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FAJARDO VENCE A HAUTAIN.



Eran los tiempos del reinado de Felipe III, ya se había llegado a la paz con Inglaterra, por cierto bien favorable a la monarquía hispana, pero seguía la lucha con los rebeldes holandeses.



Y la ya agotada España tenía que, hacer frente a unas fuerzas navales que habían crecido casi milagrosamente, desde los primeros y desesperados <<gueux>>.



Ahora, y mientras faltaban los barcos y el dinero a los españoles, las flotas holandesas eran capaces de pasar al contraataque.



Nada menos que sesenta buques entre grandes y pequeños, buques de escuadra, transportes y corsarios independientes, estaban sometiendo a un estrecho bloqueo las costas de Portugal, entonces, como es sabido, unido a la monarquía de España, y también, como el tiempo demostraría, la principal víctima del emergente poderío naval holandés.



En Lisboa estaba el gran almirante Luis Fajardo, un marino que hubiera merecido un estudio biográfico por sus trascendentales e invariablemente victoriosas campañas.



Pero a la sazón, Fajardo estaba más que ocupado intentando reunir una escuadra, por improvisada que fuese, que alejase el peligro de las costas y permitiera la reanudación del tráfico.



Por fin, a buenas y a malas, consiguió armar veinte buques, con los que zarpó el 16 de junio de 1606.



Parte de los corsarios ya habían vuelto a sus puertos y otros debieron hacerlo al saber de la salida de la escuadra. (¿qué valientes?).



Pero el núcleo fundamental de la fuerza bloqueadora, al mando del almirante Huatain, seguía en aguas de San Vicente, donde lo encontró Fajardo unos días después.



Según las crónicas españolas, los holandeses reunían veinticuatro buques, pero éstos afirman que, tras la separación de algunos, sólo estaban presentes en el lugar del combate 13 galeones y un bergantín. (Siempre intentando minimizar nuestras victorias, ¡es una konstante!).



Sintiéndose inferiores, los holandeses huyeron intentando ganar barlovento, pero forzando velas, (¿soplaría toda la tripulación?), la escuadra española consiguió cortar a tres de los últimos.



Entre los acorralados destacaba el insignia del vicealmirante Rainero Classen, que tras ser rodeado y acribillado por cinco de los nuestros y para evitar su apresamiento, recurrió a la entonces tan habitual como terrible táctica holandesa de volar su buque. (Y después los bestias eran los españoles, aquí se demuestra un dicho español: “en boca cerrada no entran moscas”, tradujese por escribir).



Así pereció el hermoso buque con toda su tripulación, mientras los otros dos, menos decididos o menos desesperados, se conformaron con arriar su bandera.



El resto de la escuadra de Hautain puso rumbo a sus puertos, con lo que la victoria de Fajardo se completó con el triunfo estratégico de la retirada de los bloqueadores.



Y aunque los españoles, de seguir las fuentes holandesas, tuvieran alguna superioridad numérica, no dejó de tener especial mérito el que se lograra con una fuerza improvisada, que logró sorprender y derrotar a un enemigo que, de haber concentrado sus buques, hubiera sido muy superior. (pero lo mismo le sucedió a Córdova y es que “la confianza mata al gato”).



Los paréntesis, como podréis suponer son míos.







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Aquí va un relato del combate desde el punto de vista holandés.

Fuente: https://www.gutenberg.org/files/10583/10583-8.txt

Las expediciones navales holandesas ese año [1606] no fueron mas brillantes que las terrestres. El almirante Hautain, con veinte naves, fue sorprendido en el Cabo de San Vicente por una flota española. La formidable aparición de sus galeones inspiró en esta ocasión el pánico entre los marinos holandeses. Izaron las velas y huyeron, con la excepción de un buque, mandado por el vicealmirante Klaazoon, cuya desesperada conducta salvó el honor nacional. Manteniéndose en su puesto hasta que su navío quedó ingobernable, con casi toda su tripulación muerta o herida, tomó la decisión de volar la santabárbara. Sólo dos hombres, espantosamente quemados y mutilados, fueron rescatados de las olas por los españoles, muriendo al poco.

La traducción es mía.