar los expresados botes como a unos 40 metros de la playa, esta se cubrió totalmente de infieles haciendo un fuego continuo al que nuestra gente contestaba con otro no menos nutrido.

Tan pronto se vio esto, rompió el cañonero el fuego de artillería con su colisa con granadas; siendo este tan certero, que la mayor parte de estas cayeron encima de las masas de hombres y de los pancos varados. La gente de los botes, con un entusiasmo que ya rayaba en temeridad, no cesaba de hacerles fuego, también muy certero, que hizo fuese disminuyendo el del enemigo; pero al sexto disparo de la colisa, esta escupió el grano del oído que tenía enroscado al cañón, dejándole inútil.

Se reforzó los botes con los sirvientes de la ya inútil colisa, y continuó el fuego desde los expresados botes, siendo cada momento más nutrido, hasta conseguir apagar el del enemigo. Visto esto, los referidos botes se retiraron a bordo, y desde allí, mientras levaban el ancla y anclote que tenía fondeado por la popa, se continuó desde a bordo el fuego de carabina, consiguiéndose dispersar a los pocos que quedaban en la playa. Digna es de elogio la serenidad, el modo de batirse de toda la gente del expresado cañonero y la calma y precisión en las maniobras del buque. Nuestras bajas consistieron en un muerto y cuatro heridos; las del enemigo habrán ascendido a más de cuarenta, según el cálculo de todos, y en particular de los dos moros presos que había a bordo, pues amontonados en la playa, se veían muy bien desde el buque; muchas debieron ser, pues es imposible, ni más precisión en los tiros de cañón, ni más arrojo en el modo de batirse. Nuestras metrallas y nuestras granadas cayeron sobre las masas de hombres y sobre sus pancos; nuestras balas de fusil y revólvers, disparados a medio tiro de pistola de sus grupos, y es segurísimo que sembraron la muerte en ellos. A las cinco do la tarde no se veía un solo moro vivo en la playa, y era de presumir hubieran huido al bosque.

Salió á la mar el cañonero, y a tres millas de la costa echaron a pique el panco y dos barotos, y con los otros dos se dirigió a Balabac, en donde fondeó el día 4 a las once de su mañana, poniendo los dos moros presos a disposición de la autoridad de marina.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Digno de todo elogio es el valor desplegado por el señor comandante de aquel buque, D. Guillermo de Paredes, y las buenas disposiciones que tomó en momentos como aquel para salir con lucidez de conflicto semejante. Llegado el Callao a Balabac, salió el cañonero Caviteño sin demora a bloquear los referidos pancos mientras aquel otro buque con toda urgencia componía su máquina; compuesto ya el Callao, dejó el puerto a las treinta y seis horas de su arribada, con órdenes de hostilizar a los moros en unión con el cañonero Caviteño, que les estaba bloqueando. Nueva descomposición en la máquina del Callao hace que tenga que arribar a este puerto, dando aviso a las autoridades de marina de lo ocurrido. El cañonero Prueba, que había fondeado en esta puerto el día anterior procedente de un crucero, y que lo manda el teniente de navío de segunda clase don Juan Cebreros, embarca y conduce a su bordo 35 hombres al mando de un alférez del ejército y el médico de esta división D. Bonifacio Martínez, llevando a remolque un bote de la goleta Valiente artillado con una pieza. Navegó con dirección al sitio donde se encontraban los referidos tres pancos, llegando a rebasar la isla (¿Rasa?) como a unas cinco millas; por el estado del mar a causa de haber refrescado el viento y descomposición de su máquina, le obligo a retroceder, no pudiendo arribar a la referida isla (¿Rasa?) y sí dirigirse a este puerta a la vela, en donde entró a remolque del vapor mercante Panay, que a la sazón se dirigía también a este fondeadero.

El Callao, ya vuelto a recomponer, salió de nuevo para el sitio de los pancos (ensenada de Areray), en donde encontró el cañonero Caviteño; sabiendo por su comandante el alférez de navío D. Carlos Suances, que había tenido otro encuentro con otro panco de moros piratas tripulado con 10 hombres, y que, emprendido combate con ellos, consiguió echar a pique al referido panco, matando a los que lo tripulaban, y que los tres pancos varados habían sido internados en algún estero interior en el bosque.

Se presento en dicha ensenada la corbeta Santa Lucía trayendo a su bordo fuerza de desembarco de Balabac, y mientras este se efectuó, protegido por los cañoneros, no consiguiéndose más que incendiar tres casas que tenían los moros construidas, la referida corbeta que avistó una vela en alta mar se dirigió a ella, encontrándose con un panco tripulado por 60 moros joloanos. Le intimó la rendición, y, no queriéndola efectuar el referido panco, se trabo el combate, resultando de él echar a pique el panco con muerte de todos sus tripulantes, siendo muy de advertir que la corbeta solo contaba a su bordo con su comandante, un oficial y 18 individuos de a bordo.

Vuelta la Santa Lucía a su fondeadero, dispuso el comandante de ella la retirada del Caviteño para Balabac transportando 35 disciplinarios, y el día 17, a las cinco de la tarde, entró en nuestro puerto remolcando al cañonero Callao.

Tal es en conjunto el hecho continuado de armas que nuestra marina de guerra ha tenido al S. de esta isla; todos han prestado a cual mejores servicios hasta donde sus fuerzas le han permitido y aun más, pero no finalizaré sin exponer a Vds. que es digno de elogio por todo concepto el valer y el entusiasmo con que es estos casos se baten los tripulantes de nuestros buques.

El 19 salió el vapor Panay para el arsenal de Cavite remolcando también la goleta Valiente, que, por el mal estado de su máquina, no ha podido desempeñar comisión alguna en los veinte y un meses que se lleva aquí fondeada.

Ayer, 2o, salió para Balabac la corbeta Santa Lucía.

Hoy llegó de vuelta del Sur el vapor-correo Pasig con bastante pasaje, y mañana a las doce saldrá de este puerto con dirección a esa capital conduciendo la correspondencia.

(Publicado por el periódico La Época el viernes 17 de diciembre de 1875).

MINISTERIO DE MARINA.

El Comandante general del Apostadero de Filipinas dice a este Ministerio con fecha 29 del pasado mes de octubre lo que sigue:

<<Excmo. Sr.: El Comandante de la estación naval del Balabac, en oficio de 17 del actual, me dice lo siguiente:

<<El Comandante del cañonero Caviteño me dice con esta fecha:

<<Cumpliendo lo que me previno V. en orden de 4 del corriente, salí de este puerto a las nueve horas y 15 minutos de la noche de este día, llevando a bordo los dos moros que por disposición de V. me entregó el Comandante del cañonero Callao: al amanecer del siguiente pasamos entre Urzula y la costa. A las 11 horas y 30 minutos divisamos un panco que, forzando remo y vela, trataba de ganar la playa, al cual dimos caza, consiguiéndola a las doce. Preguntado el Arráez cual era su procedencia, y si tenía papeles, respondió pertenecer al Datto Asís (Cassín) de Joló. Cerciorados por los dos moros antes citados y por el práctico de que esto no era cierto, y sí que pertenecía a Cagayán de Joló; y en vista de que al verse perdidos quisieron dos de ellos saltar a bordo bolo en mano, siendo rechazados por el patrón Teodoro Macapagal y el timonel Francisco Salva, me vi precisado a romper el fuego, resultando muertos los 10 que tripulaban el barco y destrozado este.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Seguimos en demanda del estero de Areray, en el que dimos fondo a las siete horas y 10 minutos de la noche del 4. En la madrugada del 5 los dos moros de referencia, que venían a bordo como prácticos, se arrojaron al agua, y lograron ganar a nado la costa, que estaba próxima, antes que nos fuese dable arriar y preparar un bote. A las seis levamos, y con zafarrancho de combate hecho nos dirigimos hacia la playa, haciendo fuego sobre los moros que en ella había, que contestaron a él, y después contra los pancos y casas; operación que repetimos por la tarde, y a la que respondieron los moros con nutridos disparos de lantaca y carabina, de cuyas balas se señalaron 12 en el costado y objetos de la cubierta, hiriendo una de ellas en los dos pies al marinero Fermín Basaltos. Reconocida diferentes veces la costa, y no encontrando la menor novedad, nos dirigimos nuevamente a Areray, en donde estuvimos hasta el día 16 que, reconociendo por el Sur la corbeta Santa Lucía, nos incorporamos a ella, y cooperamos en aquel fondeadero al desembarco practicado; después del cual, cumpliendo la orden de este Jefe, salimos para Balabac, en donde hemos entrado en el día de hoy, transportando a los individuos de la compañía disciplinaria con sus clases y Jefes.

Recomiendo a V. a toda la tripulación de este buque, que ha cumplido con su deber a entera satisfacción mía.

Puerto de Balabac 17 de octubre de 1875.- Carlos Suances.- Sr. Comandante de la estación naval de Balabac.- Es copia.- Trigueros.- Es copia.- Pezuela>>.

EXTRACTO DEL PARTE PRODUCIDO POR EL COMANDANTE DE LA SANTA LUCÍA AL COMANDANTE GENERAL DEL APOSTADERO DE FILIPINAS.

Excmo. Sr.: El Sr. Coronel de Infantería de Marina, Capitán de fragata D. Pascual Cervera, Comandante de la corbeta Santa Lucía, me dice en oficio fecha 18 del actual desde Puerto Princesa lo que sigue:

<<Excmo. Sr.: Con arreglo a instrucciones que recibí del Comandante de la división del Sur, salí de Zamboanga en la mañana del 13 del corriente, fondeando en Balabac a las siete de la noche del 15; y puesto de acuerdo con el Gobernador de dicho punto, me facilito este Jefe 20 paisanos al mando del Comandante D. José Andeiro, 30 hombres de la compañía disciplinaria al mando de su Capitán D. Antonio Mora, y 20 del regimiento núm. 4 al del Teniente D. Daniel de Cuadra, quedando todos embarcados antes de media noche.

Inmediatamente zarpó en busca de los cañoneros Callao y Caviteño, a los que me incorporé a las dos de la tarde, muy próximos a la costa de la Paragua, al Sur del Abra de Crawford, frente a una playa donde días antes habían tenido varados sus pancos los joloanos.

Vinieron a bordo los dos Comandantes, y me participaron que desde hacía tres o cuatro días ya no se veían los pancos, que creían los habían internado en el bosque, por lo que dispuse se llevase a cabo un reconocimiento de dicho bosque, para lo que se efectúo un desembarco de todas las fuerzas de Balabac y la compañía de este buque, reforzada con los nueve soldados que debían ir a Manila por la Valiente, formando un total de más de 200 hombres, todos a las órdenes del Comandante D. José Andeiro, y la compañía de este buque a las del segundo Comandante D. Federico Fernández Parga con los Alféreces de navío D. Francisco (¿Anguir?) y D. José María Chacón, el médico D. Gabriel (¿Rebellón?), el Contador D. Francisco López del Castillo, que solicitó ser de la expedición, y los Guardias marinas D. Enrique Sanjuán y D. Rafael (¿Sociate?). A los cañoneros di orden de apoyar el desembarco, cada uno por un flanco, para lo que tomaron posición conveniente, quedando yo en este buque como a unos cinco cables (1.000 metros) del lugar de desembarco.

No haría cinco minutos que habían puesto el pie en tierra nuestras fuerzas, cuando me cantaron una vela por el S. E.; y a pesar de estar sin gente ni botes, pues hasta mi canoa había ido al desembarco, quedándome a bordo tan solo el chinchorro, decidí reconocerla, para lo cual salí inmediatamente, dejando orden al Comandante del Callao que recogiera y racionara la gente de desembarco si por un acaso no nos reuníamos en la noche, aunque afortunadamente pudo verificarse la reunión, y a las cinco y media había logrado ponerme al costado del buque avistado, que era un gran panco de unas 50 toneladas, y tripulado, según se vio después, por unos 60 hombres.

A nuestra aproximación largo una bandera blanca, y al principio arrió las velas; pero cuando estábamos ya muy cerca refrescó algo el viento y volvió a darlas con el propósito evidente de ganar la costa, por lo que le disparé un cañonazo, que no le ofendió y del que no hizo caso, disparándole después otro con metralla, del que le alcanzaron tres o cuatro granos. Me puse al habla del panco y le intimé la orden de arriar vela y que viniese a bordo el Arráez, a cuya intimación no hicieron caso, por lo que volví a dispararles otros dos cañonazos y a ponerme a la voz, repitiéndoles la anterior intimación. Arriaron sus velas; pero se excusó el Arráez de venir a bordo, alegando que no tenia barote y diciendo que atracaría; pero yo, que me encontraba sin gente y que sospechaba la que él tenía, no me pareció prudente exponerme a un abordaje en tan malas condiciones, y le ordené viniese a nado, a lo cual se negó, empezando a maniobrar con los remos para atracar a pesar de mí orden de que no o hiciese. En esto vi por entre dos esteras la bodega del buque enemigo llena de gente armada escondida allí; era evidente que viéndose perdidos trataban de abordarnos y vender caras las vidas; pero yo, que no estaba en disposición de exponer mi gente, le dije que si no venia el Arráez a nado y se empeñaba en atracar lo echaría a pique. No hizo caso, y siguió haciendo por nosotros, por lo que mandé de nuevo romper el fuego sobre el panco, que ya entonces, comprendiendo que sus estratagemas habían sido descubiertas, nos contestó con un bien nutrido fuego de lantaca y fusil. Esta fue la señal de batirlo, hasta que una vez quebrantados por algunos metrallazos le puse la proa y le combatí a toda máquina, destrozándolo por completo. Durante esta función ha sido herido de gravedad en la cabeza el practicante D. Juan Abelino. El buque ha sido acribillado, habiendo contado hasta 33 balazos que han cortado algunos cabos, y causando además pequeñas averías que se han remediado todas inmediatamente.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
No debo pasar adelante sin hacer mención de este puñado de valientes por el bues deseo que han demostrado y su ardimiento en el combate. Para levar acudieron todos sin darles orden, pues hasta un maquinista que tenía una mano lastimada y colgado el brazo en cabestrillo lo vi a una barra, mientras para disponer de más gente yo estaba al timón. El Alférez de navío D. Luis Murphy, único oficial que tenia a bordo, se ha multiplicado, demostrando una vez más la abnegación que le caracteriza; las dos piezas de que se han hecho uso han sido servidas por todos indistintamente, haciendo de cabos de cañón el Contramaestre de cargo D. Manuel Llorens y el tercero habilitado Juan Bautista Oriol, que se ha acreditado de buen cabo de cañón.

Tiempo es ya, Excmo. Sr., de volver a las fuerzas que desembarcaron, las cuales reconocieron el bosque y las márgenes del estero sin encontrar enemigos ni rastro de los pancos en el bosque, aunque sí huellas recientes y cortaduras en el estero, así como pozos de lobo, en que cayeron algunos soldados, resultando gravemente herido uno de la compañía disciplinaria. Indudablemente debía haber moros internados, como después se comprobó por haberse visto algunos en la playa; pero no serían muchos cuando ni un solo tiro dispararon a nuestra gente, que poco antes de anochecer se reembarcó con la impaciencia que produce la emulación al oír nuestro fuego tan continuado.

Una vez reembarcados, salieron los cañoneros en demanda de nosotros; pero el Callao tuvo que fondear por no ir avante, y apagar su caldera, que está en malísimo estado, razón por la cual todos volvimos al sitio donde estaba el Callao, recogiendo yo la gente.

Considerando que un nuevo desembarco no daría resultado, desistí de hacerlo después de haber consultado al Comandante D. José Andeiro y a los Comandantes de los cañoneros, a quienes previne podían continuar cumpliendo sus instrucciones, tomando yo de remolque al cañonero Callao, y llegando a este puerto ayer tarde. Todo lo cual he creído deber poner en el superior conocimiento de V. E., toda vez que el Comandante de la división se encuentra muy distante, rogando a V. E. se sirva conceder su aprobación a mis operaciones>>.

Lo que tengo el honor y la satisfacción de trasladar a V. E. para su superior conocimiento, recomendando a V. E. a todos en general, como lo hago en mi carta, núm. 943, de esta misma correspondencia, y en particular al Sr. Comandante de la corbeta Santa Lucía, cuyo brillante comportamiento nada me ha dejado que desear.

El conocimiento que este Jefe tiene de los moros y sus guaridas, el trato en que está con espías de los mismos por efecto de la comisión reservada que le ha confiado el Excmo. Sr. Gobernador general de estas Islas, sus condiciones particulares y hasta la suerte que siempre le acompaña en todas las operaciones que desempeña, son motivo más que me hace comprender lo útil que es que dicho Jefe continúe en la división del Sur mientras duren las actuales circunstancias.

Manila 29 de octubre de 1875.- Excmo. Sr.- Manuel de la Pezuela.- Excmo. Sr. Ministro de Marina.

(Gaceta de Madrid, lunes 20 de diciembre de 1875).

http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1875/354/A00709-00710.pdf

Casi al principio de la acción que acabamos de narrar, con referencia al cañonero Callao, escribíamos lo siguiente:

.....pero al sexto disparo de la colisa, esta escupió el grano del oído que tenía enroscado al cañón, dejándole inútil.

Del historial del cañonero Callao o Número 19:

Octubre de 1875. = En el combate que este buque sostubo el día 3 de Octubre de 1875 contra tres Pancos de moros Piratas en Araray el cañón de 12 cm disparó 6 tiros; primero uno con granadas, despues tres con metralla y finalmente dos con granada escupiendo el último parte del grano del oido quedando el cañón inutil: llegado el buque á Balabac el sr. Comandante de la Estacion Naval dispuso montasemos el cañon de la Falua Sta. Victoria sistema ingles de 9 libras del que no se hizo mas uso que dispararon cartucho como señal: y llegado el buque á Pto. Princesa el 9 del mismo mes, el Sr. Comandante de la Division Naval de la Paragua dispuso desembarcasemos el de la Falua y se cambiase el inutil de 12 cm por el que á proa tenia la Goleta Valiente y cuyo historial vá copiado á continuación. = Guillermo de Paredes. = Antonio Solis. = Yntervine = Francisco Vila................................................................
....................................................................................................................................................................................
Historial del cañon de 12 cm montado en coliza y que en 11 de Octubre de 1875 fué cambiado de la Goleta Valiente por el antiguo de este buque segun órden del Sor. Comandante de la Division d la Paragua.
Peso en Kilogramos.- 929'000
Longitud en metro.- 2'250
Sistema que pertenece.- Rayado.
Fabrica de procedencia.- Sevilla.
Marca y numero de la pieza.- 9627
Clase de montage.- Corredera
Estado de uso de la pieza.- Bueno.
Disparos que ha hecho.- 25 con grabadas; 13 con metralla.
Puerto Princesa 11 de Octubre de 1875. = Guillermo de Paredes. = Antonio Solis. = Yntervine = Francisco Vila.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Para localizar esta zona de operaciones (complicada de traer al foro) he trabajado con l0s mapas del Atlas de Filipinas. Colección de 30 mapas. Trabajado por delineantes filipinos bajo la dirección del P. José Algué, S.J., Director del Observatorio de Manila, 1899, y con Google Earth. El mapa utilizado es el que se corresponde con la zona sur de la Isla Paragua y la isla de Balabac. En el mismo se aprecia perfectamente la Bahía Coral pero no aparecen por ningún lado el fondeadero de Malihut, el abra de Growfor y el fondeadero de Areray (tampoco he conseguido resultados con él Earth). La isla Rasa (que nosotros mostrábamos entre signos de interrogación) aparece perfectamente en la costa este de la isla Paragua, muy al norte. Con respecto a la isla Urzula (¿Úrsula?) que señala el comandante del Caviteño, en el mapa se aprecia una isla Úrsula al este de la Bahía Coral, pero que, por el relato de ese mismo comandante, me temo no se corresponde con la isla de la que habla, sino con una isla denominada en el mapa como isla Pirata (al norte de Bahía Coral), y que en Google Earth aparece como "Ursula Bataraza, Palawan". En fin, que, como en otras ocasiones, una pequeña ayuda de los "pilotos" de este foro sería bien recibida.

Octubre de 1875.
Cañonero Mindanao.
Una situación comprometida.


De los periódicos de Filipinas llegados últimamente copiamos el siguiente parte oficial del percance sufrido en las aguas de aquel archipiélago por el cañonero Mindanao:

<<Comandancia de la división del Sur.- Goleta Constancia.- El comandante del cañonero Mindanao con fecha 20 del actual, me dice lo siguiente:

Con arreglo a sus instrucciones, a las tres de la madrugada del 18 del corriente zarpé de la isla Sigboye, y gobernando, según las indicaciones del práctico y entendido alférez de navío don Alberto Balseiro, conseguí, ayudado por la corriente encontrarme al romper el día a la vista de la isla Candubás (sic; ¿Tandubas?), por donde, según las que había recibido de usted, debía tomar el estrecho, paso que conduce al estero de Cambilcanga, punto de reunión señalado.

No sin algunas dificultades pudo distinguirse desde la cruceta tan estrecho canal, al cual embocamos a las seis, con toda clase de precauciones llevando el sol por la espalda y la marea a favor que entorpecía el gobierno del buque; sin embargo, a las seis y media montamos con una rapidísima vuelta al pueblo Candu-Hasan colocado en la referida isla, el cual rascamos con el botalón y abandonaron los habitantes dejando izada la bandera blanca.

Pasado dicho pueblo nos encontramos con que el canal era aun más estrecho y con recodos tan violentos, que no lo hacen navegable más que para pancos o embarcaciones menores, lo que dio lugar a que el buque no pudiera con la rapidez necesaria montar la punta del bajo que por babor tenía corrido, de cuyo cantil lo aconchó la corriente, quedando sujeto por una piedra de madrépora que cogió la quilla por debajo de carlinga del palo mayor, quedando el resto del buque a flote con la popa hacia el referido pueblo y a unos 50 metros de distancia de la tierra alta y cortada a pique corrida por la mura y banda de babor.

Sin perder momento se tendió un ancla por la aleta de estribor y dando toda fuerza para atrás, el buque hubiera salido sin la más pequeña avería, si la corriente que en esta última hora pasaba de tres millas de velocidad, no contrarrestase e hiciese inútiles todos nuestros esfuerzos, por cuya razón, y por estar próxima la hora de la bajamar, se procedió a apuntar el buque, a llevar pesos a proa y bajaron tres marineros con palanquetas a romper la piedra que nos sujetaba, tomándose toda clase de disposiciones y sin perder de vista al enemigo que se acercó al habla aparentando intenciones de amistad; pero cuando más afanados estábamos para impedir tumbase el buque sobre babor, nos hicieron escondidos en lo alto del mangle una nutrida descarga de fusilería desde una distancia de unos 50 metros; desde este momento que serian las siete y cuarto hasta las doce estuvieron haciéndonos un sostenido fuego que contestamos en el acto, poniendo toda la dotación en defensa general del buque por babor, a cuya banda teníamos sellada la colisa y cubierta con todas las persianas: con aquella se dispararon 11 tiros de metralla que hizo desalojar al enemigo de la mura, impidiéndole cruzaran sus fuegos, reconcentrándose entonces a popa y banda de babor hacia donde la colisa no podía molestarlos.
Esto me permitió a las ocho y media disponer de la mayor parte de la dotación y emplearla en las urgentes maniobras antes indicadas y con las cuales se han evitado gruesas averías, quedando el resto contestando el fuego del enemigo con los dos falconetes de babor y unos diez individuos con carabina; a las diez y media se descubrió a muy larga distancia el cañonero Paragua, el cual a la una hora nos envió los botes armados y con toda clase de auxilios; le hice la señal a su comandante fuera en busca de V. y le diera cuenta de la ocurrencia y necesidad que había de alijar completamente el buque que ya a esta hora se encontraba en poquísima agua para que saliese en la marea de la tarde sin averías; procediendo a cargar los tres botes de carbón y la llegada del buque de su mando y la del expresado cañonero, disminuyó el fuego del enemigo a quedar reducido a alguno que otro disparo, lo cual nos permitió activar la descarga y preparativos, la cual se hubiera concluido a hora oportuna sin auxilio de botes que V. se sirvió darme , pudiendo dejar el buque completamente alijado de sus cargos y puede decirse que en rosca, lo cual unido a haber desbaratado los buzos a fuerza de palanquetas y después de un constante trabajo de tres horas la
(¿………..?) en que estaba encajada la quilla y pantoque de este buque, pudiendo salir a las cinco de la tarde , hora de la plenamar, sin la menor avería, quedando con cuatro amarras en medio del canal, pues no consideré prudente enmendarme aquella hora y con la marea (¿a favor?) por aquel laberinto de bajos, máxime no teniendo (¿……..?) de ellos, pasando la noche protegido con la guarnición y bote armado de ese buque, sin más novedad que alguno que otro disparo que hacia el enemigo.

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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Réstame manifestarle he experimentado tres bajas, de ellas , dos heridos, el tercer condestable Manuel Gómez en el pecho y un marinero en la pierna, ambos de refilón, y el alférez de navío don Alberto Balseiro recibió una fuerte contusión en la cabeza. El digno comportamiento de este oficial, como el de toda esta dotación, merece lo haga directamente al comandante de la división del Sur, a quien enviaré relación de los que se han distinguido; difícil de formar ésta, pues todos han llenado cumplidamente sus deberes en tan difíciles circunstancias, salvando el buque no sólo del enemigo, que no viendo aparecer los demás buques durante cuatro horas, lo creía solo y quizá presa segura en que saciar sus piráticos intentos, sí no también trabajando al descubierto del fuego con que el enemigo nos molestaba a muy corta distancia durante unas cinco horas, en cuyo tiempo han hecho los de a bordo (por una tercera parte en las cuatro y media últimas) 15 disparos de metralla y dos de granada con la colisa, 18 con los falconetes, 209 con las carabinas y revólvers y 493 con las rayadas, con cuya relación podrá formarse juicio el que nos hacían en considerable número estos piratas, que no me atrevo a calcular, habiendo en las persianas, costados, toldo, y en la cubierta del buque bastante número de balazos señalados.

Es cuanto creo de mí deber poner en conocimiento de V. para los fines oportunos, dando cuenta al jefe de la división del Sur del oportuno y eficaz auxilio que V. se sirvió facilitarme, sin el cual hubiera sido imposible saliese el buque en aquella marea, y por lo tanto tengo el honor de trasladar a V. en cumplimiento de mi deber para los fines que tenga por conveniente. Dios guarde á V. muchos años.- A bordo de la expresada rada de Zamboanga, 21 de octubre de 1875.- José Hernández.- Señor comandante de la división del Sur.- Es copia, Carlos G. de la Torre.- Es copia, Ordoñez.»

(Publicado por La Iberia el domingo 30 de enero de 1876)

Adjunto:
Sigboye.jpg

Zona de operaciones Sigboye.


Muy complicado ha sido identificar esta zona de operaciones. Utilizando Google Earth he podido comprobar que el nombre actual de la isla es Sugbay (Sugbay island). Tandubas (si realmente se corresponde con Candubás como señala el relato), no es la gran isla que señala la flecha (Topaan island), sino una pequeña islita al norte de esta. Trabajando con él "Earth" se puede comprobar perfectamente lo intricado de canales y de esteros de la zona en cuestión, cosa que se correspondería perfectamente con el relato del comandante del Mindanao.


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
A.d.N.S. de1876.


Una buena prueba de lo "fino" que se tiene que "liar" con la historia de nuestros cañoneros es esta Guía Oficial de España del año 1876, Guía "Oficial" que señala la presencia del cañonero Balanguingui entre las unidades de la Armada española, cuando este, como hemos podido comprobar, se pierde en enero del año anterior, 1875. En esta Guía aparece, como comandante del cañonero Calamianes, el nombre de un gran marino español, de un valiente, D. Luis Cadarso y Rey, futuro comandante del crucero Reina Cristina, insignia del contralmirante Montojo en la batalla de Cavite, el 1 de mayo de 1898. D. Luis dejaría la vida a bordo del buque de su mando, siendo ascendido por su coraje y valentía (a título póstumo) a Almirante de la Armada española.

Guía Oficial de España 1876 (página 532).

Fuerzas sutiles.- Cañoneras de hélice.

(Nombre; Cañones; Fuerza de vapor.- Caballos; Fecha de la construcción; Comandantes).

Mindanao.- 1; 30; 1860; D. Julio del Río y Díaz.
Calamianes.- 1; 30; 1860; D. Luis Cadarso y Rey.
Paragua.- 1; 30; 1860; D. Antonio Solís y Castaño.
Mindoro.- 1; 30; 1860;
Prueba.- 1; 30; 1860; D. Guillermo Camarmo.
Panay.- 1; 30; 1860; D. Víctor Marina y Morelló.
Samar.- 1; 30; 1860; D. José Jiménez y García.
Filipino.- 1; 30; 1860; D. Víctor Concas y Palau.
Bulusán.- 1; 20; 1860; D. Luis León y Escobar
Joló.- 1; 20; 1860; D. José María Chacón y Pery.
Mariveles.- 1; 20; 1860; D. Manuel Antón.
Arayat.- 1; 20; 1860;
Pampanga.- 1; 20; 1860; D. Fermín Garay y Fernández.
Bojeador.- 1; 20; 1860; D. Rafael Gómez y Pau.
Balanguingui.- 1; 20; 1860; D. Antonio Rapallo Iglesias.
Albay.- 1; 20; 1860; D. José Rodríguez Vera.
Manileño.- 1; 20; 1860; D. José Benito y García.
Caviteño.- 1; 20; 1860; D. Juan Sanjuán y Romero.
Calla0.- 1; 24; 1873; D. Juan López Carballo.

Febrero de 1876.
La toma de Joló.


Adjunto:
Joló 1.jpg


<<La expedición contra los moros de Joló que tan felices resultados ha tenido para las armas españolas, se compone de unos 8.700 hombres al mando del capitán general de Filipinas, Sr. Malcampo.
Cuatro regimientos de infantería, compuestos de 1.200 hombres cada uno, varias compañías sueltas, un batallón y dos baterías de artillería, voluntarios deportados, marinería, sanitarios, etc., constituyen el núcleo de la expedición.
Según los despachos recibidos, han conducido las tropas y prestado excelentes servicios en el bombardeo de Joló la fragata de guerra Carmen; las corbetas Santa Lucía y Vencedora; las goletas Constancia, Animosa y Santa Filomena; los cañoneros Mindoro, Calamianes, Filipino, Paragua, Joló, Bulusán, Arayat y Albay, y los vapores transporte Marqués de la Victoria y Patiño.
El puerto que ha servido de base para las operaciones ha sido Zamboanga, donde se reconcentraron todas las fuerzas.
El sultán de Joló, que tantos actos de piratería ha cometido contra España, ha presentado en su defensa contra las armas de España, 12 o 15.000 hombres y 80 o 100 cañones de diferentes fuertes; pero todo ello ha sido ineficaz>>
(El Siglo Futuro, lunes 13 de marzo de 1876).


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
<<A las nueve de la mañana (5 de febrero de 1876) salió el gobernador general de su quinta-palacio de Malacañang, seguido de lucida escolta, viéndose colgaduras en las casas de la carretera hasta el muelle, donde fué despedido por el Ayuntamiento de Manila, bajo mazas, concurriendo también á dicho punto las autoridades de la capital, las principalías de los pueblos con banderas y músicas, una compañía del regimiento de artillería peninsular con bandera y música, y la escuadra de gastadores y banda de cornetas para hacer los honores correspondientes. La multitud despidió con afecto al ejército expedicionario, deseándole feliz éxito y pronta vuelta. A las diez entró Malcampo á bordo de la fragata Carmen con el contralmirante D. Manuel de la Pezuela, comandante general de la escuadra y apostadero de Filipinas. Las fuerzas expedicionarias se distribuyeron en la siguiente forma:

Vapor León: Cuartel general; una compañía de artillería de montaña; regimiento de infantería núm. 6.
Vapor Salvadora: Regimiento de infantería núm. 1.
Vapor Zamboanga: Regimiento de infantería núm. 7.
Vapor Panay: Tres compañías del regimiento de infantería núm. 4.
Vapor Leyte: Una compañía del regimiento de infantería núm. 4; tres oficiales de la Administración militar; obreros de la maestranza de artillería; brigada sanitaria y presidial.
Vapor Marqués de la Victoria: Segundo batallón del regimiento de artillería peninsular.
Vapor Mactan: Una compañía de artillería de montaña; planas mayores de artillería é ingenieros; Sanidad y Administración militar.
Vapores Emuy y Ormoc: Dos compañías de la Guardia Civil.
Vapor Sorsogón: Una compañía de obreros de ingenieros.


El día 8 fondearon en la rada de Zamboanga los vapores León, Salvadora, Zamboanga y Leyte; el 9, el Mactan, Panay, Marqués de la Victoria (remolcando el bergantín Gravina) y la fragata Carmen, y el 10, el Sorsogón, el Emuy y el Ormoc, con dos cascos>>.
(Historia de la Piratería Malayo-Mahometana en Mindanao, Joló y Borneo. Vol. II. D. José Montero y Vidal).

El domingo 16 de abril de 1876 el diario La Época llevaba a sus páginas una carta del periodista, D. Antonio Vázquez de Aldana, comisionado por la prensa de Manila en unión de otro compañero para seguir paso á paso a paso las operaciones del ejército y armada en la expedición contra los piratas de Joló, en la que va narrando, de una forma realmente excepcional la campaña de Joló. El 1 de mayo de 1876, el Sr. Baltasar Giraudier, cronista del Diario de Manila, publicaba su obra, Expedición a Joló. 1876. Bocetos del cronista del Diario de Manila, una colección, realmente fascinante, de dibujos relacionados con la campaña, un autentico reportaje de guerra, un reportaje de guerra en pleno siglo XIX y que, a falta de cámaras fotográficas y de televisión, que den testimonio de la expedición española, el cronista del Diario de Manila suple con la magia de sus dibujos y las correspondientes explicaciones de los mismos. Una verdadera obra de arte. Pues bien, lo que a continuación exponemos es una mezcla de ambos trabajos, es la crónica de D. Antonio Vázquez complementada con los bocetos de D. Baltasar Giraudier.

Adjunto:
Los dos Bolod.jpg

LOS DOS BOLOD.


Llámanse así dos rocas que se levantan en el mar en la travesía de Joló a Zamboanga. Para los marinos son puntos de situación en esa derrota, y para nosotros han sido motivo de dar a conocer un peñasco que presenta todas las apariencias de un castillo feudal, y sin embargo es obra exclusiva de la naturaleza.

Muy difíciles de identificar en cualquier Atlas, su situación se nos aparece muy clara utilizando Google Earth. Situados, como bien dice el pie del dibujo, en la derrota de Zamboanga a Joló, al norte del grupo de islas de Balanguingui, e identificadas en el "Earth" como "dua Bullud".


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Adjunto:
Zamboanga.jpg

ZAMBOANGA


La plaza y provincia de este nombre, capital desde 1860 de la isla de Mindanao y residencia del Gobernador general de aquel territorio, es una de las de más antigua fundación del archipiélago, y debe su origen, por su excelente situación estratégica, a la idea de contener desde allí el paso de las expediciones piráticas procedentes de Joló y de la costa meridional de Mindanao. A este efecto se estableció un presidio por iniciativa de D. Juan Cerezo, Gobernador interino en 1834, siendo nombrado para la fundación de Zamboanga D. Juan de Chaves, quien empezó la construcción de la fortaleza situada a la derecha de la población, bajo los planos del jesuita Vera. la población se extiende en terreno llano, teniendo al N. una cordillera de montes que la dominan. Su temperatura es de las mejores que se conocen en el archipiélago filipino; su atmósfera limpia y despejada, presenta un ciclo hermoso y todos los visos de la más bella primavera, pudiendo decirse que Zamboanga es un pueblo privilegiado entre los demás de la Oceanía, por no conocerse los huracanes y fuertes tempestades que tantos destrozos causan en los otros. Su rada, bañada por las aguas del mar de Mindoro, en las que se encauzan las corrientes con rápida velocidad, merced al estrecho paso que las dejan la extensa isla de Basilan y los islotes de Santa Cruz, sitos entre esta y el extremo occidental de Mindanao, en que Zamboanga se asienta, es desabrigada y poco segura, viéndose las naves obligadas a buscar refugio en el puerto de Masinloc, distante unas tres millas.

El fondo de la rada es pedregoso desde una profundidad de diez y seis a veinte brazas; y los buques, combatidos por fuertes corrientes, con un fondo peligroso en el que suelen perder las anclas y desamparados de todo abrigo, no hallan allí seguramente las mejores condiciones para una larga permanencia.

La población, formada al calor de frecuentes combates con los moros, es poco numerosa, y no creemos exceda de 12.000 almas el censo total de la provincia.

Sus habitantes son altivos y gozan fama de valientes; tienen por lo común buena presencia, y no poseen otro dialecto que el castellano, teniendo a gala esta circunstancia.

Desgraciadamente no les acompañan los mejores hábitos de trabajo; y la falta de aspiraciones, unida a la costumbre que aquella población ha recibido desde su origen, motiva el que la producción agrícola, circunscrita al arroz y a algún azúcar, sea escasísima, y a veces insuficiente para las necesidades de la población, y la industria y el comercio de exportación totalmente nulos.

El aspecto de Zamboanga es risueño y poético. Cuenta con algunas construcciones buenas, aunque escasas, siendo las principales las que se extienden a lo largo de la playa y entre esta y la deliciosa zanja que surte de aguas potables a la población, y de la que nos hemos ocupado separadamente.

Entre estas construcciones, que son las primeras que divisa el viajero, figuran la Casa Gobierno y la Comandancia de Marina, situadas a derecha e izquierda respectivamente de un extenso y sólido muelle de piedra, que aparece en nuestro dibujo, y a cuyo extremo existe una farola que indica el fondeadero a los navegantes.

A continuación de la Casa Gobierno se prolongan las construcciones particulares que constituyen la llamada "Escolta", por ser la residencia del comercio de géneros y quincalla establecido por los chinos, terminando el caserío por esta parte con la casa-comandancia de Ingenieros, edificio aislado de buenas proporciones y que goza de una excelente perspectiva.

A la izquierda de nuestro dibujo, y en la prolongación de la Comandancia de Marina, siguen en primer término el cuartel Comandancia de Carabineros, detrás del cual existen otras construcciones particulares bastante buenas, y la Casa- Tribunal, o sea el Ayuntamiento, edificio amplió y bellamente situado, cuya planta baja sirve de Cárcel pública. El caserío de nipa continua después en la línea de la playa formando el barrio de Magay, y termina en la humilde agrupación de chozas, construidas sobre el agua, que constituyen las viviendas de los moros fieles, ha tiempo sometidos a nuestro dominio, y que gozan en Zamboanga de pacífico domicilio, según decimos al explicar otro dibujo concerniente más directamente al barrio de Magay.


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Sobre la expedición española a Joló se han recibido importantes noticias con el correo de las islas Filipinas últimamente llegado. Aunque los periódicos de Manila publican el parte oficial que hoy reproduce EL IMPARCIAL, y que mañana publicaremos nosotros, damos la preferencia a la carta siguiente, que ofrece, si cabe, mayor interés, por la animación que se da en ella al relato de la expedición:

FONDEADERO DE JOLÓ á bordo de la Carmen.

1º. de marzo de 1870.

Señor director de LA ÉPOCA.

Comisionado por la prensa de Manila en unión de otro compañero para seguir paso á paso a paso las operaciones del ejército y armada en la expedición contra los piratas de Joló, cúpome por suerte acompañar a la marina, y habiendo recibido del señor general Pezuela muestras inequívocas de la gran estima en que tiene a la prensa y sus representantes, creo pagar un justo tributo de agradecimiento a tan distinguido caballero, y de admiración al cuerpo a que pertenece, remitiendo a V. algunas páginas de mi diario, que si bien están exentas de las galas de la retórica, han sido escritas con el corazón y en el momento que sucedían los acontecimientos. El amanecer del día 3 de febrero (sic; 5 de febrero) fue el señalado por el Excmo. señor general Malcampo para salir la expedición del puerto de Manila, embarcando las tropas en los vapores mercantes fletados al objeto, y encargándose de dicho embarque el capitán del puerto, con dos ayudantes a sus órdenes, y teniendo a su disposición para el efecto los vapores de bahía.

La fragata de guerra Carmen conducía al Excmo. señor capitán general, gobernador superior de la isla con su familia, y al Excmo. señor comandante general de este apostadero. Los vapores mercantes llevaban sobre 6,000 hombres de tropas europeas o indígenas, con todos los pertrechos necesarios de boca y guerra para cuarenta y cinco días.

Tres días completos no habían transcurrido, y llegados a Zamboanga (isla de Mindanao), donde desembarcó el ejército acuartelándose en tiendas de campaña, hechas de nipa, mientras que daban los últimos toques a la expedición, empleándose varios días en la construcción de balsas para el desembarco en Joló, en distribuir convenientemente los pertrechos de boca y guerra en cada barco, y en armar en parte a los 450 voluntarios de Cagayán de Misamis, que con su cura párroco a la cabeza, el reverendo padre Zueco, se habían embarcado en unas lorchas para unírsenos en Zamboanga, como así también otros» 500 voluntarios zamboangueños.

Adjunto:
Barracones Zamboanga.jpg

BARRACONES CONSTRUIDOS EN ZAMBOANGA

para alojamiento de las fuerzas expedicionarias.


La primera escala que debía hacer la expedición, al salir de Manila, tenía que ser necesariamente en Zamboanga; primero, para hacer aguada y refrescar víveres, segundo, porque debían recogerse allí algunas fuerzas de infantería de las que guarnecen a Mindanao; y últimamente, porque desde esta villa, que dista unas doce horas de Joló, debían salir las fuerzas distribuidas y preparadas convenientemente para un desembarco.

No siendo posible alojar el número de tropas que se embarcaron en Manila, por ser insuficientes los cuarteles y casas para tal objeto, se procuró subvenir a esta necesidad con la construcción de grandes barracones de caña y nipa, que pudieran contener cada uno unos doscientos hombres con toda comodidad.

El lugar donde se construyeron fue el intermedio entre la población y la fortaleza, y a ambos lados del camino que conduce a la misma.

El punto de vista ha sido tomado desde un sitio elevado para poder abarcar el mayor número posible de barracones. Se ve una parte de la zanja, a la derecha la casa de Ingenieros y Comandancia del presidio, y en el horizonte la isla de Cocos.

Estos barracones prestaron un doble servicio, pues no siendo capaz el hospital de Zamboanga para contener el número de heridos y enfermos procedentes de Joló, se habilitaron algunos de aquellos con este objeto siendo de gran utilidad para el uso provisional a que se les destinaba.


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Adjunto:
Barrio de Magay.jpg

BARRIO DE MAGAY, EN ZAMBOANGA.


En uno de los extremos de Zamboanga, y en la playa, existe un barrio de moros, los cuales aceptan y reconocen nuestra autoridad, y viven en pacíficas relaciones con los vecinos de la villa. Tienen su datto, o guía, que es la persona que está más inmediatamente en contacto con las autoridades locales. Gozan de algunos privilegios, y son protegidos al igual de otro cualquier vecino.

Habitan unas chozas, levantadas encima de estacadas sobre el mar, de aspecto muy pobre, y que brillan por su total ausencia de limpieza.

Viven hacinados sin reparo en sexo ni edades, y para que sea más repugnante el interior de sus viviendas, no existe en ellas división alguna, de forma que la moral anda muy alejada de aquellos sitios.

Son pescadores casi todos, y sus constantes viajes a las islas vecinas, embarcados en ligeras vintas (embarcación menor de los moros), pueden dar motivo a creer se hallan en constante inteligencia con los moros hostiles, que viven a distancia muy accesible para ellos.

El traje que usan es muy parecido al de los malayos de Sumatra, e igual al de los moros de todo el archipiélago Joloano.

Adjunto:
Zanja de Zamboanga.jpg

Zamboanga.

La zanja que surte de agua a la población, y casa del Gobernador general.

LA ZANJA DE ZAMBOANGA.


El Gobernador que ideó y llevó a cabo esta obra, merece que su recuerdo sea perpetuado por medio de un monumento público.
Zamboanga está asentada sobre una faja de arena en la costa Oeste de Mindanao. El terreno que rodea esta villa hasta la distancia de una legua, es llano y anegadizo en tiempos de lluvias.


Las aguas de que se surtían los vecinos para beber, se tomaba a distancia de una legua, en la falda del monte, por donde pasa el río Tumaya.

Para llevarlas a Zamboanga, se hizo una sangría al río y una presa: la primera sirve para alimentar la zanja, y solo se hace uso de la segunda en tiempo de secas para regar grande extensión de terreno destinado al cultivo del arroz.

La zanja corre paralelamente a la playa, dejando entre esta y la población una manzana de casas, todas ellas de bonito aspecto y la mayor parte de piedra.

El ancho de la zanja es de unos ocho metros, y el caudal de agua lo suficiente para el consumo y recreo de los vecinos. El aprovechamiento y uso se verifica en la siguiente forma: hasta las diez de la mañana no se permite lavar ni bañarse en la zanja, a fin de que los vecinos puedan hacer acopio del agua para beber. Desde esta hora hasta las cinco de la tarde, el aprovechamiento es común, y no solo es un baño público, sino el lavadero de la población. Merced a esta bien entendida policía, la zanja presta usos distintos, y todos tienen en interés directo en respetar el mandato de la autoridad.

Todo a lo largo de la zanja, y a distancias que no pasarán de veinticinco metros, hay puentes de piedra o madera que ponen en comunicación ambas orillas. Nuestro dibujo reproduce el trayecto en que se halla el puente de piedra que da acceso a la población desde el muelle, viéndose también en segundo término la casa que habita el Gobernador general de Mindanao.


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Dada la última mano a la expedición, y encontrándose completa de todo, volvió a embarcarse el ejercito el día 19, encargándose los cañoneros de la marina de esta importante operación; y lo hizo tan a conciencia y con tan feliz éxito, que no hubo que lamentar la más ligera pérdida ni en hombres ni en material, a pesar de maniobrar en un reducido espacio y en medio de corrientes de cinco millas por hora, que son las que agitan casi continuamente aquel fondeadero. Antes de la puesta del sol, personal y material ocupaban su sitio a bordo de los barcos, y estos, remolcando casi todos embarcaciones menores, algunos de ellos hasta cuatro, iban haciéndose a la mar a medida que tenían completo su carguío.

ALOCUCIÓN A LAS TROPAS DEL CAPITÁN GENERAL DE FILIPINAS, D. JOSÉ MALCAMPO Y MONGE.

Soldados y marineros: La Sultanía de Joló bien conocida por su mala fe y sus piraterías ha osado insultar nuestra gloriosa bandera arrancándola de donde la colocó el potente esfuerzo de nuestras armas, en la para siempre memorable jornada de 28 de Febrero de 1851; faltando á solemnes compromisos ha continuado pirateando en nuestros mares, asaltando nuestros pueblos playeros, cautivando á sus indefensos moradores, y hasta atreviéndose atacar á uno de nuestros establecimientos militares en donde recibió un duro escarmiento. Clavar otra vez y para siempre nuestro pabellón en esa tierra de antiguo sometida á nuestro dominio y castigar la rebeldía y mala fe de sus moradores, es hoy nuestra única misión y harto sé no necesitáis excitaciones para cumplirlas cual corresponde á hijos de la Patria que cuenta tantos héroes y entre ellos á los Coscuera (sic; Corcuera. Sebastián Hurtado de Corcuera y Gaviria), Almonte, Clavería, Urbistondo (sic; Urbiztondo. Juan Antonio de Urbiztondo) é Ibáñez, que conquistaron inmarcesible gloria en la misma tierra que pronto vais á pisar. Nuestra causa es santa, es justa, es noble, es la causa de nuestra religión vilipendiada. ¿Qué pueblo no se inflama á la sola idea de combatir por tan sagrado objeto? Ya que sea innecesario recomendaros el valor, pues sería ofenderos siendo como sois españoles, os recomiendo la moderación, después del combate la clemencia y generosidad con los vencidos y sobre todo subordinación y disciplina, verdadera fuerza de los ejércitos. Sin ellas de nada sirve, antes bien, puede llegar á ser nocivo el valor individual. Obedeciendo pues á vuestros Jefes que su ejemplo os enseñará á sufrir con resignación las penalidades de esta ruda campaña, que confío será corta pero gloriosa y unidos los esfuerzos del Ejército y Armada no puede ser dudosa la victoria; á ella os conducirán en breve vuestros Jefes y el primero vuestro Gobernador y Capitán General, José Malcampo.

El día 20 por la tarde fondeamos entre la isla de Bacungan y la de Joló, frente al pueblo de Bun-bun, punto de reunión señalado al convoy y barcos de guerra, y donde esperamos a la fragata Carmen, que cerraba la marcha, reuniéndosenos el 21 por la mañana. A las dos y media de la tarde salió el cañonero Filipino (y el Prueba) con el excelentísimo señor capitán general y Excmo. señor comandante general de marina y Sr. Sanchiz, jefe de estado mayor, para hacer un reconocimiento sobre toda la costa y elegir la más conveniente al desembarco. Esta fue la de Paticolo, y al día siguiente a las tres de la madrugada empezaron a salir los buques de Bacungan.

Tal y como señala el relato, el cañonero Filipino (junto con el Prueba) efectúa un reconocimiento de la costa norte de Joló, tanto al oeste como al este de la misma, en busca del lugar idóneo donde efectuar el desembarco. Tomando como referencia el plano abajo expuesto, estas serían las zonas reconocidas por nuestros cañoneros, de este a oeste:

Adjunto:
Costa norte de Joló 2.jpg

BANCUGAN.- COSTA NORTE DE JOLÓ.


Bancugan (o Bacungan) es el primer punto de la isla de Joló, donde fondeó la expedición al salir de Zamboanga.

La vista que se descubría desde el fondeadero, y que hemos procurado reproducir fielmente, tenía un aspecto salvaje encantador. Al extremo norte (al este) hay tres islitas de determinan por aquel lado el límite de la isla de Joló (islas Bitinan, Capual y Tulayan). Una de estas, por lo que podía apreciarse á la distancia que la veíamos, parece un volcán apagado, y desde el extremo del cono hasta cerca de su base lo baña una tierra blanquecina que le dá el aspecto de estar cubierto de nieve. Los pueblos que se señalan en el último término [Boal y Cadoayan (o Caduayan)] son apenas perceptibles desde Bancungan. El de Bun-Bun (frente al fondeadero de la escuadra), que se nos ofrecía inmediato al fondeadero, tenía algunas casas tendidas en la playa, y otras esparcidas por las laderas de los montes que le avecinan. la vegetación de la playa era feracísima, abundando y sobresaliendo los esbeltos cocoteros. En las faldas del monte (monte Poupit) había algunos sembrados y se veía pacer ganado vacuno.

Como en casi todas las aguas que bañan la isla de Joló, se hacían sensibles en Bancungan grandes corrientes, que cambiaban de dirección á menudo, y cuya velocidad apreciamos entre tres y cuatro millas.

La tranquilidad más absoluta reinaba en esta costa, interrumpida tan solo por las músicas de los regimientos que llevaban los buques mercantes. Pocas horas permanecimos en este fondeadero; las necesarias tan solo para que se practicase un reconocimiento por mar á fin de señalar el punto de nuestro desembarco, que debía ser Paticolo.


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Nota Re: Los cañoneros del fin del mundo, I
Adjunto:
Costa norte de Joló.jpg


Costa norte de Joló. Al este del fondeadero de la isla de Bacungan. En el centro (abajo) el pueblo de Boal; a la izquierda (arriba, de izquierda a derecha) islas Bitinan, Capual y Tulayan.

Adjunto:
Costa norte de Joló 5.jpg


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Costa norte de Joló 3.jpg


Costa norte de Joló. Al sureste del fondeadero de la isla de Bacungan. De izquierda a derecha, pueblo de Cadoayan (o Caduayan) y punta Tuc-Tuc.

Adjunto:
Costa norte de Joló 6.jpg


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Costa norte de Joló 4.jpg


Costa norte de Joló. Ligeramente al sureste del fondeadero de la isla de Bacungan, casi frente a la misma. A la derecha (abajo), pueblo de Bun-Bun; a la izquierda (arriba), Monte Poupit.

Adjunto:
Costa norte de Joló 7.jpg


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Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com